Obsesionada con ver a su marido dándole el gusto a un mariquita, una mujer busca hasta encontrar a un chico pasivo y afeminado, deseoso de perder su virginidad anal
Relato
A Susana siempre se le había hecho imposible de entender cómo había parejas que quisieran integrar a un tercero a sus actividades sexuales. Sabía que había matrimonios que acostumbraba a hacer eso no sólo por los clasificados que eventualmente leía en los diarios y en las revistas eróticas que le divertía ojear de vez en cuando, sino también por historias que tenían por protagonistas a gente que conocía. Claro que eso último eran comentarios que escuchaba de otros y siempre quedaba la posibilidad de que se tratara de meros mitos urbanos. Pero lejos estaba Susana de sospechar siquiera que un día se excitara frente a la situación de ver a su marido con otra persona en la cama, y menos aún que esa persona fuera del mismo sexo que Augusto.
Él había sido un verdadero pornógrafo antes de casarse, y si bien Susana conoció la parte “sana” de su pareja, con el correr del tiempo fue descubriendo las facetas oscuras de su pasado. Entre ellas la que más se destacaba era la fantasía que Augusto tuvo por coger a travestis y homosexuales afeminados. Ella se enteró cuando acomodaba en la nueva casa de ambos algunas cajas de su marido, hallando en una de ellas algunos videos que contenían escenas explícitas de ese tipo de sexo. La sorpresa y el miedo la invadieron pues se preguntó con quién se había casado, confesándole él que algunos años atrás había fantaseado con sodomizar a chicos afeminados y a travestis, ya que se excitaba con la exageración de los modales femeninos, además de ser un vicioso del sexo anal. De hecho Susana, que tuvo parejas anteriores, dejó que fuera la pija de Augusto la primera que ingresara en su conchita trasera, descubriendo un nuevo mundo de placer. Así fue testigo de cuánto le fascinaba a su marido prenderse a mamarle la cola, penetrándola con la lengua y hasta haciéndola tener orgasmos a consecuencia de las sensaciones que le brindaba el tener a su hombre con la cara metida entre sus nalgas.
Al momento de la confesión él le dijo que en una oportunidad levantó a un travesti y se lo llevó a un hotel alojamiento, pero que una vez a solas con él le repugnó la idea de abotonarse a otro hombre, por lo que en esa ocasión sus fantasías habían desaparecido.
Quizás otra mujer hubiera abandonado a Augusto por semejante perversión, pero Susana estaba orgullosa de su marido en el rol de macho, por lo que pronto descubrió que le excitaba comprobar lo calentón que él era y sumó la revelación a sus juegos: se masturbaba imaginando a su hombre culeando afeminados y transexuales, y cuando él la estaba cogiendo le pedía que le contara una y otra vez, y en detalle, las fantasías que lo habían dominado en esa época. Así fue como Susana comprendió y aceptó a Augusto, pero no creyéndole todo, pues así como ella nunca dijo que detestaba la lechuga hasta probarla, consideraba que su marido jamás se desprendería totalmente de su fantasía hasta llevarla a la realidad, tal era su manera de ver las cosas.
- No quiero hablar más del tema, Susana –dijo Augusto una noche de charla marital-. No puedo aceptar que mi mujer pretenda que me acueste con nadie y menos con un marica.
- Es que esto es diferente, no estoy pidiéndote que te acuestes con otra mujer, no tengo el morbo de quienes disfrutan viendo a su cónyuge teniendo sexo con otra persona, sino que siento que siempre va a estar el fantasma de tu fantasía conviviendo con nosotros, a menos que concretes algo que siempre te calentó.
- ¡Pero eso ya lo hice! –dijo ofuscado-. Te conté que una vez me llevé al telo al travesti más sensual que había visto, pero finalmente me cayó la ficha y ni siquiera dejé que me tocara el bulto.
- Eso fue así porque se prostituía, no fue con vos por calentura sino por dinero. Muy distinto es si te llevás a la cama a un putito deseoso de comerse tu pija.
- ¡No puedo creer que me estés diciendo estas cosas!
- Creeme, vas a sentirte liberado si finalmente te sacás la leche cogiéndote a un mariquita, y yo me sentiré más tranquila pues terminada la fantasía sé que sólo querrás estar conmigo, y no bombeándome por la cola mientras pensás que estás trincándote a un travesti.
- ¡Jamás he pensado en algo así mientras te cojo!
- ¡Pero a veces me asalta el temor! Además te confieso… -dijo bajando la voz y poniéndose seductora-… me re calienta la idea de que le calmes la calentura a un putito clavándolo con esa pija divina que tenés.
- ¡Ufff! ¡No puedo seguir hablando esto! Me voy a trabajar… realmente me asustás.
Tras ese tipo de conversaciones Susana debió admitir que sus temores pasaban a segundo plano, mientras que en realidad su obsesión se centraba en ver a Augusto montándose a un mariquita hambriento de pija y sacudirlo hasta sacarse la leche.
Dicen que el ocio es la madre de todos los vicios. Susana disponía de ratos libres en su trabajo que comenzó a pasar frente a la computadora, navegando en internet y aprendiendo sobre los placeres de los homosexuales pasivos. No tardó en reconocer que estaba buscando al putito más afeminado, para entregárselo a su marido servido en bandeja de plata.
Visitó foros, salones de chat, blogs, páginas de contactos y otros portales de similar tenor, trabando conversaciones con homosexuales que fomentaban su morbo. ¿Acaso estaba alimentando una fantasía, al igual a lo hecho por su marido tiempo atrás? ¿Terminaría condenándose y arrepintiéndose de por vida en caso de que lograra convencer a Augusto? ¿No sería aquello el principio del fin de su matrimonio? ¿No sería el portal a un mundo de perversiones que acabara destruyendo el amor que sentían el uno por el otro? Todo podía ser, pero Susana estaba dispuesta a llevar hasta las últimas consecuencias aquello, aunque significara un divorcio lleno de traumas.
Lu, el nene que quería ser nena
Una mañana en la que Susana despuntaba su nuevo hobby en internet, se encontró con un clasificado que le provocó un deja vu:
“Me llamo Luciano, pero siento que soy Luciana, porque siempre me gustaron los hombres bien masculinos. Tengo 18 años, soy pasivo y afeminado, y quiero conocer hombres que me traten como a una hembrita caliente. Soy delgado, bajito, lampiño, de piel muy suave, colita gorda y parada, bien de nena. Tengo rasgos femeninos, labios carnosos y hasta voz aflautada. Me gusta usar lencería y ropa que destaque mis atributos traseros. Me calienta que por la calle los hombres me miren con ganas de cogerme, y si bien he chupado alguna que otra pija, tengo muy poca experiencia por la colita y me gustaría que algún macho me saque las ganas”.
Susana tuvo la sensación de que Luciano era lo que buscaba y le envió un mail:
Hola Luciano…perdón, Luciana. Me llamo Susana y soy mujer, pero igual te escribo pues desde hace algún tiempo tengo el morbo de llevarle a mi marido una personita como vos para que se saque las ganas, ya que él tuvo muchas fantasías con travestis y chicos afeminados, aunque sospecho que aún las tiene. Me excita mucho que una nenita como vos goce con la pija de mi marido, que es un experto culeador. Te cuento que nunca quise tener sexo anal hasta que el empezó a chuparme la cola, cosa que le encanta hacer. Así me fue calentando hasta que un día le pedí que me la metiera y fue cuando descubrí un mundo nuevo de calenturas. No creas que me gusta verlo con otras mujeres, pero sí me excita ver como se saca las ganas de cogerse a un putito (no te ofendas, lo digo con cariño). Bueno, espero me respondas. Un beso.
La respuesta no tardó en llegar:
Hola Su!: Gracias por escribirme! Me ha gustado muchísimo lo que me contaste y te envidio! Qué gusto debe ser tener a un macho así que se desviva por hacerte la cola todo el tiempo… mmmmm… qué rico! Me calienta mucho la idea de ser el putito (no me ofendo, me encanta que me digan así) que le entregués a tu marido. Quiero ser la nena muy sumisa de un macho calentón que se quiera dar el gusto con mi culo. Te adelanto que no tengo mucha experiencia por atrás porque las veces que me han intentado coger me ha dolido y he pedido que me la sacaran, así que sólo me han puerteado, pero sí he chupado varias pijas y te juro que me muero por sentir una en mi cola. Te mando unas fotos para que veas lo linda que soy jijijiji… besos!
Cuando Susana vio las fotografías no tuvo dudas de que había encontrado al putito ideal. Luciano era delgadito, morochito, con una cara que delataba su homosexualidad por los rasgos femeninos. Constató que no había exagerado ni mentido sobre su cuerpo, pues era delgadito, menudo y su cola, no muy grande, era redonda y pulposa. No tenía vellos, por lo que estimó que consumía hormonas y que se depilaba. En una de las fotos se lo veía arrodillado y con las manos apoyadas en el suelo, levantando su cola, que apenas cubría con una bombachita. No pudo dejar de imaginar a Augusto atrás de ese mariquita, bajándole la tanga para hundirle la verga hasta los testículos. Mientras pensaba eso se mojó y sin pensarlo fue al baño de su oficina, donde se masturbó sintiendo la tibia agua del bidet acariciándole su caliente vagina.
Del intercambio de mails Susana pasó a chatear con Luciano, manteniendo largas charlas en las que elogiaba las proezas sexuales de Augusto, especialmente cuando de sexo anal se trataba, como también describía la forma y sabor de la pija de su esposo. Esto hacía calentar mucho a Luciano, que pedía fotos del hombre en cuestión. Esto llevó a Susana a incluir una cámara de video cuando mantenían relaciones, cuidando de que el lente no capturara los rostros, sino los cuerpos de ella y su esposo. Entre los archivos que Luciano recibió había muchas fotos de la pija de Augusto, en algunas aparecía dormida y en otras bien erecta, a veces con una mano femenina, la de Susana, agarrándola por el tronco, en otras se podía apreciar la boca de la mujer recibiendo la mitad del grueso pene, notándose cómo por el tronco corrían gotas de saliva de la mamadora.
A Luciano le gustó aquella verga gorda y venosa, se le mojó la cola de sólo imaginarla intentando meterse en su ano estrecho y apenas puerteado. Recordó a su compañero de escuela, Sergio, al que todos los sábados por la tarde le chupaba la pija hasta que lo hacía volcar y rememoró la ocasión en la que, más caliente de lo normal, lo dio vuelta y se la quiso meter. Sintió gusto cuando la punta logró traspasar la argollita, pero luego dolor cuando el glande pechaba para meterse y la acoplada se truncó. También le vino a la memoria el tipo del cine porno al que le hizo una intensa mamada pero que no quiso acabarle en la boca y que terminó llevándolo al baño. El hombre, un degenerado de aquellos, lo quiso culear sin forro y sin preámbulo alguno, incluso hasta se mostró violento e intentó sodomizarlo por la fuerza, pero pudo escapar aprovechando que otros habían entrado al baño para coger y el frustrado violador prefirió evitar problemas y lo dejó ir. En las oscuras plazas hizo también de las suyas, chupando pijas a desconocidos y hasta bajándose los pantalones detrás de algún árbol, siempre frustrándose el ingreso de las vergas por las nulas dilatación y lubricación de su hoyo. Mientras pasaba el tiempo, Luciano tenía más y más ganas de que un macho alzado se abotonara en su ojete y lo hiciera sentir muy hembra. En otro de los videos que le envió Susana se la observaba en 4 y con su marido culeándola. No se veían las caras, pero sí la pija cuando desaparecía entre esas nalgas turgentes y se oían los gemidos de ella y los jadeos de él.
Una noche en la que Augusto salió para comer un asado con sus amigos, Susana marcó el celular que Luciano le había pasado en una de las conversaciones. El putito se emocionó al escuchar a su amiga por primera vez.
- ¿Y tu marido?
- De asado con unos compañeros del trabajo. ¿Qué hacías?
- Miraba los videos y fotos que me enviaste.
- ¿Te han gustado?
- Muchísimo, me re calientan… ¡no sabés cómo te envidio!
- Y hacés bien, porque no imaginás el placer que siento con esa verga. ¡Se mueve tan bien!
- ¿Nunca te dolió?
- Creo que la primera vez un poco, pero la calentura que tenía era tanta, y el placer que sentí tan intenso, que cualquier molestia que pude haber tenido desapareció al instante.
- ¿Y te acaba adentro?
- La mayoría de las veces sí… me encanta sentir su volcada abundante y caliente, como una enema espesa… después me da mucho placer cuando me siento en el inodoro y me sale de a poco… incluso a veces sigo evacuando su esperma al día siguiente. Pero también sucede que cuando está por acabar me la saca, entonces me doy vuelta y él se la soba fuerte hasta largarme chorros en la cara, en las tetas y en la boca.
- ¿Y te tragás su leche?
- ¡Claro! Es riquísima, sabe a yoghurt caliente.
- Me hacés calentar mal, Su… nunca he tragado leche, sino que cuando terminan de acabar la escupo, pero… creo que me tomaría toda la de tu marido.
Susana había comenzado a pasarse un dedo por el ano, que estaba mojado y caliente. Al otro lado del teléfono, Luciano hacía lo propio.
- ¿Te estás tocando? –preguntó ella.
- Sí, me paso la yema del índice en la colita… está hirviendo.
- ¿Y no te masturbás?
- No uso mi pito sino para hacer pis, y hasta me siento, odio hacerlo de pie.
- ¡Sos una princesita!
- Jijiji… así me siento… una princesita muy puta.
- ¿Y cómo sentís placer?
- Cuando chupo una pija siento placer en todo mi cuerpo y a veces me vuelco, pero sin que se me pare. Pero estoy segura que teniendo una verga en la cola me haría llegar a unas volcadas tremendas sin necesidad de tocarme. Me muero por ser culeada… me muero de ganas…
- A ver, Lucecita… ¿te gusta que te diga así? A ver… haceme escuchar como te chupás los dedos… imaginá que te metés la pija de mi marido en esa boquita golosa.
Al escuchar los primeros chup chup… Susana también se metió un dedo en la boca y lo chupó. Se imaginaba al putito acostado boca abajo, con la cara hacia un costado, chupándose todos los dedos de una mano.
- ¿Te gusta, princesita… te gusta la pija de tío Augusto?
- … mmmmm… sí…. Me encanta…
- ¿Están bien mojados los deditos?
- Mmmm… sí… chorrean mi babita…
- A ver… abrite de piernitas y buscate el agujerito de la cola con esos dedos…
Susana iba haciendo las mismas acciones que le indicaba a Luciano, pero un poco más adelantada, ya que su mayor entró hasta la mitad en su ano cuando le dijo:
- Ahora, muñequita, relajá la colita y meté de a poco un dedito… no hagás fuerza… sentí como te entra de a poco… así… así…
- Mmmmm… ay… sí… está entrando… el culito lo está chupando y lo va metiendo…
- Así haría mi marido… así… metiéndotela de a poco para que te duela lo menos posible… y seguro que antes te chuparía u buen rato el ojete para que se te abra, mojádotelo con abundante saliva para que la pija pueda deslizarse…
Luciano, con la cola levantada, metía cada vez más su dedo, hasta que logró entrarlo todo.
- ¡Entró todo… Su, me metí todo el dedo!
- ¿Sí? Qué bien, pero la pija de Augusto es 10 veces más larga y gorda que ese dedito…
- Ay… con la calentura que tengo ahora te juro que me bancaría que me taponara con esa garcha… ay… sí… veo en el video como te la mete y me estoy haciendo pis de calentura… quiero que me ensarte… que me la ponga hasta los huevos… que me rompa bien el orto…
Susana se sentía poderosa al haber logrado llevar a tan alto grado de calentura al putito y ese poder la hacía calentarse de un modo indescriptible. Tuvo un orgasmo mientras Luciano movía el dedo en su culito y de pronto lo oyó liberar un gemido fuerte y largo.
- Me hiciste acabar –dijo algo exhausto el mariquita-. Me enchastré todo.
- Yo también me volqué entera, me calenté mucho.
- ¿De verdad me entregarías a tu marido?
- Claro que sí… y vos… ¿te dejarías hacer de todo con él?
- Te juro que sí… se me moja el culito de imaginar que me producís y me llevás adonde él está, para que me trate como a una trolita.
- Me siento una reina que busca complacer a su rey… a un rey que es tan macho que tiene resto para sacarme las ganas y también para atender a otras calentonas… me pajearía como loca viendo a mi hombre sacudiéndote en la cama hasta llenarte ese culo virgen con su semen.
Las charlas se sucedieron en otras ocasiones y cada una de ellas sumaba calentura a Susana y a Luciano. Un día ella decidió pasar a otro nivel para no dejar que otro desvirgara a la marica. Así fue como tras algunas averiguaciones pidió conferencia a Luciano:
- ¿Conocés Rio Escondido?
- Sí, he ido con mi familia a bañarnos por ahí varias veces.
- Hay unas cabañas metidas en un campo, se llaman El Remanso, ¿ te suena?
- Sí, está cerca del pueblo, pero nunca fuimos.
- ¿Te gustaría pasar el próximo fin de semana allá?
- ¡Uh, sí! ¿Por qué me preguntás?
- Porque con Augusto vamos a ir el viernes y regresaremos el domingo… te invito a que vayas para hacer lo que hemos estado fantaseando.
- ¿Este fin de semana?
- Sí, quiero entregarte ya mismo a mi macho.
- Pero… no tengo plata y…
- Hacete cargo del viaje que no es mucho. En la terminal del pueblo habrá un remise esperándote para llevarte a las cabañas. Yo dejaría una paga para vos el viernes y el sábado. El domingo quiero tener a mi hombre sólo para mí.
- ¿Lo puedo pensar?
- Sí, claro… pero decidite pronto para hacer los arreglos.
Esa misma tarde, Susana recibió un mail de Luciano:
Hola, Su! Ya medité tu propuesta y acepto! Me muero de ganas por estar con tu macho dándome por el culo, quiero que me entregués a él para ser su putita y así regresar a mi casa con el ojete abierto y lleno con su leche. Ya tengo mi pasaje a Río Escondido. Llegaré el viernes a las 11.
La respuesta de Susana fue inmediata.
¡Qué bueno que aceptáste, princesita! Acabo de alquilar las cabañas… la nuestra será la 6 y la tuya la 7, seremos vecinos. Apenas llegués a la terminal habrá un remisero esperándote con un letrero con tu nombre escrito. Te traerá a El Remanso. Apenas llegués nos conoceremos y fijaremos las pautas, pues todo implica un pequeño teatro.
Susana se regocijó tras enviar aquel mail. Se sintió muy morbosa y la sonrisa perversa que se vio en el espejo la hizo sentirse otra. Confirmó entonces que no le preocupaba en realidad si su marido mantenía o no sus viejas fantasías, sino el hecho de entregarle a un putito desesperado por ser desflorado por un experto, y su esposo lo era. Lo sentía tan macho, tan calentón, que le daba gusto compartirlo con quien necesitara saciar el hambre de sus agujeros. Alguna vez, al borde del climax, lo había imaginado sentado en una plaza, con la pija hinchada apuntando al cielo, y una hilera de putitos, travestis y mujeres mal cogidas esperando su turno para sentarse en esa verga y sacudirse hasta tener intensas volcadas. Se mojó al pensar en todo eso y pensó en masturbarse, pero decidió prorrogar ese juego solitario para finiquitar con los detalles del fin de semana.
Su, Lu y una vieja fantasía
El Remanso no era desconocido para Susana y Augusto, ya que en varias ocasiones se habían alojado en sus cabañas de piedra. Su favorita era la 6, ya que estaba más alejada que las demás y eso les permitía sentirse absolutamente solos y practicar el nudismo, coger al aire libre y por ende poder desestresarse con libertad.
El viaje había sido un poco pesado por el calor reinante. Debido a ello, apenas bajó el equipaje, Augusto se desnudó y se arrojó en la piscina. Era genial que cada cabaña tuviera una propia. Susana, mientras tanto, le dijo que iría hasta la cabaña de los dueños para dejar pago el fin de semana. Un poco nerviosa miró el reloj y vio que eran las 11. Estimó que Luciano ya estaría en la cabaña 7, lo que confirmó sutilmente al conversar con Ofelia, la casera: “Tenemos todo completo, ayer llegaron dos matrimonios con sus hijos y esta mañana un chico jovencito solo; re mariquita, primero pensé que era una chica”. Por suerte el alquiler se pagaba en la ciudad, por lo que Ofelia nunca se enteraría que Susana había llevado al nene-nena.
Seguidamente Susana pasó por la cabaña 7 y vio a Luciano tomando sol boca abajo. Era aún más agradable que en fotos, delgado, menudo, delicado. Al acercarse se asombró por la cola del mariquita, que era en realidad turgente. Pensó que más de una de sus amigas se morirían de envidia al ver ese trasero depilado, al igual que las piernas y todo el cuerpo. Además el putito tenía sólo una tanguita roja que realzaba aún más las nalgas.
- Hola, Lu –saludó Susana, a quien el aludido no había oído llegar.
- ¡Hola! –respondió el chico, feliz de ver a su “amiga” virtual- Al fin nos conocemos.
Se saludaron como lo hacen las mujeres, con dos besos en las mejillas.
- ¡Qué cuerpito que tenés… realmente sos una princesita!
Luciano se ruborizó ante el halago, siendo recíproco pues Susana era una auténtica loba, dueña de un cuerpo por demás sensual. Pensó que si su marido, a pesar de cogerse a diario a semejante mujer, también tenía ganas de culearse a un mariquita, pues debería ser un verdadero morboso calentón.
- ¿Sabe tu marido que estoy aquí?
- No, querida… ¿te puedo decir así? Jajaja… qué dulce sos… Augusto no sabe nada, pero no te preocupés que todo irá bien. En principio disfrutá de todo, bañate y relajate. Luego, a eso de las 4 de la tarde, pasá por nuestra cabaña como si dieras un paseo, entonces lo vas a conocer.
- Pero… ¿irá a querer? –preguntó algo desilusionado.
- Lucianita, hoy no pasará nada, pero puedo asegurarte que mañana vas a tener a mi esposo muy metido en tu colita, dándote mucho gusto. Mientras tanto te dejo algo para amenizar la espera.
Acto seguido, Susana le entregó una caja pequeña envuelta para regalo.
- ¡Gracias! ¿Qué es?
- Un obsequio de bienvenida, que lo disfrutes y te esperamos más tarde.
Susana regresó a la cabaña para no despertar las sospechas de Augusto, mientras Luciano liberó su curiosidad al abrir el regalo, encontrándose con la réplica de una pija de pequeñas dimensiones y una nota: “Nena, andá preparando el agujerito y dejalo listo para sentir una de verdad”.
Augusto preparó unos filetes en la parrilla, Susana se ocupó de la ensalada y cuando el sol estaba perpendicular al suelo almorzaron. Luego lavaron los platos y se recostaron en la cama un rato, dormitando mientras disfrutaban de una suave brisa sur que se colaba por la ventana. Susana en realidad no pegó un ojo, su mente estaba fijo en otro asunto que le hacía tener permanentemente mojada la conchita. Inquieta aguardó que el reloj marcara las cuatro, ocasión en la que despertó a Augusto para ir a la pileta.
Desnudos se tiraron al agua y nadaron algunos minutos, hasta que ella, subiéndose a los primeros escalones, le dijo de espaldas:
- Amor, ¿aún te gusto?
- Claro, siempre me has gustado… ¿a qué viene la pregunta?
- A nada… es que a veces pienso que estoy gorda… ¿cómo me ves la cola?
Susana sabía que Augusto no podría resistirse a la indirecta, y lo confirmó al oír el ruido del agua, que anunciaba su acercamiento. Un segundo después sintió sus manos agarrándole las nalgas, masajeándoselas con ganas.
- Querida… tenés el mejor culo del mundo y nunca dejaré de celebrar que haya sido yo el que te lo abrió.
Acto seguido, apretó la cara entre los glúteos y Susana sintió la ardiente boca masculina buscándole el ano. La sintió, con los labios convertidos en una ventosa succionadora y la lengua frotándose ansiosa por el aro de su culo, mojádolo con abundante saliva. Se relajó para permitir la entrada de esa movediza gládula que pronto le lubricó todo el recto al introducirle las famosas enemas de baba de Augusto. Bajando la cabeza, Susana vio que su marido tenía la pija dura, como le sucedía cada vez que le chupaba el culo.
- Ponemela, amor.
- ¿Vamos a la cama?
- No, acá, culeame.
- ¿No querés por la conchita primero?
- No, tengo ganas de que me taponés el ojete ahora.
- Bajate entonces.
La llevó a un costado de la piscina, ambos en el agua, y le apoyó la punta de la pija en el ano. Susana se relajó y se fue haciendo para atrás, sintiendo como le iba entrando aquel amado pedazo de carne dura y caliente. Le dolió un poco, por lo que se movió para sacar un poco la verga, para luego volver a recular y lograr así que se le metiera más. Repitió dos o tres veces el movimiento, hasta sentir los peludos testículos apretados en su cola.
- Ay… amor… así… quedémonos un rato así… me encanta que te abotonés.
- Y a mí me encanta abotonarme en este upite maravilloso –le susurró él al oído, mientras le manoseaba las tetas.
Luciano estaba nervioso. Tras mirar que el reloj acusaba las 4 y cuarto salió de la cabaña y se dirigió a la 6. Vestía un short de jean muy cortito y apretado y una pupera negra también ajustada, cubriéndose del sol con un sombrerito rosado. Calzado en ojotas avanzó decidido y aparentando estar distraído.
- ¿Y ese? –dijo Augusto, sorprendido.
- Un mariquita que está en la cabaña de al lado, hoy lo conocí cuando fui a pagar… ¿qué hacés?
- Me salgo, estamos en bolas y… abotonados.
- Quedate adentro mío, no nos verá.
- ¿Qué no? ¡Si ahí viene!
- Quedate, por favor, no me saqués… me excita.
Susana le apretó la pija con sus esfínteres y Augusto se resignó para no ponerse en evidencia.
- Hola –saludó Luciano, acercándose-. A usted ya la conocí esta mañana, señora.
- Hola, querida… perdón, querido… ¿cómo estás? Soy Susana y él es mi marido, Augusto, y vos te llamabas…
- Luciano.
- Hola –saludó Augusto, parco.
- Vine solito y salí a dar un paseo. Esto es muy bonito pero estaba un poco aburrido y… ¡Oh! ¡Disculpen… los estoy interrumpiendo! Después los veo.
Sonrojado, el putito apresuró el paso y regresó a la cabaña.
- ¡Se dio cuenta! –exclamó Augusto.
- Sí, y me calentó mucho… pobrecito… seguro que fue a meterse los dedos en la cola por la envidia que me tuvo. Imaginate, a un mariquita así le encantaría que un macho como vos lo tuviera enculado como me tenés ahora a mí.
- ¡Sos una perversa!
- Sí, ¿te molesta? Creo que también te calienta… siento tu pija más hinchada que recién… ¿no le harías el favor a un putito tan rico como Luciano?
- Ya empezaste de nuevo… me prometiste que…
- No te hagás el santurrón que bien que te pajeabas con la fantasía de culearte un trolito –cortó ella, moviéndose para incitar a su esposo.
- Fue en una época de confusión, ahora sólo me calentás vos.
- ¿Viste que rica cola tenía el mariquita? Cola de nena, de bebita calentona. Y vino solito… ¿no te dan ganas de llevártelo al bosque para llenarle el culito de leche?
- ¡Puta pervertida! –exclamó Augusto, llevándola con la pija adentro del orto hasta los escalones, saliendo del agua hasta la altura de las rodillas y haciéndola buscar apoyo con las manos en el borde de la piscina. Seguidamente la empezó a bombear con saña.
- ¡Mirá, yegua, sentí… entendé de una buena vez que el único culo que quiero es el tuyo… zorra degenerada… comete esta pija!
- ¡Ay… ay…ay… me vas a dejar el culito irritado… ay… ay… me duele…sacamela papi… sacamela… ay… ay… ay…!
- ¿Sacartela? ¡Caquita te voy a sacar, por sucia, por cochina!
Luciano, que se había quedado escondido entre unos árboles, estaba alucinado con aquella escena. Se había bajado el short hasta las rodillas y se frotaba el culito con uno de sus dedos. Estaba obnubilado y la baba le chorreaba de la boca, como si se hubiera drogado. Se colocó en cuclillas e hizo fuerza, hasta que un grueso trozo de materia fecal comenzó a salirle, demorando la expulsión para sentir abierto su culo, fue entonces cuando se volcó y de su pequeño y flaccido pene le salió un chorrito de leche, sin que siquiera se lo tocara. En ese mismo instante escuchó al hombre dar un gruñido y abrazar fuerte a la mujer, que liberó una serie de gritos que delataban que había llegado al orgasmo justo al sentir la leche de su hombre quemándole los intestinos.
Lejos de relajarse, Luciano regresó a la cabaña y se dio una ducha de agua fría, metiéndose por primera vez dos dedos en el culo, para limpiárselo bien. A medio secar se acostó boca abajo en la cama y, tras embadurnar con gel lubricante el regalo que le hiciera Susana, se lo metió poco a poco en el orto, sintiendo gran placer que superó la incomodidad… aunque no pudo dejar de pensar que la pija de aquel tipo debía ser mucho más grande que el consolador.
Desflorando a Lu
Luciano sentía que le ardía un poco el ano, pero era demasiado el placer que le brindaba el consolador que le había regalado Susana y que se había metido dos horas atrás. Incluso con él adentro fue caminando hasta el living para buscar su celular, tras haber sonado indicando que tenía mensaje de texto. Era de Susana. Iniciándose así una serie de comentarios.
Su: ¿Te gustó lo que viste?
Lu: ¿Te la estaba metiendo por la cola?
Su: Sí, no sabés lo rica que es… esta noche te toca a vos.
Lu: Me calenté mal, los espié hasta que se volcaron y también me volqué. Después volví a la cabaña y estrené tu regalo.
Su: ¿Te gustó?
Lu: Muchísimo. Hace dos horas que lo tengo metido.
Su: Hacés bien para ir acostumbrándote porque lo que tiene mi marido es más grueso.
Lu: Me hacés dar más ganas de las que traje.
Su: A las 9 de la noche vení a la cabaña. Vestite lo más putito que puedas.
Luciano se siguió volcando toda la tarde, pero eso no mitigaba su calentura. Jamás se había sentido así, tan desesperado. En ese momento no tenía miedo alguno a sufrir dolores, sólo quería, deseaba, necesitaba ponerse en cuatro para que aquel macho calentón le abriera el culo con esa pija que hacía estremecer a Susana, a pesar de estar acostumbrada a comérsela por atrás.
Susana, mientras tanto, se inventó una repentina jaqueca para evitar el polvo de la merienda, ya que quería que Augusto estuviera bien alzado para la noche. Pasadas las 20 ella anunció que se sentía bien y que quería jugar mucho. Mimosa, le preparó un jugo de naranja en el cual echó dos pastillas de viagra pulverizadas, y le pidió que abriera una botella de champaña mientras encendía un porro para fumar a medias. Con la bebida espirituosa, la hierba y las ganas, ambos comenzaron a transar en la cama. A él se le marcaba la verga dura bajo el ajustado boxer blanco, mientras que Susana estrenaba una diminuta tanga roja que hacía juego con un corpiño que sólo parecía ser un par de breteles por lo pequeño.
Susana comenzó a pajear a su esposo mientras se chupaban las bocas, cuando se escucharon pasos de ojotas en la entrada.
- Hay alguien –dijo él, preocupado.
- Sí, olvidé decirte que tendríamos visitas. Esperame.
- ¡Susana! ¡Estás desnuda! –gritó, tratando de detenerla.
- ¡Shhh! No te preocupés…
Desde la cama, Augusto oyó a su mujer hablando con alguien.
- Hola, princesita, pasá, vamos a tomar champaña con mi marido.
Augusto estaba bastante fumado como para reaccionar rápido, por lo que su esposa y el visitante lo encontraron tendido en la cama y con la verga dura. El recién llegado era el putito que los había visto abotonados en la siesta.
- Amor, ¿te acordás de Luciana? La invité a tomar algo con nosotros ya que está muy solita.
- Pero… Susana… qué es esto…
- ¡Oh! Mirá, princesita –dijo ignorándolo-. ¿Habías visto una cosa tan rica alguna vez?
Susana agarró la pija de Augusto y continuó con la masturbación que interrumpiera momentos antes.
- ¿Estás loca?
Como respuesta, ella lo miró maliciosa y se metió el pene en la boca, chupándolo en todo su largo y dejándolo brillante de saliva.
- No finjás, amor, si hoy me diste como nunca por la calentura que te dio ver a esta hermosura… ¿Viste qué bonita es? Parece una muñequita y además es virgen… tiene el culito cerrado y yo te la regalo para que se lo abrás, como lo hiciste conmigo. Acercate, Luly… enseñale la colita a papi…
- Pero… pero… -musitó Augusto.
Susana volvió a chupar la verga de su hombre, mientras el putito miraba alucinado, con los ojos brillantes de lujuria. La obedeció y se colocó junto a él, mostrándole la cola que cubría con unas calzas cortas de color blanco, que marcaban la bombachita que había debajo.
Sin dejar de succionar, Susana tomó la mano de su marido y la colocó en el redondo trasero del mariquita.
- Tocá, amor, ¿viste que culito más durito? ¿te gusta la mariquita que te trajo mami?
Y mientras ella volvió a la mamada, tímidamente Augusto comenzó a manosear el culo del putito, que se regocijó con la aceptación del hombre y olvidó sus temores a haber viajado en vano.
- A ver, Lucianita… mostrame cómo la chupás así aprendo –pidió Susana.
El trolito se inclinó y unas gotas de su saliva cayeron en las sábanas. Se estaba babeando de deseo. Miró a Susana, buscando aprobación, y ante la sonrisa perversa de la mujer comenzó a lamer el tronco duro y caliente de aquella pija con la que había estado soñando durante semanas.
Augusto miró atónito a su esposa, pensando que sólo era un juego, una trampa, una fantasía limitada, pero el mariquita se estaba engullendo su verga y la chupaba… y muy bien.
Susana avanzó de rodillas hasta ubicar su entrepierna sobre la cara de Augusto, corriéndose la tanga roja.
- Esto no es un 69 pero es muy parecido, ¿no crees, vida?
Y se bajó hasta colocarle la concha en la boca. No pasó un segundo cuando él ya estaba succionando y lamiendo la vagina de su mujer, que gemía gustosa.
- ¿Te gusta la putita que te traje, amor? –preguntó, bajándole las calzas a Luciano y dejando al desnudo dos redondas nalgas rosadas entre las cuales se perdía una bombachita blanca-. ¡Pero mirá qué culito que vas a desvirgar, mi vida! Le vas a cambiar la vida a este putito, que regresará con el ano lleno con tu leche.
Al oír esto, Luciano se excitó aún más y aceleró la velocidad de su succión, mientras que Augusto chupó con más ganas la amada concha de su cónyuge. Ella no tardó mucho en llegar a un intenso orgasmo, y mientras se volcaba (frotando con su zorra la cara de su macho), dio unos sonoros chirlos en los glúteos del putito.
- Basta, princesita… -ordenó ella-. Desnudate y subite a la cama que papi te va a dar besos en el huequito.
Mientras el mariquita obedecía sin decir palabra, y sin retirar los ojos de la hinchada verga, Susana se recostó junto a su esposo, besándolo en la boca.
- ¿Te la chupó bien, papi?
- Sí, casi tan bien como vos, mi vida.
- Mentiroso –rió-, este mariquita la debe mamar mejor que cualquier mujer… y ahora vos le vas a mamar la cola para dilatársela y lubricársela… vos de aquí no te vas con el ortito sano, Lucianita.
El mariquita gimió como si liberara un sollozo. Tal era la calentura de aquella situación. Luciano estaba otra vez como drogado, como si también hubiera fumado marihuana. Lo perdía y dominaba el hecho de que una mujer tan hermosa dejara que su esposo lo cogiera, y lo volvía loco de deseo comprobar que el hombre estaba más que dispuesto a culearlo. Supo entonces que si en algún momento pudo arrepentirse, ya era tarde, pues ese macho estaba demasiado alzado y sí o sí lo iba a desflorar. Esta vez no salvaría la virginidad de su culito, pues Augusto no era como sus amigos, que claudicaron ante lo estrecho del ano, o como aquel baboso que casi lo viola en el baño del cine porno. Augusto le iba a meter la pija en el orto aunque se resistiera. Pero oponerse no estaba en sus planes… por el contrario, quería terminar con su frustración y se moría porque ese tipo se le abotonara.
- No te podés quejar de nada, Fabri –susurró Susana-, este dulce putito tiene un culo más rico que el de una quinceañera… saborealo, papi, chupáselo, cogelo con la lengua, hacelo gozar con esas divinas mamadas de upite que sólo vos sabés hacer.
Luciano, totalmente desnudo, se arrodilló en la cama, abriéndose de piernas y levantando su trasero mientras recostaba su cara sobre una almohada. Augusto le pegó un par de chirlos y separó las nalgas, descubriendo un agujerito sin pelos y cerrado. Tenía razón Susana, parecía el culo de una adolescente. Todo Luciano parecía una nena, si no fuera por el pequeño pene flácido que le colgaba adelante. Pero Augusto ni lo miró, sus ojos estaban hipnotizados por el agujerito oscuro que lo hacía babear… ese ano era una invitación imposible de despreciar. Aplicó sobre él sus labios, iniciando una suave succión mientras la lengua se paseaba como un pincel por el aro de aquella belleza. Luciano suspiró profundo con esa caricia, pues jamás le habían chupado el culo, sólo había mamado pijas y lo habían querido coger, pero jamás una boca masculina se había dignado a tratar su orto como si fuera una vagina. Instantes después se estremeció al sentir una larga e inquieta lengua metiéndose en el hoyo, trayendo consigo una abundante cantidad de saliva con la que todo su recto se mojaba.
Susana, en tanto, se colocó debajo de Augusto y su boca buscó la pija, chupándola para su propio placer, pues supo que mientras su marido estuviera mamando un culo no perdería la erección. Tal era el mejor afrodisíaco de su hombre.
El putito gemía, la mujer mamaba y el hombre saboreaba un culito que pronto dejaría de ser virgen. La ruptura de esa cadena la dio Susana, cuando saliéndose de debajo de Augusto le dijo:
- Culeátelo, amor.
Él la miró. Estaba alzado, drogado, perdido, ya no era un hombre, sino un animal alzado, alborotado.
- Sí, culeátelo, rompele el orto, hacelo gozar… ¡dale que está sufriendo, pobre mariquita!
- Alcanzame un forro –pidió él.
- ¡No! Culeátelo así nomás, él quiere tu leche adentro… volcate en su culo… desvirgalo en carne viva… así lo inaugurás bien.
Augusto dudó unos segundos mientras miraba algo incrédulo a su esposa, que insistía con sus ojos llenos de lujuria. Luego volvió su vista al putito, que abría más las piernas, dejando ver que el culo, recién cerrado, ahora estaba abierta como una pequeña boca articulándo la letra “O”. El hombre tomó la pija dura y avanzó de rodillas hasta apoyar la cabeza en el ano. La frotó, hundió la punta, volvió a frotarla y apoyó otra vez más la cabeza en la entrada.
- Aflojate… no hagás nada de fuerza… dejala entrar y no te va a doler nada de nada, ¿sí?
- Sí –musitó Luciano casi en un ruego. Aquella demora aumentaba su desesperación.
Augusto empujó y con trabajo el glande comenzó a meterse en el culito, que intentó cerrarse por instinto, pero él aumentó la fuerza y entonces la cabeza traspasó el aro. Luciano gritó.
- ¡Ay… ay… me la enterraste toda!
- Toda no, sólo la cabeza, pero te la va a meter hasta los huevos –corrigió Susana, que sentada junto a ellos se manoseaba la entrepierna.
- ¡M duele… me duele… ay… ay… es muy gruesa…!
- Shhhh –dijo Augusto-, te dije que no hagás fuerza, relajá el culo.
Le sacó la pija con cuidado, pero antes que Luciano dijera nada, se la metió de nuevo, haciéndolo gemir. Repitió la acción un par de veces más, logrando así que los esfínteres fueran relajándose. Cuando volvió a meterle la cabeza de la chota empujó un poco más hasta introducir la mitad del tronco. Un gemido sordo salió de los labios del putito, que también liberaron un hilo de baba que corrió por la sábana.
- Mmmmm… papi… qué caliente estás… desde ahora mami te va a buscar mariquitas como Lucianita para que le abrás la colita… y esta mariquita nos mandará a todos sus amiguitos putitos para que prueben la verga de Augusto, ¿verdad, princesita?
Susana se frotaba fuerte el clítoris buscando su enésimo orgasmo. Tanta calentura le daba ver a su hombre culeándose a un trolito afeminado, que no necesitaba tocarse para volcar, pero era bien pajera y le aumentaba el morbo sacudirse la concha frente a espectáculo tan bizarro.
Augusto, en tanto, había avanzado más, al punto de lograr meter toda su pija en el culo del trolito. Pegando su pecho a la delgada espalda del chico, hizo que su boca llegara al oído.
- Ya dejaste de ser virgen, bebé… ahora tenés el culo abierto y seguro que te vas a comer millones de vergas… pero jamás olvidarás mi guasca… como yo jamás olvidaré tu culo…
- ¡Ay… sí… me gusta… amo esa guasca… dame… dame… quiero guasca!
- ¡Así! –animó Susana-, ¡así, princesita, gozá a este macho que te esta abriendo bien el culito… gozalo, sentilo, apretale la pija con el orto… sacale leche…!
La cama crujía al punto de parecer romperse. Augusto estaba bañado en sudor y su rostro estaba transfigurado hasta convertirse en una máscara de la calentura más pura y terrible. Susana, al mirarlo, se volcó una vez más y de inmediato le buscó la boca con la suya para fundirse en un beso intenso, desesperado, violento.
- ¡Me hago pis… me hago pis… me hago pis…! –gimió Luciano.
- Llevatelo afuera –ordenó Susana.
Augusto obedeció, bajandose de la cama sin sacarle la pija del culo al trolito, obviamente haciendo que éste también pusiera los pies en el suelo. El hombre avanzó, obligando al chico que hiciera lo propio, aunque apoyando apenas las puntas de los pies por su baja estatura. Los abotonados llegaron hasta la entrada de la casa.
- Orinate –ordenó Augusto, retomando un furioso bombeo que le dio forma de tartamudeo a los gemidos y gritos del mariquita.
Una mezcla de semen y orina salió del pene del chico, que se estremeció como sacudido por una corriente eléctrica, mientras que dentro de su culo una pija bien hinchada y dura explotaba en una eycaulación que se le antojó interminable. Sintió lo caliente de la abundante esperma metiéndosele por el intestino. Agotado, Luciano se aflojó hasta que Augusto tuvo que sostenerlo, mientras miraba hacia la puerta. Tras la tela mosquitera vio a Susana, sentada en un sillón de mimbre y con las piernas abiertas, continuando con su masturbación.
- ¿Te acabaste rico, papi? No se la saqués… quedate así, bien abotonado, porque tenés ganas de seguir dándole, ¿verdad?
- La sigo teniendo dura, amor… creo que aunque quisiera no se la podría sacar. Lo tengo abrochado, siento que soy un perro alzado.
Al decir esto y saberse con el aval de su mujer, Augusto recobró la calentura y empezó a bombear otra vez a Luciano, que balbuceaba ya sin fuerzas, pero no por ello sin ganas de seguir sacándole leche a ese hombre alborotado. Sentía como latía esa pija en su interior, y por un momento temió que fuera cierto el mito de que los humanos también se quedan abotonados cuando practican el sexo anal, pero pronto la idea aumentó su morbo y empezó a masajear la chota al contraer el culo y apretarla con ganas.
Augusto vio una silla a metros de donde estaban y caminó hacia ella, arrastrando consigo al trolito. Se sentó e hizo que el chico levantara sus piernas hasta apoyar los pies en el asiento; entonces lo tomó de la cintura y empleó la fuerza para subir y bajar el delgado y liviano cuerpo, que se retorció de gusto al sentir que la pija parecía metérsele aún más. Luciano creyó que la guasca no sólo le estaba agrandando el ano, sino también el intestino. De pronto notó que el hombre se alteró, pues lo abrazó con tal fuerza que creyó iba a triturarlo, dándose cuenta de que recibiría otra descarga de semen. Así fue. En esta ocasión, debido a la pose, sintió que los escupitajos de leche le subían y hasta tuvo la fantasía que le llegaban al cerebro.
Susana, testigo caliente de la escena, se chupaba los dedos saboreando los jugos que produjera su intensa paja, mientras Augusto se relajaba y dejaba que el putito se liberara de su pija.
- Paso al baño –dijo el chico, con las piernas temblorosas.
- No, princesita, -dijo Susana-. Largá todo en el césped, queremos verte.
Ruborizado pero sonriente, el mariquita se puso en cuclillas y se aflojó. Primero hizo pis otra vez y luego sintió como una espesa cantidad de leche le corría hacia abajo. El matrimonio vio entonces salirle del ano mucha esperma.
- Mmmmm… muñequita… ahora ya sos una verdadera mariquita… nuestra mariquita –dijo Susana-. ¿Te gustó, Fabri?
- Sos una perversa –respondió sonriendo.
- Vos me hiciste así, ¿querés cogerlo otra vez?
- No, ahora quiero tu conchita y tu culo.
- Princesita… ahora andá a descansar porque mañana mi marido quiere volver a culearte.
Luciano saludó a ambos con besos en las mejillas.
- Me encantó… muchas gracias…
Al quedarse solos, Susana manoseó la pija de Augusto, susurrándole al oído:
- ¿Vamos a la cama?
- No, me ha hecho mucho calor… vayamos a la piscina, quiero flotar teniéndote abotonada a vos.
El mariquita se dejó caer agotado en la cama. Su cola le ardía un poco; aún tenía esperma adentro y le gustaba saberlo. Sonrió esperanzado en que al día siguiente Susana le permitiera gozar de la pija de su marido y se durmió deseando soñar con los calientes momentos vividos junto a esa pareja de depravados.
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 120861 veces