enseñame, cuñada mía

Enséñame, cuñada mía.

Para que Uds conozcan a Sandra bastará con que sepan que es una chica que acaba de cumplir 13 años, que siente los cambios e inquietudes típicos de su edad y que pasa la mayor parte del tiempo en el colegio con su amigas y sus libros.

Poco antes de que Sandra cumpliera 5 años su padre se marchó de casa e inició una nueva vida lejos de allí, por lo que Sandra hace ya un par de años que no sabe nada de él y realmente no le importa mucho.

Junto a su madre Iris y a su hermano mayor Pablo, de 17 años, han sabido salir adelante juntos, sobre todo con la ayuda de Pablo que es quien se encargó de llevarla al colegio desde que era chiquilla, le servía la comida y la atendía mientras su mamá trabajaba para mantener la casa. Ella sentía un gran respeto por su hermano que era como un padre para ella.

Desde hace un año Pablo se puso de novio con Lucía, una rubiecita pecosa compañera del liceo, cosa que a Sandrita no le cayó muy en gracia ya que competía con ella por el cariño de su hermano.

Todo cambió una tarde que Pablo insistió en llevarla a la casa de Inés, una compañera que ella no soportaba y que vivía a unas pocas calles de la suya, con la consigna de hacer los deberes juntas.

Ella fue a regañadientes pero a los pocos minutos se aburrió y decidió regresar sola a su casa.

Al llegar subió las escaleras hacia su cuarto, cuando sintió una respiración forzada y unos jadeos que venían del cuarto de su hermano.

La puerta estaba cerrada así que dio la vuelta por el balcón y se asomó por la puerta ventana.

Se quedó helada cuando descubrió a Lucía de espaldas en la cama mientras Pablo encima de ella embestía salvajemente contra su cuerpo semidesnudo.

La mini de Lucía estaba arrollada en su cintura mientras, la blusa conservaba solo dos botones prendidos en su parte baja, mientras que por encima aparecían los hermosos pechos de la muchacha coronados por dos oscuros pezones, que ella pellizcaba haciéndolos rodar entre sus dedos.

Los ojos de Lucía miraban al techo y de a ratos los cerraba mordiéndose los labios.

Sandra pudo ver el trasero de su hermano contrayendo los glúteos en cada arremetida, y la espalda sudorosa con los músculos en tensión, su corazón le palpitaba con fuerza y sentía un cosquilleo en su intimidad.

Los jadeos se hicieron mas fuertes y vio cómo Lucía apretaba con sus puños las sábanas y sus piernas rodearon al muchacho que cayó en un último extertor exhalando un bufido sobre los pechos de su novia.

Fue en ese momento que Lucía giró la cabeza y vio a Sandra en el umbral de la puerta -ventana que la observaba atónita, la pequeña al sentirse descubierta dejó a toda prisa el balcón y se encerró en su cuarto.

Pablo se vistió e invitó a su novia para ir a buscar unas películas al video, pero ella se excusó diciéndole que se daría una ducha.

Cuando Pablo se hubo marchado Lucía entró en el cuarto de su cuñada sin golpear, Sandrita estaba en su cama acostada y notó como se tapaba rápidamente.

¡Pero qué haces!, no te han enseñado a llamar a la puerta! – le gritó Sandra enojada.

Disculpa, es que estoy algo nerviosa con todo esto, tu sabes.


Lo que sé es que se la ingeniaron bien para sacarme de en medio y revolcarse a su gusto ustedes dos.¡Eso es lo que sé! Bramó encolerizada Sandra.

Espera un poco, espera – aclaró Lucía. Tu hermano y yo nos amamos y tenemos derecho a tener nuestra intimidad, no es justo que te cabrees porque no fue nuestra intención que nos descubrieras, ya vez él ni siquiera se dio cuenta.

¿Cómo...tú no le dijiste?-preguntó la pequeña.

¡Claro que no! Quiero mucho a tu hermano y creo que no se merece eso.

Lucía bajó la mirada y reflexionó- Sí yo también lo quiero y no deseo que el sienta pena.

¡Bueno, dale niña hagamos un pacto de mujeres y hagamos como que no pasó nada!

Vale, estoy de acuerdo pero prométeme que me contarás todas las cosas de los hombres y las mujeres y lo que sientes con mi hermano.

¡Ah...pícara, seguro que te ha gustado lo que has visto y has quedado calentita!

Pues bien niña sácate esas ganas y continúa lo que has dejado cundo entré aquí, o es que acaso no te enseñé bien a usar esos dedillos.- exclamó Lucía con una carcajada mientras abandonaba la habitación.

Pasaron los días y todo seguía con normalidad .

Dime Lucía, -preguntó Sandra- hoy en el colegio una compañera contó que se la había chupado a su novio y que el sabor de la leche no le gustó. Todas nos reímos pero me quedó la duda de cómo se hace para sacarle la leche a un chico.


Bueno, niña, es que estás adelantada, pero voy a tratar de aclarar tus dudas.

A los chicos los excita mucho que les mamen la verga y una mujer debe saber hacerlo con sensualidad y delicadeza, créeme, después que se la mamas bien a un chico, él nunca te dejará.

¿Tú se lo has hecho a Pablo?- curioseó la pequeña.

Claro, y el me ha dicho que soy una experta.

Ay, cuñadita déjame ver, dale, déjame ver.

¡Tú estás loca!

¡Dale, total si ya los he visto y además tu eres mi mejor amiga y tenemos un pacto de mujeres.-lloriqueó Sandrita.

Lucía lo meditó un poquito y accedió. Ella le enseñaría a mamar una verga a su cuñada de trece años sin que su hermano supiera, el morbo era total.

Esa noche después de la cena Lucía ayudó a su suegra Iris a lavar los platos ya que ésta se iba a dormir temprano.

Cuando su suegra se hubo retirado, quedaron con Pablo y Sandra mirando televisión.

Esa peli ya la ví, me voy a la cama dijo Sandra .

Al quedar solos Sandra y Pablo se acaramelaron y comenzaron a pegarse un morreo en el sofá.

Sandra se había puesto una mini tableada con mucho vuelo y una remera sin mangas de color banco que le marcaba los pezones.

Pablo metía mano por debajo de la mini jugando con sus braguitas, mientras Sandra lo abrazaba y fue por encima de su hombro que pudo ver a Lucía en el rellano de la escalera pronta para su clase privada.

El paquete de Pablo estaba a punto. Lucía lo masajeó unos minutos y lo hizo tender de espaldas sobre el sofá, con la cabeza en dirección a la escalera para que no viera a su hermana .

Cuando bajó la cremallera, corrió hacia abajo los pantalones y sacó la gruesa verga del muchacho que ya estaba dura como un garrote.

Pasó su mano en toda su extensión haciendo aparecer el glande gordo y rojo, que se introdujo en su boca, depositándolo unos segundos en sus labios para perderse en el interior de su boca después.

Con la boca llena de verga miró hacia la escalera donde su cuñada observaba con ojos grandotes la felación que le hacía a su hermano.

Sandra se llevó una mano a su entrepierna subiendo el camisón rosado, y masajeando su clítoris paseaba los dedos húmedos por su vírgenes labios.

En el sofá su hermano se arqueaba mientras murmuraba, -Así, Lucía, así. Trágate mi cosa mi amor, chúpame la cabezota, loquita.

Lucía subía y bajaba sobre la verga de Pablo y jugueteaba con su glande para que la pequeña lo pudiera observar en todo su esplendor.Con la punta de la lengua lamía la cabezota mientras observaba a Sandrita que con una mano se masajeaba las tetitas y con la otra frotaba su conchita como una loca. Vaya que aprendía rápido la chiquilla pensó.

Mientras tanto Pablo había subido la mini de Lucía y le había empezado a dedear el clítoris, tenía dos dedos dentro de su vagina que entraban y salían con facilidad por los jugos que inundaban a la muchacha.

Esta no aguantó mas y soltando la verga de su novio se subió a horcajadas sobre él mientras deslizaba el miembro en su interior arrancándole otro orgasmo mientras se acomodaba en su interior. Lucía ponía los ojos en blanco, miraba hacia arriba viendo a su cuñada que con las piernas flexionadas movía frenéticamente los dedos sobre su cosita.

La situación duró unos treinta minutos .El morbo que sentía Lucía sumado a las chupadas en sus pezones que le brindaba Pablo la llevó al clímax total y acabó bañando los testículos de su novio mientras este derramaba su semen dentro de ella en un orgasmo simultáneo.
Cuando Sandra se fue a bañar al baño, su cuñada le hizo un guiño y mostrándole el pulgar hacia arriba le dijo:

¡Fantástico profe, fue la mejor lección de mi vida! Sólo me quedó un duda.

¿Cuál es? –preguntó Lucía

Que todavía no sé que gusto tiene. –Sonrió con una guiñada la pequeña Sandra.

Lucía comprendió que su condición de profesora recién empezaba.

(Continuará)