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La Casa de la Playa II

Relato enviado por : Anonymous el 03/03/2011. Lecturas: 4150

etiquetas relato La Casa de la Playa II   Confesiones .
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Resumen
Entre el dolor y el placer me provocó un orgasmo delante de todos y yo sin poder evitarlo, y luego debi pagarle dejando que me sodomizara.


Relato
La Casa de la Playa. II
Yo en la semana seguía transformándome en un guiñapo inerte en ese departamento. Permanecía embobada e insomne por noches enteras, sola, en las piezas vacías, con mis ojos abiertos de miedo sentía crujir el solitario silencio de un departamento frío y desolado. Sin ganas siquiera de encender el televisor, tomando solo agua, tirada en la cama con lágrimas que se me escapaban. Abandonada y vacía arropada en la angustia. Solo Maria Soledad me sacaba los viernes, o los sábados en las mañanas y me subia a la camioneta. En la casa de la playa comía, me hacia bien el sol y la playa, las motos areneras y toda la gente alrededor siempre con una broma, con un chiste .

Terminaba Febrero y ya eran varios los fines de semana que había pasado en la cabaña de la playa. Ya me había dado cuenta de que las otras tenían sus preferencias y ellos sus favoritas. Y aunque todas trabajaban de profesoras, secretarias, en bancos, ellos les pagaban las cuotas del auto, las cuentas de los supermercados o de una gran tienda. Además que como nadie era pareja de nadie, excepto Maria Soledad, ellas tiraban con quien querían si su mino no bajaba ese fin de semana. Algunos no era simpáticos pero igual nos respetaban o, al menos, me respetaban a mi. Y a María Soledad que tenía su pareja. Con las otras mas sueltas el trato era algo diferente.

Reconozco que a mi me habían tomado muchos de ellos cuando tomaba algo de mas y me manoseaban y después me metían a una pieza y me usaban a su gusto. Con dos o tres whiskys me hacían hacer cosas que al otro día no me gustaba recordar. Pero puedo decir que siempre fui bien mujercita.

Recuerdo que esa noche nos sentamos cuando ya había oscurecido a jugar a las cartas. Tuve mala suerte y perdí en tres oportunidades en que tuve que tomar un trago al seco, claro que muchos habían perdido como yo y ya pasábamos a penitencias mas duras aunque igual entretenidas. Después de haber tomado tanto entre todos podía pasar cualquier cosa así que para asegurarme traté de irme a acostar luego. Sin embargo como decía jugando ya al final perdí y debí penitencia. Antes le había tocado a una de ellas bailar sobre la mesa, a uno de ellos “stripper” y ahora a mi me tocaba “un beso de película” con cualquiera de los que estaban allí. Elegí a uno de mi edad, le decían Jefe y había llegado de los últimos. Era bajo, grueso y tenía el pelo tieso y algo blanquecino ya. Nos pusieron en medio de la pieza y nos rodearon para verificar que la penitencia se pagara bien, pensé que no podía ser materia para la risa de las demás que se las jugaban todas allí y le pasé un brazo por el cuello y otro por la cintura y lo apreté contra mi, abrí mi boca e introduje mi lengua buscando la de él que la apretó contra la mia introduciéndola, y recorriéndome toda por dentro. Sentí su gusto a trago que debía ser igual que el que yo tenía y asi nos quedamos besándonos. Me tenía completamente abrazada y su lengua recorría toda mi boca cuando las pesadas apagaron la luz. Entonces el maldito bajó su mano hasta mi cola y me metió toda la mano dentro de ella oprimiendome contra su entrepierna y levantando mis 46 kilos lo que sacó un HUUUYYYY!!! masivo. Y yo gracias al trago que me había tomado y a mi orgullo de mujer delante de todas las otras, tuve la valentía de dejar abrir y caer las rodillas, menear mi cadera hacia adelante y hacia atrás, y mover mi cintura refregándome contra el, juntos los labios y colgada a su cuello. Sentí aplausos y sus dedos que se alejaban de mis orificios. Encendieron la luz y Maria Soledad se acercó y me dijo al oído, “bien chica, pa’ que aprendan estas weonas que ni tu ni yo somos ningunas caídas del catre”.

Sabía que esa noche no me iba a salvar, había tomado demasiado y me sentía sensual y asequible para cuaquier hombre, y no pasó mucho antes que ese que llamaban jefe se sentara a mi lado en la terraza. Me fijé que era mayor que yo, pasaba los cincuenta y cinco, algo de estómago, brazos y manos anchas y piernas gordas bajo su traje de baño.
- La mujer y la sardina, mientras mas pequeñas mas finas, me dijo bajito casi al oído.
- Gracias, le dije, pero igual me diste el medio agarrón delante de todos y eso no me gustó
- Después de ese beso, ¿qué querías que hiciera?, tenía que asegurarme que eras tan mina como decias. Y es injusto porque tu no lo hiciste nada de mal con ese refregon que te pegaste.
- Una es mujer. Mas que nada una siempre es mujer, no?. Y despues de un silencio me atreví a preguntarle: estoy algo baja de peso, me veo muy delgada?.
- Si, delgada, pero yo doy fe que no te falta nada –me dijo sonriéndose cómplice mirando su mano. Mujer menudita siempre polilla, o no?
- Polilla?, yo polilla?
Me miro como si me traspasara hasta el fondo de mis ojos pero me dio risa, debía ser el trago que me tenía bien achispada ya.
- Si, me dijo mujer menudita siempre polilla, yo te voy a enseñar todo lo polilla que eres. Ni tu misma te imaginas.
Reconozco que fue una conversación entretenida, era canchero, seguro de si mismo, coquetón sin ser pesado, en realidad me hizo sentir una niña de provincia ignorante de mucho y pasada de moda pero de manera educada y fina. Nos quedamos solos conversando hasta que apagaron la luz de la sala. “Yo me voy a acostar” le dije y le di un beso en la mejilla y me di la vuelta. “Yo voy a dormir en el sofá -me dijo- porque las camas están todas ocupadas”. Me di cuenta entonces que alguien sabía algo que yo no sabía.

Con mi jefe allí de short y polera entre el balcón y la sala me daba cuenta que no había mas posibilidad que dormir en una camioneta y quedar como una pendeja, además después del besito que me mandé…, o meterme en el sofá con él. El se dio cuenta de mi duda, de mi recelo.
- Mira me dijo tomémonos un último traguito afuera, conversamos y vemos como lo hacemos, aún no es muy tarde y no hace nada de frío.
- Me parece, le respondí, me tomaría otra copita de vino blanco eso si. Ya había tomado mucho esa noche, comía demasiado poco en la semana y estaba terrible de borracha.
- Anda que yo la llevo, me dijo. Y al rato después salió con un vaso de whisky “no queda vino. Si quieres tendrá que ser whisky, porque no me vas a dejar tomando solo”
Me lo pensé, pero al final dije que sí, con agua helada. El regreso con el vaso lleno y una manta. Después que tomamos todo el trago tomó la manta y tapó mis espaldas con suavidad en el mismo momento que me besaba. No reaccioné inmediatamente. Total sorpresa que una mujer como ya tan de provincia pudiera ser de su interés, me besó largo y ya no me soltó, recorrió mi cuello y en un instante descubrió mi debilidad por las caricias bajo mis mandíbulas, abrió botón a botón mi blusa sin que me percatara y en un tris tenia mis pechos afuera bajo sus manos gruesas y ásperas. No me dijo nada. Continuo sentado conmigo de pie frente a él y me tomó de la cintura, y afirmándome porque me podía caer por lo borracha que estaba desabrochó mis pantalones blancos y los dejó caer. Con sus dos manos bajó mi bikini también blanco. Quedé de pie totalmente desnuda frente a él sosteniéndome apenas y me comenzó a dar hipo. Me tomó de las caderas, me levantó como a una pluma sentándome a horcajadas sobre él allí en el balcón de la casa que a pocos metros daba a la calle y la playa. Me puso la manta que trajera sobre los hombros y me besó sin detenerse por mi cuello mis hombros mientras sus manos recorrían mi espalda, mis nalgas y buscaban suavemente por alla trás mi cavidad. No lo besaba pero abría mi boca para que introdujera su lengua y me recorriera entera por dentro. Los labios de mi vagina ya estaban húmedos y con mi mano busque mi clítoris que era una nuez hinchada y dura, mi cuerpo se cobraba de tanto exihibirme alla adentro hace un rato. Sin querer rosé su miembro que sentí duro y estirado. Demasiado. “Ese está listo jefe” le dije con una sonrisa ya entregada a lo que él quisiera. “Vas a tener para rato -me dijo-, no te preocupes, fue una pastillita la que lo tiene así, así que la fiesta va a ser larga”.
- Un viagra?, le pregunteé y me sentí tonta.
- Has tomado?
- Por supuesto, mentí. No iba a hacer menos, y me tomé la pastilla azul que me ofrecía con el agua que quedaba. Siguió manoseándome a su gusto allí en el balcón un largo rato mas. Me bajaba de sus rodillas, desnuda me ponía de pie de espaldas, me agachaba y dejaba caer un hilo de whisky por mi columna el que luego se tomaba cuando este se metía por mis nalgas. Mojaba mis pezones en el trago y los lamía suavizando el ardor que les producía el alcohol. Luego aun de pie y de espaldas a el sentí que introducía lentamente en mi vagina la botella de whisky, la sacó y se tomó un trago, con gusto a mi y dijo, “este no es whisky on the rocks, sino whisky on the Princes”. Me dio vuelta, la paseo por fuera la apunto y me la volvió a meter. Puse mis manos sobre sus hombros para apoyarme y senti el frío de ella dentro mio y la presión del vidrio en mi clítoris. Se dio cuenta de mi calentura cada vez mas intensa y comenzó a jugar con ella sacándola casi del todo y metiéndomela y apretándola contra mi hinchado botón. Cuando de pie allí frente a él me metía la botella y sentía que el cristal me rozaba no pude evitar que mis manos buscaran mis pezones y los apretaran y tiraran hacia afuera hasta hacerlos doler, entonces me sacó la botella, se tomó un trago directamente de ella y me dijo
-Ven, vamos, te voy a dar un paseíto, y me tiró de la mano.
Yo continuaba completamente desnuda, la manta se había caído hacia rato, y recién me di cuenta que aun estaba en la terraza de la cabaña y que la única calle estaba a pocos metros mas abajo. Me llevó a la camioneta de la mano, me cubrí y subimos, llegamos a la playa ahora semi iluminada con la luna que jugaba a ocultarse y a aparecer entre las nubes. No muy lejos habían otros autos y mas abajo, en las penumbras, se adivinaban las sombras de parejas tiradas en la arena y sus cuchicheos y risas. La noche estaba cálida o el whisky había calentado mi cuerpo, pues cuando puse los pies sobre la arena y fui al frente de la camioneta en dirección al mar él me quitó la manta que me tapaba y no sentí frío. Me hizo caminar delante de él desnuda por la arena rumbo a las olas que estallaban a lo lejos. El iba vestido, yo adelante sin absolutamente nada de ropa. Cuando di unos pasos en la oscuridad la luna jugaba a aparecer y sentí que las sombras se daban vuelta a mirarme, sentía sus ojos en mis piernas, en mi trasero blanco bajo una luz lechosa y en mis pechos firmes. Eché la cabeza adelante y abajo para que el pelo me tapara el rostro. Avancé nuevamente, él iba unos pasos tras mio observándome. Mis pies se hundían en la arena, las sombras allí a mi lado y la excitación había crecido al punto que sentía una gota deslizarse desde mi vagina junto a mi pierna. En eso sentí su mano en una de mis nalgas y alguien que murmuraba algo en medio de la arena. Sabía que era imposible que vieran mi rostro pero también sabia que veían cada uno de mis contornos, cada una de mis curvas. Quizás caminaba dudosa, o muy lento porque sentí que su mano dura de dedos chicos y toscos me empujaban suavemente hacia adelante. Su dedo buscaba mi hoyito empujándome y sentía la seguridad que ese manosearme por detrás calentaba a quienes me miraban pasar. Caminé no sé cuanto quizás una, dos cuadras hasta acercarnos a la orilla, con la luna que pasaba de iluminar cada centímetro mío hasta semi ocultarme en la penumbra, un camino que me pareció toda una vida con mi corazón latiendo fuerte en la boca por esa mezcla de miedo y calentura extrema que me provocaba el sentirme expuesta y deseada desnuda en medio de la playa, con la mano de él sobre mi nalga y un dedo ancho y grotesco hurgando mi ano. Es cierto, siempre he sentido una cierta atracción por el peligro, una excitación por la adrenalina que genera, y esa noche expuesta allí delante de cuantos hombres y mujeres en las sombras me deseaban, de quienes admiraban mi figura, de quienes querrían metérmelo, así, sin mas, me dejaba cayendo mi flujo por mi pierna hasta mas debajo de la rodilla. Así llegue a la orilla del mar desnuda y sintiendo que cada par de ojos acariciaba mi piel. Allí subio su mano hasta mi hombro, me dio vuelta dejándome de espaldas al mar, agache aún mas mi cabeza para que callera el cabello sobre mi cara. Su cuerpo me tapó de quienes estaban tendidos en las cercanías en la arena seguro tirando, igual a como me lo íba a hacer allí él en medio de la playa, con la sola diferencia que yo a ellos no los veía como ellos a mi. Solo se bajó parte de su traje de baño por delante y saltó su pene duro frente a mi, saltó y quedo rígido. No sabia que hacer, si me hubiera pedido que me agachara a chupárselo lo hubiera hecho delante de todos, si me hubiera dicho que me corriera allí, pintando el espectáculo también, pero solo me tomó de la cintura, me subió al tiempo que yo abrí las piernas y las cerré rodeándolo mientras sentía que me penetraba, me tenían allí amor mío, colgando de él ensartada en la noche, no necesitaba tocarme mi clítoris pues acabaría en cualquier momento. Me tomó de las nalgas y comenzó, de pie como estábamos yo con mis piernas rodeando su cuerpo encaramada, a subirme y bajarme mientras comenzaba a bajar mi orgasmo entero, pleno, lleno y mi respiración que se convertía en resoplidos, allí terminé, casi al tiro, y en esos últimos segundos el muy desgraciado, seguro que sabiendo perfectamente lo que hacia me dice “te están mirando” suave al oído. Y el muy vaca me dio vuelta para que todos vieran mi espalda y su manoseo de mi culo que me subía de arriba abajo y como me estiraba hacia tras dejando caer mi cabeza, y fue cierto que fue lo peor que me podía decir, estaban todos allí a la luz de la luna viendo como me culiaban, como me tenían allí abierta y entregada total, y el saberlo, el darme cuenta que era la torta de la fiesta, el sentir en la piel el roce de decenas de miradas ocultas, prolongó el orgasmo mas y mas transformándolo en algo aniquilador, apretaba los dientes y gritaba sin importarme ya si me escuchaban , si veían mi cara, mis pezones, si descubrían mi rostro imposible de ocultar colgando hacia atrás, mientras me sujetaba por la cintura y subía y bajaba metiéndome y sacándome su pene. Creo que boté hasta el último jugo que había por meses almacenado para ese maldito amor que me abandonaba haciéndome que me entregara asi a cualquiera de los amigos de Maria Soledad que quisiera tomarme para darse el gusto que se le antojara con esta Princesa. Ese amor por el cual hubiera cambiado una noche de calentura sin pensarlo dos veces, sin siquiera dudarlo. Lo maldecía y lo deseaba mientras me bajaba y me sujetaba para que no cayera porque las piernas no me sostenían, y se sacaba su polera y me la ponía para taparme y me llevaba en brazos hasta la camioneta rodeados de murmullos.

Entramos y me recostó en el sofá de la sala tapándome. Fue por mi ropa que había quedado en el balcón y se acostó a mi lado. Estaba todo oscuro en la cabaña y sentíamos como en una pieza alguien comenzaba a gemir, luego unos pasos, risas y nuevamente los gemidos ahora era un jadeo rapido y compartido. “mijita, la noche esta viva” me dijo mientras seguíamos escuchando y nos reíamos cómplices. Me preguntó si había estado bien en la playa, si me había gustado la experiencia. Realmente no pude negarle que había sido emocionante y me respondió que ahora le tocaba a él entonces, porque aun no terminaba. “No terminaste?”, le dije mirando su erección. “No, es el viagra” -respondió. “Y tu? Caliente de nuevo Princesita?”. Debí reconocerle que si, que era el ruido de la pieza, ese pene allí entre sus piernas todo duro, el recuerdo de la playa, y la pastilla, seguro. “Ahora tu me quitas la ropa, despacio” me dijo, y bajé del sofá y le saqué su short del que saltó nuevamente su pene enhiesto y húmedo en su punta. Se sentó recostándose, abrió las piernas y tomó mi cabeza por detrás y acercó mi cara a su pene, entendí que debía comenzar a chuparlo mientras se echaba un aceite protector en su mano. Odio chupar un pene que no sea el de mi amor, el de él es perfecto para mi, es como si la naturaleza hubiera hecho mi vagina, mi cuerpo para el de él, amo su color, su forma, y ahora debía enfrentarme a otro gordo y duro, de una cabeza rozada semi deforme porque es mas ancha que su base, es como si fuera solo la punta de un pene inmenso, pero igual debo pasármela por mis labios, chuparla, y cierro los ojos mientras lo fricciono, con mi otra mano aprieto sus testículos suavemente y veo que están pesados, los lamo de abajo hacia arriba, paso suave mis dientes sobre ellos y vuelvo a lamerlos, cierto que ya estoy excitada nuevamente y bastaría que me toque para terminar. Me detengo, debo sacarme los pelos de mi boca que son muchos, luego vuelvo a chupar esa cabeza enorme que no parece corresponder al pene ancho y corto que tiene por sostén. Quiero que este termine también de una vez y me dejo ir, escaparme en mi calentura acuclillada a la orilla de un sillón en una cabaña rodeada de puertas de piezas llenas de gente quizás mirando a escondidas, chupándoselo al primero que me tomó y que conocí recién. Pero ahora me toma me sube y me pone a horcajadas frente a él y me lo mete, me lo mete hasta el fondo, me muerde los pezones con sus dientes los tira hacia afuera y los suelta, me ha introducido toda esa como callampa gigante y su dedo ancho y tosco lleno de aceite toquetea el aro café que forma mi ano y desliza solo la puntita del dedo dentro, siento su uña pero como estoy a horcajadas sobre el quedo expuesta, a que resbale la mitad de su dedo y luego todo hasta el final, comienza a sacarlo yo me contraigo pero el aceite lo hace mas delicioso y nuevamente me lo introduce en mi hoyito que yo vuelvo a apretar pero hace mas agradable aun la sensación, estoy totalmente expuesto echada hacia adelante clavado ese callampon hasta mi ombligo y mordiéndome mis pezones. Ahora su dedo me penetra por atrás con tanta facilidad, suavidad y agrado, que comencé a disfrutar su entrada, y que ese dedo me clave hasta la garganta si lo desea. Pero lo saca y unas gotas de aceite refalaban de mi cavidad, dejo mi ano abierto relajado para que comenzara ahora a introducir dos de sus dedos, suavemente, yo estoy totalmente entregada, paso mis brazos por su cuello y dejo mi cabeza descansar sobre su hombro, ya no puedo oponer resistencia a esos dedos que me abren, al mismo tiempo que por mi entrepierna su pene parece tocar el fondo de mi vagina, estoy doblada agachada sobre él y completamente violada tratando de controlar mi placer hasta que siento que su semen caliente me golpea y llena y sale por los lados de mi vagina, y entre el jadeo que nace desde lo profundo de mi pecho logro un segundo orgasmo que me deja laxa sobre él mientras el aceite protector resbala de mi hoyito aún abierto y su semen chorrea por mis piernas .
- Mijita usted si que echa el alma por la boca cuando termina.
- Lo tomay bien en serio Princesita que da gusto comerte.
- Te gusto? Le pregunto.
- Rica Princesa. Y sabes?... Eres livianita para metértelo y siempre hermosa te ganaste el nombre de Princesa. Y linda como ninguna, no te imaginas lo que es meterselo a una mujer hermosa, bonita, dulce como vos, terminar en alguien tan linda y entregada. Ver terminar a una mujer tan sensual. No, ninguna de las otras son tan naturales como tu ni tan jugadas, con mucho la mejor que he disfrutado hace mucho, y te lo dice este viejito que ha estado en tres continentes.

Entonces recuerdo los grititos anteriores en la pieza y pienso que yo ahora sí grité y él también. Seguro escucharon. Pero no siento ningún ruido extraño y recuerdo las palabras de Maria Soledad, “viejita no te preocupís, acá somos todos adultos y no andamos con chiquilladas”. Mejor no pienso esa parte me digo y me bajo y me voy al baño tapada con la manta. La cabaña esta entera en silencio, me acuesto a su lado con mi pijama y él esta ya durmiendo. Antes de dormirme dejo caer otra lágrima. También me llamó Princesa. Al amanecer siento que me manosea, odio que me despierten en medio del sueño pero me ha abrazado por la espalda, intento hacerme la dormida y zafarme pero se sube arriba de mi espalda y tira hacia abajo mi pantaleta, en silencio abre mis piernas con su rodilla y siento su pene tieso que me lo intenta meter. Es el maldito viagra pienso. Ambos estamos con los ojos cerrados como insomnes. El intenta buscar mi ano pero lo cierro con fuerza y le digo decidida en un murmullo “por ahí no” pero gruñe algo e insiste y siento que me vencerá si sigue intentándolo pues me tiene inmovilizada abajo, trato con todas mis fuerzas de moverme pero me es imposible es demasiado fuerte, entonces le digo, “no, que me vas a rajar y voy a gritar”. Algo dice a regañadientes y luego mas claro: “bueno por ahora, pero me la debes”, y apunta su miembro a mi vagina que esta seca y sin preámbulos me lo clava a la fuerza desgarrándome al dejar caer todo su peso sobre mi, me aplasta dejándome casi sin respirar, lo tiene metido solo en parte, bajo mi mano me meto mis dedos y me lo acomodo adentro para que no me duela tanto, el comienza a subir y bajar raspándome por dentro hasta que revienta de semen dentro mio. Lo tira hacia afuera, se echa al lado y sigue durmiendo. Yo me quedo despierta. Me cuesta volver a tomar el sueño. No quiero llorar acá.

Bajé a la playa sola al amanecer y al rato después llegó Maria Soledad con dos amigas, una de ellas, a la que había conocido en su casa en una fiesta, me cerró un ojo. Quedamos tomando sol, nadie hace ningún comentario pero todos tienen cara de farra. Al rato después llegan dos de ellos y se sientan con nosotras, nos reímos de unos chistes que cuentan, después llegan otros tres, entre ellos la pareja de Maria Soledad junto al que dormí. Nadie hace ninguna broma de mal gusto, todo es en doble sentido pero manteniendo una respetuosa distancia. Pasé el día bajo el toldo en la playa, solo subí a almorzar, por la tarde dormité una siesta junto al mar.

Y yo amor comenzaba las caricias de otro cuerpo pensando en ti, como el niño necesita un cariño yo necesitaba tu recuerdo para amar, tu reminiscencia para que la mañana tuviera sentido. “amor acá esta el pan, el vino, la luz ardiente y estas manos que te añoran”. Te escribí un día, uno de esos días, “necesito ese fuego con dos llamas de tu pecho, a ti que habitas en las raíces de mis huesos”.

Déjame mi verde amargo, y vivir solo con tu recuerdo, aunque sepa que otros amores te marchitan el alma, aunque pesadille cada vez que te recuerdo, aunque me carcoma y llene de pus, aunque ratas roan mi cabeza y las nubes entren a mis ojos, no me des tu amor que yo no te doy mi amor, porque luego te irás y no podría separarme de ti u n a v e z m a sss

El próximo fin de semana nadie vino y nos quedamos en la ciudad. Descubrí lo largo y tediosos de esos sábados sola, tirada en la cama con el teléfono en silencio en la inconmensurable inmensidad de un departamento de dos dormitorios. Descubrí que mi corazón era aun una herida abierta y que si me quedaba sola me asaltaba la congoja y una pena que me hacía llorar hasta en mis sueños de donde me despertaban los sollozos y las lágrimas sobre mi rostro. Ese fin de semana, sola allí aprendí que puedes llorar hasta en sueños. Las voces afuera, los autos sobre la calle solitaria y el frio dentro para el que no hay tapas suficientes para abrigarme. Los siguientes fines de semana de ese mes, y de ese verano que moría, volví a la playa.

El sábado siguiente y uno de los últimos antes de volver los niños a clases y algunas de ellas al trabajo en alguna escuela, pasaron en las camionetas por mi. Estaba lista con mi bolso, toalla y mi pareo floreado y suelto sobre mi traje de baño de dos piezas. Unos zapatos bajos y el pelo suelto que me había alisado en la noche me caían rozándome los hombros.
- Mujer hermosa, donde la llevo, saludó Manuel que manejaba.
- Con usted voy al infierno, -dijo el que iba al lado mientras me subía y repartíamos besos.
- A la playa no mas, para que vamos a ir tan lejos, le dije
- Igual vamos a encontrar brujas allá comentó Manuel, y nos reímos todos. Se daban perfecta cuenta quienes eran las otras minas. María Soledad iba al medio y su pareja al lado que me dijo “Tu no eres solo bonita, sino que con tu calidez y tu dulzura te los ganas, y eris bien rapidita para pillarlas todas al vuelo, no se te va ni una”. Y nos fuimos riendo hasta llegar al balneario. Llevaban una moto arenera en que me pasearon hasta cansarnos. Cuando oscurecía y volvíamos a la cabaña descubrí que había llegado este “Jefe” como le decían entre ellos. Me saludo amable y canchero, no quiero ser cachetona pero creo que me buscó a mí. Sin embargo este tipo me preocupaba por la ascendencia que tenia sobre mis sentimientos y me metí temprano a una litera diciendo que estaba agotada. Ya habían comido cuando se abrió la puerta, entró el que había traído la moto, la cerró a sus espaldas dejó su bolso sobre la cama que estaba al costado de la litera donde yo dormitaba y sacó de él un traje de latex rojo y negro. Eran unas pantaletas abiertas en el medio, un peto muy ajustado con orificios para dejar solo los pezones afuera y atrás atado por unas cadenas, que suban hasta un collar de perro que se cerraba sobre el cuello, unas botas altas y brillosas. Tomó todo y lo tiró sobre mi litera.
- Póntelos –me ordenó- y se sentó en la cama junto al bolso a esperar. La ropa era bonita pero no me gustó como me hablaba.
- Póntelos –volvió a mandar.
- Sabes? -le dije amable-, ahora no, no tengo ganas. Y quiero dormir, agregué.
- no me vengas con esas, ustedes se acuestan con cualquiera acá –me respondió.

Mira, -le dije-, yo soy profesional, vengo acá porque me da la gana, porque lo paso bien, y me acuesto con quien me trata con respeto. No así como vienes tú. Me paré y salí de la pieza reconozco que mas asustada que enojada. Debo de haber tenido quien sabe que cara porque nadie me dijo nada cuando salí a sentarme al balcón arropada en una manta. Allí me quedé un largo rato pensando en el desubicado ese y en la ropa que no era fea. Con gusto me la hubiera puesto si me lo hubiera pedido de otra forma. En esas estaba cuando apareció el jefe, venía con un whisky con hielo para mi. “Ese tipo esta mal, me dijo condescendiente, te paso algo con él, no?” Le conté lo desubicado y dijo que paciencia, que no todo era perfecto Incluso noté cierta condescendencia entre los demás para dejarme sola con él, quizás porque era un superintendente, quizás porque otra razón desconocida para mi en ese momento. Yo evitaba tomar tragos los fines de semana, solo vino, pues notaba que me emborrachaba con facilidad y quedaba expuesta a que hicieran conmigo lo que quisieran. Sin embargo se dio mañana para meterme dos whiskys que me dejaron justo en el límite en que subo la voz, me desinhibo, me río mucho y si me entusiasman voy. Luego salimos a conversar por la orilla del camino, el aire por supuesto me pilló y debí afirmarme de su brazo, quien sabe que barbaridad le diría porque me preguntó de todo y asi, sin querer, había caído al lugar del que justamente me estaba escapando.
Ya tarde al regreso esta vez tampoco hubo preámbulos, como si me conociera de siempre me tomó de la mano y cuando pasábamos por la sala todos estaban aun allí jugando cartas, nos miraron y él riendo dijo “Esta Princesa es para un rey” y me metió a la pieza. Encendió unas velas, me dejó de pie en medio de ese dormitorio que me daba vueltas y comenzó a sacarme lentamente la ropa, me acariciaba el cuello y besaba por detrás mi barbilla que sabia era mi parte mas sensible y me rozaba con una pluma que habíamos recogido de la playa o me mordisqueaba con las pinzas de un inmenso cangrejo que también encontramos en la arena. Luego recogió la ropa la puso sobre la cama y quedé allí en medio de la pieza desnuda. Tomó el aceite que había dejado cerca de la vela y lo dio vuelta desde mi cuello despacio para que escurriera por mi cuerpo, estaba tibio y con sus manos me sobaba y era una sensación totalmente nueva y agradable, miré abajo y noté que el aceite se aposaba en mis pies. Pasé lentas mis manos por mis piernas que estaban resbalosos, por mis nalgas, por mi estómago con los ojos entrecerrados y luego a mi entrepierna para sentir mi clítoris que estaba embadurnado, resbaloso y hinchado, duro como un botón. Solo lo rocé y me tomó la mano y me la sacó.
- Nada de eso Princesa deja al animalito quieto -me dijo y me llevó a la cama y me puso como un reza un árabe, como un misionero se agacha ante un altar con las piernas levemente separadas. Tenía mi vagina abierta y expuesta y dejo caer sobre ella el resto del aceite. Me acomodó al borde de la cama y en esa tenue y cálida media luz de las velas se bajó sus pantalones y de pie comenzó a meter su cabeza grande por mi vagina sedosa y cálida mientras me afirmaba mis caderas con sus manos, se extasió allí introduciéndomelo a su antojo. Y yo sentía que era un manjar el que me entraba con una suavidad que me trastornaba, “Sino hubiera estado tan borracha habría terminado hace mucho rato” le advertí, y siguió por unos momentos manoseándome los senos que escurridizos escapaban a sus manos que trataban de aprisionarlos, pellizcándome los pezones que tersos y deslizadizos saltaban excitados duros, estimulados por el aceite resbaloso, su pene embutido hasta mi alma me colmaba pero escapaba inasible en un placer qué que te digo. “Voy… a terminar…” le advertí cuando sentía que me caía el calor desde el estómago hacia abajo pero tiraba algo dentro mio que comenzaba en mi garganta. Entonces dejó de metérmelo, me dio vuelta y me dejó de espaldas en la cama. Instintivamente bajé mi mano hacia mi animalito como él le decía que en esos momentos estaba muy vivo, y que bastaba un toque para hacerle saltar pero nuevamente me detuvo en el camino. “Te las voy a tener que amarrar” me dijo y con un cordón de cortina que pasó por mis muñecas me las ató al respaldar de la cama, luego, tomó un pañuelo y me vendó los ojos. Quizás me ayudó a que dejara de darme vuelta la pieza pero se agudizó mi oído. Puso su mano entera sobre mi sexo sedoso resbaladizo flexible y cálido y mi cuerpo se erizó completo, separé mis piernas para que se introdujera nuevamente, pero no lo hizo.
Para mi, que me excita mas el sexo apasionado, fuerte, intenso, era una experiencia nueva tanta suavidad sin embargo mi calentura era total allí a la media luz. Sentí que mi jefe se paraba, que se paseaba y luego nuevamente su mano entrando levemente en mi vagina. “Tu animalito esta listo para comérselo” me susurro al oído. Y en el momento que lo tocaba y sentí que me iba, algo quemante un pinchazo como si una aguja se enterrara junto al pezón me paralizó. No pude evitar un grito callado de dolor y sorpresa. Me apretó nuevamente mi animalito suave por los bordes y luego pellizcándolo y cuando iba camino a escapar, otra gota quemante cual un punzón calló sobre mi pecho. Por mi nariz sentí el olor a la cera de la vela y me retorcí en la cama. Yo estaba muy caliente pero esos instantes de dolor me desconcentraban. “Me duele, no voy a poder terminar así” -le supliqué. El acariciaba mi entrepiernas con suavidad.
- Esa es la idea, que no termines, y ya vas a ver como te gusta, tienes que confiar en mi Princesita, yo conozco a las que son como tu.
- Y, cómo soy yo, pregunte?
- Una reina, pero esclava de tus deseos.
Intenté relajarme sabiendo que era lo ultimo que podía hacer en esos momentos, suspiré y esperé mientras sentía que renacía esa marea caliente dentro de mi estómago pesando por explotar en mi sexo. “Sácame la venda, quiero ver el momento que cae la cera, quizás así pueda” le pedí
- Por supuesto, pero solo un ratito que te la pondré nuevamente
- Ponme otra cosa mejor - le dije, y se rió- Vi mi cuerpo a la luz rojiza de las velas que iluminaban la pieza de madera, brilloso por el aceite que me cubría. Estaba sentado al borde de la cama a mi lado, semi agachado sobre mi y con una mano me rozaba mi animal rígido y tiritando y con la otra sujetaba una vela que deslizaba lenta una gota que caería sobre mi otro seno. Esos instantes previos en que veía deslizarse el líquido a la esquina de la vela se ponía tenso mi estómago, se doblaba mi espalda y aguantaba la respiración, anticipando la clavada de la cera derretida me atraían como a la polilla la luz. Luego el lanzazo de dolor que me secaba lágrimas, el respirar y mi cuerpo que volvía a concentrarse en mi clítoris que creía se saldría de su piel de tenso e hinchado. Así dejó caer gota tras gota y con su otra mano me acariciaba mi vagina o rozaba mi ano. Luego fue bajando la vela sobre mi, dejando caer esa esperma hiriente sobre mi estómago. Adiviné donde quería llegar y me asusté de verdad.
- No, por favor, ahí no, ahí no, le supliqué. Me miró y se sonrío, tenía el pelo corto y tieso con unos mechones ya blancos y no se había afeitado, la camisa algo abierta y no se había sacado ni los zapatos. Se había vuelto a subir los pantalones.
- Okey, no vamos a asustar tanto a tu animalito, es la primera vez, le perdonamos la vida, dijo riéndose
- Pero ya miraste Princesa, así que te taparé la vista nuevamente. Lo hizo. Sentí que se paraba, caminaba y se sentaba nuevamente a mi lado, un dedo sobre mi sexo, un roce lo haría en un instante morir allí de placer, estaba en ese límite en que el estómago está en una tensión que llega hasta los dedos de los pies y la respiración se hace rápida, él lo sabia y me controlaba. Yo estaba acostada en la cama, las manos atadas sobre mi cabeza al respaldar de la cama, los codos doblados, los ojos vendados, cubierta brillante de aceite y cerote en una pieza pobremente iluminada por otras velas. Se volvió a parar y sentí callada la puerta entreabrirse y un aire mas helado entrar a la habitación. Un escalofrío me bajó por la espalda al mismo tiempo que el ruido de afuera invadía suavemente la pieza. Se volvió a sentar a mi lado, apoyado en un codo al parecer y su otra mano reposo en mi entrepierna y murmuró, “no metas bulla y no pasa nada, si estas calladita no te preocupes Princesa, solo disfrútalo, y jugaba con su mano entre los labios de mi vagina y me introdujo primero dos, luego tres, finalmente sus cuatro dedos. El estómago se me endureció pero mi vagina con vida propia botaba mi flujo como una cañería abierta, había mojado debajo de la cama bajo mi entrepierna.
- A vos te gusta que te toque la mano de un hombre, me dijo
- Es que soy mujer le dije excusándome y me sonó como un quejido
- Mujer, mujer menudita siempre polilla, te acuerdas? pregunto mientras dejaba caer unas gotas de cerote hirviente que salpicaron mi vagina, una tras otra, fue inevitable estreméceme, gritar y comenzar mi orgasmo, apretaba los dientes y sacaba la respiración como espasmos, gimiendo cada vez mas fuerte, olvidé totalmente que no debía meter ruido, todo ya me era incontrolable, por lo demás éramos todos adultos repetía muy en el fondo mi inconsciente y mientras expulsaba ese calor, toda mi energía entre las piernas, mientras liberaba mi estomago, estiraba los dedos de mis pies, me doblaba y contorsionaba atada aceitada cubierta de cera de vela, con todos sus dedos metidos hasta el fondo mio y chorreándome aún gotas de cerote hirviente por mi vagina que me pinchaban y el dolor interrumpía y alargaba mi placer, pensando que era indudable que me estaban viendo gozar como nunca lo había hecho en mi vida parados en esa puerta, incluso ese weon con su vestidito de latex, me miraban curiosos, risueños, sorprendidos, pero calientes, terriblemente calientes conmigo, de verme allí tiritando sobre la cama botando mi alma por mi vagina, abierta con la mano del jefe violándome allí dentro mio. Y mas se prolongaba mi placer, no podía controlarlo aunque los supiera a todos allí en silencio tras la puerta comiéndome con la vista y con un trago en la mano y sus penes duros por mi. Ansiosos de mi. De metérmelo ellos, de metérmelo todos y cada uno de ellos. Y se van a masturbar ahora pensando en mi soñándome asi, contorsionándome arriba de esa cama totalmente desnuda entre gritos de placer. Fue mucho, mucho, hasta que quedé tirada de lado exhausta, con la garganta seca y las mandíbulas adoloridas por la presión insoportable. Lentamente me desató las manos y me saqué la venda, la puerta estaba mas abierta que entrejunta y no había nadie tras ella. Debía tomar agua. El se paró a buscármela afuera, amable dejando la puerta junta. Entonces sentí las voces de los demás conversando afuera en la terraza. Regresó con el agua, cerró la puerta y me limpió con cuidado el cerote de mis pechos, de mi cuerpo todo. Estaba deshecha, laxa, totalmente desfallecida.
- Y? que tal Princesita? Valió la pena confiar en mi?, porque te mandaste un orgasmo como pocos en tu vida, sino el mejor, o no?.
No podía mentirle. Estaba recién sacando la voz y le confesé que si, pero que habíamos ido demasiado lejos.
- te acuerdas que te dije? Mujer menudita siempre polilla, asi que nunca tanto, nunca tanto, puedo hacerte otras cosas mas entretenidas aún, que ni te imaginas, tu eres polilla princesita y te gusta que te toque la mano de un hombre, pero no me preguntas como quedé yo?.
Debía preguntar, así que lo hice sabiendo la respuesta pues bastaba mirar su entrepierna. Y adivinaba también el pago.
Deshecha y agotada, todavía algo borracha, solita me di vuelta mostrándole mi espalda, me puse una almohada bajo mis caderas, luego otra, y con mis manos una a cada lado me abrí por atrás. “Anda de a poquito, le rogué, que sino voy a gritar”.
Se sonrió. “eso ya me lo dijiste una vez, pero esta vez tu culito no se me va a escapar”, me dijo, canchero “mira, esta crema es anestésica así que no te va a doler nada Princesita”. “Y mañana?” le pregunté preocupada. “Mañana tampoco porque vamos a metérselo por Fases, ve? Fase uno, primero un dedo”. Sentí que me ponía una crema helada y comenzó a introducírmelo, metía la punta solamente y echaba mas crema, luego comenzó a meter de a dos de sus dedos y sentía como distendía mi ano, los metía casi entero, aun pervivía mi excitación y sentí que comenzaba a recobrar su lugar allí bajo mi estómago. Se detuvo, se sacó los pantalones y volvió a recostarse a mi lado y a jugar metiéndome sus dedos cortos, anchos, toscos y peludos, sentía que sus uñas me raspaban por dentro y contraía mis paredes pero por la posición en que yo misma me había puesto era inevitable que me los metiera cuanto quisiera y me volví a calentar. El lo notó y cuando yo nuevamente ya jadeaba de placer se enderezó, se acostó encima y apunto su cabeza que me la fue introduciendo pesadamente, sentí que entraba su mitad, no pude evitar levantar mis caderas buscando que me lo encajase mas, fue un movimiento casi instintivo. “a vos te gusta, me dijo, viste?, te gusta el sexo duro” y aguanté la respiración cuando sentí como abría mis carnes, y como en un momento dejaba caer todo su peso sobre mi, ahogándome, mientras me ensartaba hasta mi estomago. Lo retiró algo y volvió a metérmelo mas y asi estuvo sacándomelo y metiéndomelo con todo su peso sobre mi “tan delicada y finita que te ves princesita me decía y tan buena para aguantar que te den duro y parejo, dime sino estay caliente ahora mismo”. Mis dos manos apretaban el colchón y mordía la almohada y mi clítoris rozaba contra las almohadones y me excitaba terriblemente y me dolía esa presión, sus manos apretaban mis senos, sus dedos pellizcaban mis pezones y sentía su aliento en mi nuca. Iba a terminar de nuevo sin saber si quería o no hacerlo pero iba a terminar igual porque no dependía de mi, el orgasmo se me escaba y venia grande nuevamente, intenso como pocos. Escuché de nuevo que me preguntaba “Estay o no caliente? Princesa? Dime? Te gusta allá adentro?” No podía negar el placer de sentirme allí. Así. Me lo metía, me lo metía y sacaba, ya no sentía dolor, o sentía dolor pero el gozarlo era mas rico aun. Y insistía “Te gusta, te gusta?”. Levante mi boca de la almohada y le reconocí que sí.
- Dime sí, me gusta, mi amor. Di mi amor, me exigía mientras me sodomizaba allí aplastándome con sus noventa kilos.
- Si mi amor -le dije casi en un susurro-, me gusta que me culee así, y sentí que su líquido caliente me invadió y eso terminó de provocarme un orgasmo suave pero profundo, insondable, y larguísimo. Lo retiró con mucho cuidado y quedé allí con mi ano aun parado sobre los cojines, abierto, expuesto y cuando trataba de apretarlo caía de él el semen oscuro. Me pegó un suave palmazo en el traste.
- Me dejaste sin aire… te las mandaste…, no mi Princesa?. Son noventa kilos no mas los que se echo encima, toda una gracia para sus cuantos? Cuarenta y cinco? Porque a cincuenta no llega, o me equivoco?...
— Me veo muy flaca? A mi me gusta estar mas gordita…
— Se ve delicada mijita, una muñequita que da gusto romperle su culito, de gozarla hasta el límite.
Se volvió a vestir y antes de salir le pedí que me tapara con una sábana. Lo hizo y me preguntó si quería que me trajera algo. Le pedí mas agua. Se demoró, sentí que celebraban algo afuera pero me quedé dormida antes que regresara.

Por lo noche debí ir al baño y sentí que estaba caminando como si anduviera de acaballo, pensé que mañana debería hacer un esfuerzo para que no se notara. Amanecí deshecha pero igual baje a la playa, el agua de mar me hizo bien.

Al finalizar ese verano yo sabia que estaba mal. Me sentía sucia. Necesitaba salir de ese departamento pero el irme a la playa también me destruía. Cuando regresaba me descubría jabonándome con desesperación, restregándome mi escobilla hasta dejarme la piel irritada, sin embargo igual partía ese viernes para allá ante el miedo a quedarme sola en este departamento. En la semana tomaba duchas de agua helada al amanecer antes de salir al trabajo para que el cuerpo se estremeciera con el frio y despertara de ese letargo en que me sumía la soledad en las noches. Nada comía allí, solo agua, y cigarros.

Era viernes en la noche y estaba sentada en la taza del baño con solo una pollerón encima, me terminaba de alisar el pelo y las pinzas colgaban de mi mano, me deprimía mi delgadez, cierto que marcaba mi cintura, mis caderas se veían anchas y los ángulos de mi cara me mostraban fina, mi nariz respingada y mi frente ancha y limpia. El pelo delgado caía liso por el calor aplicado y mis hombros redondos y moteados de pecas eran tersos y suaves. Mañana me tomaría dos tragos así volvía el color a mis mejillas y me tornaba deslumbrante me habían dicho. Era una mujer bonita, pero, de que servía eso. Me habían manoseado a su antojo, bese sus penes y me agache a mostrar mi cola para que metieran sus dedos. Terminaron dentro de mi boca y otro que ni recuerdo su nombre salpicó su semen en mis pechos y hasta en el pelo. Uno de ellos me pidió que me parara sobre la cama y me masturbara sobre el, después que me sentara en el sillón y separara las piernas y le mostrara mi vagina abierta en donde me metía un desodorante para su placer. En el juego de a dos, con un trago de mas yo era la mejor, a nada decía que no siempre que me lo supieran pedir, y siempre supieron, -excepto ese del latex- como si se hubieran puesto de acuerdo. Comía tan poco que con un trago me emborrachaba, y lo sabían. Y puedo decir que a esta Princesa se la peleaban, a diferencia de las otras que se andaban ofreciendo. El ruido de las pinzas al caer en el suelo me despertaron. Pasé mis manos por mis piernas y pensé que nunca me había masturbado sola. Deseché la idea, recogí las pinzas y tomé el celular.
- Mañana no voy a ir, le dije a Maria Soledad, estoy mal.
- Por eso guachita tenis que ir, allí comis para toda la semana, Y de todo, agregó y se rio.
- No, en serio, eso se acabó.
- Guachita tenis que ir, no te quería decir pero mañana va el Alberto, me llamó y me preguntó si íbamos, el va en la noche porque solo quiere verte.

Al otro día me subi a una camioneta y salí para la cabaña, y sabia que no era última vez, aunque con Alberto sería diferente.

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Comentarios enviados para este relato
toledano (8 de March de 2011 a las 18:38) dice: bueno, un poco largo, mucha palabra pero bueno, me gusto ella

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:10) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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