No tenía la menor idea de que yo fuera así, y después de diez años de casada, eso me sorprendió bastante. Ya que hasta esos momentos el sexo para mí, era prácticamente una obligación matrimonial, que tenía con Raúl mi esposo.
Relato
No es que no lo disfrutase tener sexo, es que era en ocasiones algo tan monótono que ni interés le ponía. Pero cuando conocí a Ignacio uno de sus compañeros de trabajo, sentí algo especial. Aunque apenas nos llegamos a ver por unos minutos, estoy segura que él también sintió ese algo especial, una especie de química especial entre nosotros dos, no es que me hubiera enamorado de él, no que va, es que simplemente me atraía pero sexualmente. Pasado un tiempo dejé de darle importancia, hasta que como tres semanas después, me enteré que asistiría con mi esposo a una fiesta, a la cual Ignacio también asistiría.
Aunque sin demostrarlo, me sentí bien emocionada con la sola idea de volver a ver a Ignacio, por lo que procuré ir lo más atractiva y llamativa posible, pero sin que mi marido se diera cuenta y me fuera a decir algo. Cosa que no sucedió, a pesar de que me puse un corto vestido de lo más llamativo y seductor. Apenas Raúl y yo llegamos a la fiesta, me desaparecí de su lado, cosa que como de costumbre Raúl no le daba importancia. Luego accidentalmente, como quien dice, me tope con Ignacio casualmente cuando apenas él llegaba a la fiesta. Apenas me vio después de desnudarme con la vista me preguntó por mi esposo Raúl y cuando le indiqué donde se encontraba, cordialmente me tomó por la mano y me condujo en sentido contrario, al tiempo que comenzó a alagar la manera en que me vestía, lo bien que me quedaban los zarcillos, lo elegante de mi peinado y hasta lo delicado del perfume que estaba usando. En fin no me quedó la menor duda de que Ignacio se había fijado bastante en mí.
Los dos seguimos caminando y como si fuéramos muy viejos conocidos, alejándonos de todos los invitados. Mentalmente me preguntaba a mí misma, ¿Cómo era posible que actuase de esa manera? Pero por otra parte, deseando intensamente que me hiciera la más ligera insinuación, para entregarme completamente a él. Ignacio prácticamente como que me leyó la mente, ya que apenas nos encontramos fuera de la vista de todos los presentes, al lado de una pequeña puerta que daba para afuera de la propiedad, me tomó entre sus brazos y atrayendo mi cuerpo contra el de él, me dio un gran beso. Yo estaba que me derretía entre sus brazos, el sentir el calor de su cuerpo, y el sin numero de fantasías que yo misma me había tenido relacionadas con él, hicieron que rápidamente sintiera como mi vulva se humedeciera en un abrir y cerrar de ojos. El área donde los dos nos encontrábamos, era bien sola y retirada, además sin la indiscreta iluminación que alumbraba el resto de ese sitio, Ignacio abrió la puerta y salimos de la propiedad a un pequeño camino en un terreno baldío lleno de matas y arbustos. Por lo que cuando sentí sus manos, mientras me besaba y abrazaba, agarrándome las nalgas, supe que mi deseo se haría realidad esa noche y en ese lugar.
Ignacio y yo permanecimos por un largo rato besándonos y dejando que me tocase por donde él quisiera, sin yo hacer el más mínimo reproche. Hasta que comencé a sentir, que me fue levantando la falda del vestido, y casi de inmediato yo misma me despojé de mis pantis. Sus dedos comenzaron entonces acariciar magistralmente, los labios mayores, y los menores de mi vulva, sin olvidarse de mi clítoris. Los gemidos que yo dejaba escapar intencionalmente, a medida que su dedos continuaban tocándome por dentro, era como si le dijese que deseaba ser penetrada por él en ese mismo momento. Pero antes de que eso pasara, yo misma dejé mis senos al aire los que Ignacio al verlos sin demora comenzó a chupar deliciosamente, excitándome más aun todavía.
Por un buen rato los dos nos estuvimos magreando, como un par de adolescentes, hasta que él, sin decir una sola palabra se agachó ante mí, y subiéndome la corta falda de mi vestido, casi de inmediato se dedicó a mamar mi coño, como nunca mi esposo lo había hecho, y porque decía que eso era cosa de animales, además como Raúl dice que eso es de animales, las pocas veces que me ha insinuado que yo se la mame le respondo lo mismo. Pero regresando a Ignacio les diré, que su lengua me fue lamiendo lentamente mis labios mayores y posteriormente los menores, para luego dedicarle un buen rato a chupar y mordisquear divinamente mi clítoris, al punto de que me hizo alcanzar un lujurioso orgasmos de esa manera.
Después de eso nada más bastó que me insinuara, que le mamase su miembro al señalarlo con su boca, para que yo de inmediato me agachase frente a Ignacio, y de manera bien rápida bajará la cremallera de su pantalón, e inmediatamente mis dedos extrajeran su miembro de su escondite. Apenas lo tuve entre mis dedos, lentamente comencé acariciarlo, su erección era tremenda, prácticamente su verga apuntaba hacia el cielo, a medida que le fui acariciando su miembro, comencé a pasar lentamente mi lengua por sobre su colorado glande, para después de eso, ir poco a poco introduciendo su tremenda verga dentro de mi boca, mientras que yo viciosamente me acariciaba todo mi coño. Continúe haciendo todo eso, hasta que escuché a Ignacio decirme que después continuaríamos que lo que deseaba en ese mismo instante era penetrarme.
El escuchar sus palabras me hizo sentir más caliente y deseosa de que me lo metiera, sin importarme que fuera en ese mismo lugar y sobre la tierra. De inmediato, Ignacio me tomo de la mano, me ayudó a levantar y me volvió a besar de manera ardiente, mientras que así de pie como nos encontrábamos, me tomo por las caderas y me levantó del suelo hasta que mi coño quedó a la altura de su miembro, el que comenzó a introducirme divinamente, al tiempo que yo luchaba por no dejar escapar un grito de placer. Por un buen rato Ignacio y yo fuimos un solo cuerpo, el con sus pantalones en el suelo y yo con mi fino vestido prácticamente enrollado en mi cintura.
Ignacio decidió cambiar de posición, retirándolo y dejándome de pie, me tomó por los hombros, me hizo dar media vuelta y ese preciso instante mi vestido se me bajó, por lo que sin pensarlo mucho terminé de quitármelo por completo dejándolo así mismo a nuestro lado en el suelo. Así ya completamente desnuda, separé mis piernas y me incliné ligeramente sobre la pequeña puerta que nos separaba de la fiesta, el sabroso miembro de Ignacio volvió a penetrarme divinamente, sentí que mi vulva se abría a medida que su órgano continuaba entrando completamente dentro de mi cuerpo, Ignacio me agarraba con fuerza mis tetas, apretándolas de tal manera a medida que continuaba empujándome todo su miembro, al tiempo que yo movía mis caderas como loca, buscando disfrutar más del placer de ser penetrada.
Mis gemidos lo excitaban más aun, y su boca me besaba, chupaba y mordisqueaba por todo mi cuello. Haciendo que mi cuerpo involuntariamente se contrajera, sus manos bajaron a mi cadera y con mayor fuerza sentí una y otra vez que me penetraba, al apretarme contra él. De momento con una de sus manos me agarró mi clítoris y apretándolo sádicamente entre sus dedos me hizo disfrutar de un clímax espectacular. Al tiempo que Ignacio se vino dentro de mí. Fue cuando casi de inmediato, me extrayendo su miembro de mi coño, me dijo que continuase mamándoselo, lo que sin demora alguna me dediqué hacer hasta no dejar una sola gota de su leche en su verga. Por un corto rato los dos nos quedamos quietos, viéndonos mutuamente, y con muchas ganas de continuar, pero dándonos cuenta de que llevábamos un buen rato fuera de la fiesta y por lo menos mi marido podía echarme de menos, así que mientras me limpiaba la tierra y me volvía a poner mi vestido, Ignacio se arregló el pantalón, en el trayecto de regreso, quedamos en vernos nuevamente pero sin precisar dónde ni cuándo.
Ya en el jardín apenas pudimos nos separamos, no sin antes darnos un caliente beso tras uno de los arbustos cercanos al lugar donde se realizaba la fiesta. De inmediato cuando me dirigía donde debía estar Raúl sentí como un hilo de algo húmedo me corría por entre mis muslos, me di cuenta que por la prisa de vestirme, no me puse mis pantis, las que de seguro dejé tiradas en algún arbusto. A medida que caminaba, me puse a pensar en la locura que había hecho, y hasta me recriminé a mi misma el haberle sido infiel a mi marido, pero de la misma forma que pensé en todo eso, también pensé en lo mucho que lo disfruté. De inmediato me encaminé a uno de baños, donde con toda mi calma me limpié, me arregle y limpie ligeramente el vestido, mi peinado me lo retoqué, ya que de seguro si mi marido me hubiera visto en la facha en que quedé después de que Ignacio y yo nos separamos, de seguro hubiera sospechado algo. Después de eso me dirigí al salón principal y ahí estaba Raúl, sus colegas e incluso Ignacio, que al verme me saludo con mucha cortesía, como si fuera la primera vez que nos viéramos en esa noche.
Para mi sorpresa, Ignacio le pidió a mi marido permiso para que yo bailase con él, lo que hicimos de manera bien discreta, mientras a cada paso de baile que dábamos nos fuimos poniendo de acuerdo donde nos volveríamos a encontrar. La única explicación que tengo, de lo que me sucede con Ignacio, es que se debe a la química que tenemos entre los dos.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513554 veces