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Hijo no te vayas…

Relato enviado por : Narrador el 27/12/2009. Lecturas: 27577

etiquetas relato Hijo no te vayas…   Amor filial   coños peludos   sexo oral   mamadas   hermanos   madres   anal   corridas dentro .
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Resumen


Mi nombre es Graciela, y esas palabras son parte de lo que recuerdo, que mi madre le dijo a mi hermano mayor, para que no se fuera de casa. Al tiempo que poco a poco lo fue llevando hasta la cama de ella.



Relato


Yo me encontraba acostada, con el resto de mis hermanos pequeños, sobre los cartones en los que dormíamos. Cuando comenzó una discusión entre mi madre y mi hermano Sebastián, mi madre casi llorando le pedía que no se marchase de casa, no porque le quisiera mucho realmente, sino más bien porque el Seba, era el único que traía dinero a casa, si es que a ese rancho de cartón y zinc viejo lleno de agujeros se le puede llamar casa.


Yo al principio no entendía por qué Guadalupe mi madre, le hablaba así a mi hermano, ya que no hacía ni unos segundos que ella lloraba y le rogaba que no se fuera, pero de momento ella comenzó hablarle de manera diferente, al mismo tiempo que lo fue jaloneando suavemente hasta la cama de ella. Por lo general el Seba dormía sobre otros cartones, pero esa noche mamá, al tiempo que le decía que no se fuera, lo llevó hasta su cama, en la que apenas mi hermano tomó asiento, mi madre se quitó la bata que cargaba puesta, quedando completamente desnuda frente a mi hermano.

Después de eso de inmediato le dijo, crees que no me he dado cuenta de la manera en que me miras cuando me estoy bañando, o cuando me cambio la ropa, hijo yo sé muy bien que mi cuerpo te llama la atención, y tras decir esas palabras. Tomó asiento al lado de mi hermano, y sacó de su mesa de noche una caneca de ron. Tras darse un trago, se la pasó a Seba, quien a su vez también se dio un buen trago.

Yo no les quitaba la vista de encima a los dos, aunque realmente no entendía lo que estaba pasando, pero algo dentro de mí me decía, que no me metiera, así que permanecí acostada con el resto de mis hermanitos. Después del trago Lupe mi madre continuó diciéndole algunas cosas a mí hermano, al tiempo que lentamente le fue desabotonando su camisa, le decía. Ya sabes Sebastián, tus hermanos y yo no tenemos quien nos mantenga, quizás si esperas un par de meses, por lo menos a que Graciela pueda ir a trabajar a la barra junto conmigo, ya desde hace varios meses que le vino su primera regla, y en cosa de poco tiempo ya parecer toda una mujer, te has dado cuenta de las tetas que tiene tu hermana.

El escuchar a mi mamá hablar así de mí, al tiempo que completamente desnuda le acariciaba el pecho a mi hermano, era algo que yo no entendía. Sebastián no decía nada, tan solo se daba el trago y no dejaba de ver a mi madre, con unos ojos como si se le fueran a salir de sus orbitas. Mamá comenzó a soltar la correa del pantalón de mi hermano, luego lo desabrochó, después le bajó la cremallera, hasta que finalmente terminó por quitárselos. Mi hermano únicamente siguió dándose el trago, sin decir nada, ya que la que hablaba todo el tiempo era mi madre.

Una vez que le quitó el pantalón a mi hermano, mamá agachándose frente a él y separándole las rodillas le dijo, a ver hijo te aseguro que algo como esto, esa noviecita pendeja que tienes en tu trabajo, no es capaz de hacértelo. Yo bastante sorprendida vi como mi madre comenzó a lamer la punta del miembro de mi hermano, y pensé en lo asqueroso que era eso, ya que por ahí él orinaba. Pero también me di cuenta que en cosa de segundos, eso creció y se puso más grande, al tiempo que mi mamá ya no lo lamía sino que lo mamaba completamente.

Sebastián lo debía estar pasando bien, ya que con una gran sonrisa en su rostro se terminó de recostar sobre la cama, mientras que mi madre continuaba mama que mama la verga de mi hermano, la que no dejaba de entrar y salir de la boca de mi madre. Hasta que ella misma de momento se puso de pie frente a él y agarrándose su coño, le dijo a Sebas, ¿Ahora quieres probarlo, de verdad? Sebastián sin decir palabra, tan solo le hizo una seña con su mano, y mamá se trepo sobre el cuerpo de él, con sus piernas abiertas enterrándose la verga de su propio hijo dentro de su peludo coño.

El ver como mi propia madre estaba acostándose con mi hermano, me calentó mucho, tanto que yo misma sin hacer movimientos bruscos, para no llamar la atención de ellos, me llevé mi mano hasta mi propio coño, y comencé acariciarme suavemente, al tiempo que continuaba viendo como mi madre cabalgaba sobre el cuerpo de mi hermano mayor.

Yo no entendía que estaba sucediendo, pero me gustaba lo que veía, y lo que yo misma me hacía con mis dedos. No es que yo fuera retardada o algo así, es que mi madre nunca me habló de sexo y en la escuelita de la parroquia las monjas no hablaban de eso, por orden de la madre superiora, sacaron del colegio, todas las figuras de anatomía del cuerpo humano, así que menos se hablaba de sexo.

Mi hermano como que se cansó de estar acostado sobre sus espaldas, y dándole una buena nalgada a nuestra madre, le ordenó que se acostase ella en la cama y de inmediato él se colocó sobre ella, enterrándole nuevamente toda su verga. Mamá se movía como una loca, mientras que Seba no dejaba de meter y sacar su verga, del coño de nuestra madre, lo que más me llamó la atención a mí y a mis pequeños hermanos que dormían conmigo, eran los gemidos y apagados gritos de placer, que daba Guadalupe, nuestra madre.

Al rato escuché nuevamente a mi hermano decirle a mamá, que cambiase de posición, diciéndole ponte en cuatro mujer, lo que ella hizo sin chistar. Una cosa es ver cómo le entraba por el coño la verga de mi hermano a mi madre y otra es ver cómo él se la empujó por el culo. Eso debía doler me imaginaba yo al principio, por lo mucho que se quejó Lupe, pero al poco rato al ver como ella movía sus nalgas restregándoselas furiosamente contra el cuerpo de mi hermano, diciendo lo mucho que le gustaba la verga de Sebastián, pensé que me había equivocado.

Desde esa noche, mi hermano Sebastián se acostó siempre en la cama con mamá, casi todas las noches mis hermanitos y yo, los veíamos y escuchábamos todo lo que ellos dos completamente desnudos hacían en la cama, y en ocasiones hasta en el piso de la cocina. Unos meses después, yo me estaba dando un baño con la manguera, en la parte trasera del ranchón, cuando me di cuenta de que Sebastián me observaba desde la puerta trasera del rancho. Lo que me dio mucha vergüenza, él se me acercó y rápidamente colocando su mano entre mis piernas me dijo, esta noche me voy a comer tu coño. Al escucharlo decirme esas palabras me dio un miedo tremendo, me quedé paralizada, sin saber que hacer mientras que mi hermano continuaba tocándome mi vulva por fuera.

Yo me quedé de pie hasta que Sebas llevándose sus dedos a la boca, entre risas se retiró. El que mi hermano mayor tan solo me tocase entre las piernas, me hizo sentir muy rara, por una parte me moría del miedo y vergüenza por lo que él me hizo y por otra parte me sentí excitada, pero el miedo como que fue mayor y del susto me puse a llorar. En ocasiones mientras mamá y Sebastián tenían sexo, yo procuraba no verlos, pero algo dentro de mi me obligaba a clavar mis ojos en ellos dos, hasta que terminaban.

Mamá esa noche nos dijo a todos que se iba a quedar trabajando en la barra hasta el día siguiente, cuando Sebastián regresó a casa de su trabajo, uno de mis hermanitos se lo dijo, y de inmediato fue a donde yo estaba y me dijo. Ya sabes esta noche me voy q comer tu coño. Cuando lo volví a escuchar decirme esas palabras, casi que me meo del susto. Pero no dije nada.

Mis hermanitos se acostaron, apenas Sebastián regresó un poco tomado y los ordenó. Yo traté de hacerme la tonta, y cuando me iba a costar sobre los cartones, me agarró por el brazo y de un jalón me tiró en la cama. Sebastián se acostó a mi lado y con su aliento a ron me dijo bien cerca de mí cara. Podemos hacerlo de dos maneras a la buena, o a la mala. A la buena, tú te quitas todo y me haces caso a todo lo que yo te ordene. A la mala, no me haces caso y yo te caigo a golpes y te obligo hacer lo que yo quiera. ¿Cuál prefieres?

Casi llorando le respondí que a la buena y de inmediato me quité mi bata de dormir, quedando del todo desnuda acostada al lado de mi hermano. Sebastián me miró complacido, se sonrió y me dijo abre las piernas. Yo temerosa de que me fuera a golpear si no le obedecía, las abrí por completo, aunque coloqué mis manos sobre mi coño tratando inútilmente de ocultarlo a su vista. Sebas se rió y colocándose entre mis piernas inclinó su cuerpo hasta que su cara quedó frente a mi coño, con sus gruesas manos, retiró las mías, y con su lengua comenzó a lamer toda mi vulva, al principio por fuera pero a los pocos segundos ya su lengua continuó lamiéndome mi clítoris y chupando mis labios vaginales.

Por un rato me quedé como petrificada, pero a medida que mi hermano seguía haciéndome esas cosas, comencé a disfrutar de algo que en mi visa había sentido. Aunque sabía de sobra que una no debía tener relaciones con sus hermanos, el que Sebastián me fuera haciendo todo eso con su boca me hizo sentir sumamente relajada, disfrutaba de cada lamida que él me daba entre mis piernas, de cómo me comenzó a chupar y mordisquear sabrosamente todo mi clítoris.

A medida que mi hermano me siguió haciendo todo eso, sus manos comenzaron acariciar mis pezones, arrancándome gemidos y hasta una que otra apagada risa producto del placer que sentía. Yo sin que él me lo dijera comencé a mover mis caderas, como queriendo restregar contra su cara todo mi coño. Hasta que yo misma coloqué mis manos sobre su cabeza y con fuerza apreté su cara contra mi cuerpo, al tiempo que gritaba como una loca que me chupara más. De momento sentí algo que por primera vez en mi vida sentía, era como una sabrosa corriente que recorría todo mi cuerpo, y finalmente estallaba entre mis piernas.

Mis ojos los puse en blanco, deseaba intensamente que mi hermano nunca terminase de hacerme eso con su boca. Cuando él retiró su cara de mi coño, al abrir mis ojos vi a casi todos mis hermanitos, con caras de asustados, de pie al lado de la cama, mirándonos, hasta que nuevamente Sebastián les ordenó acostarse. Por lo que de inmediato desaparecieron de mi vista. Sebastián se bajó los pantalones y aunque en un sinfín de ocasiones había visto su miembro, jamás lo había tenido tan cerca de mí y en las condiciones en que se encontraba, bien parado apuntando al techo de zinc del rancho.

Nuevamente Sebastián me dijo, abre las piernas que ahora me toca a mí, yo obedientemente hice lo que mi hermano me dijo. De inmediato comencé a sentir como su caliente y dura cosa comenzaba a penetrar mi coño. A medida que eso me fue entrando, deslizándose dentro de mí, mi hermano me fue sujetando con sus brazos contra su cuerpo, hasta que de momento se detuvo, sentí una rara presión dentro de mí coño, y de golpe un ardor. En ese instante me desvirgó.

Sebastián continúo apretándome contra él, hasta que comenzó a meter y sacar todo su duro miembro dentro de mi cuerpo. La incomodidad del corto ardor prácticamente despareció instantáneamente, yo nuevamente como si no pudiera controlar mi cuerpo comencé a mover mis caderas insistentemente con mucha fuerza, al tiempo que mi hermano me decía, de tal palo tal astilla, te mueves mejor que la puta de mamá.

Al poco rato esa gran oleada de electricidad invadió de nuevo todo mi cuerpo, mientras que Sebastián me clavaba una y otra vez toda su verga, disfruté otra vez de ese sabroso estallido de placer dentro de mi coño. Y a los pocos segundos mi hermano sacando su miembro de mi coño, derramó todo su semen sobre mi vientre, y que para no dejarme preñada supe luego. Yo hubiera querido quedarme acostada a su lado pero me ordenó que me fuese a lavar, y apenas regresé después de limpiarme todo su semen, me preguntó con que me había lavado el coño, y al decirle que con agua nada más y solo por fuera, se levantó de la cama, se asubió los pantalones y entrando a la cocina salió de inmediato con la botella de vinagre, y me dijo como si me regañase, quiero que te laves con esto por dentro y lo haces varias veces, no quiero que salgas preñada de mi.

Yo algo asustada le obedecí, al introducir mis dedos dentro de mi vagina salieron manchados de sangre, y eso me asustó un poco, pero al comenzar a lavarme con el vinagre sentí un fuerte ardor dentro de mi coño. Después de lavarme bastante bien, regresé a la cama desnuda, me dijo. Ahora putita quiero que me lo mames, y tras decir eso sacó de su pantalón su adormilado miembro. De inmediato me acordé las muchas veces que había visto a mi madre, mamar la verga de mi hermano, por lo que arrodillándome frente a él, tomé su mustia verga entre mis dedos, y la dirigí a mi boca.

Apenas comencé a chupársela, sentí que nuevamente se ponía gruesa y bien dura dentro de mi boca, mientras que yo continuaba chupa que chupa, mi hermano me decía que yo era una gran mamadora, por un buen rato estuve entre lamiendo y chupando toda su verga incluso hasta sus bolas, hasta que Sebastián colocó sus manos sobre mi cabello, y apretándome con fuerza contra su cuerpo, finalmente se vino completamente dentro de mi boca. Fue tan barbará la manera en que lo hizo que sin quererlo realmente me tragué todo, a pesar de las fuertes ganas de vomitar que me dieron en cierto momento.

Cuando terminó conmigo me dijo, mientras que yo aun me encontraba arqueando mi cuerpo por las nauseas que me hizo sentir. Ve preparando ese culito tan lindo que tienes, que quiero comérmelo muy pronto. El escuchar eso me asustó, mientras que él arreglándose los pantalones se marchaba a seguir bebiendo. A los pocos días mi hermano volvió a meterme su verga y nuevamente me amenazó con comerme el culo, pero lo hizo frente a nuestra madre, que nos miraba tranquilamente, mientras se bajaba una botella de ron ella sola. Ese día, después de que mi hermano se marchó a trabajar, mi mamá se acercó a la cama, y me dijo en medio de su borrachera, anda a lavarte y cuando regreses te voy a enseñar cómo darle el culo a tu hermano.


Yo bastante asustada le hice caso y al regresar a la cama me dijo, es bien fácil, acuéstate boca abajo y abre las piernas. Apenas lo hice sentí sus propios dedos embadurnados en aceite que me los fue pasando insistentemente sobre mi esfínter. Hasta que comenzó a introducirme uno a uno, cosa que realmente no fue dolorosa, al cabo de un rato pienso que prácticamente me tenía casi toda su mano dentro de mi culo, hasta que ella misma me dijo. Prepárate ahora que te voy a meter otra cosa, y dicho eso sacó sus dedos y sentí algo duro pero frio dentro de mi culo, que mi propia madre me fue empujando y sacando por un rato hasta que dejándomelo adentro me preguntó, ¿a que no te duele verdad?

Yo le respondí que no, era algo incomodo pero no me dolía realmente, cuando sacó eso completamente de mi culo me dijo eso lo puedes ir haciendo por ahora y el día que tu hermano se empeñe en darte por el culo si te pones algo de aceite de seguro no te va a doler. Eventualmente mi Sebastián terminó por comerme el culo, como el mismo decía. En la escuela una de las monjas se fijó que yo andaba de manera un poco rara, y cuando me llevó a donde la doctora y entre las dos me hicieron que les contase lo sucedido. Se formó un revolú, a mi hermano y a mi madre los metieron presos, a mí a pesar de tener más de 18 años y a mis hermanitos nos llevaron a un hogar temporal.
Hoy en día ellos dos siguen presos, de mis hermanitos realmente no sé más nada, yo me escapé del hogar y me gano la vida de la única manera que sé hacerlo, aunque a diferencia de mi mamá, ya tengo mi propio apartamento, y he aprendido muchísimas cosas.


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Comentarios enviados para este relato
carlosjuan_santiago (29 de December de 2009 a las 18:31) dice: Me encanto, bastante crudo y muy real, además eso de que el hijo se acueste con la madre y con la hermana me excitó tremendamente.

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:28) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:01) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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