Mi nombre es Mario, soy casado, y tengo un perro de raza Pit Bull, al que llamamos en casa el Nene, que ya tiene más de un año, por lo que hasta hace poco, no dejaba de comportarse como un cachorro. Mi mujer por su parte, le dio un ataque de fanatismo religioso, por lo que la mayor parte del tiempo, nuestras relaciones sexuales, eran pocas o ninguna. Cosa a la que yo en parte me había acostumbrado, ya que después de casi treinta años de casado, para serles franco, no había pensado ni visto a ninguna otra mujer.
Relato
Como parte de mi rutina diaria después de llegar de mi negocio, después de descansar un rato y comer, apenas oscurece saco a pasear al Nene. Gracias a que vivo cerca de una zona boscosa, el Nene y yo caminamos por veredas, sin que nadie nos moleste, ni se asuste por su impresionante tamaño, y cabezota.
Pero el pasado mes, después de que mi esposa salió acompañada de todas sus amigas, un montón de viejas beatas, a una misa en la ciudad, yo salí a caminar con mi perro. No bien habíamos entrado al bosque le quité su cadena, y como de costumbre lo solté. Fue cuando al otro lado de la vereda por la que transitábamos, vi a otro perro, de la misma raza, pero un poco más pequeño, y tras fijarme un poco a pesar de la distancia y de que ya había oscurecido, por la manera de actuar de Nene me di cuenta de que era una perra.
De inmediato el Nene, y la perra en cosa de segundos comenzaron a olisquearse, y ambos batiendo alegremente sus colas, comenzaron a jugar, se perseguían mutuamente, se tiraban sobre la hierba, se mordisqueaban sin llegar hacerse daño. Yo me quedé embelesado, viendo como mi cachorro, jugaba con su nueva amiga.
Yo continué caminando sigilosamente acercándome a ellos dos, cuando en un recodo de la vereda, me di cuenta de que sentada sobre un tronco caído, estaba una mujer de unos treinta y tantos años. De inmediato la reconocí como a una de las vecinas, de las casas de abajo, alguien a quien nada más había conocido de vista ocasionalmente, a bordo de una camioneta similar a la nuestra, acompañada por el que supongo era su marido y un par de chicos de unos diez años más o menos.
La mujer no se había percatado de mi presencia, se encontraba ensimismada viendo a su perra y a mi perro como jugueteaban. De momento Nene en medio del jugueteo con la perra, comenzó a olisquear y lamer de manera insistente lo que entiendo en mi poco conocimiento que tengo sobre la anatomía de las perras, sería su coño. Yo en medio de todo supuse que si la perra no lo rechazaba su dueña, si. Pero no sucedió nada, la joven mujer continuó viendo ensimismada como ambos canes jugaban, se olían y lamían. Hasta que Nene, hizo su primer intento de montar a su compañera. Ya estaba yo preparado para ir a ponerle la cadena a Nene, esperando escuchar el grito de la mujer, o ver que tratase de impedirlo.
Pero no, ella continuó viéndolos ensimismada, con una lasciva sonrisa que se dibujaba en su hermosos rostro. Yo procuré no hacer ningún tipo de ruido mientras lentamente me fui acercando a ella, y para mi sorpresa, de momento la mujer se levantó la amplia falda del sencillo vestido que usaba, y recogiéndosela sobre su cintura, acto seguido en un dos por tres se ha quitado las pantaletas, sin darse cuenta o reparar que yo estaba prácticamente de pie a un lado de ella, en esos instantes. Ya para esos momentos, Nene seguramente había penetrado a la perra, mientras que la mujer sin encomendarse a nadie, comenzó acariciar su coño de manera suave, sin quitar sus ojos de la pareja de perros. Yo me quedé extasiado viéndola a ella autosatisfacerse de esa manera, y en cosa de segundo sentí una tremenda erección entre mis piernas como hacía tiempo que no sentía.
Lo siguiente fue algo que ni tan siquiera pensé, simplemente actué como me dictaba mi propia naturaleza. Con tan solo dar un paso quedé entre ella y los perros, completamente frente a la joven mujer. Ella en ese instante con sus ojos cerrados, aparte de estar introduciendo una de sus manos dentro de su depilado y oloroso coño, con la otra se golpeaba insistentemente sobre su inflamado clítoris. Fue cuando yo simplemente me arrodillé frente a ella y atraído por el delicioso aroma que emanaba de su coño, coloqué mis manos sobres sus rodillas, dirigí de inmediato mi rostro a su descubierto coño. Yo no vi cual fue la reacción inicial de ella, pero apenas comencé a restregar mi boca contra sus labios vaginales y me dediqué a chupar su clítoris, sentí sus manos sobre mi cabeza, y escuché entre sus gemidos decirme. Hay que rico papi sigue, sigue mamándomela.
Yo de manera insistente chupaba su clítoris y restregaba mi cara contra su oloroso y sabroso coño, su olor me enardecía, deseaba saltarle encima y terminar de arrancarle toda la ropa sin más ni más. Pero continué chupa que chupa su clítoris y con mis dedos exploraba su húmedo y delicioso coño, metiendo y sacando casi por completo una de mis manos, mientras que con la otra comencé a soltarme el pantalón. Mi amante de momento comenzó a gemir con mayor fuerza, y apretar mi rostro contra su coño de igual manera, y al cabo de unos segundos, por primera vez en mi vida supe que era la eyaculación femenina. Cuando un liquido cálido y transparente, fluyó con fuerza de su coño, justo en el momento en que ella alcanzaba y disfrutaba de un tremendo clímax.
Por unos instantes ella quedó prácticamente sin sentido, parecía haberse desmayado, sus fuerzas la habían abandonado, mientras que yo retirando mi cara de su coño, terminé de bajarme los pantalones e interiores, y sin necesidad de que la agarrase entre mis dedos, mi erecta verga se dirigió directamente al húmedo y cálido coño de ella. No sé cómo nos las arreglamos. Pero sobre el mismo grueso tronco caído en que ella estaba sentada, nos recostamos. Mientras que el Nene y su compañera no dejaban de moverse con mucho ímpetu y fuerza.
Yo me olvidé de los perros y me concentré en ella, mi verga se deslizó divinamente dentro de su vulva, al tiempo que sus emotivos gemidos me indicaban que ella tanto como yo disfrutábamos definitivamente de lo que estábamos haciendo. Yo terminé de soltar los botones de su vestido, y me encontré un hermoso par de tetas naturales, firmes y bien paradas que apuntaban al oscuro cielo que nos cubría. Eso y dedicarme a chupárselas insistentemente entre salvajes besos, fue una misma cosa.
Tanto ella como yo en medio de ese oscuro paraje, a medida que continuábamos insistentemente disfrutando el uno del otro, como pudimos nos fuimos quitando la ropa, sin dejar de hacer lo que estábamos haciendo con tantas ganas. Yo sentía como mi verga se hundía sabrosamente dentro de su cálido y apretado coño, mientras que ella no dejaba de mover sus caderas, como nunca antes había yo visto o sentido en mi mujer. Sus uñas se clavaron en mi espalda al momento que por segunda vez ella disfrutó de un tremendo orgasmo y yo eyaculaba completamente dentro de su sabroso coño.
Por un rato ambos nos quedamos sin movernos, recuperamos fuerzas, y fue cuando la vergüenza nos asaltó a los dos. Ella casi llorando dijo, como le he hecho esto a mi marido, y yo sin expresarlo pensaba lo mismo sobre mi mujer, que aunque es cierto que desde que agarró el fanatismo religioso, no lo paso muy bien que digamos, aun y así la amo. Yo mientras me ponía los pantalones, vi a nuestros perros echados que nos miraban como si no entendieran lo que sucedía. Ella se comenzó a vestir sin dejar de llorar, cuando a mí se me ocurrió decirle. Que realmente no habíamos sido nosotros mismos quienes hicieron eso, que nos dejamos llevar por algo mucho más fuerte, pero que seguramente jamás se volvería a repetir, y que no fuera tan dura consigo misma. No sé qué otras cosas le dije, pero resultó que ella se sintió mucho mejor. Me dijo su nombre, y quedamos en que eso no volvería a suceder, que yo no se lo diría a nadie, y que tampoco deseaba que mi esposo se enterase. Ya vestidos, y con los perros encadenados, comenzamos a bajar. Al pasar frente a casa, tímidamente María me pidió el baño prestado, y al salir del mismo seguramente se había aseado por completo.
Pensé en esos instantes que jamás ni nunca se volvería a repetir lo ocurrido entre nosotros, y durante los siguientes días no me volví a encontrar a María ni a su perra. Yo no esperaba volverla a ver y mucho menos a tener relaciones con ella, cuando al ir caminando por la vereda, cerca del tronco donde estuvimos teniendo sexo, Nene y yo nos encontramos a su perra, tanto mi perro como la de ella comenzaron a juguetear, y al dirigir mi vista hacía donde estaba el tronco me encontré a María con sus piernas bien abiertas, y con una cara de deseo que no me costó mucho trabajo entender que era lo que ella quería.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513553 veces