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La oportuna llamada de mi cuñada Raquel

Relato enviado por : jj1 el 27/04/2004. Lecturas: 10316

etiquetas relato La oportuna llamada de mi cuñada Raquel .
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Resumen
Sexo por teléfono con su cuñada."Cierra los ojos y piensa que yo estoy sentada a tu lado. No tengo braguitas. Me echo un poco de saliva en la mano derecha y empiezo a meneártela con suavidad".


Relato
La oportuna llamada de mi cuñada Raquel.


Sonó el teléfono y Jaime se apresuró en salir del baño para cogerlo en su habitación. La llamada le había pillado en medio de un solitario entretenimiento, así es que salió del baño desnudo de cintura para abajo y visiblemente empalmado.


Sí... ¿Quién es? – Preguntó Jaime con una voz que le salió entrecortada.


Hola. Soy Raquel. ¿Está mi hermana?


No... No está... Está trabajando. –Al oír a su cuñada al otro lado del teléfono no pudo evitar ruborizarse por lo embarazoso de la situación: estaba desnudo y empalmado, hablando con Raquel.


Bueno. Dile que he llamado.


Se lo diré... – Dijo Jaime sin haberse repuesto aún de la sorpresa que significaba estar hablando con la mujer a quien, en sus fantasías, había ofrecido más corridas solitarias.


¿Cómo estás? – Preguntó Raquel en lo que parecía un intento de alargar la conversación más allá de lo habitual.


...Bien. – Contestó él, extrañado porque su cuñada no había cortado la comunicación después de decirle simplemente que su hermana, con quien quería hablar, no estaba.


¿Hoy no trabajas?


No... Hoy tengo fiesta. – Respondió Jaime, como dudando del interés real de la pregunta.


Jaime ¿Te pasa algo? – Preguntó Raquel, llevando la conversación al terreno más personal e íntimo.


No ¿por qué? – Replicó aún más sorprendido si cabe por una pregunta tan directa, incomodándole seguir con aquella conversación con su cuñada, estando desnudo.


Por nada... Te noto raro.


¿Raro? – Exclamó Jaime intentando afectar la voz para que desapareciera ese ligero titubeo que al parecer le estaba delatando.


Sí... Encuentro extraña tu voz. – Raquel estaba segura que lo había cogido "in fraganti" y pensaba aprovechar la oportunidad.


No... No me pasa nada... ¿Extraña... mi voz? - Cuanto más se empeñaba en afectar normalidad, más traicionaba su voz a Jaime.- ¿Por qué lo dices?


No sé. Noto tu voz... titubeante,...temblorosa. Sí, temblorosa. Como si estuvieras algo nervioso,… tenso.


Te burlas de mí. – Se quejó él.


¿Me equivoco? ¿Acaso no estás algo tenso hablando conmigo ahora?


Raquel se estaba aproximando a la espinosa cuestión de la relación que no cuajó entre ambos hacía años, cuando Jaime, cuatro años después de casado, le confesó a su cuñada su deseo de tener relaciones sexuales.


Durante todo el noviazgo con su mujer, Aurora, y los primeros años de matrimonio, Jaime no pudo evitar obsesionarse con la idea de poseer a Raquel la hermana gemela de su mujer. Pero cuando por fin tuvo el valor de explicarle a Raquel sus sentimientos, ésta le rechazó de forma muy sutil, pero no menos dolorosa, apelando al amor que sentía por su hermana, a la oportunidad perdida por Jaime al elegir a su hermana en lugar de a ella y al hecho de que no querer hacer daño a su marido.


Lo cierto es que Jaime no interpretó aquella negativa como un rechazo definitivo y realizó, a lo largo de los siguientes dos o tres años, nuevos intentos para convencer a su cuñada de la necesidad de que ambos superaran aquella asignatura pendiente. Pero Jaime se mostró torpe en sus argumentos y Raquel continuó firme en sus convicciones.


Lo que no impidió, sino al contrario, que Jaime se obsesionara cada vez más con su cuñada. Había idealizado hasta tal punto a Raquel que le era casi imposible masturbarse sin adornar el acto con alguna fantasía sexual con su cuñada. Y aunque ya habían pasado muchos años y el atractivo físico no era el mismo, Jaime seguía fiel a aquel apasionado amor no compartido.


Puede. Puede que esté algo nervioso... – Confesó Jaime.


¿Por qué? ¿Te he pillado... en mal momento?


¿Qué quieres decir? – Jaime intuía que Raquel acabaría preguntándole por sus "trabajos manuales".


No sé. Tu voz suena como la de un niño que ha sido malo, y su mamá lo ha sorprendido. ¿Estás siendo malo en ausencia de mi hermana? – La voz de Raquel adoptó la entonación de una madre regañando a su pequeño.


¡Raquel!... – Exclamó Jaime reprendiendo a su improvisada mamá.


Raquel no quería intimidarlo, debía ir poco a poco. A pocos hombres les gusta hablar de sus momentos de intimidad. Su marido jamás le hablaría de las pajas que, obviamente, se hacía, porque hablar de ello implica hablar de las fantasías, de los secretos más íntimos. Nadie se masturba sólo de forma fisiológica, necesita poner imaginación. Y ahí, en la imaginación, está la vecina, una alumna, una actriz adolescente, la mejor amiga de su esposa, o ¡quién sabe!


No pasa nada. Es algo natural. – Argumentó Raquel, sin abandonar su rol de madre comprensiva.


¿Qué es natural?


Lo que haces a veces... cuando Aurora no está.


¿Qué hago? – Jaime ya no sabía cómo eludir la pregunta.


¿No te..., no te masturbas? – Espetó finalmente Raquel, provocando el desenlace de la conversación y abandonando el anterior tono pedagógico.


Pero... ¡qué preguntita!


Todos los hombres lo hacéis. No me lo vas a negar.


No,...pero... Es un tema, que... – La conversación comenzaba a enredarse.


Mira. Si las estadísticas dicen que los españoles hacen el amor una media de una o dos veces por semana y la mayoría de los tíos queréis hacerlo siempre... ¿qué pasa los cinco días restantes de la semana que vuestras mujeres no os complacen?


Estás diciendo que crees me estaba haciendo... una paja.


¿Y no es verdad? – preguntó Raquel, ansiosa por escuchar la respuestas.


¡Qué conversación!


Jaime. Otras veces que he hablado contigo por teléfono, lo he notado. Al principio creía que te cortaba hablar conmigo después de..., después de lo que pasó. Pero sólo he oído esa voz temblorosa cuando no está mi hermana delante, cuando estás solo.


Y, según tú, mi querido Watson, eso quiere decir...


... Que te corta hablar conmigo o que te estás... masturbando.


Me corta hablar contigo... Ya sabes por qué. – Jaime no mentía del todo, uno de sus problemas había sido, precisamente, su miedo a afrontar sus propios deseos.


Pero hace mucho tiempo de eso...


Sí. Pero yo te expresé mis sentimientos. Me diste calabazas, y ahora...


Tampoco fue fácil para mí. Hice lo que creía correcto.


Ya sé que yo no tenía ningún derecho a pedirte que... que nos acostáramos.


Tal vez me equivoqué. – Se lamentaba Raquel, brindando con su confesión una clara oportunidad a su cuñado.


Le he dado mil vueltas. Tardé años en reunir el valor, y han transcurrido años y... ya ves, aún no lo he superado. – Jaime se oía hablar y se odiaba a sí mismo por su debilidad. Interiormente se daba ánimos para recuperar la iniciativa y aprovechar el momento.


¿De verdad que aún no lo has superado? Vaya. Lo siento. Casi hubiera preferido que la causa de tu voz temblorosa fuera que estuvieras... meneándotela.


Estaba. –Por fin Jaime se atrevió a dar un paso firme y decidido: si quiere jugar, jugaremos, pensó-. Me has pillado in fraganti


¡Con las manos en la masa! ¿De verdad?- Raquel se reía al otro lado del teléfono.


Sí. Aunque, ahora... la moral... se ha venido un poco abajo.


¡Qué lástima! ¿Quieres... que te suba la moral? – Raquel también estaba apostando fuerte en este envite-. ¿Quieres que lo hagamos... por teléfono? – Se abrió un espacio de silencio durante un instante entre los dos. Que rompió Raquel con una sorprendente declaración de ánimo- Venga, Jaime. Mastúrbate mientras hablas conmigo.


No sé Raquel…


¿No te apetece la idea?


Si, claro que me apetece. Muchas veces lo hago pensando en ti, o con una foto tuya delante. – Jaime pensó que tal vez no era el momento para confesiones románticas, pero ya era tarde. Había empezado una nueva confesión.


Me halaga. Pensé que para ese menester a los tíos sólo os iban las tías de las revistas porno.


También... Pero contigo... es especial.


Oye... ¿y con qué foto mía haces esas guarrerías?


Con una de la boda de tu prima Sara.


¿Estoy guapa?


Mucho. – Lo cierto es que a los ojos de Jaime, la Raquel idealizada siempre será atractiva.


Bueno. Al menos estoy seis o siete años más joven.


Sigues estando muy buena.


Con unos quilitos y algunas arrugas de más.


Me gustas así. – Jaime pensó que ahora era una mujer más voluptuosa y experimentada.


Demuéstramelo. Ahora estamos solos. Vamos a hacerlo ahora.


¿Estás segura?


No, no estoy segura, pero quiero hacerlo. De todas formas..., yo tengo la culpa de haberte dejado a medias y tengo la obligación de remediarlo ¿no?


Sí.


¿Estás preparado?


Sí. Estoy desnudo, sentado al borde la cama.


¿Cómo la tienes ahora, ya está dura?


Aún le falta.


Cierra los ojos y piensa que yo estoy sentada a tu lado, y que sólo llevo una camisa de dormir. No tengo braguitas. Me echo un poco de saliva en la mano derecha y empiezo a meneártela con suavidad, mientras con la mano izquierda te acaricio los huevos. Continuo así, poco a poco, hasta que consigo ponértela dura como una piedra.


Sigue. – Jaime estaba sorprendido por el relato de su cuñada y empezaba a excitarse.


Nos besamos con pasión en la boca y tú me metes la lengua, enroscada, y yo la dejo entrar y salir en mis labios casi cerrados como si me estuvieras follando la boca.


Me estás poniendo a cien.


Me desabrochas un botón de la camisa para que mis pechos se descubran del todo y empiezas a tocarme las tetas. Jugueteas con mis pezones y te encanta descubrir lo duros que se han puesto para ti. Y empiezas a chupármelos. – Raquel estaba consiguiendo encender la fantasía de su cuñado. Me gusta que me chupes las tetas, me excita y con la excitación voy aumentando la frecuencia y la potencia de las sacudidas en tu polla y te aprieto los huevos con más fuerza.


Me gusta… Sigue. – A Jaime ya le costaba hablar, se estaba conteniendo para no eyacular tan pronto. Quería prolongar aquel momento de intimidad tan especial con su cuñada.


Ahora me arrodillo en el suelo, frente a ti. Mi cara queda delante de tu polla. No dejo de pajearte, pero ahora acerco mis labios a la punta de tu pene y empiezo a besarlo. Muy suavemente, sólo rozándolo. Noto enseguida, las sacudidas que produce el simple contacto con mis labios, como descargas eléctricas que te molestan y te gustan a la vez.


… No voy a aguantar mucho ya. – Advirtió Jaime a punto de estallar.


Espera un poco aún. Te gusta pensar que soy un poco puta ¿verdad?


.. Me gusta. – A penas si podía articular palabra, escuchar a Raquel en ese tono le excitaba terriblemente.


Tu putita está a punto de empezar a mamártela. Tienes la punta del pene totalmente lubricada con los primeros líquidos seminales mezclados con mi saliva. Y quieres más.


Sí. Quiero más. Por favor, sigue con la mamada.


Te mueres porque mis labios se abran, como una flor, cada vez más, para que tu polla pueda empezar a follarme la boca.


No sé cuánto más podré aguantar.


Ahora, la punta de tu polla va entrando poco a poco dentro de mi boca. Poco a poco... hasta el fondo ¿Notas el calor y la humedad? La metes y la sacas de forma cada vez más frenética. Tú me sujetas la cabeza con tus manos, y la atraes hacia ti para que mi mamada sea cada vez más profunda.


Sigue…- Su cuñada estaba haciendo realidad su sueño más deseado.


Con izquierda te acaricio los huevos. Noto que están a punto de reventar. Cada vez más duros.


Sí,... sí.


La sangre bombea a tope en tu polla. Siento tu corazón latiendo dentro de mi boca.


Ya viene. Ya..., ya. – Jaime estaba fuera sí.


Córrete. Suéltalo todo dentro de mi boca.


Mmm...


¿Te ha gustado? ¿Te has corrido de verdad?


Sí. Ha sido... ha sido fantástico.


No esperaba menos. Me he esmerado mucho en nuestra primera ocasión.


Quiero que haya otras ocasiones.


No creo que sea una buena idea. Piensa en mi hermana y mi marido. No se merecen esto.


Pero... ya lo hemos hecho. Me he corrido contigo.


Bueno. Tú mismo me has dicho que te has corrido otras veces pensando en mí. Es mejor que las cosas sigan siendo así.


Pero... ¿y tú?


Yo... ¿qué?


¿Me has deseado alguna vez? ¿Piensas en mí?


Sí.


¿Cómo?


Sueño despierta... Me haces las cosas que no me atrevería a hacer con mi marido.


Y... tú también te... masturbas.


Sí... Me masturbo pensando en ti.


Y por qué ahora ¿Por qué no me has hablado antes de tus sentimientos? – Se lamentaba Jaime.


No lo sé. La mayor parte del día soy la mujer de, la madre de. Me sorprendo a mí misma hablando en plural, soy una extensión de mi marido y de mis hijos.


Eso nos pasa a todos.


Sí, pero siento que necesito experiencias exclusivamente mías, para mí. - Raquel hubiese podido seguir durante horas hablando de sus inquietudes, de sus frustraciones, de sus deseos, pero Jaime le hizo perder el hilo de la conversación cuando le dijo:


Sabes, ahora soy yo quien ha notado temblorosa tu voz.


Es que tengo un poco de miedo. - Confesó Raquel.


Miedo... de qué. No estamos haciendo nada malo. No cometemos ningún delito.


No estoy segura. Voy a colgar.


No. No cuelgues. Por favor. Quiero verte. –Rogó Jaime, que temía que si su cuñada cortaba la comunicación todo habría acabado como el despertar de un sueño- En media hora estoy en tu casa.


No... No estaría bien.


Pero yo necesito verte. No podemos dejar las cosas así. –De nuevo se hizo el silencio entre ambos.-...Por favor.


No estoy en mi casa… Te hablo desde el móvil.


¿Y dónde estás? – Preguntó sorprendido Jaime.


Estoy... en el coche... aparcado en la parte de atrás de tu casa.


Al oír esto, Jaime se puso el pantalón del chándal y fue corriendo, descalzo, hasta el garaje. Abrió la puerta de la cochera hasta la mitad, y se asomó para comprobar que su cuñada Raquel estaba, efectivamente, allí afuera. Se dirigió a la puerta del coche, la abrió, y le extendió la mano a Raquel, quien, de forma obediente, la tomó y le acompañó hasta el interior del garaje.


Jaime cerró la puerta automática y se unió a Raquel en un apasionado abrazo. Se buscaban los dos con vehemencia. Sus bocas evocaban la reciente escena, pugnando con sus lenguas por extraer el máximo placer. Él le quitó el jersey, descubriendo y que debajo no llevaba sujetador, dejando al descubierto los fantásticos y firmes pechos que había soñado, grandes, blancos y duros. Se dedicó a besarlos mientras le bajaba primero la falda y luego las braguitas negras, hasta que Raquel quedó completamente desnuda frente a él. Jaime se quitó la camiseta y el pantalón del chándal y pidió a su cuñada que se echara sobre la manta donde sus hijos jugaban en el garaje, y allí estuvieron practicando el sexo, descubriendo sus respectivos cuerpos como dos adolescentes en sus primeras ocasiones.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:28) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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