La amiga de mi mama me hizo un gran regalo

En un momento de mi vida, me encontré viviendo la zona Mesopotámica en una plantación Maderera, de esos perdidos y apartados en las Pinedas Boscosas.
La vida era tranquila y llevadera, sin mucho que hacer demasiado joven para el rudo trabajo, Pasaba los días con mucha rutina hasta que la amiga de mi mama apareció en mi vida, era bella como nadie en el mundo, graciosa y curvilínea, simpática y muy cálida. Era una diosa de 35 años Como es lógico, paso a ser motivo de masturbarme y ella se encargaba de hacerlo en mi imaginación. Instada en la cabaña contigua, comenzó a convivir. Un día entre comida y visita que nos hacíamos como familia logré, silenciosamente, llegar al cajón donde esta diosa guardaba su ropa interior, que maravilla eran pequeños y dulces, ya que nunca pude menos que ponerlos en mi nariz y boca imaginándola a mi lado.
Esto hizo que alcanzara a tener una erección fenomenal, para alagar a tan bello espectáculo

De hecho era costumbre ir de compras a una Ciudad, grande para las provisiones, todo quedaba lejos, y en esa oportunidad ella era parte del viaje, viajábamos hacia la localidad, todos apretujadas en el auto, mis padres adelante, solamente y nosotros con mis hermanos, y ella atrás. Por esos destinos fortuitos me tocó estar sentado a su lado, sintiendo sus muslos rozar con los míos, ya que por la temperatura y el sol, usábamos shorts. Era suave y blanca y mis piernas rozaban y rozaban, por lo que no pude evitar tener una erección fantástica, la cual disimulé corriéndolo hacia un lado y aprovechando de tocarlo de vez en cuando. En el camino cerraba los ojos para imaginar como poder acercarme y no ser impertinente.
Ella notó que me traía algo entremanos y le gusto ese juego, constantemente se acomodaba para que su cuerpo se acercara al mió, se agachaba y me rozaba la pierna... de verdad ardía. En esa tarde de verano. Esto desato un tremendo metejón con ella.
Una tarde mi madre me mando a su casa, a ver que necesitaba, que ella no se sentía bien, algo de resfrío no había aparecido, en toda la mañana, pase a la cabaña, no contestaba a mis llamados, porque de la casa dormía, con mucha timidez, la desperté, la saludé discretamente. Ella estaba en la cama toda de blanco con un conjunto precioso y los pies sobre la cama.
“hola tía, me manda mama para ver que precisa”
Sos un amor acércate, justo haceme un favor?
Si, SI tía me traes unas pastillas que están en la mesa de la cocina? asentí con la mirada y lo hice.
Por la ventana, mientras volvía con el remedio en la mano se veía jugar a mis hermanos, y una chicos me dice al alcanzarle “me pasas un poco de agua del baño?”
Fui sin dejar de mirar todo su cuerpo que se había destapado, y podía mostrar su cuerpo hermoso y curvilíneo sin que ella de diera cuenta o si
El vaso lo dejé en el velador junto a la lámpara y me despedí amablemente. Al darle un beso en la mejilla dije “Chao tía, que se mejore”
Cuando sentí el roce maravilloso de su mano en la mía,
“Gracias” dijo ella con tono maternal. No dejaba mi mano
La suya estaba fría y húmeda, como su tuviera fiebre. En ese momento noto algo en su cara, una mirada distinta, llena de complicidad yo tenía una erección que era descomunal, la que no podía ocultar, a las claras estaba que ella lo había notado.

Con la vista en mi verga erecta, notoriamente Si soltar mi mano y la puso en su pecho, sobre la blusa, como excusa y me pregunto si sentía que tenía algo de fiebre, a lo cual asentí sin demora. Ese espacio de piel que pude tocar era suave tal como lo imaginaba y su corazón latía fuerte. El mío reventaba. Ella guió que mi mano bajara por los pechos, rodeándolos, guiaba mi mano inexperta, en cada uno de ellos y me miraba. Era una maravilla sentir esos pechos redondos en mi palma. Sentí por primera vez un pezón duro y grande en el centro de mi mano. Con cara picarona me dijo “¿Te gusta, no?” el silencio, fue mi respuesta, Tras lo que me dijo que me haría un regalo que duraría toda la vida, que guardaría con mucho cariño. Me explicó que debía ser discreto y guardar el secreto.

Se puso de pie y se saco el sostén, sus pechos blancos casi rosados, grandes, afloraron posprimera vez tenía algo así, a mi alcance, y me invito a acariciarlos. Lo hice muy asustado. Luego, me pidió que se los lamiera con mis labios, Ella cerraba los ojos y comenzó a jadear, emocionada por mi inexperta ignorancia.
Me dijo que me acercara, abrió sus piernas y llevo mi mano, por dentro su bombacha hacia la vagina, húmeda. Ahí conocí el placer de los dioses, estaba con mi mano metida en su flor de maravilla, húmeda, tibia. Me guió para que Tocara despacio por los lados, por los labios mayores, en ese momento hinchado. Era mi sueño. Lo tenía en la mano. Intempestivamente siento un golpe en la ventana de un pelotazo, de los que jugaban y la voz de uno de ellos que pedía disculpas,. Ella se asustó y me dijo que basta, en forma muy dura. Me asusté y saqué la mano ya mojada. Como sin entender nada me asuste y quede petrificado,
Nos quedamos mirando, en silencio, y sin palabras ella bajo el cierre de mi short y sacó suavemente mi pene. Se arrodilló despacio y me dijo terminare en parte con mi regalo ¡
Hizo un ademán para ver si había alguien afuera y comenzó a chuparlo despacio, con la lengua alrededor de pene Era la sensación mas increíble del mundo. Me sentía, como que me explotaba el corazón en la cara. Lo hizo de manera amable, lo metía en su boca y sacaba despacio, me miraba mientras lo hacía y sonreía.
Hasta que Le dije que no daba mas y que quería acabar. Ella asintió y me miró, lo sacó de su boca y dijo “Hacelo te espero, sin miedo” sobrevino mi explosión en su boca, no creo que lo haya sentido ya que tragó todo sin cambiar el gesto.

Al sacarlo, chorreaba de semen, con una sabana, lo seco, paso a meterlo dentro, cerrándome el cierre. Con una sonrisa, me dijo “Te di mi primer regalo, la otra parte de regalo. Otro día en Secreto desde ya” con una felicidad inmensa Asentí, con la cabeza, les cuento que a los dos días cumplió su promesa, y me enseño, todo lo que hay que saber, se torno en algo regular, entre los dos, fue un regalo que nada lo podía igualar