La sobrina de la empleada II ( CON fotos)

La sobrina de la empleada II

- ¿Quiere cogerme o ir a hacerse la paja? – preguntó Patricia, lujuriosamente.
- ¡Lo primero que voy a hacer es lamerte esa conchita deliciosa…! – le respondí y me arrojé con mi boca hacia sus deleites…

Así comenzamos la relación con la sobrina de mi empleada Elsa, quien dejó a la hermosa de 20 años en su reemplazo. Patricia – blanca de piel, flaquita alta, de pelo negro corto, rostro precioso y ojazos marrones claros- me había contado que su tía le describió la buena pija que poseía, luego de verme dormido con el vientre y las piernas salpicadas de leche. Incluso narró que la empleada de 35 años me la había acariciado y chupado. Y que lamentaba ver una verga “tan linda, grandota y jugosa” sin entrar en una concha con ganas, “como la de ella”, comentó la sobrinita. Según Patricia, le apostó a su tía que provocaría en mí dejar el placer a solas.
Aquel día fui hacia su entrepierna. ¡Qué fragancias cautivantes en esa conchita preciosa!; olor a sudor, perfume, piel joven. Saqué mi lengua y la pasé por su vaginita, y así seguí, arriba y abajo, besando, chupando y empapando con mi saliva la caliente vulvita.
Luego de diez minutos la rajita de Patricia comenzó a mojarse con sus flujos y sentí en mis labios que su clítoris, del tamaño de la tercera parte de un dedo meñique, estaba duro. Lo mordí. La pendeja gemía: estaba gozando, disfrutando el placer que le estaba dando. Levanté la cabeza y miré sus tetas. Los pezones estaban como piedritas. Los chupé y mordí delicadamente.
- ¡Ay señor, ¡qué lindo…! me encanta que me chupe…!, ¡voy a acabar…, qué lindo…, mmm…! –exclamó, fuera de sí.
- ¿Si…?; recién empiezo…, te voy a dejar roja la concha… - respondí.
– Mmm…, ¡si…!
Mi cara estaba empapada de sus jugos; me fascinaba chuparla, lamerla, besarla, deleitándome con el olor que desprendía su sexo. Y comencé de nuevo a jugar. Lamí suavemente los labios exteriores de su conchita, la entrada, para luego recorrer lentamente los labios interiores, hasta tocar con mi lengua su clítoris, que estaba duro y parado. Me detuve, respiré profundamente sobre esa partecita, mientras ella movía su cadera de modo circular y gemía. Puse mi lengua plana y la saqué completa para lamer despaciosamente, arriba y abajo ese botoncito; luego se me ocurrió hacer tres lentas chupadas de vagina y cinco chupadas rápidas en el clítoris, de izquierda a derecha. Así estuve cuatro veces, para luego succionar el clítoris y dejarlo dentro de mi boca, mientras le daba pequeños golpecitos con la lengua.
Patricia apretó su pelvis contra mi boca y la mordí suavemente, logrando que largase más jugos, los cuales tragué con placer. Pero dejé un poco en la lengua, y subí para besarla y pasarle sus fluidos.
Ella sólo decía palabras incoherentes, hasta que dio un grito largo y tuvo dos orgasmos seguidos, largando una especie de lechita, que engullí.
Patricia tuvo varias sacudidas, casi similares a convulsiones, mientras sus gemidos y chillidos se transformaron en gritos incoherentes. Los orgasmos le llegaban uno tras otro y convirtieron su cara preciosa en un espectáculo pornográfico extremo.
Entre medio de sus gritos de gozo me pidió que la coja.
– ¡Ay señor, papi, mi amor!, ¡nunca gocé tanto…! ¡Usted es increíble…! ¿Pero cuando me va a meter su pijota…? –reclamó.
- ¡Si putita!, ¡te voy a atragantar con mi pija!; ¿te gusta cómo te hace gozar este macho?
- ¡Ay señor…!
Entonces puse mi verga (ya estaba al máximo: 18 x 4 centímetros) sobre su cara. Patricia abrió su boquita golosa y la tragó, jugando con la lengua en todo el glande, mientras yo seguía chupando, sorbiendo, lamiendo, mordiendo su concha, culo, piernas. ¡Estábamos en un mojado, caliente cunnilingus mutuo, en un 69, chupándonos!
Estaba maravillado con nuestros jugos ricos como chupetines mezclándose en nuestras bocas, y por eso, con todos sus néctares en mi lengua, me dirigí a sus labios, para darle mis salivas y sus líquidos sexuales, a lo que ella contestó con otro orgasmo que volvió a convulsionarla de arrebatado placer…
Ya habían transcurrido alrededor de dos horas desde que había comenzado a darle sexo oral.
Ya no aguantaba más las ganas de acabar dentro de su concha. La puse boca arriba y sin aviso le metí mi verga en su agujero empapado y caliente. Entró sin problema, hasta el fondo. Mientras mi pedazo entraba y salía, con una mano le frotaba el clítoris, mientras la besaba y mordía sus tetas.
- ¡Ay señor…!, ¡qué rica se siente su pijota adentro!; es como decía mi tía!; ¡la siento tan grande y caliente…!; ¡lléneme de leche…! –gritó la pendeja emputecida.
Esperé otro orgasmo de Patricia y entonces bombeé más rápido mi verga hasta sentir que explotaba mi leche. El primer chorro, abundante, fue adentro, y rápidamente saqué la pija para que los otros espasmos cayeran sobre sus tetas y cara. Agotado, agotados ambos, caí sobre ella, encastrándonos en semen, sudor y flujos. Y nos dormimos.
Cantaban los pájaros cuando Patricia me despertó con un beso sobre mis labios. Una taza de café precedía su maravilloso cuerpo. La pija estaba levantada, en su homenaje.
- Señor, veo que ya la tiene parada; ¿quiere pajearse o que cojamos de nuevo…? – me preguntó pícara y lascivamente.
Y se inclinó para tragar mi pene.
(Continúa)