Lo que sucedio en casa de mi amigo Jaime despues de una comida.
Relato
Llegamos a casa de mi amigo Jaime después de comer. Al final, el grupo había quedado reducido a cuatro personas; Jaime, Elena (su mujer), Antonio y yo que me llamo Manel, el resto había escampado alegando diferentes motivos, familiares sobre todo.
• Vamos a peor, dijo Antonio, de doce nos quedamos en cuatro.
• Además los de siempre, contestó Elena.
Y era cierto. En las tres últimas comidas de ex-compañeros de instituto habíamos quedado los mismos de hoy. Jaime y Elena se habían conocido en clase y la cosa terminó en boda. Además Elena había ganado mucho desde el instituto. Tenía ahora 32 años y a pesar de haber tenido un niño estaba estupenda. Morena, ojos negros, alta, 90-60-90, inteligente, vamos, lo que cualquier hombre desearía. Tanto Jaime, como Antonio y yo somos chicos normales, ni feos ni guapos, pero con nuestro encanto particular.
• Vamos a la terraza, dijo Jaime entrando en el piso.
Salimos al pedazo de terraza que tenían, con unas vistas al mar estupendas. Nos sentamos mientras la pareja sacaba los vasos, el hielos y las distintas botellas que consumiríamos. Yo preparé un par de petas de hierbas para acompañar. Se sentaron y comenzamos una distendida charla sobre la vida y sus entresijos entre petas y cubatas. Al cabo del rato se formaron dos grupos, Jaime y Antonio hablando de curro y Elena y yo comentando la realidad cotidiana y de pareja.
• Cómo lo llevas con Eva, me pregunto Elena.
• Bien, conteste, con los nervios típicos de los previos a la boda (me caso en seis meses).
La verdad es que con Elena era la única persona que podía hablar de ciertos temas en serio, sobre todo de pareja, a pesar de que no nos veíamos con toda la frecuencia que me gustaría. Estuvimos comentando los nervios de mi novia a pesar de estar todo montado y listo con mis rebotes correspondientes. A todo esto venga cubatas y yerba con lo que el ambiente estaba ya cargado.
• Que ciego voy, dijo Jaime intentando vocalizar.
• Yo me voy, dijo Antonio levantándose. Son ya las siete y tengo que fichar.
• Mejor que no te vea, dije riendo, no estas para aparecer.
• Aun así me voy, ya está bien por hoy.
Hice ademán de levantarme yo también para hacer lo mismo y dejar a la pareja pero Jaime me detuvo.
• Tu también te vas?, balbuceo.
• Quédate un rato más, dijo Elena, es pronto y no has quedado.
No hizo falta insistir. No iba a estar en otro sitio mejor que allí. Antonio se despidió y se fue. Elena fue a por más hielo mientras Jaime intentaba liarse un peta. Lo consiguió al cabo de un rato pero iba más que ciego. Duró dos cubatas más y cayo borracho como una cuba.
• Vaya anfitrión estas hecho, le decía Elena intentando despertarlo.
• Déjalo, dije, va muy ciego. Lo mejor es acostarlo.
• Si, contestó. Ayúdame.
Cogí a mi amigo y lo lleve hasta la habitación de matrimonio. Lo acosté en la cama y Elena lo desvistió.
• Voy a ponerme cómoda yo también, dijo ella. Ya está bien de ir arreglada todo el día.
Salí hacia fuera volviendo a la terraza. Elena llegó al momento. Tremenda. Había cambiado el conjunto que llevaba por un pantalón de pijama rosa y una camiseta de tirantes. Seguía llevando sujetador y se le marcaba la costura de las bragas. Mi verga reaccionó. Se sentó otra vez a mi lado. Nos servimos otros dos cubatas y me lié otro peta. La verdad es que íbamos muy a gusto. Seguimos hablando esta vez de niños intentando que mi vista no bajara a su escote, tarea bastante difícil por cierto.
• Mira a mi sobrino, dije sacando la cartera para enseñarle la foto.
Cogio la cartera para ver al nene y al pasársela cayó algo al suelo.
• Ostia, dije. Era un gramo de coca que me había sobrado del fin de semana. Me incliné y lo recogí.
Elena me miró con una sonrisa picarona.
• Entendido dije. Dame un CD.
• Si, pero vamos dentro, que aquí nos pueden ver, dijo. Coge los cubatas y ya nos quedamos.
Cogí los vasos mientras Elena recogía el resto. Entramos y tras comprobar como dormía Jaime (no le va esto nada) nos sentamos. Preparé dos buenas rayas mientras ella se liaba otro peta.
• Está buena, dijo al metérsela.
• Calidad superior, contesté.
Seguimos hablando aunque ya de temas más íntimos. Le conté que le había comprado a mi novia un conjunto de tanga y sujetador supersexi y que le había gustado mogollón.
• Que suerte tiene Eva, dijo. Jaime no tiene ese gusto.
• Nunca?, pregunté.
• Para nada, dijo. Si quiero un conjunto me toca ir y comprármelo. Es poco detallista tu amigo.
• Pues no es tan difícil, dije. Averiguar la talla y comprarlo.
• Como es? Preguntó.
• Blanco con encajes, dije, es el color que mas me pone.
• Tradicional eh, dijo riendo. Voy a poner otra con tu permiso.
• Tu misma.
Hizo dos rayas más. Al inclinarse sobre la mesa dejo al descubierto el borde trasero de sus braguitas, blancas. Mi polla volvió a reaccionar. Se incorporó en cuanto terminó mientras yo me inclinaba sobre la mía dejando al descubierto también mis boxes.
• Verdes?, preguntó.
Me levanté y la miré sin saber a que se refería. Me entendió.
• Los calzoncillos, dijo.
• Ah, contesté, no negros con el borde verde.
Estábamos ya bastante desinhibidos y el tema le había gustado.
• Slips?, volvió a preguntar.
• Que va, contesté, boxes y, además, estos son de marca. Lacoste para ser exactos.
• Que pijo eres, dijo riendo. Pues yo princesa y de uno de tus colores favoritos.
• Picarona, contesté guiñándole un ojo.
Elena se rió y se tiró encima mía para hacerme cosquillas. Empezamos a pelear de broma intentando hacernos cosquillas los dos lo que me permitió rozarle las tetas y sentirla sobre mi vaquero en mas de una ocasión. El juegecito me puso a cien y mi polla estaba ya creciendo demasiado. Paramos para respirar un poco, estábamos agotados por la peleita.
• Ahora es cuando mejor entran las rayas, dije.
• Pues ya sabes, contestó. Voy a ver como va Jaime.
Se levantó y fue hacia el dormitorio. Cuando volvió estaban preparadas. Nos las metimos y se sentó.
• Ni a la de tres se despierta, dijo, vaya pedal lleva.
• No es para menos, contesté.
Estaba sudando por el esfuerzo y tenia la camisa mojada además del vaquero que me daba un calor insoportable. Elena se percató.
• Niño, dijo, estas calado. Anda, quilate la camisa y ponla en la terraza.
• Y si sale Jaime y me ve?, dije.
• Ese no se despierta hasta mañana, contestó. A ver si ahora te va a dar corte.
Me quité la camisa mientras Elena me traía una toalla. Cogió la camisa y la tendió. Se puso detrás de mí.
• Espera que te seque la espalda, dijo.
Pasó suavemente la toalla por toda la superficie llegando hasta los boxes que sobresalían.
• Ya está, dijo tendiéndome la toalla.
Me sequé por delante y me volví a sentar. Al hacerlo rozé mi brazo con el suyo y noté que estaba mojado.
• Tu también estas sudando, le dije cogiendo la toalla.
• Ya, contestó, pero no me apetece hacer el esfuerzo.
• Venga, yo te seco la espalda, dije dedicándole una sonrisa picarona.
Se dio la vuelta y metí la toalla por debajo de la camiseta despacio. Me encontré con el sujetador.
• Desabróchalo, dijo, esta calado.
Solté la toalla y desabroche el sujetador aprovechando para acariciarle la espalda mientras lo apartaba. Noté como se estremecía. Cogí de nuevo la toalla y terminé de secarla. Se incorporó y se la di. Se saco el sujetador sin quitarse la camiseta y se secó la parte delantera. Luego se seco un poco las piernas. Otras copas y otras rayas. Ahora tenia las tetas sueltas y podía adivinar los pezones, incluso verlos. Estaba ya totalmente desinhibida. Y mi polla a tope.
• De verdad es Lacoste?, preguntó sin venir a cuento mientras se fumaba un peta.
• En serio, dije, con cocodrilo y todo. Parece un bañador.
• Pues puedes ponerte cómodo si quieres, dijo, por mi ni te cortes. No es la primera vez que te veo.
Y era cierto, en algún viaje hacia tiempo habíamos tenido que cambiarnos juntos y había sido de lo más natural. Me levanté y me quité los pantalones, intentando disimular el bulto. Me volví a sentar. Elena no se había perdido detalle de la escena y mi polla estaba a mil. Me miró, se levantó y fue hacia la habitación donde dormía Jaime.
• Estará durmiendo hasta mañana, dijo cuando regresó.
• Ya, dije mientras intentaba tapar la tienda de campaña.
Se recostó sobre mí dejando que la abrazará con lo que mi paquete quedó desprotegido.
• Que sea lo que Dios quiera, pensé.
Su mano había quedado sobre mi cintura, rozando el borde de los boxers y la mía estaba sobre su cintura, entre la camiseta y el pantalón, cerca de su ombligo. Sin saber como, comencé a trazar círculos con los dedos alrededor de la barriga, rozando el pantalón. Noté como se estremecía en cada pasada de mis dedos. Estuve así un buen rato; llegaba al borde del pantalón, subía las manos cerca de sus tetas, volvía a bajar, volvía a subir.
• Para, por favor, murmuró muy despacio.
Por respuesta aumenté el perímetro de los círculos, llegando al mismo borde de sus pechos y metiendo el dedo en el pantalón y rozando sus bragas.
• Manel, dijo suspirando, por favor.
Creí que en ese momento me apartaría la mano y se acabaría el tema. Se volvió y me miró. Al hacerlo movió la cadera y mi dedo que estaba jugando con la costura de las bragas quedo directamente sobre los pelos de su coñito, muy cerca del comienzo de la raja, mientras su cabeza quedaba sobre mi barriga.
• Manel, murmuró mientras cerraba los ojos.
Mi dedo bajó hasta el botoncito, acariciándolo suavemente, sin prisa. Elena seguía con los ojos cerrados, suspirando y moviendo la cabeza en señal de desaprobación pero sin intentar impedirlo. Al cabo de pocos minutos se corrió entre gemidos por lo que tuve que taparle la boca por si despertaba a Jaime.
• Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, gritó.
Bajé la mano derecha por el cuello metiéndola por la camiseta llegando a sus tetas. Fui directo a los pezones acariciándolos, apenas rozándolos. La izquierda seguía en el coño, bajando esta vez hasta la raja que estaba completamente mojada. La acaricié restregándole sus jugos. Metí un dedo, luego otro, masturbándola con un mete-saca y llevándola al segundo orgasmo.
• Ummmmm, gimió.
Se giró quedando su cara mirando a mi polla mientras dejaba parte de su culo a mi disposición. Metió la mano y sacó el nabo totalmente tieso. Comenzó a pajearme mientras me acariciaba los huevos y dejaba caer saliva sobre la punta. Luego la beso y al poco se la metió en la boda empezando una mamada excepcional.
• Ufffffffffffff, suspiré.
Mi mano fue hacia su culo, bajando el pantalón y las bragas y volviendo a su coño esta vez por detrás. Volví a meter los dedos recorriendo todo el agujero, buscando ese punto que vuelve locas a las tías. Me dirigí a su culo con los dedos empapados de sus jugo y acaricié el agujero durante un ratito, dilatándolo un poco para poder meter un dedo. A los diez minutos se había corrido por el culo.
• Ahhhhhhhh, gritó.
La incorporé cortando la mamada y la acosté sobre el sofá. Terminé de sacarle el pijama y las bragas, abrí sus piernas y chupé con mi lengua todo el coño, de arriba abajo, clítoris, raja, agujero y culo arrancando otra corrida. Me incorporé y acerqué mi polla, paseándola por el coño durante un rato y clavándosela de un solo golpe mientras Elena no dejaba de gemir. Estaba empapada de sus jugos y muy caliente. Bombeé durante un buen rato en esa posición. Luego cambié sentándola encima de mi polla con sus tetas en mi cara, luego la postura del perro, luego a la posición inicial.
• No pares, sigue, gemía sin parar.
No se cuantas veces se corrió. Seguí follandola hasta que note que me tocaba a mí. Me levanté y planté la polla en su boca. La chupó con ansia, sin cogerla con las manos. Aceleré el ritmo y la saqué para no correrme dentro pero ella me apartó la mano y la devolvió a su boca mientras me corría. Se lo trago todo, limpiándome el rabo a conciencia.
• Uffffffffffffff tía, suspiré dejándome caer a su lado.
Se levantó y salió. Volvió con unas toallitas húmedas.
• Sigue durmiendo, dijo con sonrisa picarona.
La miré.
• Y estará hasta mañana, dijo cociéndome la polla mientras pasaba una toallita.
CONTINUARA…….SI QUEREIS.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513554 veces