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Karina

Relato enviado por : Micifuz6 el 05/11/2005. Lecturas: 9931

etiquetas relato Karina .
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Resumen
Historia del despertar sexual de una jovencita y su desenfreno al conocer a un maduro amante mucho mayor que ella.


Relato
Los secretos de Karina

El despertar sexual de Karina fue bastante temprano. Todavía era una chiquilla impuber y la chiquilla ya había descubierto, con asombro y cierta excitación, lo que hacían las personas adultas y que a veces llamaban hacer el amor, coger, fornicar o parchar, como decían los chiquillos pelados de la calle. A la chamaca le inquietaba y le causaba celos ver que su hermana mayor ya tuviera novio, sobre todo cuando el chico iba a visitar a su hermana en casa y era enviada inmediatamente a su cuarto a dormir. Karina obedecía maldiciendo entre dientes y azotando la puerta de su recámara se resignaba a no poder ver como terminaba su programa favorito en la tele.

--"¿Por qué se comportaba así su hermana Luz?, ¿qué hacían ellos a solas en la sala de la casa?, ¿por qué no podía estar ella presente mientras la pareja platicaba?, bueno... si sólo platicaban", pensaba Karina y buscando respuestas a sus interrogantes desobedeció por primera vez la orden de no salir de su cuarto. En silencio, sigilosa llegó hasta las cortinas que separaban la sala del comedor, entonces escuchó algunas voces apagadas, más bien gemidos, era su hermana, parecía quejarse.

Oir aquello la sobresaltó y temblando de emoción se asomó entre las cortinas y lo que descubrió la dejó de una pieza, su hermana y su novio estaban parcialmente desnudos, ambos acostados sobre el sofá, el chico sobre su hermana acostado entre las piernas abiertas de la chica. Pero algo hacían, los dos se movían con furia y sus vientres chocaban acompasadamente, los quejidos de Luz parecían intensificarse, su novio algo le metía entre las piernas, ahí donde sólo se veía una abundante mata de pelos ensortijados.

Con aliento contenido la chiquilla siguió cada una de las arremetidas y sus dudas sobre qué era aquello quedaron despejadas cuando el novio se levantó un poco más de la cuenta y algo largo y grueso salió de la pepita de su hermana y volvió a sepultarse en seguida, la pareja siguió con aquellos extraños ejercicios hasta que de pronto ambos se quedaron quietos, todavía íntimamente unidos, las piernas de Luz entrelazando la cintura desnuda de su novio. Y cuando se separaron y aquel palo salió del sexo de Luz algo le escurría y la entrepierna de su hermana estaba muy abierta, tremendamente abierta, mojada, escurriendo algo blanquecino. Tuvo que retirarse de inmediato, pues su hermana se había levantado del sillón y se dirigía al baño.

Ya en su cuarto Karina recuperó la respiración y el temblor que invadía su cuerpo fue desapareciendo. Pero ¿qué había sido aquello?, ¿qué estaban haciendo aquellos?, ¿por qué su hermana se quejaba si su rostro reflejaba dicha y felicidad?, ¿por dónde le había metido el hombre aquel su largo y grueso palote?, ¿por qué su hermana tenía su pepa tan llena de pelos y por qué estaba así, tan grande y abierta?, se preguntaba una y otra vez la chiquilla, ella no tenía pelos y su rajita estaba tan chiquita, apenas era una pequeñita pepita por donde se hacía pis, pero ahora sabía que no sólo servía para eso, sino que también las mujeres grandes la utilizaban para otras cosas, además las pepitas crecían, se hacían grandes y se llenaban de vellos.

II

Aquella noche Karina sufrió para conciliar el sueño, las escenas de su hermana cogiendo con su novio volvían una y otra vez a su mente. A la mañana siguiente al bañarse trató de averiguar si ella también tendría algún agujerito similar al de su hermana, por donde el chico le había metido su pajarote. Puso un pie sobre la bañera y abrió las piernas, con sus manos jaló los labiecitos de su rajita, lo que vio la defraudó, no miró por donde podría entrar el pájaro.

Entonces utilizó un espejo. Sentada en la taza de baño se abrió de piernas y sosteniendo con una mano el espejo con la otra se abrió la pepa, miró aquella carne sonrosada y dos diminutos pedazos de carnita, más pequeños, como otros labios extras que se unían ahí donde nacía la rajadita. Más abajo la carne parecía unirse y formar algo así como la entrada de un canalito.

Ese descubrimiento llenó de emoción a la niña, no se atrevía a poner el dedo ahí, sintió remordimientos, pero también se sentía emocionada. Apenas puso la punta del dedo medio en la entrada y sintió dolor, una dolorosa punzada le llegó de repente, pero también sintió otras cosas, como cosquillas. También sintió rico, más cuando el dedito recorrió su rajita y tocó algo que estaba escondido bajo esos pequeños labiecitos. Era un botoncito, algo durito que al tocarlo le producía ricas sensaciones. Así descubrió Karina los placeres que escondía su pepita. A partir de entonces la chiquilla se tocaba la panochita, por las noches o a la hora del baño. Más cuando el novio de Luz iba a visitarla y ella con aliento contenido miraba como la pareja repetía una y otra vez sus amorosos ejercicios.

Así descubrió Karina que hacer el amor implicaba numerosas posiciones, caricias y acciones. A veces Luz se ponía de espaldas a su novio y él le sepultaba el garrote por atrás, entre las nalgas, otras el apasionado muchacho le besaba por largo rato la pucha peluda a la muchacha, otras era ella quien se metía en la boca todo ese largo garrote hasta hacerlo escupir esa cosa blanca y viscosa. Todas esas visiones provocaban una furiosa excitación que Karina trataba de apagar bajo las sábanas.

III

Karina siguió con sus exploraciones en el baño. Ahora ya podía introducir medio dedo en su cuevita sin sentir dolor y meter y sacar el dedito la llenaba de sabrosas sensaciones. Pero había más cambios, aquella carnita que parecía sobrarle a su rajita se estaba haciendo más grande y sobre todo más carnosa, los labios menores le estaban creciendo, algo le estaba ocurriendo a su cuerpo, además su conejito se estaba haciendo más gordito, como un curioso montecito de carne, curvado. Semanas después su puchita se empezó a llenar de pelucita, una delicada e incipiente mata de delgados vellitos empezó a cubrir su gatita, además sus tetitas empezaron a alzar su vuelo, ya no tenía el pecho plano como un muchacho, no, ahora las chichitas pequeñas como dos limoncitos estaban creciendo y llenándose de carne y cuando tuvo por fin su primera regla Karina confirmó que se estaba convirtiendo en mujer.

Gracias a la escuela Karina tuvo una mejor idea de lo que le estaba ocurriendo y también supo de los riesgos que tenía hacer aquello que hacía su hermana con su novio. Luz quedó embarazada, el escándalo familiar y el tremendo conflicto generado la llenaron de temores, que aumentaron cuando supo que su hermanita había sido obligada a abortar, pues el novio no había aceptado casarse con ella.

Sin embargo Karina se sentía feliz al comprobar que cualquier mujer por si sola tenía en sus manos fuentes inagotables de placer. Sus ejercicios masturbatorios se hicieron refinados, su cuerpo estaba madurando, y su sexo también, ahora ya podía introducirse fácilmente todo un dedo y al moverlo dentro de vagina le llegaban indescriptibles sensaciones que luego supo se llamaban orgasmos. Sobre todo si a la vez de mover el dedo dentro de su apretado canalito, frotaba con otro dedo su botoncito del amor, entonces el placer era indescriptible, así podía venirse dos, tres o más veces.

Al cumplir los 17 Karina comprobó que de su pepita sólo quedaba el nombre, al revisarse con un espejo descubrió cuanto había cambiado su gatita, ahora los labios menores sobresalían de su raja. Los mayores eran gruesos, muy carnosos y los otros labios de tanto frotarselos, pensaba ella, ahora eran dos grandes extensiones de pellejos, que al jalarlos a los lados de su panocha formaban algo así como las alas de una mariposa, y sobre todo cuando se venía a veces expulsaba un líquido sumamente oloroso y blanquecino.

Cuando por fin se atrevió a tener novio, comprobó que las caricias masculinas intensificaban el placer que a solas ella se procuraba. Supo lo que significaba fajar o echar caldo, como decían sus amigas de la escuela. Cuando su noviecito la besaba hasta casi quitarle el aliento y era abrazada con fuerza por aquel muchacho sintió en su entrepierna como algo duro y grande se escondía bajo el pantalón y al refregarse contra eso, su pepita palpitaba y toda ella se sentía arder por dentro, pero el recuerdo de lo ocurrido con su hermana la llenaba de temores, por eso los fajes con su novio nunca pasaron de agarradas de tetas, besos interminables de lengua y apretarse contra aquel palote duro que nunca se atrevió a tocar, a pesar de que su pareja muchas veces se lo pidió.

IV

Ya casi cumplía los 19, cuando Karina sintió que ya era hora de probar, de sentir dentro de ella el delicioso trajinar de la verga erecta de un hombre. Si, masturbarse era riquísimo, pero luego de casi matarse a puro dedo, siempre sentía que le faltaba algo más, suponía que hacer el amor plenamente, entregarse a un hombre era mucho más gratificante que meterse los dedos hasta acabar agotaba de tantos orgasmos.

Pero su carácter retraído y los falsos temores al embarazo, que ella misma había generado en su mente, la bloqueaban tanto que cuando algún chico se le declaraba, al poco tiempo lo terminaba por miedo a que los escarceos amorosos terminaran en la cama, como suponía terminaban todas las parejas que se desean. Claro que ella no era fea, los piropos atrevidos de algunos chicos de la calle la hacían sonrojar, entonces algo empezó a molestarle. Escuchar a su paso el clásico "adiós mamacita" era diferente a "ay chiquita te lo mamo como lo traigas". Aquello la ofendía.

Particularmente el viejo aquel, que atendía una verdulería donde a veces tenía que comprar frutas y legumbres. La molestaba que le dijera cosas como "hola Karina, estás como para metertela toda la noche", "mamacita que ricas nalgas tienes, ¿cómo quisiera meterte la verga por el chiquito", "humm, chiquita tienes unas tetas tan ricas!, que te las mamaría durante horas", "tu boca es tan sabrosa que me sobran ganas para meterte la pinga hasta que me sacaras todos los mocos". Siempre era lo mismo, por ello terminó por no volver a comprar en esa tienda, pero como esa verdulería le quedaba de paso al mercado siempre estaba aquel hombre, como esperandola para decirle esas vulgares palabras.

Sin embargo, cada que aquel hombre le decía todo eso Karina primero sentía coraje y vergüenza, pero después ya bajo las sábanas acordarse de aquellos vulgares piropos le calentaban tanto la pucha que mientras metía y sacaba sus dedos de la vagina, casi podía escuchar aquellos "quiero meterte toda mi verga", "te mamaría la puchita hasta que gritaras de placer". ¿Sería posible que las palabrotas de ese viejo la calentarán?, pero ¿cómo?, si aquel hombre de más de 50 años podría ser su padre, no, definitivamente eso debe terminar, se dijo una noche Karina.

Decidida enfrentó al día siguiente al impertinente hombre: "mire don Carlos, yo no le he dado motivo para que me diga de groserías, le voy a pedir que deje de hacerlo, de lo contrario lo voy a denunciar a la policía".

El hombre sorprendido por la reacción de la hermosa joven, apenas se repuso le contestó: "tienes razón Karina, disculpame, no volveré a decirte cosas, perdoname, pero quiero que seamos amigos, no te molestaré si te niegas, pero al menos dejame borrar esa mala imagen que tienes de mi".

A partir de entonces las cosas cambiaron, el tal Don Carlos se convirtió en una dulzura de hombre, siempre atento, respetuoso, pero Karina sabía que la mirada de don Carlos la recorría al menor descuido de ella, sobre todo cuando se volteaba, casi podía sentir sobre sus redondas nalgas la miraba lasciva del sujeto. Empero aquello le gustaba, la excitaba sentirse deseada por ese vejete, se decía. Por ello cuando iba de compras a ese lugar prefería llevar la más pequeña de sus minifaldas y lucirse ante él. Detenerse por largo tiempo escogiendo agachada la mejor de las lechugas y sentir que el hombre se recreaba mirándole las piernas y casi las nalgas, hacía que su gatita empezara a mojarse y cuando salía del negocio contoneando las caderas percibía su entrepierna chorreando y ardiendo.

Aquellos juegos duraron varias semanas, hasta que el pobre hombre protestó: "mira Karina, he tratado de portarme bien contigo, ya nunca te he dicho cosas, pero esa forma en que te vistes cuando vienes a comprar aquí me hace sufrir, perdoname, pero o dejas de usar esos vestiditos o mejor vete a comprar a otro lado, ya no quiero que me hagas eso, me dejas como no sabes. De lo contrario voy a pedirte que me dejes hacerte el amor".

Tratándose de recuperar de aquella inusual declaración la chiquilla se encaminó a la salida del negocio, pero cuando ya se disponía a irse para su casa, casi se sorprendió cuando regresando sobre sus pasos le dijo al hombre: "oiga Don Carlos ¿a qué horas cierra?".

--"A las seis de la tarde, ya sabes Karina chula". "Bueno", fue lo único que dijo ella.

V

Cuando Karina llegó a su casa estaba decidida, le daría las nalgas a Don Carlos. De solo pensarlo la pucha le escurría. Cerca de las seis de la tarde fue a su recámara y se quitó los calzones, se perfumó un poco y pasó sobre su cabellera el cepillo, ¡ah!, sacó del buró unos condones, regalo de su hermana y se dirigió a la verdulería.

Don Carlos se sorprendió al verla entrar, ella lo encontró barriendo el negocio antes de cerrar, como si nada Karina le soltó: "bueno Carlos he venido a comprobar si eres capaz de hacerme todo eso que me dices, anda cierra la cortina".

El hombre tardó varios segundos en reaccionar, pero cuando pudo corriendo fue hacia la cortina metálica y de un solo jalón la cerró. Cuando volteó a mirar a Karina la encontró semi acostada de bruces sobre los costales de papas.

Por fin Karina hizo realidad sus fantasías, sintió cuando el hombre aquel se arrodilló detrás de ella, como si lo hiciera ante el altar de un santo, sintió como con delicadeza le alzó la falda y su sorpresa al comprobar que ella no traía pantaletas.

Como en sueños la mujer sintió en las nalgas la gruesa textura de esas manos de hombre, rudas --llenas de callos por el arduo trabajo-- acariciando los mofletes carnosos con tal ternura que parecía más un acto religioso que pura calentura sexual. Aquellas manos abrieron los cachetes de las nalgas y se sintió expuesta, ahora toda su intimidad estaba ante él. Los labios carnosos de Carlos se prendieron de sus nalgas en caricias delicadas, en besos succionantes, y cuando la lengua aquella la recorrió entera, por el íntimo valle, desde la pucha hasta el fin de las nalgas casi gritó de placer.

Carlos la mantenía abierta al máximo, amasando sus nalgas con fuerza, pero a la vez con ternura, mientras que sus labios y lengua le hacían estragos en su pucha, se sintió escurrir, su panocha creció y se distendió, hasta podía sentir dentro de su vagina la ágil lengua del hombre, llevándola al clímax. En ese momento ya no pudo más, lo pidió, suplicó: "ya..., ya..., por favor méteme la verga, la quiero, dame tu palo".

Al momento siguiente Karina sintió en la entrada de su vagina la gruesa protuberancia del erecto miembro y un instante después su pucha se llenó de carne ajena. Algo largo, duro y grueso la penetró de tal forma que gimió de dolor, pero al mismo tiempo de placer. Y cuando Carlos aferrado con sus manos a las nalgas de Karina empezó a meter y sacar con furia loca el largo miembro, ella sintió venir sobre de si el más increíble y maravilloso orgasmo de toda su vida. Se vino y se siguió viniendo mientras el hombre continuaba taladrándola con furia y pasión incontrolable.

De lo que siguió Karina conserva pedazos de recuerdos. Comprobó después que nunca utilizó con Carlos los condones que había llevado como protección. Como en trozos de película Karina rememoró haberle mamado la verga a ese hombre hasta que éste escupió sobre su rostro su semen. Semen que ella, lujuriosa, recogió ansiosamente con sus labios y lengua del goteante miembro.

Recordó Karina haberse puesto sobre la tarima que servía para atender a los clientes, con las piernas muy abiertas, mientras que su amante no se cansaba de mamarle la distendida pucha, así se vino no supo cuantas veces, sólo recordaba haber gritado, fuerte, con ganas, pidiendo más "papito chulo, así, papaíto querido, chupame toda, tu lengua, la quiero toda...".

Y cuando, horas después, ya en su cama trataba de recuperarse de tan intensa cogida, su adolorido ano le recordó cómo ella solita se abrió las nalgas para suplicar que el hombre la penetrara por el culo, para luego de intensas y furiosas embestidas del miembro sentir en su intestino el espasmódico palpitar de la verga inyectandole de mocos el cuerpo, en tanto que su pucha transmitía olas de interminable placer a todo su cuerpo.

VI

A la mañana siguiente la fatiga y la culpa hicieron que Karina no se levantara de la cama. Le dolía todo el cuerpo, las tetas doloridas, las piernas también y sobre todo la vagina y el ano. Pero a medio día la providencial llegada de la regla la tranquilizó, al menos no estaba embarazada del viejo ese. Fue ese el pretexto para que su madre la dejara en paz.

Pero la vergüenza era otra cosa, durante días no fue a comprar a la tienda de don Carlos. Fue él quien la buscó. Por teléfono le preguntó cómo estaba, quería volver a verla, ella se negó, pero a la semana siguiente ahí estaba de nuevo suplicándole "anda papito méteme la verga".

Eso duró seis meses, durante los cuales los rumores llegaron a la madre de Karina: "la chiquilla a veces se mete a la verdulería de don Carlos y ya sale bastante tarde, ¿quién sabe qué harán?". Su madre le reclamó, Karina no supo que decir, sólo lloró.

Apuradamente lo que quedaba de la familia de Karina buscó una salida decente: mandar a la chiquilla a estudiar fuera del país, aprovechando que unos familiares lejanos ya estaban establecidos en EU. Karina se resignó a perder la fuente de todas sus fantasías sexuales.

Un año después Karina regresó a México sólo para casarse. Había enganchado a un gringo para que se casaran. Y cuando antes de su noche de bodas Karina abría los regalos, descubrió que Carlos le había mandado algo especial: un completo ajuar de noche de bodas: bata, medias, tanga y brasier de color negro, todo de lo más excitante.

Pensando en su amado Carlos se puso aquella ropa para su primer encuentro amoroso con su esposo y cuando el gringo la penetraba ansiosamente tratando de llegar torpemente a su propio orgasmo, Karina estaba entre nubes recordando las intensas cogidas de su maduro amante mexicano.

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Si te ha gustado Karina vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:12) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:48) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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