Eso me dijo el abuelo de mi amiga, a manera de cumplido, pero de manera discreta, refiriéndose a mí, en el momento que mi amiga Zulma, y yo nos despedíamos de su familia, después de pasar un fin de semana en su casa.
Relato
Mi nombre es Nancy Judith, pero con que me digan Nancy me basta, Zulma, y yo aparte de ser muy buenas e íntimas amigas, yo comparto mi apartamento con ella, por lo que cuando me invitó a visitar a su familia fuera de la ciudad, acepté.
Yo si me di cuenta de que Don Rosendo, desde que llegamos, no me quitaba la vista de encima. Al principio no le puse mucha atención, pero al poco rato me causó curiosidad, y se lo comenté a mi amiga. Fue ella la que en tono de resignación, me dijo. Mi abuelo es buena gente, pero desde que tengo uso de razón, al condenado viejo siempre le han gustado las jovencitas, por eso es que no te quita la vista de encima.
Yo la verdad es que tomé eso como un alago, por lo que, como me iba a molestar con el lindo viejecito ese, tan viejito, y tan indefenso. Al siguiente día de nuestra llegada, Zulma y su familia me invitaron a pasar el día en una finca propiedad de la familia, pero la verdad es que como a mí no me agrada mucho eso de estar en el campo, me disculpe diciéndoles que mi alergia no me permitía acompañarlos, por lo que decidí quedarme leyendo, y más tarde salir a caminar por el pueblo, para conocerlo un poco.
Realmente leí muy poco, y cuando estaba paseando por plaza, un tipo alto con un ridículo bigotito, se me acercó por detrás, y me dio un agarrón de nalgas. Algo, que yo no me esperaba. Como tampoco él se esperaba que me diera media vuelta, y de la indignación que yo tenía, le diera una fuerte patada, entre sus piernas, frente a un sin número de hombres, mujeres, y niños que en esos momentos, paseaban por la plaza del pueblo. Cuando el tipo cayó al suelo gritando del dolor, yo salí corriendo, en dirección a la casa de la familia de Zulma.
Apenas llegué, la señora que cuidaba a don Rosendo, al ver que se me salía el corazón por la boca, me preguntó que me había sucedido. Y yo se lo conté, y al terminar de contarle todo, ella solo me preguntó, ¿el bigotito del tipo ese era bien finito? A lo que yo le respondí que sí. De inmediato se quitó el delantal que estaba usando, y mientras se dirigía a la puerta de la calle la escuché decir, maldito, malparido, desgraciado, muérgano, y un sinfín de otros insultos.
Yo asustada la pregunté ¿lo conoce? Si es el hijo de la gran puta de mi marido, deja que lo agarré, se le van quitar las ganas de estar tocando niñas en la plaza. Pero justo antes de salir, me dijo. Si Don Rosendo me llama, le dices que salí, y por favor, mientras que yo esté fuera, cuídalo por mí, ha y sírvele la comida, que yo seguramente regreso después de las ocho de la noche.
La señora tiró la puerta, y salió como alma que lleva el diablo. Mientras que yo me dirigí a la habitación que me habían asignado, para ponerme a leer. Ya me disponía a ponerme a leer, cuando escuché la débil voz de Don Rosendo, llamado a la criada. Por lo que de inmediato me dirigí a su habitación, donde lo encontré, recostado en su cama. Al verme el viejito de inmediato me preguntó por la criada, y al decirle más o menos lo sucedido. Don Rosendo me preguntó ¿sabes si dejó algo de comida preparada? Le dije que sí, y que de inmediato se la traía.
Así que fui a la cocina, recogí la bandeja donde estaba su comida, y regresé a su habitación. De inmediato le puse la bandeja en una mesita, para que comiera. Pero durante todo el tiempo, el viejito, no me quitaba la vista de encima. En ese momento, se me ocurrió hacerle una pequeña travesura, así que con toda la intención y de una aparente manera accidentalmente, dejé caer los cubiertos de la bandeja. Y de inmediato dándole la espalda a Don Rosendo, de manera descuidad me incliné hasta el piso para recoger los cubiertos. Don Rosendo estaba a punto de decirme algo, pero al ver mis pequeñas nalgas, bajo la corta falda que yo estaba usando en ese instante, se quedó en silencio observándome el culo.
Yo podía sentir los ojos del viejo clavados entre mis nalgas, además podía ver su reflejo, gracias a un escaparate, ya que en una de sus puertas había un espejo de cuerpo entero, en el que como ya les dije se reflejaba el viejo. Sus ojos parecían que se fueran a salir de sus orbitas. Así que decidí enderezarme, tras recoger los cubiertos. Don Rosendo, antes de que yo saliera de la habitación, me dijo. Nancy verdad, ese es tú nombre, a lo que yo le respondí moviendo afirmativamente me cabeza.
La manera en que el viejito me veía, me dejó bien claro cuáles eran sus deseos, Al mismo tiempo que en su rostro se reflejaba su resignación, al no poder hacer nada de nada, por la edad. Por lo que yo me acerqué a él, y diciéndole. Don Rosendo si usted necesita que yo le ayude en algo, nada más me lo dice, por favor, permítame ayudarlo. El viejito se me quedó viendo raro nuevamente, yo pensaba regresar a mi habitación a seguir, leyendo cuando él me dijo, a manera de alago. Me gustaría que te quedases aquí un rato, y me permitieras, ver lo linda y joven que eres. Yo sabía de sobra, que de no ser por lo viejo que era, Don Rosendo. Aun y así si le daba una oportunidad, el condenado viejito, seguramente se aprovecharía.
Yo haciéndome la inocente, y como quien no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, seguí con el juego, viendo hasta donde el simpático viejito llegaba. Por lo que cuando él me dijo, como te dije, me gusta ver lo linda y bella que eres. Desde luego que de ser yo una chica de quince años, que un hombre mayor me dijera esas palabras, me hubieran hecho sentir increíblemente bien. Don Rosendo continuó diciéndome, ¿Pero sabes, que me gustaría muchísimo más?, a lo que yo haciéndome la tonta, moviendo mi cabeza de manera afirmativa, le pregunté al mismo tiempo, ¿Que le gustaría Don Rosendo? Y él poniendo cara de ingenuo me respondió, verte al natural, tal cual eres.
Aunque rápidamente capté lo que el viejito me quiso decir, me hice la tonta. Preguntándole, a que quiere decir con verme al natural Don Rosendo, y el sonriendo de manera picara me dijo. Yo se que te va a sonar raro lo que te voy a decir, pero antes quiero que me prometas, que no se lo vas a decir a nadie, ni dentro, ni fuera de la casa, de lo que hablemos, o hagamos. Yo quiero que sea un secreto entre nosotros dos ¿Me lo prometes? Desde luego que le dije que sí, que le prometía, que no se lo diría a nadie, ni dentro, ni fuera de la casa, de lo que hablemos, o hagamos.
De inmediato el viejo, acomodándose en su cama me dijo, al mismo tiempo que le daba unos golpecitos a su lado. Por favor siéntate a mi lado. Lo que yo hice de inmediato, con cara de ingenua. Bueno Nancy, una de las cosas, que quiero decir con eso, es que me permitas ver tus hermosas piernas hasta arriba. Yo sin cambiar mi expresión de ingenuidad, agarrando el ruedo inferior de mi corta falda, comencé a subírmela lentamente, al tiempo que le preguntaba, a Don Rosendo ¿Hasta aquí está bien? y él apenas moviendo uno de sus dedos, me hacía señas de que la subiera un poquito más, una y otra vez, hasta que frente a sus ojos quedé mostrándole totalmente mis pantis blancos de algodón.
Al ver mis delgados muslos, y pantis, los ojos de Don Rosendo se iluminaron mucho más, y con una gran sonrisa en su rostro me dijo. Se ve que tienes una piel suave y tersa me permites tocártela. Yo haciéndome la que no entendía, le pregunté para qué, y el condenado viejo me respondió, es como ya te dije, para sentir tu suave y tersa piel. Así que haciéndome la que no comprendía del todo le dije que sí. Y de inmediato sentí su gran mano, huesuda, arrugada, y temblorosa. Sobre una de mis rodillas, al tiempo que me decía, Nancy es que tú tienes, una piel tan suave, tan tersa, tan y tan fresca, que provoca acariciarla. Y al mismo tiempo Don Rosendo continuaba acariciando ya no tan solo mi rodilla, sino que también gran parte de mis muslos.
Sin que yo se lo impidiera, fue cuando sin dejar de acariciar mis piernas, Don Rosendo continuó diciéndome. Vez Nancy, tú tienes una piel tan suave, tan linda, y hermosa. Que disfrutó mucho acariciándola ¿Pero sabes que me gustaría más? Aunque yo mentalmente me dije, si viejito sinvergüenza, de seguro te gustaría que la verga se te parase. Pero lo escuché decirme, me gustaría ver tu lindo cuerpo, sin esa ropa que traes puestas. Yo quizás exageré un poco lo tonta, y le dije, ha como si tuviera una trusa o traje de baño puesto. A lo que Don Rosendo, viéndome algo confundido, me respondió que sí. Por lo que yo seguí haciéndome la tonta, y me despojé tanto de mi blusa como de mi corta falda, quedando en pantis y sostén, al lado de Don Rosendo, a quien las babas se le salían al verme así, prácticamente desnuda, y a tan solo pocos centímetros de él.
Don Rosendo no dejaba de verme con sus ojos, que parecía que en cualquier momento se le fueran a salir de sus orbitas. Tragando en seco, el viejito, continuó acariciando todo mi cuerpo, de manera suave y delicada, aunque de forma ocasional poco a poco fue pasando sus dedos, sobre las pantis que hasta esos momentos cubrían mi coño. Al parecer no pudo aguantar más, y me pidió, o mejor dicho casi me rogó que me quitase todo. A lo que yo accedí, mostrando una gran curiosidad, con la condición de que después de que yo me quitase lo que aun tenía puesto, él también se quitase todo.
No tuve ni que decírselo dos veces, para que Don Rosendo aceptase. Así que lentamente me quité el sostén y las pantis, frente al viejito Rosendo que no dejaba de verme con sus ojos bien abiertos. Y si sorprendido estaba al verme completamente desnuda, más sorprendido quedó al ver mi coño completamente sin un solo pelo, o vello. Me di cuenta de que el viejo hizo un gran esfuerzo, para no tirarme un fuerte agarrón.
Ya así le exigí que él cumpliera con su palabra, y sin mucho esfuerzo, únicamente se quitó la sabana que cubría su cuerpo, quedando completamente desnudo de inmediato, diciéndome al mismo tiempo, es que acaba de darme un buen baño. Yo continué sentada a su lado con las piernas entreabiertas, y permitiendo que sus hábiles dedos, ya acariciasen mi desnudo y depilado coño.
Cuando le pregunté con cara de ingenua. Don Rosendo le puedo tocar su cosita. A lo que él viéndome con una triste sonrisa, me dijo que sí. Por lo que aunque de manera algo torpe, comencé a juguetear con su verga entre mis dedos, y de momento, a medida que él me acariciaba internamente mi coño, me di cuenta de que su verga se había comenzado a poner más y más dura. Ya en ese instante, yo estaba deseosa de tener una verga dentro de mi coño, por lo que acercando mi rostro a su verga. Primero comencé a lamérsela, y milagrosamente me fui dando cuenta de cómo su verga continuó tonificándose, y poniéndose cada vez más dura. Por lo que de lamérsela, pase a mamársela bien gustosa.
Ya al poco rato, viendo la cara de sorpresa que tenía Rosendo, simplemente me recosté a su lado con mis piernas bien abiertas, y de inmediato pude sentir como su tiesa verga me penetraba divinamente. Yo no podía creer que el viejito, aun tuviera la suficiente energía como para hacer todo lo que estaba haciendo. Aun sin llegar a venirse en cierto momento, sacó su verga de mi coño, y en su lugar puso su boca, para hacerme disfrutar de un orgasmo sin igual, tras el cual continúo haciéndome sumamente feliz, al enterrarme nuevamente toda su verga, una y otra vez, por todos y cada uno de los tres orificios disponibles en mi cuerpo para recibirla.
Yo aparte de que quedé bien agotada, y sudada, la verdad es que todo mi cuerpo olía a viejo. Por lo que apenas recuperé las fuerzas necesarias, me encaminé al baño para darme una buena ducha. Cuando regresó la señora que cuidaba al viejito Rosendo, a mi me encontró ya durmiendo en mi habitación, mientras que Rosendo, creo que dormido frente al televisor, como de costumbre.
Al mes de regresar de aquel viaje, nos enteramos, que Rosendo, había pasado a mejor vida. No, no se murió, lo agarraron teniendo sexo con la señora que lo cuidaba.
Una quinceañera caliente, logra lo que tanto ansía: descubrir que el sexo va mas allá de meterse tímidamente un dedito. Su portero le dará una dulce lección.
Relato erótico enviado por euterpe el 11 de October de 2004 a las 10:03:00 - Relato porno leído 196595 veces
Esta historia ocurrió en Arequipa y es totalmente cierta. Mi sobrina era tímida pero terminó gustándole el sexo.
Relato erótico enviado por blackcat el 21 de January de 2005 a las 16:37:46 - Relato porno leído 144111 veces
Si te ha gustado Eres mejor que la viagra… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Eres mejor que la viagra….
Narrador
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:30) dice:
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(15 de February de 2014 a las 11:27) dice:
El viejito la tenia clarita y a ella todas las pollas ,e venian bien
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