Mi esposo Juan, contrató a unos albañiles para que reparasen una de nuestras casas, para rentarla. Pero como Juan es de los que no les gusta estar revisando como va el trabajo, y a mí no me gusta dejar que las cosas se arreglen por si solas, decidí pasar por la casa, para ver que tanto habían adelantado.
Relato
Realmente en el tiempo que ya llevaban trabajando los tres albañiles, me pareció que habían hecho poco. Por lo que cuando subí a buscar al capataz, me lo encontré durmiendo a pierna suelta en una de las habitaciones. Lo desperté de mala manera, diciéndole que me estaba robando el dinero, durmiendo sin trabajar.
Cuando de momento que él me ha agarrado, me ha dado un fuerte empujon haciendo que me sentase, al tiempo que sacando su parado miembro me lo mostró diciéndome. Ahora se pone a mamar o le rompo el alma. Yo me quedé asustada viendo semejante cosa, y mentalmente hasta la comparé con la de mi esposo, que desde hace años no se le para. La verdad es que me quedé como hipnotizada, viendo como aquel viejo tenía su miembro erecto frente a mi sin vergüenza alguna de su parte.
No bien me le quedé viendo, cuando él me dijo, vamos quitese la ropa, para que no se le ensucie señora. A lo que yo sumisamente comencé a desnudarme, sin dejar de ver su palpitante herramienta. No bien ya me había comenzado a bajar las bragas, cuando él dirigió su boca directo a mi coño, yo me sentí algo cohibida ya que justo antes de salir de casa, había orinado. Pero eso por lo visto no le importó mucho a él. Ya que enterró su cara dentro de mi coño, chupando los labios de mi vulva, y mordisqueando sabrosamente mi clítoris, arrancándome profundos gemidos de placer. Para luego de la misma manera que se didicó a mamar mi coño, retiró su cara, y blandiendo su parada verga, la que gustosamente le mamé por unos instantes, separó mis piernas, y la dirigío directo a mi vulva.
Yo sentí como hacía mucho tiempo que no sentía, esa verga entrando deliciosamente dentro de mi vagina. Yo no me volví a sentir cohibida, es más grité de placer, cada vez que el condenado capataz, me enterraba una y otra vez todo su buen pedazo de carne. Lo que sucedió, fue entonces que los otros dos albañiles, al escuchar aquel jaleo, llenos de curiosidad decidieron subir, y me encontraron follando con el capataz.
Realmente no tuvieron nada que decirme, al yo verlos a mi alrededor, sacando sus vergas, no me quedó otra que también poner a mamarselas. Pero no conformes con eso, apenas el capataz terminó conmigo, haciéndome difrutar de un orgasmo como hacía mucho tiempo no disfrutaba, me dejó en las manos de ellos dos. Entre los tres me han dado por todas partes, mientras que yo movía mis caderas como una verdadera loca, llena de placer, también le mamaba la verga a alguno de ellos tres. No se como pude hacer semejante cosa, es verdad que me sentí la mujer más dichosa del mundo en ciertos momentos, pero el pensar que mi pobre marido se llegase a enterar de lo que me había pasado, me hizo sentir algo culpable.
Bueno ya la obra lleva unos cuantos meses, y aun le falta un poco para que la terminen, cosa que de seguro podrían hacer, de no ser que yo prácticamente a diario voy a supervisarlos….
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513553 veces