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La manera en que conocí a mi actual esposo…

Relato enviado por : narrador el 06/05/2013. Lecturas: 7822

etiquetas relato La manera en que conocí a mi actual esposo…   Confesiones .
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Resumen
Mi nombre es Milena, soy agrónoma, y hace relativamente poco tiempo era soltera, no tenía novio, pero no por eso dejaba de divertirme.


Relato
Aunque me agrada en ocasiones estar en las oficinas atendiendo a los agricultores, lo que más me gusta es el trabajo de campo. Cuando tengo que ir a supervisar las siembras, el debido riego del abono, el control de plagas, en fin todo lo que sea fuera de las oficinas regionales en las que trabajo. Pero los días en que estoy en las oficinas me visto de manera casual elegante, eso quiere decir con mini falda, blusas escotadas, zapatos de taco alto. En fin disfruto mucho, cuando llega algún agricultor y se queda con la boca abierta mientras me observa. Pero cuando voy al campo, uso pantalones largos, camisas gruesas, botas, y hasta sombrero o gorra.

Pero hace un par de meses, por equivocación de la secretaria, confundió mi itinerario, con el del agrónomo jefe. Y cuando yo pensaba que me tocaba quedarme en la oficina, realmente debía estar supervisando varias cosechas, de distintos productos agrícolas. Así que por vivir en un área, muy retirada de las oficinas, así como de las siembras que debía supervisar, decidí ir tal cual estaba vestida. Aunque me sentía bien ridícula al principio caminando con tacos por medio de una siembra de cítricos, pero luego que me quité mis zapatos me sentí mucho mejor, y como dicen rápidamente me adapté. Y al visitar las otras fincas, ya ni le prestaba atención a que no andaba con las botas, ya que me quitaba los zapatos y andaba descalza mientras hacía la inspección.

Desde luego que hubo más de un agricultor o peón que se quedase boquiabierto, viéndome caminar descalza y en minifalda por sus sembradíos. Pero eso no impidió que yo hiciera mi trabajo. Pero al llegar a una siembra de plátanos, cuyo dueño es un anciano, después de que recogí la información que necesitaba de él, me interné en el platanal. Ya los frutos estaban por ser recogidos en un par de días, y a medida que iba caminando, oculta entre todas esas matas de plátano, me sentía de lo más cómoda y libre, quizás porque andaba vestida de manera tan fresca.

Pero después de un buen rato de supervisar la siembra, se me han pegado unas tremendas ganas de orinar. En condiciones normales, me hubiera aguantado, por lo menos hasta regresar a la casa de la finca donde sin problema alguno le pido en baño prestado al agricultor. Pero como me encontraba sola, y me dije a mi misma, lo único que debes hacer es agacharte, bajarte las pantis y ya. Así que me agaché al mismo tiempo que me bajaba las pantis, y tras separar mis piernas ligeramente solté el chorro.

Mientras orinaba de lo más tranquila, levanté la vista y me llevé tremenda sorpresa, frente a mi me pareció ver a un hombre de pie, y entre sus manos un grueso miembro, menudo susto me llevé, pero casi de inmediato me di cuenta de mi error, simplemente era una mata de plátanos chinos, que por la manera que le pegaba el sol a esa hora, yo tuve una ilusión óptica, fijé mis ojos en el plátano, que causó mi confusión, el racimo ya estaban prácticamente listos, para la cosecha. Pero en esos momentos, de ociosa me puse a soñar despierta mientras orinaba, en cómo se sentiría una cosa de esas, metida dentro de mi coño. Al terminar de hacer orinar, me quedé en la posición en que me encontraba, y viendo a mí alrededor, me asegure que nadie me observaba. Una vez que estuve bien segura de estar completamente sola, me levanté, y con la navaja que llevó regularmente, tras agarrar aquel llamativo plátano más largo y grueso que el resto del racimo, lo corté.

Nuevamente vi nuevamente a mi alrededor, asegurándome de estar realmente sola, y tras no tener la menor duda de ello, me volví agachar al pie de la mata de plátanos. Al principio con mis dedos, eché a un lado mis pantis, pero justo antes de introducirme el plátano, opté por quitármelas. Al fin y al cabo estaba sola, y tras hacerlo, comencé a ociosamente a introducir ese tremendo plátano verde dentro de mi depilado coño.

Por un rato estuve tan solo introduciendo una pequeña parte, cuando me dieron ganas de sentarme para estar más cómoda. Pero como no quería manchar ni ensuciar mi pequeña falda, tras nuevamente asegurarme que nadie se encontraba por todo eso, me la quite, y junto con mis pantis la dejé colgada de la rama de una mata de café que estaba sembrada cerca de la mata de plátano.

Así que a medida que iba introduciendo ese tremendo plátano verde dentro de mi coño, fui dándome más y más duro. Al punto que de momento me detuve y terminé de quitarme la blusa y el sostén, quedando del toda desnuda. Y nuevamente a medida que continué metiendo y sacando ese tremendo plátano, de mi húmedo y lubricado coño. Tras un largo rato de estar autosatisfaciéndome, disfruté de un tremendo orgasmo como pocas veces yo misma me lo había provocado.

Aun completamente desnuda, descansé tirada sobre la tierra, y al rato me vestí, después de volver a orinar. Como se me había hecho un poco tarde, se me olvidó ponerme las pantis, pero aun y así, con el mismo plátano en mi mano regresé al auto. Como pude me arreglé la ropa y mi desordenada cabellera. Ya en el auto me di cuenta de que había dejado mis pantis en el arbusto de café. Lo cierto es que cuando regresé posteriormente a esa misma finca, encontré mis pantis, pero tiradas bajo la mata de café, y de inmediato me di cuenta de una tremenda mancha ya seca, de lo que a mí me pareció que era semen. Quizás algún peón la encontró y después de hacerse una paja se limpió con ellas y las tiró al suelo.
Pero como al mes la secretaria me volvió a fastidiar, un día que yo supuestamente me tocaba atender la oficina, resulta que debía inspeccionar una vieja finca abandonada desde hace unos diez años. Aunque no tenía la ropa adecuada fui a realizar la inspección, y como estaba sola me quité mis zapatos de tacos, y me puse a caminar, Ya llevaba un buen rato caminando, cuando encontré una pequeña quebrada, y en su orilla se había dado de manera natural, una enredadera de chayotes o como le dicen en otras partes del mundo, chayota, tayota, güisquil, guatilla, o papapobre . La mayoría estaban maduros, en su punto para recogerlos, así que comencé a recoger unos cuantos, cuando caminando por la quebrada perdí el equilibrio y caí de culo en la quebrada, mojándome casi toda mi ropa.

Por casualidades de la vida, o por accidente uno de los chayotes quedó justo bajo mi coño, entre mis muslos, tras observarlo detenidamente, me acordé de lo que había hecho en el platanal, y me asaltaron esas ganas locas de introducirme una cosa de esas por mí coño. Y tras una rápida y apurada mirada me cercioré de que no hubiera nadie, así que oculta entre la enredadera, me quité mi ropa, y sentándome sobre una pequeña laja en el medio de la quebrada, comencé lentamente a meter dentro de mi coño una de esos chayotes. Comencé por uno pequeño, pero rápidamente lo saqué y cambié por uno mediano, para al poco rato agarrar el más grande e introduciéndolo por su parte más gruesa me lo empujé dentro de mi coño. Sus cortas y suaves espinas lejos de lastimar mí vulva, me excitaban muchísimo más al sentirlas contra las paredes de mi mojada vulva.

Yo llevaba un buen rato, con mis ojos bien cerrados, metiendo y sacando ese gran chayote de mi coño, gimiendo profundamente sin ningún tipo de control, cuando de momento al abrir mis ojos, me encontré con un hombre negro, alto de casi dos metros, que mientras me veía ensimismado al tiempo que mantenía entre sus dedos su tremendo instrumento. No me dijo nada, tan solo se acercó con su cosa en la mano, yo abrí la boca y a los pocos segundos ya le estaba mamando su tremenda verga. Qué más podía hacer en las condiciones que me encontraba, ponerme a gritar, si como no…

A medida que le mamaba su tremendo instrumento, les diré la verdad me provocó sentirlo dentro de mi coño. Yo soy bajita, blanquita, de cómo metro y medio de alta, delgada pero bien proporcionada. Así que cuando saqué su gruesa y venosa verga de mi boca y separé mis piernas, a él no le costó mucho trabajo entender cuál era mi deseo. A medida que su tremenda verga fue deslizándose sabrosamente dentro de mi húmedo y bien lubricado coño, la más sorprendida lo fui yo, al ver que sin problema alguno toda esa gran verga desaparecía por completo dentro de mí cuerpo, sin causarme malestar alguno, todo lo contrario, el tremendo placer que sentí en esos instantes fue por mucho, muy superior al que pude sentir cuando me introduje aquel plátano chino, o el más grande de los chayotes.

No sé cuánto tiempo estuvimos los dos metidos en la quebrada, pero lo que si sé es que a medida que él más metía y sacaba su tremenda verga de mi coño, más deseos tenía yo de que continuase haciéndolo. Entre sus movimientos y los míos, en más de varias ocasiones disfruté de múltiples salvajes orgasmos. Cuando él finalmente se vino, yo creí que me moría pero del placer que sentía. Por un buen rato quedé atolondrada, loca y sin idea, deseosa de seguir pero tremendamente agotada. Luego él al igual que yo se puso su ropa, me ayudó a recoger algunos chayotes, y fue cuando me enteré que él estaba interesado en esa finca. La que sin problema alguno recomendé que se le otorgase.

Bueno aunque no lo crean, esa fue la manera en que conocí a mi actual esposo.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:34) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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