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La mujer de un patrón

Relato enviado por : Anonymous el 01/01/2010. Lecturas: 14521

etiquetas relato La mujer de un patrón   Infidelidades   anal   sexo oral .
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Resumen
Si tu marido es patrón de pesca, los meses sin sexo pueden hacerte caer en la tentación.


Relato
Me avergüenza contaros que le he sido infiel a mi marido. No sé que hacer ni que pensar, por lo que he decidido publicar mi historia de forma anónima y contaros cómo y por qué caí en la tentación de tener sexo con otro hombre que no es el mío. Les aseguró que lo que les voy a narrar es completamente verídico y, aunque sé que los que entráis en estos sitios solo buscáis calmar vuestro apetito sexual, quiero que me aconsejen. Al fin y al cabo, esto lo hago para desahogarme. Antes de empezar, decirles que es la primera vez que escribo. Perdonen mis errores.
Me llamo María, tengo 38 años y en un mes hará dieciocho años que me casé. Conocí a Manuel con tan solo catorce años. Él era cinco años mayor que yo y no paró hasta conquistarme. Me decía constantemente que yo era la mujer más guapa que había visto en su vida y yo terminé enamorándome perdidamente de él. Me deslumbraban sus ojos grises, su varonil barba y su sonrisa. Corrían los años 80 y, a pesar de ser una época de libertad en España, nosotros eramos de un pequeño pueblo de Andalucía y aún teníamos costumbres más puritanas, por lo que ni siquiera me planteé el tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Manuel era marinero y estaba fuera del país trabajando durante meses. Durante el tiempo de distancia, nos enviábamos cartas y yo era pretendida por muchos muchachos. Por supuesto, yo me negaba y apenas salía de mi casa, pues mi amor por Manuel no me permitía tener ojos para nadie más.
Tras seis años de casto y puro noviazgo, nos casamos en el que es, junto con los nacimientos de mis hijos, el día más feliz de mi vida. Por la noche, estrenamos la casa. Para Manuel también fue la primera vez, pues siempre ha sido muy tímido y jamás había tratado con chicas hasta que me conoció a mi. Recuerdo lo nerviosa que estaba mientras mi recién estrenado marido me quitaba el vestido de novia. El miedo se mezclaba con el deseo y, en el momento de la penetración, el dolor y el placer eran una sola cosa. Aquella noche dormí con mi cabeza sobre su pecho. No se me pasó por la cabeza que años más tarde haría lo mismo con otro hombre.
La luna de miel fue un no parar de follar. Un polvo detrás de otro. Llevábamos muchos años de sequía y Manuel me dejó embarazada de Lolo enseguida. Años más tarde llegaría Juan y el nombramiento de Manuel como patrón. Nos iba bien económicamente y, a pesar de las peleas habituales, eramos muy felices. En cuanto al sexo, el estar tantos meses separados la pasión nunca se perdía y, en los pocos meses que Manuel estaba en casa, lo hacíamos como mínimo una vez al día. Quizás es lo único bueno que tiene la profesión de mi marido. Las mujeres que estén casadas con hombres de la mar. Son muchos meses separadas del hombre al que amas, hablando por radio y sin poder verle. Viendo al resto de matrimonios disfrutar y tú en casa como una viuda. Ver como tus hijos se crían casi sin padre y sabiendo que él se encuentra en un pequeño barco en medio de un inmenso, frío y oscuro mar, perdiéndose fiestas señaladas como la Navidad y sin poder ver el crecimiento de los niños. La soledad en la cama por las noches, la lejanía del ser amado, ser madre y padre para tus hijos, los meses sin sexo...
Durante el noviazgo, al ser yo virgen, no pasaba nada. Pero una vez acostumbrada a los revolcones con Manuel, ese largo período de sequía sexual era un auténtico calvario. Hace unos meses mi hijo mayor empezó la Universidad y, con la crisis económica que atravesábamos, mi marido iba a tener que pasar aún más tiempo trabajando en Angola. A pesar de que ya estaba acostumbrada a las separaciones, no pude reprimir las lágrimas al despedirme de él con un cariñoso beso. Le vi marcharse. Esta vez no volvería hasta siete meses y medio más tarde. Nunca había pasado tanto tiempo sin verle. Aquella vez iba a ser peor que nunca. Casi ocho meses sin sexo. No sabía como lo iba a resistir, pero nunca pensé en descargar mi calentura con otro. Hasta que se cruzó en mi vida Adrián.
33 años, cabello negro con mechas rubias, ojos color miel, nariz perfecta, voz varonil, barba siempre afeitada, sonrisa blanqueada, 1,80 m de estatura más o menos y un cuerpo perfecto de esos que están super trabajados en el gimnasio, ya saben, brazos con muchos músculos, piernas torneadas, pecho duro y tabletita de chocolate. Me siento tremendamente culpable al calentarme mientras que escribo su descripción. En resumen, un chico un poco más joven que yo guapo y sexy. Me quedé muerta al verle y eso que yo no soy de fijarme en los hombres, pero entre lo bueno que estaba el tío y que yo llevaba ya dos meses sin sexo... Adrián era el sobrino de mi vecina. Ella ya me había hablado anteriormente de él. Un tipo muy mujeriego y un poco golfo. Un chico malo. ¿Por qué a todas las mujeres le ponen los chicos malos? Yo nunca lo había entendido, ya que siempre me habían atraído los buenos(realmente, un solo chico bueno). Sin embargo, debo reconocer que Adrián llamó mi atención desde la primera vez que lo vi.
Nuestro segundo encuentro fue en un cumpleaños en casa de mi vecina. Carmen nos presentó y charlamos un rato. Me pareció muy agradable hasta que me dí cuenta de que no paraba de mirarme las tetas. Me puse totalmente colorada. Hacía años que un hombre que no era Manuel me miraba las tetas. No podía creerme que un hombre tan atractivo pudiera fijarse en mí. No es que yo sea fea, pero me estoy acercando a los 40 y ya no tengo esa cinturita de avispa que tenía a los 20. Perdón, no me he descrito. Tengo el cabello negro a media melena, los ojos marrones, nariz respingona, un lunar que a mi marido siempre le ha parecido muy sexy sobre los labios, algunas arrugas propias de la edad, bastantes michelines, un buen culo y una talla 95 de sujetador o lo que es lo mismo un buen par de tetas.
Todo comenzó cuatro meses más tarde de marcharse Manuel. Mi hijo mayor ya se había independizado y el menor se quedó en casa de un amigo. Yo estaba sola en casa viendo un programa de cotilleo por la tele cuando de pronto escuché que estaba cayendo una enorme tromba de agua. Me llevé las manos a la cabeza, pues tenía ropa tendida. Salí al patio y la quité corriendo bajo una incesante y fuerte lluvia. Cuando entré, me encontraba empapada. Tendría que cambiarme de pijama y secarme. Me calenté al ver como se transparentaba mi sujetador. Tras tantos meses sin sexo estaba muy caliente. Me quité la blusa del pijama y, justo cuando me desabroché el sujetador y lo tiré sobre el sofá, sonó el timbre. Apresuradamente, me volví a poner la blusa sin acordarme de ponerme el sujetador. Abrí la puerta y, como ya se imaginarán, se trataba de Adrián. Su tía no se encontraba en casa y no conocía a nadie más del barrio. La lluvia lo había sorprendido en la calle y estaba empapado. Lo dejé pasar. Entonces, me di cuenta de que, con mi blusa transparentada, el sobrino de mi vecina me estaba viendo las tetas.
Me daba tanta vergüenza que decidí hacer como que no me percataba de nada, aunque reconozco que en parte me daba morbo la situación. La falta de sexo me había subido la sangre a la cabeza y a otro sitio. Me había olvidado de mi papel de esposa decente y puritana. Al fin y al cabo, solo era un juego, ¿no? No estaba haciendo nada malo. Dejar que otro tío vea como se te transparentan las tetas mientras tú contemplas su cuerpo bajo una mojada camiseta apretada no eran cuernos. Con eso me tranquilizaba y me olvidaba de que estaba haciendo lo que nunca antes había hecho. Me convencí a mi misma de que la infidelidad era otra cosa. Justo lo que haría después. Pero no adelantemos acontecimientos. Proseguiré con la narración de los hechos.
Adrián vio mi sujetador en el sofá. Luego se quitó la camiseta. Yo le dí una toalla y de paso aproveché para tocar su hermoso cuerpo. Me quedé boquiabierta cuando le vi bajarse los pantalones. Me aparté de él. No llevaba nada debajo. Estaba completamente desnudo ante mí. Sentía miedo por lo que aquel hombre casi desconocido pudiera hacerme, pero al mismo tiempo no podía dejar de contemplar ese cuerpo que parecía esculpido por los ángeles. La sorpresa no me dejaba articular palabra y mis ojos no se apartaban de su miembro viril. Era el segundo pene que veía en mi vida y las entrepiernas de esos dos hombres diferían bastante. ¿Cómo sería tener esa polla tan grande dentro de una? Reaccioné al ver que se acercaba a mí. Me alejé sin dejar de mirarle hasta que choqué con la pared.
-No te acerques.
-Lo estás deseando.
-No es verdad.
-Tus ojos no dicen lo mismo. Y tus pezones tampoco.
-Soy una mujer casada.
-Llevas muchos meses sin sexo. Eso no es bueno.
-Amo a mi marido.
-Si yo estuviera casado, me llevaría a mi mujer a cada sitio que fuese. Yo no puedo estar más de una semana sin follar con alguna tía. Y tu tampoco.
-Quiero a Manuel.
-Eso no te impide follar conmigo. El amor y el sexo no tienen nada que ver.
-No puedo traicionarle. Es demasiado bueno y trabajador para que...
-Mientras que no se entere no pasará nada.
-Lo siento, pero no puedo.
Haciendo caso omiso a mis palabras, Adrián se acercó a mí, me agarró y me besó. Yo intenté apartarlo de mí, pero él era más fuerte y finalmente acabé rindiéndome en sus brazos. Le correspondí, nuestras lenguas y labios jugaban, nuestros cuerpos estaban pegados y abrazados. Yo no paraba de tocar su ancha espalda y sus fuertes brazos me tenían prisionera. Fue un beso largo y apasionado, de esos que solo se dan en las telenovelas y en las películas porno. Cuando apartó sus labios de los míos, mi rostro se encontraba empapado en lágrimas. Seguí rogándole que se apartara y me dejara, pero mi cuerpo no hacía nada para impedir que me quitara la blusa y me tocara las tetas. Sentir sus manos sobre mis pezones era muy placentero. Y a Adrián le gustaron mis tetas. Las tocó cuanto quiso y luego se las llevó a la boca. Apreté su cabeza contra mi pecho mientras me chupaba las tetas. Era genial.
Me desnudó por completo. Y entoncés reaccioné. Recordé a Manuel, a los niños, a mi familia. Y recordé que no podía echar por la borda años de felicidad por un calentón que me podría quitar yo misma. No. No era capaz de ponerle los cuernos a mi marido. Le grité que parase. Como no me hizo caso, le dí una bofetada. Él me llamó puta, me agarró y me tumbó en el sofá. Se colocó sobre mí y, agarrándome los brazos, introdujo su polla en mi coño poco a poco. A pesar de que lo que me hizo se puede considerar una violación, no sentí nada de dolor. El placer me invadió. El sobrino de mi vecina soltó mis brazos para agarrar mis tetas y me agarré a su culo. Adrián me estaba dando una follada brutal. No pude reprimir los gemidos. Nunca había sentido tanto placer. El cabrón tenía un gran aguante. Resistió más de media hora sin correrse. Yo ni siquiera había llegado a los cinco minutos cuando había tenido mi primer orgasmo. Se sacó la polla y se corrió en mis tetas. Después, me las lamió y me fue dando a probar de su leche. Yo nunca había saboreado semen. Estaba amargo, pero al beberlo de sus labios me resultaba divino.
Por la mañana, me desperté con la cabeza apoyada sobre su pecho depilado. Caí en la cuenta de lo que había hecho. Había traicionado a Manuel. Me vestí y me fui al baño a llorar. Adrián me escuchó y entró.
-¿Tan mal lo he echo?
-No seas tonto. Ha sido el mejor polvo de mi vida
-Tu estás en mi top 10.
-Que hijo de puta eres.
Se sentó a mi lado, besó cariñosamente mis labios y me secó las lágrimas.
-He arruinado mi matrimonio.
-Tu marido no tiene por qué enterarse.
-No sé como lo voy a mirar a la cara cuando regrese.
-Venga, María. Eso es algo norma. Verás como incluso mejora vuestra vida sexual. Porque conmigo vas a practicar cosas que podrás enseñarle a Manuel.
-No pienso volver a acostarme contigo. Lo de esta noche ha sido un error. Y no debe repetirse.
-El mejor polvo de tu vida no puede ser un error.
-Adrián, vete por favor. Y no vuelvas. Nunca.
-Vamos, ¿crees que tu marido no folla con otras? Ningún tío puede resistir tantos meses sin sexo.
-Lavate la boca antes de hablar de Manuel. Es mil veces más macho que tú. La hombría no se mide en los centímetros de la polla. Tú eres un niñato que jamás sabrá lo que es querer de verdad.
-El matrimonio no es amor. El matrimonio ata al amor y lo convierte en rutina. La monogamia es una puta mierda. Lo que hay que hacer es follar todos con quien nos apetezca. Si una tía quisiera tener una relación libre lo aceptaría. Lo que no pienso hacer es estar con una única mujer para toda la vida. Y mucho menos irme a trabajar un montón de meses dejando a la parienta desatendida.
Manuel me había contado que sus compañeros se acostaban con prostitutas. Pero él me había jurado que nunca lo había hecho y yo siempre he confiado en él. Sin embargo, en ese momento me dejé llevar por las palabras de Adrián. El pensar que lo más seguro es que Manuel también me hubiera puesto los cuernos era un alivio. Un consuelo que me permitía seguir viéndome con Adrián. Porque me seguí viendo con Adrián. Quedábamos cada dos o tres días a escondidas. Él me inició en el sexo oral. Era un experto comiendome el coño y me enseñó a hacer mamadas. Al principio me daba asco chuparle la polla, pero me acostumbré y a las pocas semanas ya le había cogido el gusto. No podíamos follar sin hacer antes el 69. Practicábamos variedad de posturas hasta que una tarde mientras se la chupaba, me propuso metermela por el culo. De la sorpresa no me pude tragar todo su semen en la corrida.
Yo tenía miedo, ya que analmente era virgen. Pero Adrián me lubricó bien el culo y me la introdujo con mucho cuidado. A los diez minutos jodíamos brutalmente. Estábamos en mi dormitorio, sobre la cama. Yo estaba mirando la puerta con la polla de Adrián en mi culo. Él me agarraba del pelo, me besaba y me tocaba las tetas. Era formidable. Pero de pronto, la puerta se abrió. Me quedé fría al ver a Manuel. No era la primera vez que volvía antes de tiempo sin avisar para darme una sorpresa, pero no se me había ocurrido que podía suceder. Todo mi mundo se derrumbó al ver la cara de mi marido al verme desnuda en la cama de matrimonio siendo enculada por un hombre más joven que él y físicamente perfecto. Sin decir nada, salió corriendo. Yo me vestí y salí con mi coche tras él. Solo pensaba en recuperar a mi marido. En curar la herida que le había causado. Sabía que acababa de arruinarlo todo. Entonces, el coche de Manuel se salió de la calle y se empotró en una esquina. Me quedé viuda y ni todas las lágrimas que eché hasta quedarme seca pudieron borrar mi dolor y mi culpa. Ahora me encuentro desolada. No sé que hacer. Me siento la mayor mierda del mundo. Y lo peor de todo es que echo de menos los polvos de Adrián.

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Comentarios enviados para este relato
ADMIN (5 de January de 2010 a las 02:29) dice: MUY MUY BUENO. Me ha encantado y me ha excitado enormemente

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:59) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

josebaiona (1 de January de 2010 a las 21:08) dice: Tu relato es terrible si es real,


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