Cuando era niña pequeña, una de las cosas que más me gustaba era jugar a mamá y papá, o la casita. Así que mi hermanito menor y sus amiguitos se convertían indistintamente en el papá, o en los hijos. Pero a medida que fuimos creciendo, y dándonos cuenta de lo que nuestros padres hacían cuando estaba a solas en su dormitorio, comenzamos a imitarlos. Por lo que cuando el papá, llegaba a casa cansado de trabajar, yo la mamá, y si es que había hijos, los mandaba a la calle a jugar. Y entonces nos recostábamos en el sofá, o en mi propia cama y comenzábamos a tocarnos y besarnos, tal y como lo hacían nuestros respectivos padres.
Relato
Al punto que hasta en par de ocasiones me alguno de los papá llegaron a penetrarme ya fuera por mi apretado culito, o meterlo dentro de mi mojada vulva. Hasta que un día, el hijo de la gran puta de mi hermanito le fue con el cuento a mis padres, porque como era tan chiquito, yo no lo dejaba ser papá. Desde luego que se formó un escándalo, por lo que hasta nos mudamos de la ciudad, y para colmo mis padres nunca quisieron aceptar, que yo era la que obligaba a mi hermanito y a sus amiguitos a jugar.
Bueno seguí creciendo, y desde luego que terminé mis estudios, y hasta me casé. Pero después de un tiempo de estar casada, me di cuenta que los más chicos aun me seguían llamando la atención. Al principio no quise aceptarlo, me preguntaba a mi misma si estaba loca, y me decía que se formaría un tremendo escándalo, si me llegasen a descubrir acostándome con un chico mucho menor que yo.
Pasó algo de tiempo, y al cumplir los 30, y ya siendo madre de un par de niñas, de la noche a la mañana me volvieron esas raras ideas. Dios es testigo de lo mucho que luché por controlarme, pero finalmente, cierto día en que me encontraba trabajando en el jardín frontal de mi casa, pasaron varios jovencitos. Me di cuenta que par de ellos, descaradamente, se habían quedado viendo mis nalgas. Casualmente en esos instantes estaba usando un muy pequeño pantalón corto, que se ajustaba completamente sobre mi piel, por lo que no los puedo culpar por quedárseme viendo de la manera en que lo hicieron.
No sé de donde se me ocurrió preguntarles, si podían darme una mano ayudándome a limpiar el patio trasero de casa. Varios de ellos dijeron que no, pero los dos que se me quedaron viendo mis nalgas, sin perder tiempo respondieron que sí.
Así que los invité a entrar a la casa, y de inmediato los llevé al patio trasero, donde casualmente mi esposo y yo les montamos una casita a nuestras dos hijitas, las que en esos momentos se encontraban en casa de sus abuelos, pasando unos días con ellos. Al principio me preguntaba yo misma que era lo que estaba pensando al invitar a ese par de jovencitos, pero la manera en que uno de ellos seguía observando mis nalgas, la verdad es que me excitó. Y con la escusa de ponerme algo más cómoda, los dejé supuestamente recogiendo unas hojas.
Al entrar a mi habitación, que una de sus ventanas da al patio, me di cuenta que ambos chicos se habían dado cuenta de que me podían ver. Pero haciéndome la tonta, y como si no me hubiera dado cuenta de su presencia frente a la ventana, me desvestí completamente. Fue cuando abrí el closet, y comencé a sacar algunas prendas de vestir, y comencé a medírmelas frente al espejo, hasta que finalmente escogí una corta y semitransparente bata casera, la que de inmediato me puse sin más nada abajo.
Al regresar al patio, los dos continuaron supuestamente recogiendo las hojas, pero no apartaban sus ojos de mi cuerpo. Así que en ocasiones yo misma me ponía a recoger algunas hojas, inclinando mi cuerpo hacia el frente, separando algo las piernas y sin doblar las rodillas. Por lo que seguramente gran parte de mi culo y de mi destapada vulva, quedaba por completo ante sus ojos. De inmediato me di cuenta de que los chicos se ponían sumamente nerviosos al verme así, por lo que seguí inventando que hacer sobre la marcha, yo lo que deseaba era que ambos me saltasen encima, me arrancasen la bata, y me hicieran suya en medio del patio.
Pero por lo visto a pesar de que seguramente ambos ya debían haber cumplido los 18, sus saltones ojos no se apartaban de mi cuerpo, pero no se atrevían a tomar la iniciativa, por lo que se me ocurrió, con la escusa de que hacía mucho calor, invitarles un par de refrescos dentro de la casita de mis hijas. Así que fui a la cocina, les serví unas cervecitas, y los invité a entrar a la casita. Ya dentro mientras tomábamos, se me ocurrió preguntarles si alguna vez cuando niños, llegaron a jugar a mamá y papá. Y al hacerles la pregunta, descuidadamente dejé mis piernas ligeramente abiertas. Permitiéndoles que pudieran observar en vivo y a todo color mi recién depilado coño.
Al principio uno de ellos apenas y balbuceo algo, pero el más jovencito, de inmediato comenzó a contar que cuando niño jugaba eso con una vecinita, hasta que un buen día los padres de la niña le prohibieron que siguieran jugando eso. En ese instante, yo comencé a contarles como lo jugaba yo cuando era niña, y lo mucho que me gustaría volver a jugar a la casita, aunque fuera con dos papás en lugar de uno.
A medida que yo comencé a contar lo que mis amiguitos y yo hacíamos, y como lo hacíamos, ellos se vieron mutuamente, luego se terminaron la cerveza, y de inmediato ambos se colocaron a mi lado, y a medida que yo seguía contándoles lo que mis amiguitos y yo hacíamos, cuando jugábamos a mamá y papá, ellos comenzaron a repetir las mismas acciones que yo contaba.
Al poco rato ya ni falta hizo que yo siguiera hablando, ya que entre los dos me dejaron completamente desnuda, a medida que me acariciaba y besaban por todo mi cuerpo. Uno de ellos separó mis piernas, y sin escrúpulo alguno se dedicó sabrosamente a lamer mi depilado coño, al principio por fuera y luego por dentro, mientras que su amigo, no dejaba de chupar y lamer mis paradas tetas, e inflamados pezones.
Yo me encontraba en la gloria, sintiendo toda la atención de ese par de chicos sobre mi cuerpo, así que después de que yo disfruté de un tremendo orgasmo, separé lo más que pude mis piernas y mientras que a uno le ofrecí mi culo, el otro se hizo cargo de mi coño enterrándome su erecta verga dentro. Lo gracioso era que a medida que me seguían dando verga, ellos me decían mamacita rica, y yo les respondía llamándolos papacitos.
Lo cierto es que la primera vez que esos dos chicos, me hicieron suya, se vinieron en cosa de pocos segundos, pero eso era parte del juego, así que poco a poco y en otras ocasiones los fui orientando en cómo hacer feliz a una mujer. Con el tiempo la voz se corrió entre sus amigos, y en ocasiones hasta me he llegado a costar con cinco chicos, claro que no a la vez, pero sí de manera corrida.
Mi esposo ni idea tiene de lo que sucede, y los abuelos de mis hijas son locos con que ellas pasen el mayor tiempo posible con ellos, así que se podrán dar una idea de las muchas veces a la semana que me dedico a juagar con mis nuevos amiguitos a mamá y papá...
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513554 veces