Yo ignoraba el por qué, mis vecinos, le habían puesto dicho sobrenombre a Maritza, mi vecina. Si había escuchado un sin numero de cuentos, historias, o anécdotas, en las que Maritza, por decirlo de manera fina, decían que era la consoladora de algunos maridos en la urbanización.
Relato
Aprovechando que mi mujer había ido a visitar a sus padres, al otro lado del país. Y que regresaría en una semana. Más que todo por curiosidad, quise ver si todo lo que de la tal Maritza hablaban, era cierto.
Así que apenas regresé del aeropuerto, después de que me aseguré de que mi mujer había tomado el avión. Al estacionarme frente casa, no bien aun no me había bajado de mi auto, cuando apareció ella frente a mí, vestida únicamente con unos muy ajustados pantalones cortos de color rojo, que prácticamente dejaban ver más de media nalga por fuera, y una pequeña hombliguera, que apenas y le cubrían sus llamativos senos, además de su gran sonrisa, saludándome de manera muy cariñosa, he invitándome de manera seductora, a que me tomase una cerveza con ella en su casa.
Por aquello de que no me fueran a contar, y aprovechando que la santa de mi mujer no se encontraba, acepté de inmediato su invitación. No bien ya había entrado a su casa, fue por par de cervezas, pero de inmediato me dijo que la disculpase unos minutos, ya que por el calor que sentía, deseaba darse una refrescante ducha. Y sin esperar a que yo le dijera que si o que no, desapareció dejándome sentado en el sofá de su sala, tomandome aquella fría y refrescante cerveza.
Bueno la verdad es que no vigile el reloj, pero al rato regresó Maritza, como dicen. Tal y como me la receto el Doctor. Recién bañadita, y apenas vestida por una tenue y muy corta bata de dormir, que no le dejaba nada a la imaginación, ya que eso y nada prácticamente era lo mismo.
Yo no me fui por las ramas, y de inmediato comencé alagar su cuerpo, y entre sus picaras risitas, y el agarrar sus manos, comenzamos a besarnos. Bueno en menos de lo que canta un gallo, yo me encontraba tan desnudo como lo estaba ella. Así que seguimos con los besuqueos, caricias, y agarres. Hasta que de momento ya me encontraba yo dándole tremenda mamada de coño. Maritza gemía y reía, mientras que yo no dejaba de chupar su clítoris, hasta que seguro estoy que la hice disfrutar de un tremendo orgasmo. Al tiempo que ella colocando sus manos sobre mi cabeza, restregaba mi cara entre sus piernas, sobre su peludo, y sabroso coño.
Al poco rato de terminar de darle esa tremenda mamada, la muy sinvergüenza aun jadeando como una perra, me dijo, con razó tu mujer no te pierde ni pies ni pisada. Cosa que es cierta, ya que mi esposa será una santa, pero no es pendeja. Yo no le hice caso a su comentario, mi interés era metérselo. Cosa que al ella ver mi cara, sonriendo abrió sus piernas, mientras que yo me le colocaba encima, al mismo tiempo que ambos nos besábamos. Rápidamente toda mi verga se deslizó suavemente dentro de su vulva, y fue cuando ella comenzó a mover sus caderas, como nunca antes yo había visto o sentido que una mujer lo hiciera.
Sus rapidos y continuos movimientos, eran fuertes, con mucha energía, y mientras más se movía, yo más se lo metía. En cierto momento cambiamos de posición, colocándome tras de ella, pero dirigiendo mi verga nuevamente dentro de su caliente vagina. Nuevamente Maritza volvió a mover sus caderas, de la única forma que solo ella sabe moverlas. Al tiempo que yo por la posición en que me encontraba sobre ella, prácticamente yo hacía lo mismo. Dejándome llevar por su fuertes y bruscos movimientos, y con mayor fuera se movió aun, cuando al tiempo que se lo empujaba desde atrás por su coño, con una de mis manos se lo agarré con fuerza, pretando su lujurioso clítoris, hasta que hice nuevamente que ella disfrutase de otro tremendo orgamos, al tiempo que yo me venía.
Los dos quedamos agotados, pero a la vez sumamente insatisfechos, ya que tanto ella como yo, deseábamos seguir. Maritza se levantó del sofá, y agarrando mi mano, me condujo hasta su habitación. En donde mientras se lavaba su coño, yo la esperaba en su cama, saboreando otra cerveza. Quizás medio cerré mis ojos, por un instante, cuando de momento comencé a sentir que me estaban dando una tremenda mamada, como nunca antes me la habían dado. Si mi mujer me lo mama ocasionalmente, pero quizás por compromiso, por lo que en comparación como lo hizo Maritza, siendo Maritza un 10, pues a mi mujer le doy apenas un 3.5. Ya mi verga estaba nuevamente para y lista para otro encuentro, cuando ella, mostrándome sus apretadas nalgas, me preguntó de manera seductora. Te gustaría darme por el chiquito, a lo que yo sonriendo no tuve ni necesidad de decirle que si.
Bueno si clavarme a mi vecina por el coño fue toda una inolvidable experiencia, el clavarle mi verga por el culo, fue algo increíble. La muy condenada aun con toda mi verga dentro, no dejaba de moverse como una batidora industrial, con tanta fuerza, y con tanto ritmo, que la verdad es que hasta esos momentos, nunca antes había disfrutado de un polvo como esos.
Bueno yo regrese a mi casa ya en horas de la madrugada, felizmente cansado, y aunque en esos momentos no le presté atención, me encontraba algo adolorido de la cintura. Al levantarme al siguiente día, el dolor que tenía en la espalda baja, era del carajo. A duras penas me pude vestir, pero apenas llegué al trabajo, esperé un corto rato, entré al almacén, y tras dar un fuerte grito de dolor dejé que una casa llena de materiales de oficina, callera al piso. Mi supervisor de inmediato me mandó a la clínica, en la que me vio un generalista, y al decirle donde era y lo mucho que me dolia. Me refirió al reumatólogo especialita. Quien después de ver las placas que me mando hacer de emergencia, me dijo. Bueno si tiene una fuerte lesión en el area lumbar, pero no es compatible con estar levantando peso, es más compatible con una serie de bruscos, rapidos, y repetidos movimientos, que yo asocio a personas mayores de cuarenta años, que se ponen a bailar el perreo, o a un repetido exceso de sexo. Yo me sonreí, a pesar del dolor, y únicamente le dije Doctor yo no perreo. Bueno aparte de los medicamentos, de una faja lumbar, y mucho reposo, el Doctor me dijo que en caso de que volviera a repetir ese tipo de encuentros, lo más probable es que no me vuelva a doler tanto. Por lo menos hasta que me acostumbre a tanta energía.
Mi esposa cuando regresó, se comió el cuento de la caja, Maritza y yo hemos vuelto a encontrarnos en otras ocasiones, con resultado similares, aunque ya menos dolorosos. Pero finalmente, y aunque paresca una tontería, aprendí, o supe por que le dicen a mi vecina Maritza, la rompe huesos.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515281 veces