Esclavizado por viejos perversos

Tengo ojos negros, cabello enrulado de color castaño, facciones delicadas, estatura media y un cuerpo delgado con ciertas curvas que evocan lo femenino, cintura alta y estrecha, un muy buen culo empinado, redondo, carnoso y firme; piernas de rodillas finas y muslos largos, torneados y mórbidos, sin músculos a la vista y con una pelusita apenas perceptible sobre la piel clara y tersa…
Vivo con mis padres en una casa que habitan también la dueña, la “señorita” María, una solterona de 65 años, y en el fondo don Abelardo, un viejo verde de 80 años que cada vez que nos cruzamos me come con los ojos y me dice con su cerrado acento gallego cosas como: -Hola, lindo… Buen día, bonito… ¿Cómo estás, Yoyi?... -Y yo tiemblo de excitación…
¡Gran noticia!... Papá y mamá se van de vacaciones por un mes y yo tengo que quedarme acá estudiando para dos exámenes que debo rendir en la preparatoria… ¡Ay!, sólo con la “señorita” María y don Abelardo durante un mes… ¡Tiene que ser ahora o nunca!...
Y pasó, déjenme que les cuente…
Dos días antes del viaje de papá y mamá yo salía del baño después de darme una ducha y en la entrada del pasillo que comunica la parte delantera de la casa con el fondo me encontré con la “señorita” María cerrándome el paso.
-Hola, Yoyi, ¿así que tus papis te dejan solito?... –me dijo…
-Sí, porque yo tengo que estudiar…
-¿Y no tenés miedo de quedarte solito?...
-N… no, “señorita”… ¿De qué voy a… a tener miedo?... –contesté inquieto y excitado a la vez…
-Es que sos tan lindo… Como una nena de tan lindo… -dijo ella y emitió una risita que me sonó perversa y a la vez excitante… -Y al saberte solito…
-Por favor, “señorita”… ¿Me… me deja pasar, por favor?... Es que… es que… es que estoy apurado…
Yo, muy nervioso, iba a inventarle una excusa cuando don Abelardo salió de su habitación y al vernos vino hacia nosotros…
Hola, hola… -saludó y la “señorita” le dijo:
-Hola, Abelardo, ¿sabía que Yoyi se nos queda solito todo febrero?...
-¡Qué buena noticia,María!... –soltó el viejo y sus palabras me estremecieron…
-Me parece que vas a pasar un mes muy movidito, Yoyi… -dijo la “señorita”… -Supongo que sabés que al viejo le gustás mucho… Y a mí también… A mí me gustan las mujeres, pero vos sos tan lindo como una chica…
-Ay, “señorita”… murmuré temblando de pies a cabeza y ellos se dieron cuenta…
-Me parece que el nene está nervioso… -dijo don Abelardo…
-¿Estás nervioso, Jorgito?... –me preguntó ella…
-Un… un poco, “se… señorita”…
-¿Nervioso o calentito, jejeje?...
-¿Có… cómo, “señorita”?...
-No disimules más, Yoyi… Se nota que sos un nene putito…
-Noooo… -negué tratando de que mi negativa sonara convincente, pero en ese momento don Abelardo apoyó sus dos manos en mis nalgas y no pude evitar un gemido…
-Te gusta que te anden por el culo, ¿eh, Yoyi?... –sugirió la vieja…
-No… no… -volví a negar sin ninguna convicción…
-Llevemos al nene a su pieza, Abelardo… -dijo la “señorita” mientras el anciano seguía sobándome las nalgas y me besuqueaba en el cuello quemándome con su aliento…
-Sí, sí, María… -y me tomó de un brazo para arrastrarme a su habitación mientras yo fingía resistirme, pero solamente porque eso me excitaba todavía más…
-Ay, no, por favor… No me hagan nada… No me hagan nada…
-¡¿Nada?! ¡De todo te vamos a hacer, Jorgito!... –dijo la vieja y en cuanto entramos a la pieza me ordenó desnudarme…
Yo no quería disimular más y ardía de calentura mientras me quitaba la ropa…
-Sí, “señorita”… sí…
-Así me gusta, Jorgito, que seas un chico obediente…
-Sí, “señorita”, voy a… voy a ser obediente…
-Es una maravilla este nene, ¿eh, Abelardo?...
-Sí, María, vale oro y es nuestro…
-Decilo, Jorgito…
-¿Qué digo, “señorita”?... –pregunté ya desnudo…
-Que sos nuestro…
-S… sí, “señorita”… soy… soy de ustedes…
-Somos tus dueños, ¿eh, Yoyi?... decilo…
-Sí… ustedes son… son mis dueños…
Mientras tanto don Abelardo me tenía con el culo apoyado contra su vientre, aferrado por la cintura y haciéndome sentir su pija en mis nalgas…
-Voy a darle ya, María…
-Espere, Abelardo, primero quiero calentarle las nalgas con unos buenos chirlos…
-Está bien… -aceptó el viejo… -ver eso me va a poner más cachondo…
La “señorita” se había sentado en el borde de la cama y me ordenó que me pusiera boca abajo sobre sus rodillas.
-Es increíble el cuerpo que tiene… -dijo don Abelardo con la voz enronquecida…
-Sí… -coincidió la “señorita”… -una locura sus piernas, su culo, su cinturita, sus caderas…
A mí esos comentarios me iban excitando cada vez y ardía de calentura cuando me eché en las rodillas de la vieja…
(continuará)