Cuando me casé por primera vez, nunca pensé que me fuera a divorciar tan pronto. Lo cierto es que no habíamos terminado de disfrutar de nuestra luna de miel, cuando comencé a tener esas locas ganas de acostarme con otro hombre. Y aunque procuré controlarme, diciéndome que eso no era normal que me sucediera, que yo amaba mucho a mi esposo como para serle infiel. Lo cierto es que durante nuestro tercer día de luna de miel, no pude aguantarme, y ante una ligera insinuación del encargado del gimnasio, terminé revolcándome con él.
Relato
La verdad es que Francisco mi primer esposo, ni cuenta se dio de eso. La noche anterior él, y yo habíamos ido a cenar al lujoso restaurante del hotel, para luego seguir bailando, y bebiendo, en uno de sus pub. Quizás por lo mucho que bebimos, en ocasiones mientras bailábamos le permití, que levantase mi falda, y me agarrase de manera descarada mis nalgas, sin importarme mucho quien pudiera estar fijándose en nosotros. Por lo que al llegar a nuestra habitación, Francisco me saltó en cima, y entre besos, caricias y abrazos, apenas nos dio tiempo de quitarnos la ropa. Francisco se aprovechó, y hasta por el culo me dio. Yo por mi parte, después de eso, le dije que no lo volvería a dejar que me tocase, a menos que mi coño mamase. Cosa que hizo hasta el cansancio, provocándome un sinfín de intensos múltiples orgasmo.
Pero a la mañana siguiente, él tenía no tan solo un tremendo dolor de cabeza, sino que apenas hacía cualquier esfuerzo, terminaba vomitando, hasta la bilis. Quizás porque Francisco a diferencia mía, no tan solo bebió mucho más que yo, sino que también se puso a mezclar varias bebidas, tomando cerveza, ron, vodka, y todo aquello que le ofrecieran. Mientras que yo únicamente me limité a tomar, vino blanco.
Como no podía hacer nada por él, aparte de llamar al médico del hotel, quien aparte de hidratarlo, le aplicó algunos medicamentos, y me dijo que lo dejase descansar por el resto del día. Yo aproveché, y tras darme una buena ducha fresca, y asearme muy bien, bajé al gimnasio con la idea de sudar un poco en la sauna del hotel. No bien entré, me encontré con el joven, y apuesto encargado, y este se ofreció en darme todo un recorrido por las modernas instalaciones. Cosa que yo acepté, pero a medida que me fue mostrando las modernas maquinas, y permitiéndome que las usara, sus manos fueron al principio guiando mis brazos, y piernas.
Pero ya al rato más era lo que me acariciaba que lo que me guiaba, y digamos que en un descuido mío, me besó. Yo en ese mismo instante, lo pude haber abofeteado, lo pude mandar al carajo, diciéndole que yo era una mujer felizmente recién casada. Pude haber hecho muchas cosas, pero la realidad es, que lo que hice fue comenzar a desnudarme entre sus brazos. Él me condujo a la sala de masajes, donde yo, aun pensando en que mi esposo se encontraba recuperándose de su borrachera, continué quitándome el pantalón de licra, así como la ajustada camiseta que tenía puestas, al igual que mis pantis y el sostén. Aunque sabía que no estaba bien lo que hacía, algo dentro de mí, no me dejaba pensar en otra cosa que no fuera el acostarme con ese otro hombre, del que ni siquiera su nombre conocía.
Yo me tendí sobre la camilla de masajes, y él separando mis piernas dirigió su herramienta directamente a mi caliente coño. Sentí como con sus fuertes brazos me sujetaba, como con fuerza, casi sobre humana me penetraba, mientras que yo movía mis caderas, y gemía constantemente de placer. No conforme con eso, luego que ambos disfrutamos de un tremendo, y profundo clímax. Fui yo la que agarré su miembro, y tal y como se encontraba aun babeando semen, me lo llevé a la boca, y como una loca me dediqué a mamárselo.
Aun en esos momentos me preguntaba a mi misma ¿qué estaba haciendo, y por qué? Lo raro fue que no esperé, ni busqué en mi mente la respuesta, sino que cuando sentí su verga nuevamente fuerte, y bien dura, le pedí que me diera por el culo. Yo a todas estas grité, de placer, y hasta las lágrimas se me salieron. Cuando terminamos, quiso que nos volviéramos a ver, a lo que yo sinceramente, le dije que no podía, ya que era recién casada, y que seguramente mi esposo me estaba buscando. Además le dije que no sabía qué era lo que me había pasado, que en mi vida nunca pensé ni soñé en serle infiel a mi esposo.
Casi llorando de vergüenza, subí en el ascensor, y entre en nuestra habitación. Francisco aun continuaba bajos los efectos de la medicación, yo aproveché me volví a dar otro profundo e intimo baño, jurándome a mi misma que nunca más volvería a dejar que algo así me volviera a suceder. Me vestí, y como era la hora de almorzar, pensé que lo mejor sería en lugar de pedir la comida en la habitación, para que si mi esposo se despertase, no le dieran ganas de comer. Ya que el doctor me dijo que evitase que comiera sólidos, a lo mucho agua, jugos, y quizás si su estomago lo aceptaba algún caldo de pollo. Pero más nada hasta el siguiente día.
Al llegar a la piscina, en donde ofrecían un bufe para los huéspedes, luego de servirme busqué una mesa, y al poco rato una pareja de mediana edad, me solicitó permiso para almorzar en la misma mesa, ya que todas estaban ocupadas. Bueno a medida que fuimos almorzando, comenzamos a charlar, yo les hablé de que era recién casada, y ellos me dijeron que estaban celebrando sus veinte años de matrimonio. No sé como la conversación cambió de giro, la cosa es que cuando me propusieron que hiciéramos un trió. En lugar de retirarme, sencillamente acepté.
Por lo que apenas entramos a su cuarto, entre ella y él colmándome de besos y caricias, me han quitado toda la ropa. Primera vez en mi vida que me besaba con otra mujer, y dejaba que su marido, me penetrase. El resto de la tarde, no hubo que no hiciéramos entre los tres. En infinidad de ocasiones, me comí su peluda selva negra, y dejé que él me penetrase por donde quisiera. De igual forma o manera ella me chupó un sin número de veces sabrosamente todo mi coño, mientras que yo le mamaba la verga a su marido. Antes de salir de su habitación, les dije que era la primera vez que hacía algo como eso, pero por la cara que pusieron, creo que no me creyeron. Ya había comenzado a oscurecer, y me preguntaba a mi misma que carajo era lo que me estaba pasando. Llegué me di otro baño, mientras Francisco aun roncaba, al salir me sentí agotada, sin necesidad ni tan siquiera de darme un trago, me quede profundamente dormida.
En la mañana me despertó mi esposo con un rápido mañanero, dejándome con unas locas ganas de seguir. Desde luego que me di otro baño, y bajamos a desayunar, fue cuando me acordé que había dejado la tarjeta de crédito en la habitación, así que diligentemente mientras Francisco, decidía que desayunar, yo me ofrecí irla a buscar. En esos momentos vestía una corta mini, y una sencilla blusa, y en el ascensor en el que subía, me encontré con un joven que llegó al hotel con su esposa al mismo tiempo que Francisco y yo. Y la verdad es que apenas y nos quedamos viendo, cuando él acercó sus labios a los míos, no opuse la menor resistencia, comenzamos a besarnos, y lo seguimos haciendo hasta que llegamos al nuestro piso. Entramos a su cuarto, y sin quitarme la ropa, me levantó la pequeña falda, me bajó las pantis, y sabrosamente sentí como me penetraba apoyándome contra una de las paredes de su cuarto.
Al terminar, sin tan siquiera decirnos nada, yo arranque para mi habitación, me lavé el coño, rápidamente en el bidet, recogí la tarjeta de crédito, y bajé nuevamente al restaurante, preguntándome a mi misma, cómo diablos pude atreverme haber hecho eso. El resto del día lo pasé pegada a mi esposo, evitando que pudiera surgir cualquier situación, que yo no pudiera controlar. Pero gracias a Dios nada volvió a pasar. Por lo menos hasta la noche, cuando ya algo más confiada bajé con Francisco a cenar. Yo durante el resto del día me preguntaba a mi misma una, y otra vez, como había dejado que esas cosas me sucedieran, y la verdad es que no encontraba explicación alguna que justificase mi conducta.
Francisco aprendió la lección, y aunque volvimos ir a bailar, apenas tomó agua quina con limón, mientras que yo tratando de no pensar en las locuras que había hecho, se me pasó la mano bebiendo cerveza. Ya estábamos por irnos, cuando una chica que salió del medio de la pista, me sacó a bailar. Francisco se quedó sonreído, y quizás por lo desinhibida, y borracha que yo estaba, cuando esa tipa en pleno baile y frente a mi esposo, comenzó a manosear mi cuerpo, yo pensé en retirarme, pero al ver el rostro de Francisco, como pidiéndome que continuase, seguí dejando que ella sin pudor alguno me tocase por todos lados, al igual que yo lo hacía con ella. Al terminar la música, sin decir palabra nos acompaño hasta nuestra habitación, donde me sorprendió el ver que Francisco mi esposo tomase asiento en una de las butacas, mientras que ella nuevamente comenzaba no tan solo a tocarme, sino que también a desnudarme.
Entre ella y yo comenzamos a besarnos, acariciarnos, y cuando me quitó mis pantis, enterró su rostro entre mis piernas, yo de momento no supe ni que hacer, me quedé viendo a mi esposo, quien no dejaba de observarnos a las dos con una rara mirada de aceptación, sin hacer otra cosa que manipular entre sus dedos su verga. Pero lo que me provocó fue hacerle lo mismo a ella. Ante la impávida mirada de mí recién casado esposo, al poco rato ambas nos encontrábamos, con las piernas abiertas, y entrelazadas, sujetándonos con nuestras manos mutuamente, y restregando nuestros coños la una contra la otra, salvajemente, gimiendo y riendo de placer.
Cuando a la mañana siguiente me desperté en la cama, apenas y tenía un remoto recuerdo de lo mucho que disfruté la pasada noche con aquella chica, seguía estando completamente desnuda, con todo mi cabello alborotado, olorosa a sexo, sudor, saliva, y creo que hasta a semen, ya que al levantarme sentí la inconfundible sensación de que alguien me había dado, por el culo, y bien duro. Francisco no se encontraba por todo eso, aunque si su ropa, entré al baño y luego de sentarme en el inodoro expulsé de mi cuerpo, una gran cantidad de semen por el culo, me duché, y asee mucho íntimamente. Y a medida que lo fui haciendo, fui recordando con una gran satisfacción, casi todo lo que aquella desconocida yo hicimos en la cama. Al mismo tiempo que me volvía a preguntar que me estaba sucediendo. Yo no era así de promiscua, y el que sin ningún tipo de pudor, dejase que esa chica tuviera sexo conmigo, frente a mi esposo me aterró, al grado que hasta temí que Francisco se hubiera marchado, dejándome en la habitación del hotel.
Por suerte al salir de la ducha ahí estaba él, de lo más tranquilo, sonriéndome como que si nada raro hubiera sucedido. Yo la verdad es que no me atrevía ni tan siquiera a preguntarle qué había sucedido. Tras darme un suave beso, me indicó que me vistiera para ir a desayunar. Yo la verdad creí que me estaba volviendo loca, hasta que no pude aguantar más, y en el medio del desayuno, desesperada le pregunté qué había sucedido, la noche anterior. Francisco me vio, como diciéndome pobrecita, no te acuerdas de nada, y de inmediato a medida que tranquilamente siguió desayunando me dijo. Bueno anoche te tocó emborrachaste a ti, y distes un tremendo show con una amiga tuya, en el pub del hotel. Luego las dos subieron a nuestra habitación, sin dejar de besarse, y tocarse frente a todo el mundo. Ya dentro, siguieron con ese jugueteo, se fueron quitando toda la ropa, y frente a mí como que si yo no existiera tuvieron una larga, y muy fuerte sesión se sexo lésbico. ¿Y que más sucedió? Le pregunté yo. Francisco se sonrió con cara de quien ha realizado una travesura, y me dijo. Bueno, después de que se marchó tu amiga, tú seductoramente me ofreciste, tus nalgas. Pero creo que antes de terminar de penétrate, te quedaste dormida.
Lo cierto es que no recordaba nada de eso, pero lo peor era que me sentía como si yo fuera una enferma sexual, ya estaba a punto de ponerme a llorar, cuando mi esposo, me dijo. Pero mi amor, no te preocupes por eso, simplemente te emborrachaste, y yo permití que todo eso sucediera. Así que quédate tranquila, la cosa es que no lo volvamos hacer, yo a pesar de sus palabras, casi no podía contener el llanto, ya que si fuera únicamente lo de esa chica, estaría bien, lo que Francisco ignoraba era que en el corto tiempo que habíamos estado en el hotel, yo me había acostado con otros dos hombres, por separado, y una pareja de mediana edad. Mientras que él estuvo recuperándose en la habitación del hotel.
Mi matrimonio con Francisco, realmente no duró mucho, no por mis excesos, de los cuales yo a pesar de que casi no podía controlarlos mientras estuve casada con él. Creo que jamás se llegó a dar cuenta. El divorcio fue a consecuencia de que a él le habían ofrecido un trabajo sumamente bien remunerado, pero en Arabia Saudita, y con lo que yo había leído sobre ese país, la verdad es que me dio miedo el irme a vivir allí. Por lo que al principio nos separamos, pero creo que antes de que el avión despegase, ya yo me estaba acostando con un piloto que recién llegaba de volar.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515282 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 301071 veces
Si te ha gustado Es algo que no puedo controlar… (Parte1) ( CON fotos) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
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narrador
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:28) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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