Hotel nudista 1

Soy Erika, una chica de 18 años a la que le gusta mucho el sexo. El año pasado fui con mi prima Cinthya, de 16, y mi amiga Jenny, de 17, a un hotel nudista del que nos habían hablado muy bien. Nos costó convencer a nuestros padres, pero al final nos dejaron. Ellos pensaban que aún éramos vírgenes, así que cuando nos despedíamos decían:

-Tened cuidado, que tres chicas tan jóvenes y atractivas como vosotras si encima vais desnudas, vais a calentar muchas pollas y van a intentar follaros. Regresad como os vais: inocentes y vírgenes.

En el autobús que nos llevaba al hotel íbamos muertas de risa. ¡Con la cantidad de vergas que han visitado nuestros coños! Yo iba sentada con Jenny, y Cinthia iba delante, con una chica algo mayor que nosotras. Todas íbamos con unos pantaloncitos cortos y una camiseta finita. Mi pobre prima lo iba pasando fatal, porque su compañera de asiento no paraba de acariciarle las piernas mientras hablaban, y como Cinthya es muy tímida y no se quejaba, las manos iban cada vez más arriba hasta que, con algunos dedos, tocaban su pantalón en la parte del pubis. De nosotras tres, a la que más le va la marcha lesbi es a Jenny, así que se cambiaron de asiento. De esa forma, las cuatro fuimos contentas hasta llegar al hotel. En recepción pidieron una responsable del grupo que tuviera más de 18 años. Yo era la mayor y me quedaban unos meses para cumplirlos, así que le pedimos a la chica lesbiana, que se llamaba Iris y tenía 21 años que se hiciera cargo de nosotras.

-Acepto con una condición -indicó Iris-, que vayamos juntas y me acopléis en vuestra habitación. Me gustais mucho las tres.

-Trato hecho -le contesté.

A continuación nos hicieron pasar junto con un grupo de seis chicos (tendrían unos veintitantos años) que llegaron a la vez a una habitación donde debíamos desnudarnos completamente para desde allí acceder a todas las instalaciones del hotel. Tan solo podíamos llevar un pequeño bolsito adherido a un brazalete. Al principio nos daba un poco de corte, pero conforme nos íbamos quitando camisetas, pantaloncitos y braguitas y los chicos también se quedaban en bolas, se nos pasó el apuro, sobre todo contemplando los rabos tan hermosos que tenían algunos. "Esos tan grandotes los tengo que probar", pensé.

Desde dentro del hotel entró a la habitación el jefe de seguridad, que estaba también en pelotas, con una porra agarrada a la cintura y otra porra también grandota que daban ganas de agarrarla.

-¡Prestadme atención, chicos! Os recuerdo que está prohibido tomar drogas en el hotel. También está prohibido fornicar o masturbarse en zonas públicas, y mucho más cualquier tipo de prostitución. Cualquier infracción será duramente castigada con un escarmiento público. Son normas de nuestro hotel.

Nos abrió la puerta y pasamos al hall interior para dirigirnos a nuestras habitaciones. Todos íbamos al sexto piso. El ascensor era para 6 personas, pero para no perder tiempo y dado que teníamos buen tipo nos metimos todos. Aquello era más estrecho de lo que pensábamos, por lo que nuestros cuerpos estaban en contacto. Mis tetas daban en la espalda de un chico, la polla de otro me restregaba el culo, otro iba de frente a Cinthya y se le empinó el cipote, que casi se le mete dentro del coño, Iris frotaba su coñito con el culito de Jenny... En fin, menos mal que llegamos, si no no sé qué hubiera pasado. Nos fuimos cada uno para nuestras habitaciones. Cinthya me advirtió:

-Prima, tienes el culito mojado.

Y es que de la excitación, el chico había tenido un pequeño orgasmo. Ya dentro de la habitación repartimos las camas: las dos individuales para Cinthya y para mí, y la grande para Iris y Jessy, que de inmediato tomaron posesión de ella dándose un revolcón. Se acariciaron sus cuerpos durante buen rato, se chuparon las bocas, los pezones... y los coñitos, Luego juntaron sus dos conejitos hasta que se corrieron dando gritos de placer.

-De esto el tío de seguridad no ha dicho nada, ¿no? ¡ja, ja, ja! -bromeó Jessy.

Cinthya y yo nos quedamos un poco excitadas al contemplar el revolcón de las chicas. Necesitábamos aplacar el calor que teníamos en nuestros chochitos, así que decidimos salir a buscar unas buenas mangueras. Llamamos a la puerta de la habitación de los chicos que subieron con nosotras. Se sorprendieron gratamente y nos invitaron a pasar. Nos presentamos, nos dimos unos besitos, y como tenía el coño ardiendo fui al grano:

-¿Alguien tiene ganas de echar un polvo?

Los seis saltaron a la vez, así que al que vi mejor dotado le dije:

- Tú, fóllame como quieras. Y tú, Cinthya, elige.

Cinthya era la más pequeña y también la más tímida, pero sorprendió a todos con su petición:

- Tú me la metes por delante y tú por detrás.

Mientras mi semental y yo cabalgábamos en una cama, Cinthya estaba siendo fornicada y sodomizada por otros dos, que se corrieron al mismo tiempo, llenando de semen los agujeritos de mi prima. Unos segundos después tuve un orgasmo múltiple que me hizo gritar como una loca. El chico se corrió también dentro de mi chumino. Luego la sacó y me la ofreció para que se la chupara, lo que hice con mucho gusto porque estaba grande y a mí me encanta el sabor del semen fresco.

-¿Te gusta el semen, putilla? -me preguntó uno de los chicos que todavía no había mojado.

- Me encantaaaaa. ¿Me quieres follar tú ahora?

- Por supuesto, pero primero queremos tirarnos a tu amiguita. Pero hay un problema: tiene los agujeritos sucios, llenos de semen. ¿Por qué no vienes y los limpias con tu lengua?

Me acerqué a Cinthya y le metí mi boca en su coñito, chupándole todo el semen que había quedado por fuera y dándole con la lengua en su vulva y en el clítoris. No nos podíamos imaginar que nos iba a gustar tanto la experiencia, tanto es así que nos corrimos las dos como inocentes colegialas. Cuando terminé de limpiarle el chochito, le metí la lengua por el agujerito de atrás y con unos movimientos de rotación, le dejé el culito como los chorros del oro. La escena era tan excitante que dos de los chicos no pudieron evitar masturbarse. Sus enormes falos se hincharon hasta que reventaron encima de nuestros cuerpos. Nos llenaron de esperma la cara, las tetas, las piernas...

- ¡Ahí tenéis más, seguid limpiando, jajaja!

Yo dejé bien limpita a Cinthya y ella hizo lo mismo conmigo. Mientras nos dábamos con las lenguas, nos acariciábamos las tetas y los coñitos hasta que nos corrimos otra vez. Una vez limpitas, seguimos follando con los chicos que quedaban, y tan calientes estábamos que dimos una segunda vuelta para apagar bien nuestro calor sexual con sus grandes y ricas mangueras.

Antes de despedirnos, quedamos en que a la hora de dormir vendrían a nuestra habitación para darnos las buenas noches. Mi prima y yo nos fuimos muy satisfechas y contentas de haber descubierto lo bien que lo podíamos pasar juntas...