Se preguntarán de ¿Qué? Pues de que en infinidad de ocasiones le he montado los cuernos, inclusive con alguno de sus mejores amigos, vecino y clientes.
Relato
Mi nombre es Mora, bueno así me dicen cariñosamente. No es que yo sea una ninfómana, depravada, o enferma sexual, no que va, lo que sucede es como en ocasiones me había sentido tan sola, a pesar de que llevo varios años de casada. Hasta que llegó el día en que comencé a serle infiel a mí esposo.
Hasta hace unos años a tras, me la pasaba deprimida, llorando sin motivo o razón alguna, aparentemente, pero yo sabía en el fondo que estaba tremendamente deprimida, por culpa de mi marido, el cual apenas y me prestaba atención, me refiero en la cama, siempre estaba ocupado con sus negocios, hasta la misma hora de irse a dormir. Pero un día en que en nuestra casa, celebrábamos el cumpleaños de Tomás mi esposo. Comencé a beber de más, hasta que llegué al punto de que no se por qué se ocurrió, querer darle celos a mi marido con uno de sus jóvenes empleados.
Con toda la intención, busqué que un chico nuevo en la empresa, me sacase a bailar, y el desgraciado de Tomás, ni tan siquiera se preocupo de que yo bailase con ese chico, al parecer hablar sobre sus negocios, con sus socios, le era más interesante. Yo comencé a tratar de seducir al chico, a ver si mi marido me decía algo, pero ni atención me puso. Así que agarré al joven por un brazo, y acercándome a Tomás le dije, de la manera más sensual que pude hacerlo. Voy a mostrarle la casa a él, y mi marido se quedó como si le hubiera dicho, que hacía un lindo día. Más atención me pusieron sus socios que mi propio marido.
Así que moviendo mis caderas sensualmente, conduje al nervioso joven a nuestra casa, y comencé por mostrarle los jardines, pero mi esposo ni bolas me paraba, en palabras finas, ni atención me ponía. Así que frente a sus ojos, llevé al joven al salón comedor, y Tomás al parecer ni se dio por enterado. Aunque un poco mareada, pero extremadamente molesta con mi esposo, llevé al joven a la biblioteca. Ya dentro, apenas cerré la puerta, se me ocurrió pensar que si nos quedábamos un buen rato dentro, a mi marido le daría curiosidad, al no volverme a ver, y se pondría a buscarme.
A todas estas el joven, insistía en regresar a la fiesta, quizás por miedo a que mi marido nos encontrase solos, mientras que yo al tiempo que lo abracé, le dije para tranquilizarlo, no te preocupes, que esto a mi esposo no le molesta para nada, es más quizás si se ponga bravo contigo, si voy y me quejo de ti. Y de inmediato le planté tremendo beso en la boca, al tiempo que instintivamente pienso que le agarré su miembro por encima del pantalón. El chico se quedó sin saber que hacer por unos segundos, pero a medida que lo besaba comencé a sentir que sus brazos me rodeaban, y que sus labios que al principio estuvieron cerrados, se abrieron para dejar salir su lengua, introduciéndola dentro de mi boca.
Yo no esperaba que él reaccionase de esa manera, y menos que sus manos me comenzaran acariciar todo mi cuerpo, levantándome la falda y deslizando sus manos hasta mis muslos. Pero pensé mejor así si Tomás me agarra besándome con este tipo, pero a medida que ambos nos continuábamos besándonos intensamente. Aun a pesar de la ropa, pude sentir su erecto y caliente miembro. Sentí al mismo tiempo como mi coño se había mojado todo por dentro, y cuando el joven me comenzó a bajar la pantis, yo misma terminé por quitármelas. El deseo intenso de sentir su verga dentro de mi coño, fue mucho mayor que mi sentido común.
Así que en sofá de la biblioteca tras levantarme la falda, sentí como su caliente herramienta me penetraba, por lo que casi lloró, pero de la emoción y alegría. Yo comencé a moverme como en mis mejores tiempos, y eso que apenas recién y cumplí los treinta. Mientras que él sujetándome con fuerza contra su cuerpo enterraba y sacaba su instrumento en infinidad de ocasiones de mi alegre coño.
Por primera vez en mi vida le era infiel a mi marido, y lo estaba disfrutando tremendamente, definitivamente no estaba enamorada del chico ese, lo que deseaba intensamente era seguir disfrutando de lo que estábamos haciendo. Después de un largo rato, yo disfruté de un tremendo orgasmo, como hacía muchos años que no disfrutaba, mientras que él me llenó todo mi coño con su pegajoso semen.
Apenas tomamos aire nuevamente, no seguimos besando, y a los pocos minutos repetimos la misma función. Después de lo cual ambos salimos de la biblioteca, yo me dirigí a nuestra sala de baño, con la intención de darme una buena lavada, mientras que él joven me supongo que se retiró de la fiesta, ya que cuando regresé a la fiesta no lo volví a ver. Pero el resto de la noche lo disfruté bailando de brazo en brazo, con cuanto hombre me lo pedía, sin importarme si mi esposo se daba cuenta o no de lo que yo estaba haciendo.
Al día siguiente después de levantarme, pensé detenidamente en la locura, que yo había hecho. Pero me sentí tan y tan feliz de haberme comportado como una loca con ese chico, y lo que sentí cuando estaba acostada con él. Que lejos de sentirme arrepentida, me dije a mi misma, que no volvería a estar o sentirme deprimida más nunca en mi vida, y si acostarme con otro hombre que no fuera mi esposo era el remedio, con gusto lo seguiría haciendo.
Como a la semana, mientras me encontraba sola en casa, estaba comenzando a sentirme triste, como en otras muchas ocasiones, cuando al asomarme a la ventana de nuestro dormitorio, vi que el jardinero había llegado y comenzado a trabajar en el patio trasero como de costumbre. Nada más de verlo, mi corazón comenzó a latir fuertemente, y no es que sintiera nada especial por él. Pero de sobra sabía que mi marido se encontraba en su oficina, y que no regresaría hasta ya entrada la noche.
Don Eduardo es un hombre cincuentón, alto fornido, algo barrigón, velludo como un oso, y medio calvo, en definitiva no es nada bonito. Mientras lo observaba discretamente por la ventana, me acordé que en más de una ocasión, Eduardo me había hecho sentir algo incomoda por su manera de mirarme. Ya que prácticamente sentía que me desnudaba con su mirada, pero sin atreverse a decirme nada, ni faltarme el respeto.
Así que me quité la ropa que ya me había puesto, y me puse únicamente una corta bata de dormir semitransparente, me despeine, y bajé a la cocina, la que se comunica con el patio trasero, por medio de un gran ventanal corredizo. Yo actué como si recién me terminara de levantar de la cama, y me encontrase sola en casa, es decir, ni tan siquiera cerré mi bata, y apenas llegué a la cocina, me puse a preparar algo de café, como si me dispusiera a desayunar.
Casi de inmediato sentí la presencia de Eduardo, que desde el patio me observaba, boquiabierto. Desde luego que sentí sus ojos clavados sobre todo mi cuerpo, fue cuando me di vuelta de repente, haciéndome la sorprendida al verlo, lo invité a que pasara a la cocina. Actuando de manera completamente despistada, hasta le ofrecí una taza de café, sin tan siquiera cerrarme la bata, aunque realmente de haberlo hecho, el jardinero hubiera seguido viendo mi cuerpo desnudo bajo la transparente tela.
A Eduardo parecían que los ojos se le saldrían de sus orbitas, era tan evidente su manera de mirarme, que haciéndome la tonta, le dije de manera indiscreta. Hay disculpe Eduardo, al parecer se me soltó el lazo de la bata mientras preparaba el café, y como mi marido no se encuentra en casa, no me molesté en cerrarla, y tras cerrar la bata seductoramente, continué sirviéndole el café. Era indudable que el jardinero se encontraba impresionado, y apenas se tragó su taza de café, salí al patio tal y como me encontraba. Donde la luz del día permitía aun más que se transparentase todo mi cuerpo bajo la fina tela de mi bata de dormir.
En ese instante ya estaba bien segura de que el jardinero no saldría de casa, sin por lo menos echarme un buen polvo antes, por lo que se me ocurrió, provocarlo ligeramente. Así que dándole la espalda, manteniendo mis piernas ligeramente separadas, incliné mi torso hacía el frente mientras que con una de mis manos removí unas cuantas flores, en consecuencia inmediata dejé ante sus sorprendidos ojos, gran parte de mi coño y culo. Al tiempo que comencé a decirle, de manera sensualmente seductora. Eduardo, me podría usted hacer el favor de sembrar un buen nabo, en medio esta pequeña parcela.
No bien yo había terminado de decir esas palabras en el tono y manera en que lo hice, que sentí las ásperas y gruesas manos de Eduardo agarrándome fuerte y firmemente por mi cintura. Casi de inmediato sentí como salvajemente me enterró prácticamente de un solo viaje, todo su miembro, dentro de mi coño. Apenas comencé a sentir que mi coño era penetrado de manera tan brutal, no pude menos que dejar escapar un grito mezcla de dolor y placer.
Por un corto momento permanecimos de pie, para finalmente quedar los dos tirados sobre la tierra del jardín, las gruesas manos de Eduardo, acariciaban todo mi cuerpo, al tiempo que continuaba clavándome fuertemente su verga dentro de mi mojado coño, y diciéndome. Ya sabía yo Mora que algún día me la cogería. Mientras que yo sin dejar de mover mis caderas comencé a pedirle que me diera más y más duro.
En cierto momento en que Eduardo me hizo cambiar de posición me terminó de arrancar la pequeña bata de dormir que yo tenía puesta, dejándome completamente desnuda entre sus fuertes brazos. Así estuve disfrutando de ser clavada por ese troglodita, sin importarme quien nos pudiera llegar a ver. Hasta que él finalmente me abrazó con fuerza y se detuvo para derramar toda su leche dentro de mi coño. Al tiempo que yo disfruté de un tremendo orgasmo, nada más de pensar que alguien nos pudiera haber visto.
Ese día lo pasé como un en sueño, tan es así que ni tan siquiera me cambie de ropa, ya que después de que Eduardo se marchó, me volví a poner la corta bata de dormir, toda manchada de tierra por las manos de Eduardo. Cuando salí del baño después de lavarme el coño, me volví a poner la misma bata, y cuando mi marido llegó en la noche y me vio con ella puesta, me preguntó que había hecho todo el día, le dije pero sin entrar en detalles que había estado en el jardín, en compañía del jardinero. El eso pareció no darle importancia, por lo que comencé a pensar que mi esposo tenía que sospechar algo de lo que hice, o por lo menos imaginárselo.
Después de esa tarde, mis relaciones con Eduardo se hicieron unas muy salvajes. Al punto que en ocasiones hasta me ha dado divinamente por el culo, cosa que a mi marido nunca de seguro se le llegaría a ocurrir, y que por no faltarme el respeto. De igual manera, voluntariamente también me ha puesto a mamar su verga, dejando todo mi rostro y cuerpo bañado con su semen.
Pero a raíz de mis encuentro en el patio con Eduardo, uno de nuestros vecino se me acercó un día, en que yo tomaba el sol tendida en nuestro patio, y sin mucho rodeo me dijo. Mora la otra tarde la vi revolcándose desnuda con el jardinero, en el medio del patio. Después de lo cual se quedó callado, como pensando qué continuar diciéndome, cuando yo sin perder el tiempo le dije. Y ahora quieres que yo me acueste contigo, o prefieres irle con el chisme a mi esposo.
Nuestro vecino atravesó la pequeña puerta de alambres, que divide nuestras propiedades, y me preguntó ¿Qué es lo que tú prefieres? Y sin decirle ni una sola palabra, tras sentarme en la tumbona donde tomaba el sol, llevé mis manos a su cremallera, se la bajé y rápidamente extraje su miembro, para de inmediato llevármelo a la boca, y dedicarme a mamárselo. Pienso yo que se encontraba a punto de venirse dentro de mi boca, cuando me detuvo diciéndome. Me gustaría comerte el culo. Y sin más ni más, me recosté boca abajo, nuevamente en la tumbona, al tiempo que me despojé de la parte inferior de mi biquini, diciéndole. Ok, pero la próxima vez te toca a ti, ponerte a mamar mi coño.
De inmediato sentí sus ensalivados dedos, acariciando mi esfínter, y a los pocos segundos, como su verga se abría paso dentro de mi apretado culito. Esa noche cuando Tomás regresó a casa, me comentó que se había encontrado con Ignacio nuestro vecino, y que este le comentó que habíamos pasado un grato agradable, mientras que yo tomaba el sol. Lo que por lo visto a mi esposo no le incomodó. Pero a mí sí, ya que me puse a pensar que él debía tener alguna amante dentro o fuera de la empresa, y por esa razón no me ponía atención alguna a mí.
Así que contraté un detective, únicamente para que me dijera, que mi marido era todo un adicto al trabajo, y hasta me comentó que una de las secretarias, había tratado inútilmente de metérsele por los ojos, y él simplemente ni cuenta se dio de eso, pero al poco tiempo la secretaria terminó siendo la amante de uno de los socios de mi esposo.
Cuando el detective me entregó el informe, yo me encontraba en su oficina, y tras pagarle con un cheque. Se me ocurrió disfrutar de un momento de esparcimiento, así que sentada frente a su escritorio, simplemente me bastó abrir descaradamente las piernas, para que él actuase de inmediato. Hoy en día he desarrollado más de una manera de indicarles a los hombres, y a una que otra mujer, que me encuentro disponible en ese preciso momento, y no en otro.
Mis deslices, como dice una amiga intima mía, como ya les dije, pensé que mi marido estaba al tanto de ellos, hoy sé que puedo estar prácticamente acostada con otro hombre a su lado, y el pobre de Tomás ni cuenta se da, lo digo porque en una ocasión mientras nos encontrábamos en nuestra finca, estaba en los establos, dentro de una de las caballerizas, tirada sobre la paja, dejando que dos de los peones me clavasen sus vergas, cuando apareció mi marido. Tomás pasó a unos pasos de donde nos encontrábamos los peones y yo completamente desnudos, y ni tan siquiera se dio cuenta de que toda mi ropa y las de esos dos hombres estaba regada por casi toda la cuadra. Esa tarde entre los dos me clavaron tanto por el coño como por el culo al mismo tiempo, haciéndome la mujer más feliz del mundo en esos momentos.
Es más cuando regresé a la casa de la finca, estaba satisfechamente cansada, toda sudada, y hedionda a sexo. Cuando mi marido me preguntó que había estado haciendo, le dije que probando unos semental, se quedó como si nada, y continuó leyendo sus papeles.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513555 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 299796 veces
Si te ha gustado Juraría que mi marido, se había dado cuenta… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Juraría que mi marido, se había dado cuenta….
Narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
luisrojo
(4 de January de 2011 a las 02:52) dice:
una gran paja para ti a tu salud! gran relato! lobocalientee
(31 de January de 2011 a las 22:07) dice:
MAMI ME PUSISTE A MIL SI SIGUES CON DESEOS YO TE LOS QUITO VAMOS A GOZAR MUY BUEN RELATO pedro231
(30 de December de 2010 a las 06:58) dice:
a si me gustan pedro231
(30 de December de 2010 a las 06:57) dice:
puta torcacho
(27 de July de 2011 a las 04:18) dice:
que rico relato,da gusto leer algo tan cachondo,pero eres una reverenda puta, continua desfrutando el sexo de esa manera la guera sabrosa
(19 de December de 2010 a las 19:39) dice:
vaya que te gusta follar rico me gustaria ver una foto tuya katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:31) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF FRANKLIN
(1 de January de 2011 a las 01:53) dice:
HOLA AMOR DEJAME FELICITARTE POR TU RELATO Y POR DISFRUTAR DEL SEXO PLENAMENTE COMO LO HACES ME GUSTARIA CONOCERTE OJALA PUDIERA SABER TU CORREO SOY DE VENEZUELA Y MI CORREO ES LOSESPOSOSSW@HOTMAIL.COM
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