Tengo que decir que lo que voy a contar, sucedió realmente. Yo hoy tengo 37 años, y me he decidido a contarlo, porque creo que nadie se molestará, sobre todo la protagonista, junto conmigo, de esta historia, ya que lamentablemente murió hace algunos años. Por esa razón, omito nombres.
Todo comenzó cuando yo tenía 18 años. Por aquel entonces, yo estaba experimentando ese fuego que sólo se siente al amanecer de la adolescencia. Ella era amiga de la familia, de unos 36 años, más bien baja, 1.55 cm, con unos pechos que a mí me volvían locos, grandes y hacia adelante, y un buen culo. De cara no era muy agraciada, pero sí muy pícara. Tengo que decir que lo que sucedió, no fue por iniciativa de ella, sino más bien por mi terca insistencia.
El hecho fue que con motivo de las fiestas patronales de mi pueblo, ella se desplazó desde su ciudad, hasta mi casa con la idea de pasar unos días con nosotros. Su habitación estaba junto a la mía, y la utilizamos normalmente como cuarto para ver la televisión. Por ese motivo, por las noches yo permanecía en su habitación un rato, viendo la TV., mientras ella acostada, me acompañaba. En los primeros días, yo me excitaba muchísimo viendo su enorme sujetador, colgando de un lado de la silla de la habitación, y ella me lo notaba, pues yo estaba en pijama, y ya se sabe.
Yo aprovechaba cuando se iba al baño para oler su ropa interior, ese aroma que dejaban sus tetas en el sujetador, esas minúsculas bragas, (en esos días no se usaban por aquí los tangas, como ahora). Luego le hablaba de que me gustaría follarla, y ella una y otra vez me decía qué era lo que veía en ella, que yo tenía unas cuantas primas muy buenas, algo mayores que yo, no mucho, que seguramente estarían encantadas de follar conmigo. Yo la verdad, lo veía difícil, y además se me caería la cara de la vergüenza, si me rechazaban, así que lo más seguro, y rápido para mí era seguir insistiendo.
Una noche me dijo si quería ver la TV. desde su cama, así que me senté al borde, apoyando mi espalda en el cabecero. Al rato, ella al ver mi pene tieso, me dijo si sabía como aliviarlo, y yo le dije que no. Entonces me bajó un poco el pantalón del pijama, y comenzó a acariciar mi pene. Yo sentí un escalofrío en la espalda, que era nuevo para mí. Siguió con sus caricias, cada vez más rápidas, hasta que en unos minutos, tuve mi primera corrida, la cual fue a parar toda en sus manos. Esa noche dormí como un recién nacido.
Seguimos con esa práctica unos dos días más, hasta que una noche, insistí en metérsela por la vagina, a lo cual ella, después de tanto insistir, accedió. Yo creo que esa vez no llegué a metérsela, pues nada más estar encima de ella, chupando sus enormes tetas, y el roce de mi pene, con los pelos de su pubis, me corrí como nunca. Como la experiencia fue muy corta, acordamos repetirla al día siguiente, ya que mis padres irían al baile de las fiestas, y yo podría estar toda la noche en la cama con ella.
Durante el día siguiente, ella se cruzaba conmigo por los pasillos de casa, o se hacía la encontradiza, y levantándose la falda, me dejaba ver unas bragas minúsculas, que dejaban salir los pelos del pubis por todos lados. También, y cuando mis padres se iban a trabajar, se quitaba el sostén, y caminaba por la casa solo con una camiseta larga, que le llegaba un poco más abajo del culo, con lo que yo fácilmente notaba la figura de sus pechos balanceándose dentro de su camisa. Todo eso me ponía de lo más cachondo, pero ella me tenía prohibido masturbarme hasta la noche.
La noche siguiente, la tengo grabada a fuego en mi mente. Después de cenar, mi hermana pequeña se fue a dormir, por lo que yo me metí enseguida en la cama con “la amiga de la familia”. Totalmente desnudos comencé a chupar sus tetas, y con una mano, acariciaba su vagina, intentando con sus indicaciones, tocarle el clítoris. Ella mientras comenzó a masturbarme muy suavemente. Su intención no era otra que hacerme correr, para que luego pudiera completar mi penetración vaginal. Así fue.
Después de correrme sobre ella, y aún con el pene tieso, ella me guió hasta la entrada de su vagina, que aunque sólo la había tocado muy levemente con mis dedos, se encontraba bastante mojada. El pene, que por aquel entonces ya lo tenía más o menos del tamaño actual, unos 16 cm., se introdujo en ella con una suavidad increíble.
Me estuve moviendo sobre ella al principio muy rápido, hasta que ella me dijo que me calmara, que sino me iba a correr demasiado pronto. Ella gemía, primero muy calladamente, para ir subiendo de tono poco a poco, hasta que me corrí en su interior, aún recuerdo esa corrida.
Ella que tenía sus piernas cruzadas sobre mí, se desplomó, y yo sobre ella. Después de descansar no sé por cuanto tiempo, me dijo que me pusiera boca arriba, poniéndose ella sobre mí. Al instante ya tenía mi pene erecto, y ella se lo introdujo nuevamente en su vagina, iniciando unos movimientos pélvicos, que me excitaron increíblemente.
Yo mientras tanto le agarraba las tetas, chupándoselas con desespero. Ya cuando estaba a punto de mi tercera corrida, y habiendo tenido ella un nuevo orgasmo, se sacó mi pene, poniéndolo entre sus pechos, haciendo lo que se conoce como una “cubana”, terminando yo por chorrear de semen sus tetas y cara.
Por increíble que parezca, después de todo un día de aguantar sus provocaciones, todavía me quedaron ganas de otro, y ella me dijo de probar a cuatro patas, así que me puse detrás de ella, y fue ella la que la introdujo en su “chocho”. La agarré por la cintura y comencé un mete y saca muy lento, gozando cada centímetro de su vagina.
No sé por qué, pero esa postura me excita mucho más que las anteriores. Entonces le dije de cambiar porque me iba a correr muy fácil, así que esta vez, se sacó mi pene y lo empezó a lamer, hasta metérselo todo en la boca, mientras me acariciaba los huevos.
Estuvimos así como 5 minutos, girándose poco a poco hasta que tuve su vagina junto a mi cara.
Me dijo, “chúpamela”, y fui directamente al asunto, comenzando primero con la punta de la lengua, hasta acabar por meterla toda en su vagina, chupando sus jugos. Ella se retorcía con mi pene en su boca, y eso me ponía a tope, hasta que ambos terminamos por tener una corrida monumental.
Ya casi de madrugada, me volví a mi cama, quedándome el mejor recuerdo de mi iniciación sexual con la “amiga de la Familia”.
Relato
Tengo que decir que lo que voy a contar, sucedió realmente. Yo hoy tengo 37 años, y me he decidido a contarlo, porque creo que nadie se molestará, sobre todo la protagonista, junto conmigo, de esta historia, ya que lamentablemente murió hace algunos años. Por esa razón, omito nombres.
Todo comenzó cuando yo tenía 18 años. Por aquel entonces, yo estaba experimentando ese fuego que sólo se siente al amanecer de la adolescencia. Ella era amiga de la familia, de unos 36 años, más bien baja, 1.55 cm, con unos pechos que a mí me volvían locos, grandes y hacia adelante, y un buen culo. De cara no era muy agraciada, pero sí muy pícara. Tengo que decir que lo que sucedió, no fue por iniciativa de ella, sino más bien por mi terca insistencia.
El hecho fue que con motivo de las fiestas patronales de mi pueblo, ella se desplazó desde su ciudad, hasta mi casa con la idea de pasar unos días con nosotros. Su habitación estaba junto a la mía, y la utilizamos normalmente como cuarto para ver la televisión. Por ese motivo, por las noches yo permanecía en su habitación un rato, viendo la TV., mientras ella acostada, me acompañaba. En los primeros días, yo me excitaba muchísimo viendo su enorme sujetador, colgando de un lado de la silla de la habitación, y ella me lo notaba, pues yo estaba en pijama, y ya se sabe.
Yo aprovechaba cuando se iba al baño para oler su ropa interior, ese aroma que dejaban sus tetas en el sujetador, esas minúsculas bragas, (en esos días no se usaban por aquí los tangas, como ahora). Luego le hablaba de que me gustaría follarla, y ella una y otra vez me decía qué era lo que veía en ella, que yo tenía unas cuantas primas muy buenas, algo mayores que yo, no mucho, que seguramente estarían encantadas de follar conmigo. Yo la verdad, lo veía difícil, y además se me caería la cara de la vergüenza, si me rechazaban, así que lo más seguro, y rápido para mí era seguir insistiendo.
Una noche me dijo si quería ver la TV. desde su cama, así que me senté al borde, apoyando mi espalda en el cabecero. Al rato, ella al ver mi pene tieso, me dijo si sabía como aliviarlo, y yo le dije que no. Entonces me bajó un poco el pantalón del pijama, y comenzó a acariciar mi pene. Yo sentí un escalofrío en la espalda, que era nuevo para mí. Siguió con sus caricias, cada vez más rápidas, hasta que en unos minutos, tuve mi primera corrida, la cual fue a parar toda en sus manos. Esa noche dormí como un recién nacido.
Seguimos con esa práctica unos dos días más, hasta que una noche, insistí en metérsela por la vagina, a lo cual ella, después de tanto insistir, accedió. Yo creo que esa vez no llegué a metérsela, pues nada más estar encima de ella, chupando sus enormes tetas, y el roce de mi pene, con los pelos de su pubis, me corrí como nunca. Como la experiencia fue muy corta, acordamos repetirla al día siguiente, ya que mis padres irían al baile de las fiestas, y yo podría estar toda la noche en la cama con ella.
Durante el día siguiente, ella se cruzaba conmigo por los pasillos de casa, o se hacía la encontradiza, y levantándose la falda, me dejaba ver unas bragas minúsculas, que dejaban salir los pelos del pubis por todos lados. También, y cuando mis padres se iban a trabajar, se quitaba el sostén, y caminaba por la casa solo con una camiseta larga, que le llegaba un poco más abajo del culo, con lo que yo fácilmente notaba la figura de sus pechos balanceándose dentro de su camisa. Todo eso me ponía de lo más cachondo, pero ella me tenía prohibido masturbarme hasta la noche.
La noche siguiente, la tengo grabada a fuego en mi mente. Después de cenar, mi hermana pequeña se fue a dormir, por lo que yo me metí enseguida en la cama con “la amiga de la familia”. Totalmente desnudos comencé a chupar sus tetas, y con una mano, acariciaba su vagina, intentando con sus indicaciones, tocarle el clítoris. Ella mientras comenzó a masturbarme muy suavemente. Su intención no era otra que hacerme correr, para que luego pudiera completar mi penetración vaginal. Así fue.
Después de correrme sobre ella, y aún con el pene tieso, ella me guió hasta la entrada de su vagina, que aunque sólo la había tocado muy levemente con mis dedos, se encontraba bastante mojada. El pene, que por aquel entonces ya lo tenía más o menos del tamaño actual, unos 16 cm., se introdujo en ella con una suavidad increíble.
Me estuve moviendo sobre ella al principio muy rápido, hasta que ella me dijo que me calmara, que sino me iba a correr demasiado pronto. Ella gemía, primero muy calladamente, para ir subiendo de tono poco a poco, hasta que me corrí en su interior, aún recuerdo esa corrida.
Ella que tenía sus piernas cruzadas sobre mí, se desplomó, y yo sobre ella. Después de descansar no sé por cuanto tiempo, me dijo que me pusiera boca arriba, poniéndose ella sobre mí. Al instante ya tenía mi pene erecto, y ella se lo introdujo nuevamente en su vagina, iniciando unos movimientos pélvicos, que me excitaron increíblemente.
Yo mientras tanto le agarraba las tetas, chupándoselas con desespero. Ya cuando estaba a punto de mi tercera corrida, y habiendo tenido ella un nuevo orgasmo, se sacó mi pene, poniéndolo entre sus pechos, haciendo lo que se conoce como una “cubana”, terminando yo por chorrear de semen sus tetas y cara.
Por increíble que parezca, después de todo un día de aguantar sus provocaciones, todavía me quedaron ganas de otro, y ella me dijo de probar a cuatro patas, así que me puse detrás de ella, y fue ella la que la introdujo en su “chocho”. La agarré por la cintura y comencé un mete y saca muy lento, gozando cada centímetro de su vagina.
No sé por qué, pero esa postura me excita mucho más que las anteriores. Entonces le dije de cambiar porque me iba a correr muy fácil, así que esta vez, se sacó mi pene y lo empezó a lamer, hasta metérselo todo en la boca, mientras me acariciaba los huevos.
Estuvimos así como 5 minutos, girándose poco a poco hasta que tuve su vagina junto a mi cara.
Me dijo, “chúpamela”, y fui directamente al asunto, comenzando primero con la punta de la lengua, hasta acabar por meterla toda en su vagina, chupando sus jugos. Ella se retorcía con mi pene en su boca, y eso me ponía a tope, hasta que ambos terminamos por tener una corrida monumental.
Ya casi de madrugada, me volví a mi cama, quedándome el mejor recuerdo de mi iniciación sexual con la “amiga de la Familia”.
A mis 12 años, con unas chavas de 12 13 y 14, algo nuevo para mi, mi iniciacion hacia el sexo, practicamente una orgia con ellas y con mis amigos, simplemente algo que recordare por el resto de mis dias.
Relato erótico enviado por Anonymous el 08 de June de 2004 a las 09:55:40 - Relato porno leído 465091 veces
La lleve a su recamara dentro los aposentos de la iglesia, ella repetía que era una locura pero también ya estaba caliente, lo note por su humedad que tenía ya en su vagina, ella me dijo que nunca había estado con un hombre y que no sabía ni como se hacía el sexo más yo le dije, “No te preocupes mamacita yo te guio” le subí totalmente su vestido y le abrí sus sexys piernas.
Relato erótico enviado por reycolegial el 07 de September de 2009 a las 16:44:00 - Relato porno leído 201057 veces