Fuí forzada por mi suegro porque piensa que voy provocando a otros hombres
Relato
El domingo pasado por la mañana estaba en la cocina preparando la comida para mi hijo pequeño porque mi marido y yo nos íbamos a un pueblo cercano a correr una media maratón.
Justo cuando mi marido y mi hijo Miguel salían de casa a comprar el pan y un par de cosas más que hacían falta en casa, llegó mi suegro que venía cuidar de Miguel mientras estábamos fuera.
Le pedí que pasara y se sentó en la cocina a hacerme compañía mientras terminaba de preparar la comida.
Empezamos hablando de temas triviales hasta que, en un momento dado, no pudo aguantarse mas y me dijo:
- La verdad Rosa, yo no sé como mi hijo te deja salir de casa con esas mallas.
- Hombre, don Pedro, son para correr. Es ropa especial para este deporte. Lo más cómodo que hay
- Será que yo no entiendo de deportes pero no comprendo como una mujer casada puede usar ropa tan ajustada. Parece que vas provocando - dijo.
- Jajajaja. Como es usted. No, hombre, esto es lo que se usa. Todas las mujeres que participan en la carrera llevan este tipo de ropa – le expliqué.
- A mi no me importan el resto de las mujeres. Simplemente no me parece bien que la mujer de mi hijo lleve esta clase de mallas tan ajustadas y con la ropa interior marcada. Parece que no estás satisfecha y andas buscando otra cosa fuera de casa.
- Eso son imaginaciones suyas. Parece mentira que usted que me conoce pueda pensar eso de mi.
No había terminado de pronunciar esta frase cuando noté su aliento en mi nuca y su mano en mi culo. Me agarraba y apretaba mi nalga derecha tan fuerte que tenía el vientre apretado contra la encimera de la cocina.
- Sigo pensando que lo que necesitas es un castigo por provocar a hombres que no son tu marido.
- Don Pedro, por favor - le pedí mientras intentaba darme la vuelta para recriminarle por su comportamiento.
Pero él no me hizo caso. Me agarró del brazo derecho con fuerza y me lo puso en la espalda de manera que, debido al dolor, no pude evitar agacharme de forma que mi cara y me pecho quedaron aplastados contra la encimera de la cocina.
El usó la otra mano para darme severos azotes en las nalgas.
Mientras yo le suplicaba que parase él me decía que no era digno de una mujer casada llevar esas mallas y mucho menos ese tanga marcado. Era vulgar y provocador. Y que si provocar era lo que buscaba, lo había conseguido.
- Rosa, me veo obligado a darte el castigo que te mereces y que parece que mi hijo no ha sabido darte.
Después de una tanda de azotes que se me hizo eterna, y sin soltarme el brazo, separó mi cuerpo de la encimera y me llevó hasta la mesa donde me hizo apoyar el pecho dejando mi culo en pompa.
Yo pensaba que todo quedaría en una azotaina por llevar ese tipo de ropa pero entonces noté como poco a poco me bajaba las mallas y apartaba mi tanga.
- Por favor, don Pedro, pare, pare, por favor. Soy la mujer de su hijo!! Por favor!! – No dejaba de suplicar.
- Hace tiempo que te merecías este correctivo.
Oí el sonido de su bragueta. Y, segundos después, noté como me clavaba una polla enorme de dos golpes.
Grité del dolor causado por ese aparato enorme.
Se movía rápido, entrando y saliendo de mí, mientras yo no paraba de pedirle que por favor, parase.
Entre embestida y embestida, de vez en cuando, me daba un fuerte azote para que dejase de lloriquear. Debía de tener las nalgas al rojo vivo.
Estoy segura de que mis súplicas y lamentos le ponían cachondo porque cada vez de movía mas rápido.
Y cuando ya creía que iba a terminar noté como me metió uno de sus dedos en mi culo sin dejar de empujar una y otra vez, y otro y otra. No pude evitar mojarme y tener un par de orgasmos.
Aquella forma brutal de tomarme me había puesto muy cachonda pero, por otra parte, era el padre de mi marido y no podía evitar sentir rabia por disfrutar con que me follase de esa manera.
Cuando por fin ya no aguantó mas, me agarró del pelo, acercó aquella polla enorme a la cara y se corrió dejándome el semen esparcido por todo el rostro.
Se guardó la polla en el pantalón y me dijo:
- Ve a limpiarte que tu marido está a punto de llegar a casa.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 517236 veces