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La muerta de la calle las Dos Rosas… ( CON fotos)

Relato enviado por : narrador el 14/10/2014. Lecturas: 4297

etiquetas relato La muerta de la calle las Dos Rosas… ( CON fotos)   Infidelidades .
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Resumen


Hace muchos años, cuando aun se vivía en el siglo pasado, digamos que de la noche a la mañana, surgió lo que hoy en día llaman una leyenda urbana, aunque nuestro pequeño pueblo, no llegaban a vivir más, o menos unas diez mil personas.



Relato


Todo comenzó si mal no recuerdo, una madrugada, en que varios jóvenes del pueblo regresaban a su casa de una fiesta. Un amigo les había llevado en su camión, y dejado a varias calles de sus casas. Cuando el grupo de jóvenes al ir pasando por la calle de las Dos Rosas, comenzaron a escuchar, un profundo y distante gemido. Algunos de los chicos, en medio de su ya avanzada borrachera, dijeron que parecía una mujer llorando, para otros, era como si se estuviese aquejada de un gran, y profundo dolor.

Movidos más por la curiosidad que por la intención de ayudar a la desventurada mujer, después de un corto rato, al parecer pudieron localizar aquellos dolorosos lamentos. Procedían de una parcela sumamente enmontada, en la que según les habían contado sus padres, en el pasado, existió una gran casona de madera, cuando todo eso, y sus alrededores, solamente eran monte y culebras. De la gran casona, apenas y quedaban unos escalones de piedra, así como unas cuantas columnas cubiertas en su totalidad por la maleza. Pero eso no fue impedimento para que el grupo siguiendo, el llanto, los profundos, y tristes gemidos, así como agudos gritos que parecían ser producto de un gran dolor.

Para colmo de males, la luna se encontraba en su plena fase de luna nueva, por lo que su deseada luminosidad, brillaba por su ausencia. La oscuridad era mayor a lo usual. Pero eso no impidió que el pequeño grupo de valientes curiosos, y borrachos jóvenes, continuase adentrándose en la espesa maleza. Los gritos eran cada vez, más y más fuertes, y tenebrosos. Claramente escuchaba decir a esa mujer, un sinfín de fuertes palabras, para expresar su profundo dolor, y desesperación. Claramente en varias ocasiones ya bien cerca de su origen, escucharon decir a la víctima. Me estas matando, suéltame, me duele mucho, te lo juro, por lo que más quieras. Mientras que al fondo se escuchaba como el bufido de un toro.

Cuando el grupo a pesar de la cerrada oscuridad, fueron llegando a un pequeño descampado. Donde a pocos pasos de ellos, en medio de la vereda por la que caminaban, encontraron una serpiente, tragándose a una rata. Justo en el momento en que se desató una fuerte tormenta con truenos, y rayos. Asombrados por todo lo sucedido, en medio de la gran oscuridad y de la fuerte lluvia, vieron a una mujer, extremadamente pálida, de muy larga, y abundante oscura cabellera, tirada sobre la negra tierra, con ojos desorbitados, con sus piernas bien abiertas, completamente desnuda, mientras luchaba con una oscura, y gruesa culebra, la cual al parecer aguantaba entre sus manos, para evitar que le picase.

Algunos de los jóvenes al ver semejante cuadro, y sobre saltados por un cercano trueno, que retumbó con fuerza en sus oídos, de inmediato salieron corriendo, por donde habían venido, y el resto cuando la muerta sintió que ellos llegaban, al levantar su rostro, ellos pudieron ver las oscuras cuencas vacías del rostro de la muerta, fue cuando todos sintieron que a pesar de que no tenía ojos, era como si los mirase con un gran odio hacia ellos, y cuando ella volvió a pegar otro profundo grito, ni el pelo se les volvió a ver a todos ellos, por todo eso.

Al siguiente día por todo el pueblo corrían distintas u diferentes versiones de los hechos. Fue tal el revuelo que eso levantó, que hasta el comisario municipal, y el alcalde del pueblo, durante el día, se apersonaron al mismo lugar, para tratar de tener una más clara idea de los hechos. Gracias a la lluvia, con suma facilidad encontraron el rastro que en su carrera habían dejado, así como varias canecas de ron ya vacías, que por lo olorosas a ron que aun estaban, dedujeron que los chicos en su huida habían tirado, o dejado caer, con el fin de escapar de ese lugar.

Durante los siguientes meses, no faltan quien dijese que al pasar por frente al abandonado solar, asegurara que había escuchado a la muerta llorando, y lamentándose. Para algunos era un alma en pena que se había escapado del purgatorio, para otros era la tan mentada llorona. No faltó quien asegurase, que se traba del espíritu de la que en un tiempo fue, la hija del dueño de aquella ya extinta casona. Que se había suicidado, cuando su padre le prohibió ver a su novio.

Desde el cura del pueblo, que desde un principio comenzó a dar una misa, para aquella alma en pena, pasando por todos, y cada uno de los residentes del pueblo, cuando se hablaba de la muerta que aparecía en el solar de la calle Las Rosas, en su gran mayoría guardaban un profundo silencio, todos menos Don Pedro, el panadero. Que no es que no creyese, en que se apareciera o no la muerta. Don Pedro solo decía, yo vivo al lado de ese terreno, y todos los días me levanto a las tres de la mañana, para ir a trabajar a la panadería. Y en todos los años que pasado por ahí, jamás he escuchado, ni visto nada semejante a lo que la gente dice que ha visto, o escuchado. Pero para el resto de la pequeña población, no tenían la menor duda de que todo eso, era cosas del Diablo.

No les negaré que en un principio, yo era del mismo pensar. Es más por aquello de prevenir, y no lamentar, evitaba pasar de noche por ese lugar. Fue cuando conocí a Yolanda, justamente en la panadería de Don Pedro, del que después me enteré, era su marido. Él abría a las tres de la madrugada, y ya a eso de las doce del día, llegaba Yolanda a la panadería. Don Pedro se marchaba como a las dos o tres de la tarde, para su casa, mientras que su mujer se quedaba, y cerraba después de las siete de la noche.

Desde que la vi por primera vez, quedé prendado de aquella escultural mujer. De cabello marrón oscuro, que siempre llevaba acomodado en un gran, y abundante moño. Y como el que no sabe es como el que no ve, yo no vi nada malo en enamorar aquella hermosa mujer, de tan despampanante cuerpazo. Lo mejor de todo era que ella rápidamente me correspondió. Y aunque en la misma panadería, estuvimos a punto de llevar lo nuestro a un nivel más íntimo. Lo cierto es que por más que lo intentamos no pudimos, ya fuera un crio pidiendo un pan dulce, o alguna de las chismosas del pueblo siendo la primera con los últimos chismes del pueblo. En fin, tanto ella como yo, desistimos de seguir tratando, mientras nos encontrásemos en la panadería. Además una de las empleadas, no dejaba de vigilarnos.

Fue cuando Yolanda, me propuso que la visitase durante esa madrugada en su casa. Era algo relativamente fácil, nada más tenía que esperar que Don Pedro llegase a la panadería, y una vez yo viera las luces de atrás prendidas, sabría que él había comenzado a preparar la masa del pan. Que directamente me dirigiera a la calle que da a la entrada trasera de su casa. Que una vez apagase mi auto, y lo cerrara, me dirigiera directamente al pequeño portón de alambres que me encontraría frente a mí.

Tal como Yolanda me lo indicó, así lo hice. Apenas pase, el portón de alambre, bajo la reluciente luna llena la vi espectacularmente bella, apenas con una transparente bata sobre su cuerpo. Con su hermoso cabello completamente suelto, lo que a mis ojos la hacía mucho más seductora. Yolanda me estiró si mano, y apenas la tomé me condujo por el oscuro patio, hasta a un lado de su casa. Para de inmediato ambos nos comenzamos a bezar intensamente. Al tiempo que ella me fue quitando toda mi ropa, y yo la fui despojando de la transparente bata, hasta que los dos completamente desnudos, estuvimos a punto de tirarnos sobre la misma tierra.

Fue cuando Yolanda, separándose un poco de mi cuerpo me dijo. Sígueme a mi lugar favorito. Yo que en ese instante si ella me pedía que le bajase la luna, la luna se la bajaba. Por lo que cuando me dijo que la siguiera así lo hice, y tras pasar una pequeña puerta de metal, nos encontrábamos ya fuera de su propiedad. Yo sin decirle nada, la seguí, hasta que se detuvo bajo una gran enramada, y tirándose sobre la tierra, me invitó a que me acostase a su lado, para de inmediato seguir besándonos de manera ardiente. Era algo de locura, ahí nos encontrábamos los dos completamente desnudos, en medio de un terreno baldío, besándonos y acariciándonos como locos.

Hasta que yo, comencé a pasar mi lengua por todo su cuerpo, sus hermosos, y bien formados senos, luego sobre su plano vientre, hasta que llegué a su oscura mata de pelos entre sus piernas. Con mis dedos fui separando uno a uno, sus bellos vellos, hasta que su hermosa y sonrosada vulva, y su llamativo clítoris quedaron por completo descubiertos frente a mis ojos. Con mi boca, mi lengua, mis labios y hasta con mis dientes los acaricie, arrancándole a Yolanda profundos gritos y gemidos de placer, en medio de esa reluciente noche.

Sentí sus uñas clavadas en mi espalda, y luego sus manos, sobre mi cabeza, restregando mi cara, una y otra vez contra su sabrosa vulva, arrancándole profundos gemidos y gritos de placer. Al levantar la mirada, me di cuenta de que gran parte de su maquillaje se había corrido, quizás por el sudor, o por las lágrimas de placer que derramó mientras le mamaba el coño. Lo cierto es que eso le dio un aspecto sobre natural. Aunque eso no impidió en lo más mínimo, que después de haberle hecho disfrutar de un sin número de múltiples y muy húmedos orgasmos. Yolanda a voz en cuello, me pedía que se lo metiera.

De algo que si me di cuenta fue que Yolanda es sumamente lujuriosa, y dispuesta a experimentar de todo. Por lo que cuando ella se recostó sobre la tierra, separó sus hermosas piernas, ofreciéndome su jugoso coño, no lo pensé dos veces en penetrarla. Y a medida que lo fui haciendo, ella a toda voz siguió gritando a toda voz, y gimiendo de placer, diciéndome a voz en cuello. Dame más duro papi, que verga más rica tienes, y un sinfín de cosas así por el estilo. Lo que a mí me excitaba, y calentaba mucho más, haciendo que la penetrase con mayor fuerza, y vigor, hasta que finalmente los dos a un mismo tiempo disfrutamos de un espectacular éxtasis.

Por un rato pensamos quedarnos tirados entre esa enramada, pero por suerte pudimos escuchar que varias personas se acercaban, por lo que rápidamente salimos de nuestro escondite, y regresamos por la misma vereda que habíamos llegado. Apenas cerramos el portón, al poco rato sentimos como al otro lado del gran paredón que rodeaba su casa, había varias personas, las que se asustaron cuando unas gallinas guineas, que dormían en las ramas de un árbol de tamarindo, por el ruido que esas personas hicieron, se despertaron, y salieron volando en todas direcciones, mientras que Yolanda, y yo, al otro lado de la barda, volvíamos a revolcarnos sobre la tierra, sin que nadie nos viera. Nosotros dos, estábamos que nos moríamos de la risa, fue cuando ella me confesó, que en otra ocasión se encontraba en ese mismo lugar, con un compadre de su esposo que es bien negro, lo gracioso resultó ser que, después de que el compadre escuchó el cuento de la muerta, no quiso volver a acostarse con ella, en ese mismo lugar. Después de escucharla le propuse que para la próxima ocasión nos fuéramos a mi finca, que allí nadie se le iba ocurrir querer ver a la muerta de la calle las Dos Rosas.

Después de que amaneció, pasé por la panadería del marido de Yolanda, Don Pedro. Yo estaba comprando el desayuno para unos peones, que trabajan en mi finca, cuando escuché que un tipo con cara de asustado le decía a otro, está madrugada, casi vimos a la muerta, solo que mis compañeros se asustaron, cuando sentimos que, ella salió volando sobre nosotros en una escoba.



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:22) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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