Hijo no debes beber tanto....

En una ocasión quien sabe donde me llegué a meter, ya que apenas pasé, que me recibe practicamente desnuda una tremenda hembra, ya que apenas y traía puesta una bata semitransparente de dormir, sin más nada abajo, y para mi mayor alegría, completamente abierta, dejandome ver sus llamativas y grandes tetas, así como su peludo coño. No más bastó que esa tía me abrazara, para que yo de inmediato me pusiera a besarla. Lo único que recuerdo del resto de esa noche, es que a pesar de mi gran borrachera, a la tipa esa, hasta le di hasta por el culo, luego de que en varias ocasiones la puse a mamar mi verga, y ella me pusiera ammamar su sabroso coño.
Al siguiente día al despertarme, me encontraba en mi cama, pero el recuerdo de haberme acostado con aquella tremenda hembra, y de todo lo que le hice, no había forma, ni manera de que se me olvidase, pero tampoco podía recordar quien era ella. Por lo buena que estaba de inmediato pensé en una de mis vecinas, pero al pensarlo mejor, me acordé que había salido de viaje. Luego poco a poco fui descartando a otras vecinas por ser o muy flaquitas o muy viejas, hasta que en lo único que pensé fue en el hijo de unos vecinos, que se encontraba de visita en casa de sus padres, que para era gay, y entendí que se debió poner una peluca, y quien sabe que más, para hacerme creer que era una mujer. Ya estaba yo resignado a pensar que en realidad a quien se lo había empujado tanto por la boca, como por su coño, como por el culo, había sido a ese tipo. Pero no podía creerlo, ya que realmente si algo recuerdo, aparte de que le di por el coño, fue que me aquella tipa, medio viciosa, en cierto momento me puso a mamar su peludo coño, y de eso no me quedaba la menor duda. Además el chico ese, resultó ser seminarista, que debido a su delicado estado de salud, lo mandaron a que convaleciera en la casa de sus padres.
Bueno pero eso realmente no me quitó el sueño, aunque mi mamá constantemente me seguía diciendo todas las mañanas, no debes beber tanto. Al siguiente fin de semana volví a meterme otra gran borrachera, y como de costumbre al terminarseme el dinero, y no encontrar quien más me invitase un trago, o por lo menos una cerveza, dando tumbos me fui dirigiendo a casa. Ya ni me acordaba de aquella mujer, cuando después de que atravecé una puerta, que me la encuentro de nuevo, con su misma bata de dormir, medio desnuda, y que me ayuda a caminar. Fue cuando me di cuenta de que la tipa esa, era mi propia madre, lo que yo no podía creer, ya que a medida que fuimos caminando con rumbo a mi cuarto, sentí una de sus manos agarrandome mi verga, por encima de la tela del pantalón, pero de inmediato me la soltó. Creo que cuando llegamos a mi cuarto, pensé me había equivocado, que seguramente mi mamá me había agarrado por accidenteme. Pero apenas me dejó caer en la cama, en un dos por tres, no tan solo me bajó los pantalones, sino que también me quitó los interiores. Y para mi mayor sorpresa, que mi madre me agarra la verga, y sin más ni más que se la llevó a la boca, y como una verdadera desesperada comenzó a mamarmela. Yo me quedé sin idea de que hacer, hasta que sentí como su humeda y caliente lengua le daba uno buenos lambetazos a la cabeza de mi verga, no se si fue por eso, o por la morbosa idea de sentir lo que mi madre me estaba haciendo con su boca, por lo que en cosa de segundos, se me puso dura como un hierro. Por un buen rato ella continuó mama que mama, mientras que yo no podía creer lo que sucedía, por una parte quería que se detuviera, y que nada de eso estuviera sucediendo, pero por otra parte, deseaba que continuase, portandose como toda una puta. En cierto momento sacó mi verga de su boca, se terminó de quitar la bata, y separando sus piernas colocó su peludo coño, sobre mi verga, la que se deslizó popr completo dentro de su caliente coño. Yo no quería abrir los ojos, para no verla, pero al mismo tiempo el sentirla, y verla cabalgando sobre mi verga, me excitaba tremendamente. Así que me dejé de tonterías y a medida que ella continuaba disfrutando de mi verga, yo me abracé a ella y dirigí mi boca a sus grandes y voluminosas tetas, las que me puse a mamar sus grandes y oscuros pezones, como un desesperado. Ni idea tengo por cuanto tiempo estuvimos, así sobre mi cama, la cosa es que la escuché gemir y quejarse de placer, a medida que sin detenerse, ella continuaba moviendo sus grandes caderas sobre mi. Por lo que cuando de momento la escuché pegar un fuerte grito de placer, y quedarse como paralizada, al tiempo que me pareció que se había orinado sobre mi.
Despés de eso nos quedamos quietos, quien sabe por cuanto tiempo, hasta que cuando ella se movió, en lugar de retirarse, colocó su coño sobre mi cara, y comenzó a restregarlo contra mi boca. Por lo que yo sin ponerme a pensar en nada, me dediqué a no tan solo a mamarselo, y chuparselo, sino que bambién se lo besé y mordisquie, un sin número de veces, hasta que cuando chupaba y mordisqueaba su clítoris, nuevamente sentí ese fuerte chorro como de agua que salía de su coño, al tiempo que mi madre, no dejaba de gritar de placer.
Yo pensé que ya todo había terminado, cuando de nuevo siento la boca de mi madre sobre mi verga, y tras un corto rato, se me volvió a poner lo sificientemente dura, como para enterrarsela por entre sus nalgas, las que me ofreció, sin decir palabra, colocandose en cuatro patas, y separando sus nalgas con sus manos. Yo sentí como si un fuerte iman me atrayese, y sin perder tiempo enterré toda mi verga dentro de su gran culo, el que no dejó de mover, por un largo rato hasta que yo nuevamente me vine por completo dentro de ella.
Yo quedé achocado, por lo borracho que me encontraba, me debí dormir como un tronco, tanto es así que ni cuenta me di cuando me quitó el resto de mi ropa, seguramente me lavó, me acostó y arropó. Al despertarme al día siguiente, no sabía como actuar, pero al verla tan contenta, y tranquila, diciendome como de costumbre. Hijo no debes beber tanto, mientras que mi padre, que recien se despertaba, y se tomaba su café, le decía lo mismo de siempre. Así que para no creear una situación incomoda, decidí hacerme el pendejo, y no darme por enterado de lo que había sucedido entre nosotros.