Hace poco mi esposo adquirió una lancha, y lo más gracioso de todo es que él no tiene ni la menor idea de cómo navegar en ella, por lo que cuando le pedí que me diera un paseo por los canales, a regaña dientes aceptó llevarme. Yo estoy al tanto de que aparte de que no ha sacado la licencia de navegación, se hace un lio, como no tienen una idea de lo que es la proa, la popa, babor o estribor.
Relato
Pero apenas llegamos al muelle, nos esperaba uno de sus conocidos, uno de esos que si sabe tripular la condenada lancha. Ya estábamos por salir, cuando de momento que suena el móvil de mi esposo, que de paso es médico, y lo estaban llamando, por una emergencia, que presentaba uno de sus pacientes.
Ya estaba resignada yo a que regresáramos a casa, cuando Ernesto mi esposo, se le ocurrió la brillante idea de decirle a su amigo, que le hiciera el favor de llevarme a conocer los canales en la lancha. Bueno con lo celoso, que es mi marido, me extrañó tanto su manera de actuar, que por poco soy yo la que se niega a ir. Eso hubiera sucedido, de no ser porque me di cuenta de que Osvaldo, el amigo de mi esposo, en ocasiones me estaba mirando de una manera muy peculiar.
Realmente quizás fue la sola, y remota idea, de que algo pudiera pasar, entre Osvaldo y yo, que hizo finalmente que yo aceptase. Claro que no fue eso, lo que le dije a Ernesto. Lo que le dije fue, que para la próxima ocasión esperaba que no fuera a suceder lo mismo. Ernesto cariñosamente me plantó un ligero beso en la boca, y despidiéndose de su amigo, salió a toda carrera, en dirección al hospital.
Bueno ya solos Osvaldo y yo, seguimos actuando como si nada, él encendió el motor, y comenzó suavemente a pasar por los diferentes canales. Pero a medida que nos alejábamos de los muelles, Osvaldo comenzó a sacarme conversación. Hablándome sobre un sitio en los canales, que era el predilecto de los amantes, ya que podían hacer lo que les diera la gana, y seguramente nadie los vería.
Yo mosteando cierto grado de curiosidad, le pedí que me mostrase ese lugar. Y sin demora alguna y a todo motor, en cosa de unos pocos minutos llegamos. Aparentemente el sitio estaba bastante retirado de todo, hasta que me di cuenta de que por una de las orillas, pasaba una carretera. Y cuando se la señalé a Osvaldo, su respuesta fue. Esa carretera es rural, y conduce única y exclusivamente a mi propiedad, por eso se que por aquí nadie pasa, yo siempre dejo el portón cerrado con candado. En medio de todo sus palabras me hicieron sentir mucho más tranquila. Cuando de momento, él se me acercó, y colocando su mano en mi nuca, me dijo. A menos que no lo desees, bien podemos hacer algo, para distraernos mutuamente.
Bueno esas palabras, la manera en que las dijo, y el que me agarrase por mi nuca, como que esos tres elementos en conjunto, hicieron por una parte que mi cuerpo se partiera como una galleta, ya que soy de las que apenas le tocan la nuca, pierden el control de su cuerpo. Así que cuando llevó sus labios a los mío, yo supe de inmediato, que de no detenerlo en ese instante, yo iba a terminar abriéndole mis piernas.
La cosa fue que no lo detuve, sentí sus cálidos labios contra los mío, y en cuestión de pocos segundos, ya estaba bien deseosa yo, de que continuase, y no se detuviera. Osvaldo siguió besándome, y acariciando todo mi cuerpo, sin que yo opusiera resistencia alguna. Sentí sus dedos, explorando mi caliente clítoris, y así sucesivamente en un abrir y cerrar de ojos, ya me encontraba yo mamando su parada y enérgica verga.
No sé, en qué momento precisamente, Osvaldo el amigo de mi marido, me ha quitado la braga de mi bañador. Y cuando me vine a dar cuenta, su boca la restregaba sabrosamente contra todo mi coño, arrancándome profundos gritos y gemidos de placer. Al grado, que hasta las ruidosas garzas, que habitan por esos pantanos, y canales, se quedaron en silencio.
Yo perdí la cuenta del número de veces que me hizo disfrutar de múltiples orgasmos, en mi vida había disfrutado tanto de algo como eso, es verdad que Ernesto hace su mejor esfuerzo por complacerme, pero la verdad es que nunca había sentido nada igual a lo que me hizo Osvaldo con su boca.
Yo quedé agotada, pero la a la vez muy deseosa de que continuásemos follando. Y sin vergüenza alguna así se lo hice saber a mi nuevo amante. Osvaldo se reclinó sobre mi cuerpo, y aunque su miembro no es nada del otro mundo, a medida que me fue penetrando, quizás por el hecho de serle infiel a mi pobre marido, sentí otras cosas, que jamás ni nunca antes había sentido. El solo roce de sus dedos sobre mi piel, me hacía estallar, y no se diga cuando presionaba su cuerpo contra el mío, su verga dentro de mi coño, yo por primera vez puedo decir horadamente que me sentí en la gloria.
Con decirles que lloré de felicidad, cosa que raramente me sucede, por no decir que nunca, hasta esos momentos. Yo estaba de lo más calenturienta, y deseosa de que Osvaldo continuase haciéndome sentir, como me sentía cada vez que me enterraba, una, y otra vez su verga dentro de mi cuerpo.
Cuando ya cayendo la noche regresé a casa, la verdad es que estaba tan agotada, que me quedé dormida en la bañera, Ernesto me ayudó a salir de la bañera y me dejó en la cama, una vez que regresó a casa. De paso creo que ese fue su peor día, aunque él no lo sepa, ya que aparte de que yo le fui, y le sigo siendo infiel, con uno de sus mejores amigos, el paciente de la emergencia, se le murió.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513553 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 299793 veces
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