Lentamente hizo entrar mi verga en su chochito empapado, gimió haciendo deslizar mi miembro en su estrecha vagina. Para mí fue una sensación totalmente nueva, agradable e increíble, sentí el apriete de su coño que amasaba mi polla.
Relato
Había terminado mi enseñanza básica, el año siguiente iniciaría el primer año medio en el mismo colegio, era un joven igual que todos, quizás demasiado tímido, no había tenido novia y había descubierto una cosa maravillosa, pero que me hacía sentir culpable. Había iniciado a masturbarme a escondidas.
No tenía ninguna fantasía definida, generalmente lo hacía pensando en mis compañeras vestidas en shorts en clases de gimnasia o recordándome de como lucían sus muslos con esas faldas cortitas, andaba siempre fijándome en ellas para después tener esas imágenes como material de mis masturbaciones, nada me hacía suponer que esto cambiaría en los días a venir.
Yo todos los días me miraba y me tocaba mi pene para ver si crecía y cuanto crecía, también observaba el crecimiento de mi vello púbico, tenía solo unos pelitos esparcidos por aquí y por allá. Me encantaba correrme y ver lo espeso y abundante de mi semen, con un poco de resquemor había probado su sabor y si al principio me pareció raro, descubrí que no me desagradaba. Entonces sucedió inesperadamente, algo que comenzó a cambiar todo.
Estaba yo jugando con mi Play en mi cuarto, cuando escuché que mamá me llamaba, fui a la cocina porque ella siempre está ahí cocinando, ella confecciona tortas y dulces que vende por internet, así que pensé que estaría allí.
—¿Mamá? …
—¡Aquí!, hijo … en el baño … estoy en el baño …
Entré a la sala de baño y mamá estaba con la cabeza fuera de la cortina que cubre la ducha:
—Hijo … olvide mi toalla … ve a mi cuarto, en el armario en la parte superior hay varias, tráeme una toalla por favor …
Me fui al cuarto de mamá, la puerta del armario estaba abierta y las toallas se veían, así que levanté mi brazo para sacar una y me di cuenta que el cajón de abajo estaba medio abierto y se veían unos folletos, pensé que eran cosas de cocina, ya que ella siempre anda recolectando recetarios, por curiosidad abrí el cajón y levanté unas blusas que cubrían los folletos, casi se me corta la respiración, eran chicas desnudas, asustado dejé todo en orden y me fui a llevar la toalla a mamá, pero esas imágenes se grabaron en mi mente.
Pasaron unos días y en mi mente había una vorágine de sentimientos encontrados y preguntas sin respuesta, mamá estaba en la cocina esperando a un Uber, ya que tenía que despachar una torta. La sentí caminar a la puerta, salir a entregar el pedido y volvió. Vino directamente a mi cuarto.
—Hijo, tengo un pedido a pocas cuadras de aquí, iré yo misma a dejarlo … por favor no vayas a hacer nada … también pasaré al supermercado a comprar algunas cosas que nos hacen falta …
Diciendo eso la escuché irse a su cuarto, saco las llaves del auto y se fue, yo me fui a mirarla y ya no estaba nuestro auto a la vista, suponiendo que estaba solo, ahora tenía tiempo para revisar el cajón que me quitaba las horas de sueño. Sigilosamente fui al dormitorio de mamá y deje la puerta abierta para escuchar cualquier ruido que delatara su presencia, sé que se demora en entrar nuestro auto a la cochera, así que, en cualquier caso, tendría suficiente tiempo para dejar todo en orden y escapar si es que ella volvía.
El armario estaba cerrado pero sin llave echada, abrí la puerta e inmediatamente abrí el cajón de la parte superior, las revistas estaban cubiertas por ropa de mamá, las saqué con mucha precaución, había un objeto largo y redondo de color dorado, como un lápiz gordo, pero no tenía punta para escribir, tenía una tapa negra en el extremo opuesto a la parte puntiaguda, quizás era para recargarlo de algo, diligentemente lo volví a dejar en su lugar, comencé a ojear las revistas tratando de no mezclarlas, no podía dejar rastros de mis diabluras, la primera eran solo mujeres, una estaban usando un objeto similar al lápiz que tenía mi mamá y me sorprendió ver que lo hacía entrar en su conchitas depiladas, quizás mamá hace lo mismo. Mi verga estaba increíblemente dura, sentí los ruidos de un auto y me sobresalté, puse todo en orden y salí de prisa de la habitación de mamá. Resultó ser una falsa alarma, pero me asusté tanto que no quise volver a trajinar las cosas de mamá.
Después de eso, cada vez que mamá salía, yo iba a su cuarto a sacar una de sus revistas y aprendí que esa especie de lápiz grueso se llamaba consolador, que la tapa negra era el interruptor del aparato y escondía un compartimiento para baterías, lo pasé sobre mi verga y se sintió rico, mirando las revistas de mamá descubrí que lo usaban las chicas y comencé a imaginarme a mamá con ese lápiz gordo zumbando en su conchita.
Mis fantasías se ampliaron y comenzaron a incluir a mi madre, comencé a mirar su trasero, sus caderas, sus muslos, sus senos. Cada vez que estaba cerca de ella trataba de rozarme con sus caderas y si por alguna razón se agachaba, inmediatamente mi mirada se iba a su culo perfecto y si estaba girada hacia mí, mis ojos registraban esa hermosa convergencia formada por sus senos que se balanceaban firmes desafiando la fuerza de gravedad.
Mi madre se convirtió en mi fantasía más preciada, no existía mujer más bella que mi madre, todo en ella me atraía y ella comenzó a darse cuenta, la sorprendí más de una vez mirando con curiosidad mi entrepierna, cada vez que yo miraba su culo o sus pechos.
Sus vestidos se hicieron cada vez más reveladores, no sé si era por lo caluroso del verano o era mi mente alucinando con todas las exquisiteces de mamá, pero verla con esa blusa blanca y sostenes negros de gran copa me hacía delirar, la remera de red semi trasparente y sin sujetador me volvía loco, corría al baño para desahogarme.
El día de mi cumpleaños mamá hizo una torta de chocolate especialmente para mí, ya se habían ido los pocos invitados que vinieron a festejarme, me fui a la cama feliz, al rato mamá vino a darme las buenas noches. Llevaba una bata bastante holgada, al no vestir sostén, pude ver bastante de sus pechos cuando se sentó al borde de mi cama, se inclino a acariciar mis cabellos y vi sus redondas areolas con pezones obscuros, quedé como hipnotizado, mamá me miró sonriente:
—¿Te gusta lo que ves? …
No me salía el habla, me ruboricé y bajé la vista.
—¿Te gustaría sentirlos? …
Sin decir nada más tomo mi mano derecha y la posó sobre su redonda y esponjosa teta, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y la cubierta de la cama comenzó a levantarse con una poderosa erección, jamás pensé que fuese tan maravilloso tocar un seno de mamá, me parecía sentir descargas eléctricas que arribaban directamente a mi bajo vientre. Con su mano sobre mi mano, comenzó a dibujar círculos sobre su pecho y sentí su pezón endurecerse.
—¿Sientes lo agradable que es? … ¿Te gusta la sensación de sentir mi pecho? …
Había enmudecido totalmente, ella vio lo abultado de mi edredón y metió su mano debajo aferrando mi pene.
—¡Oh, mi niño! … Al parecer te gusta mucho sentir mi pecho ¿eh? …
Su mano acariciaba mi verga suavemente moviéndose arriba abajo. Fue demasiado excitante y estimulante para mí, mi cuerpo se tensó, mis piernas se pusieron tiesas, un gemido como un grito ahogado salió de mi garganta, me estremecí de la cabeza a los pies y colapse moviendo mi pelvis hacia arriba, varios chorros de esperma salían expulsados desde mi polla.
—¡Uy!, mi niño … ¡Que libido! … ¡Que potencia! … ¡Has eyaculado en mi mano! … debes haberte calentado muchísimo ¿eh? …
No podía reaccionar, mi respiración era irregular, jadeaba con el seno de mi madre en mi mano, era como estar en una especie de paraíso, un sueño, mamá me beso en la mejilla, saco la mano de debajo del edredón y se la llevo a sus labios, luego se arregló su bata, se levantó y se fue moviendo sus caderas y mirándome con una sonrisa feliz.
El día siguiente mi madre no hizo ninguna mención sobre lo sucedido y yo tampoco, me sonreía sin decir nada, comencé a dudar un poco de si lo de anoche había sucedido o quizás no, tal vez fue parte de mi calentura de adolescente, jugando con mi Play me olvidé del asunto.
Me fui a dormir tarde y al rato mi madre otra vez entró a mi cuarto, vestía vaqueros y una remera ajustada, se sentó se sentó a la orilla de mi lecho. Luego se inclinó como para darme un beso, pero me susurró en el oído:
—¿Quieres volver a sentir los senos de tu madre? …
La presencia y belleza de mamá me paralizaba, no respondí nada, ella volvió a tomar mi mano y la puso sobre su pecho por sobre la camiseta.
—¡El silencio otorga! … ¡Mamá sabe que te gustan mis pechos! …
Volví a sentir esa sensación maravillosa, se sentía tan rico su carne suave y acolchada con esa protuberancia dura que amenazaba con romper la tela, sin decir una palabra mi madre metió su mano bajo la cubierta y agarró mi miembro endurecido y comenzó a masturbarme con movimientos cortos y rápidos. Mis caricias se convirtieron en apretones de su carne tibia, dúctil y moldeable. Comencé a jadear, apreté con más fuerza su teta y ella entendió lo que estaba por suceder, aumento considerablemente el movimiento de su mano y corrió el edredón para descubrir mi pene enhiesto.
—¡Córrete, hijo! … ¡Muéstrale a mamá cuanto te gustan mis tetas! … ¡Acaba, hijo … dispara tu lechita para mamá! …
Me revolqué en la cama contorsionando todo mi cuerpo y mamá no soltaba mi pija, bañé parte de mi cuerpo, sabanas y la mano de mamá. Ella me beso en la mejilla, ordenó un poco el edredón y me cubrió, luego se levanto limpiando sus dedos en sus labios, me miró, me sonrió y se fue de mi dormitorio.
El día siguiente mamá me dio el beso de buenas noches cuando iba saliendo de la cocina, así que me fui a mi dormitorio pensando que quizás no vendría, esperé y esperé y mamá no apareció, me quedé dormido pensando en que ya no vendría.
Me desperté con movimientos en mí cama, mi madre estaba sentándose en mi cama, llevaba puesta su bata de baño, luego se levantó y se quedó mirándome en silencio y por un buen rato, luego tiro el cinturón que amarraba su bata y deshizo el nudo, cuando abrió su bata, pude ver que estaba completamente desnuda, asombrado quedé mirando como ella se despojaba de su bata, la que tiró a los pies de la cama. Mi pene se levantó como un ariete hidráulico, mamá levantó el edredón para mirar como mi pene crecía y crecía, luego tomó mis bolas en su mano.
—¡Oh!, que buen chico que eres … Te pones duro mirando a tu madre …
Mamá se acostó a mi lado, sin soltar mi verga puso una pierna sobre mis muslos, su rostro estaba junto al mío y su respiración entibiaba mi oreja, mordisqueo mi lóbulo y me susurro:
—No debes tener miedo ni estar nervioso … Soy tu madre …
Mi cuerpo temblaba solo por la sensación que me procuraba la cercanía de su cuerpo. Levantó su mano y acaricio mi cara y cabellos.
—Ahora, comenzare a besarte …
Tomó mi cara y depositó sus labios en los míos, yo no sabía besar, pero lo había visto hacer a otros, así que la besé, solo que a ella no le gustó del todo.
—¡Mmmmmm! … Tienes que abrir tu boquita y darme tu lengua para yo darte la mía …
Así nuestros labios se unieron de nuevo y su lengua entro a mi boca, era un poco extraño al principio, pero luego me comenzó a gustar la tibieza y el sabor de su saliva, además, su lengua se volvía loca y eso me daba sensaciones nuevas y placenteras, nos besamos por largo rato, me trague su lengua todo lo que pude, era exquisita junto con sentirla gemir y magrear mi pene con inusitada fuerza y pasión.
—¡Mmmmmm! … Así sí, tesoro … estas besando muy rico a mami, mi vida …
Ella comenzó a pasar sus lengua por sobre mis labios, lengüeteaba toda mi boca incluyendo mi barbilla, yo intenté hacer lo mismo, pero ella se detuvo y se enderezo en la cama, lentamente comenzó a levantarse y a desplazarse hacia arriba.
—Ahora te haré probar el coño de tu madre …
Mamá se agarró de la cabecera y se monto a horcajadas sobre mi rostro, su hermosa cuquita estaba solo a centímetros de mi boca.
—Ahora, hijo … saca la lengua …
Hice como me ordenó y ella comenzó a bajar su rosada hendedura sobre mi boca, mi lengua toco la mojada y rosada tibieza de su conchita, mamá gimió y se estremeció, pensé que también mi mamita estaba nerviosa, imagine que era su vagina como una boca y comencé a besarla y meter mi lengua, parecía más mojadita que su boca.
—¿Sientes, hijo mi coño mojado? … ¡Esta así por ti! … ¡Tú me calientas, hijo! …
Mientras hablaba, jadeaba y su respiración se hacía cada vez más afanosa, su chocho estaba presionando fuertemente mi cara, no podía seguir su ritmo, se movía violentamente sobre mis labios y sus fluidos escurrían por mi barbilla y mi cuello. Se detuvo y se desplazó lentamente sobre mi pene, lo aferró enérgicamente y se inclinó a decirme:
—¡Ahora mamá te va a follar, hijo! …
Lentamente hizo entrar mi verga en su chochito empapado, gimió haciendo deslizar mi miembro en su estrecha vagina. Para mí fue una sensación totalmente nueva, agradable e increíble, sentí el apriete de su coño que amasaba mi polla. Cuando sintió que mi pija estaba toda dentro de ella, se enderezó y comenzó a mecerse lentamente en un movimiento de vaivén, llevó sus manos a sus pechos y masajeó sus redondas tetas, tironeando levemente sus pezones en forma rítmica, para mí la estimulación visiva y física fue demasiado y casi arañando sus muslos mis borbotones explotaron en su chocho.
—¡Ya te estás chorreando? …
Me dijo sorprendida y se detuvo sintiendo los chorros que sacudían mi cuerpo y se versaban dentro de ella.
—¡Pero si estamos apenas comenzando! … ¡Quiero que me des un orgasmo! …
Mamá continuó a mecerse, pero más lento, puso sus manos en mis hombros y sus pechos descansaron sobre mí. Nos quedamos en esa posición. Mamá gimió y jadeó moviéndose a su propio ritmo.
—¡Vamos a seguir follando hasta que me corra! … ¡Oh!, ¡cómo es bello tener tu joven pija dentro de mí! … ¡Que rico es follar contigo, hijo! … ¡Serás solo de mamá! … ¡cuando acabe, mojaré tu joven verga como nunca nadie te ha mojado! …
Mi pene casi no se había reblandecido, continuaba duro, mamá inicio a moverse cada vez más rápido, sus jadeos eran más intensos, incluso comenzó a chillar y gritar.
—¡Así, hijo! … ¡Dámela toda para mí! … ¡Quiero tu lechita dentro de mí, hijo! … ¡Oh, que caliente me pones! … ¡Dame ese orgasmo mi niño! … ¡Dámelo ya! …
Mamá parecía enloquecida, me montaba que casi saltaba sobre mi verga, era imposible que su cuerpo se quedara quieto, se movía cada vez más rápido con los ojos cerrados y una expresión de enojo fruncía su ceño, como un sufrimiento, como aprendiendo a gozar de nuevo. Su movimiento de vaivén se detuvo y comenzó a temblar y gritar, sus uñas se enterraron en mis hombros, gemía guturalmente como gruñendo, una verdadera tigresa.
—¡Aaaaarrrrgggghhhh! … ¡Baña mi panocha, hijo! … ¡Córrete dentro de mí! … ¡Échame tus chorros de lechita caliente! … ¡Aaaahhhh! … ¡Mmmmmm! … ¡Ssssiiii! …
Mamá tuvo un gigantesco orgasmo, gotas de sus sudados pechos caían sobre mí, su pelvis continuaba a girar y succionar mi pene. Cuando todo terminó, mamá se desplomó sobre mí con sus tetas aplastadas en mis pectorales, luego rodó a mi lado y mi verga salió de su coño, se quedó acurrucada junto a mí recuperando su respiración. Después se deslizó junto a mi oído.
—Me di cuenta de que te gusta follar con mamá, ¿verdad? … ¿Te gusto el coño de mami? …
—Si mamá, me gusto mucho …
—Te gustó tanto que te corriste dos veces, ¿verdad? …
—Sí, mami …
—¿Entiendes que esto debe ser tú secreto y el mío? …
—Sí, mami … lo sé …
—Nunca lo debes contar a nadie … ¿Entiendes eso? …
—Sí, mami … lo entiendo …
—¿Quieres seguir follando a mamá tuya? …
Moví mi cabeza en sentido afirmativo, ella comenzó a besarme y me tiró sobre sus resbaladizas tetas y me apretó contra su vientre …
—¡Ven, tesoro! …
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