En ocasiones lo más difícil, de acostarse con una mujer casada, es dar ese primer paso. Se los digo, porque a mí me ha sucedido así. En infinidad de ocasiones nuestros compadres, Eduardo y Gloria, nos han acompañado a nuestra casa de campo. En una de esas ocasiones a mí se me ocurrió invitar a Eduardo, para que me acompañase a pie al pueblo, para comprar algunas cosas, aprovechando que el sol se estaba poniendo. Pero el muy vago, declinó la invitación diciéndome, que lo perdonase que en otra ocasión sería, ya que pensaba descansar en la hamaca, que está colgada en uno de los salones. Yolanda mi mujer, me pidió que trajera varias cosas, mientras ella y Gloria se quedaban viendo la tele, junto con las niñas. Así que me fui a pie por aquello de hacer algo de ejercicio. Ya llevaba como unos diez minutos caminando, cuando de momento me sorprendí cuando gloria me dio, y riéndose, me preguntó. ¿Con qué yo pensaba pagar? al tiempo que me entregó mi cartera, la que por lo visto, yo había dejado en la casa.
Relato
Gloria contrario a su esposo Eduardo, se mantiene en una muy buena condición física, mientras que él sufre de lo que llaman obesidad mórbida. Y aunque Gloria de cara no es muy llamativa, tiene un buen cuerpo escultural, que en más de una ocasión e deseado. Pero por aquello, de que es nuestra comadre, y la mejor amiga de mi esposa. Nunca me he atrevido hacerle ni la menor insinuación, evitando problemas, y romper una buena amistad. Pero en esos momentos, Gloria cargaba unos pantalones sumamente cortos, y ajustados, que hacían que ante mi vista, sus llamativas nalgas resaltasen, y por si fuera poco, su plano vientre y hasta su ombligo se le veían, además se notaba que bajo la corta camiseta, que cargaba puesta, andaba sin sostén, por la manera en que sus exuberantes tetas se balanceaban de lado a lado, a medida que ella caminaba. Ya llevábamos un rato caminando cuando pasamos frente a la vieja ermita oculta en lo alto del monte, al lado de la carretera de tierra por la que íbamos bajando rumbo al pueblo. Al verla, Gloria como si fuera una niña, llena de curiosidad, se trepo por esos montes, hasta que llegó al portón, y por no dejarla sola, y seguir disfrutando de la hermosa vista de sus nalgas, me le fui atrás. Lo único que aún quedaba, aparte de los viejos muros de piedra, y el techo, era un destartalado banco de madera, al que le habían arrancado gran parte del respaldo, y los resto de lo que fue una fogata. Ya que por lo visto, hasta las imágenes ya se habían llevado. En esos momentos Gloria cuando salimos de la vieja ermita, y continuamos camino al pueblo, me comentó que Eduardo padecía de diabetes, y que debido a eso, tenía alta presión, sufría de los riñones, y su apetito sexual se había desaparecido. Yo le comenté que con la dieta apropiada, quizás él se pudiera mejorar, pero de inmediato ella cambió de tema, hablándome de lo linda que estaba la tarde, a pesar de unas oscuras nubes que se veían a lo lejos. Al poco rato llegamos al pueblo realizamos la compra, y a medida que ella se fue paseando por las tiendas a las que entramos, no dejaba de llamar la atención a los presentes. Mientras que yo discretamente disfrutaba de la hermosa vista que me ofrecía de sus paradas nalgas enfundadas en esos pequeños pantalones cortos, y de cómo sus llamativas tetas parecían que en cualquier momento se le fueran a salir de la camiseta, cuando se inclinaba hacia adelante para ver alguna fruta, o cualquier otro artículo que estuviera a la venta. Ya habíamos comprado todo lo de la lista, incluso hasta un par de botellas de vino tinto, y guardado todo en el morral, que yo cargaba a la espalda cuando emprendimos el regreso a casa. Y bien ya habíamos salido del pueblo, y comenzado a subir por la carretera de tierra que lleva a la casa, cuando a Gloria le dio por caminar unos cuantos pasos delante de mí, moviendo sus caderas de la manera más seductora posible. Y realizando comentarios de doble sentido, cuando de golpe comenzó a llover intensamente. Dándonos tiempo únicamente de subir al monte, y guarecernos en la vieja ermita. Fue en ese momento que me di cuenta de la fuerte tormenta que se estaba precipitando, tan fuerte que calcule por la experiencia que ya tengo, que duraría unas cuantas horas, si teníamos suerte, y no seguía lloviendo hasta el siguiente día. La carretera de tierra por la que habíamos estado caminando en cosa de pocos minutos se convirtió en una especie de rio lodoso, que arrastraba todo a su paso. Tanto Gloria como yo, en el corto trayecto que recorrimos hasta la ermita, nos empapados de pies a cabeza. Por lo que lo más prudente fue, el que decidiéramos esperar a que escampara, además era tan fuerte la lluvia que seguramente, no hubiéramos llegado a la casa, ya que cuando llueve de esa manera, se forman grandes charcos de lodo, y hasta los todoterreno se quedan pegados. Al vernos es esa situación, y con el frío que comenzó hacer, lo único que se me ocurrió, fue hacer una fogata, con algunos de los pedazos de madera, del respaldo del banco, además de ramas, y hojas secas que estaban tirados por el piso de la ermita. Pero a pesar de la fogata, hacía un frío tremendo, por lo que yo, aunque no lo crean sin mala intención, le comenté a mi comadre, que lo mejor era, que nos sentarnos frente a la fogata, para que la ropa se fuera secando. Pero como mi camisa estaba sumamente empapada, decidí quitármela, y ponerla a secar más cerca de la hoguera. Cuando de momento Gloria que estaba sentada a mi lado, en lo que quedaba del banco. Se quitó su camiseta, y al igual que yo, y sin decir nada, la puso a secar cerca del fuego. En esos momentos al ver sus hermosas tetas al aire, me fije en lo parado de sus llamativos pezones, por lo que me quedé boquiabierto observándolos, al tiempo que ella sonriendo de manera maliciosa, me dijo. Es que siento mucho frío. Lo demás fue algo casi automático, sin decir nada más nos abrazamos, y casi de inmediato nos comenzamos a besar, intensamente. A medida que la torrencial lluvia, seguía cayendo fuera de la ermita, acompañada de cercanos rayos, y fuertes truenos. En lo que aún quedaba del banco de madera, seguimos besándonos, y acariciándonos mutuamente. A medida que yo le fui bajando el ajustado pantalón corto, y ella me fue soltando la correa, y bajando la cremallera de mi pantalón. En cosa de breve tiempo, tanto Gloria como yo nos encontramos completamente desnudos. Ya que bajo el corto pantalón que estaba usando, tampoco cargaba bragas, y yo al momento de quitarme el pantalón lo hice con todo e interiores. Así que mientras continuaba cayendo esa tempestad, Gloria y yo seguimos besándonos completamente desnudos, mientras el fuego de la hoguera nos calentaba, nos alumbraba, tanto que de no estar cayendo esa fuerte tempestad, cualquiera que hubiera pasado por la carretera, seguramente nos hubiera visto desnudos besándonos, y abrazándonos. En esos momentos deseoso de acostarme con Gloria, me di cuenta de que de hacerlo de inmediato, lo más probable por lo sobre excitado que me encontraba apenas se lo hubiera metido, de seguro me vendría, y no quería perder la oportunidad de que eso se repitiera. Así que en lugar de montarme encima de ella de inmediato, la seguí besando y acariciando por sus sabrosas y grandes tetas, mordisqueando sus oscuros pezones, haciendo que Gloria gimiera de placer a medida que con mi boca continué descendiendo por su plano vientre, hasta su ombligo, el que además de que se lo lamí, también se lo besé. Y así la continué besando y lamiendo llegando hasta su coño, para luego que coloqué mis manos sobre sus rodillas, sin mayor esfuerzo se las fui separando, a medida que seguí besando y lamiendo gustosamente los labios de su vagina. Gloria por su parte apenas comenzó a sentir mi boca sobre la pelambre de su coño, separó más sus piernas, por lo que pude dedicarme a mamar gustosamente. Yo seguí mama que mama, y ella colocó sus manos sobre mi cabeza, restregándola con fuerza, una y otra vez, a medida que no dejaba de chillar y gemir profundamente, yo mordisquee y hasta chupe su ya inflamado clítoris, arrancándole largos y profundos gemidos de placer. Por un rato seguí haciéndole eso, hasta que apretando mi cara contra su caliente coño, hice que Gloria disfrutase de un arrebatador orgasmo, dejando gran parte de mi rostro mojado con los líquidos que expulsó como un cálido chorro de su vulva. Cuando me incorporé Gloria se quedó recostada sobre aquel viejo banco, con sus piernas completamente abiertas, y con una cara de felicidad que no que quedaba la menor duda de que eso le había gustado, y mucho. Por lo que ya algo más calmado, mientras seguía lloviendo torrencialmente, poco a poco me fui colocando sobre su cuerpo, para en principio seguir besándonos, a medida que iba introduciendo toda mi parada verga dentro de su caliente coño. El resto de la noche que siguió lloviendo y tronando, tanto ella como yo lo seguimos disfrutando. En ciertos momentos, ella me mamó la verga, como yo nuevamente le volví a mamar gustosamente su coño. Ya cerca de la madrugada comenzó a escampar, y apenas la tormenta se comenzó a alejar, ella se lavó su coño, con algo del agua de lluvia que se había quedado empozada, cerca de la entrada. Luego nos vestimos, y tras volver a besarnos continuamos camino a la casa. Al llegar su marido dormía plácidamente en la hamaca, mientras que mi esposa se acostó con las niñas esperando a que regresáramos. Cuando se despertó mi esposa, le dije que nos habíamos quedado en la panadería del pueblo, hasta que escampó. Gloria y yo, seguimos viéndonos ocasionalmente, sin que ni su marido, ni mi esposa sospechen nada.....
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513552 veces