El día había sido agotador para Diego... realizar todas las tareas de un día normal en dos horas menos había resultado mucho mas difícil de lo que esperaba, pero lo consiguió. Era la condición que le impuso su jefe para dejarlo ir un par de horas antes. Necesitaba ese tiempo porque llevaba meses con la idea en la cabeza y semanas planificando como llevarla a cabo.
Tenía todo preparado en su automóvil, el pasamontañas, la cuerda, la pistola a fogueo, todo. En algún momento quiso desistir de su plan, pensando en el susto que se llevaría Ana, pero entonces recordaba sus motivos...
La había conocido hacía dos años, y desde el momento en que la vio quiso para sí a esa belleza angelical,pura, inocente. Le llevó casi un año conquistarla... todavía recordaba su primera cita, su primer beso, y también la primera vez que hicieron el amor. Fue algo romántico, hermoso, libre de toda lujuria...
Ese era precisamente el problema: Él confiaba que con el tiempo podría corromper a esa inocente criatura, transformarla en una depravada loba sexual, sedienta de satisfacer sus instintos más básicos. No le había resultado; al contrario, Ana jamás había tenido un orgasmo, no dejaba que le practicara sexo oral (mucho menos ella a él) y, aún cuando llevaban mas de dos meses viviendo juntos, casi no dejaba que la viera desnuda. Peor aún, últimamente lo rechazaba casi siempre, tanto así que hacía dos semanas que no tenían relaciones.
Por eso planeó lo de aquel día; entraría por la puerta trasera - que había dejado abierta en la mañana- vestido de ladrón y la sorprendería, confiando en que el peligro pudiera gatillar la excitación de su novia. Sonaba descabellado ahora que lo repasaba mentalmente, pero así lo había leído en alguna parte ¿o lo vio en la tele? Daba igual; en el peor de los casos, al menos podría cumplir su fantasía de dominación.
Se estacionó a tres cuadras de la casa, para no alertarla de antemano. Sacó los implementos del auto y comenzó a acercarse a pie. Cuando estaba cerca, miró hacia todos lados para asegurarse de que nadie lo observaba y luego corrió rápidamente al muro que daba al patio trasero de la propiedad. Lo saltó con agilidad y lo más silenciosamente que pudo. Ya se había cambiado de ropa al salir del trabajo: polera, jeans y zapatillas que había comprado el día anterior en la ropa usada. Daba lo mismo la ropa que usara; lo importante era que Ana no la reconociera.
Se puso el pasamontañas y tomó la pistola y la cuerda. Se acercó sigilosamente a la puerta trasera, pero luego de dar unos cuantos pasos, cambió de idea: Era mejor ver primero en qué lugar de la casa se encontraba su novia. Comenzó por la ventana más cercana, que correspondía al dormitorio; al llegar, se agachó para asegurarse que no lo viera y se asomó por una esquina para mirar al interior
Sin darse cuenta, soltó la cuerda y la pistola y casi pierde el equilibrio; todos sus sentidos parecieron bloquearse... todos excepto la visión. No podía creer lo que estaba viendo... Ana estaba en cuatro patas en medio de la cama, tragándose el pico de un desconocido mientras Guillermo, hermano de Diego, la penetraba salvajemente por detrás.
Era increíble. "La muy puta nunca quiso hacerlo a lo perrito conmigo... y me dijo que le daba asco sólo pensarlo cuando le propuse que me lo chupara" pensaba; se restregó los ojos y se pellizcó para asegurarse que lo que veía era cierto, pero ahí estaba su novia, con ese culito hermoso levantado, mientras ese puto de su hermano, que siempre le había ganado en todo, se lo metía y sacaba a un ritmo furioso. De sólo imaginarse lo que debía sentirse estar en el lugar de su hermano, penetrando por atrás ese chorito tan estrecho, lubricado con sus propios jugos, como estaba, mientras amasaba ese culito perfecto, dándole de cuando en cuando fuertes palmadas, que parecían encantarle a su novia, se llenaba de excitación, furia y envidia.
No era menos la envidia que sentía por el desconocido, al que Ana le practicaba sexo oral como una experta. Lamía, chupaba, mordisqueaba, volvía a lamer... luego hizo algo que Diego jamás había visto. Se lo introdujo por completo en su boca, su rostro de aparente inocencia desfigurado por aquel miembro, su garganta abultada "Esta perra se lo traga hasta la garganta sin siquiera hacer arcadas" pensaba Diego. Sin ceder un sólo centímetro de aquella verga, Ana sacó su lengua, la estiró hacia abajo y comenzó a lamer las bolas de aquel hombre...
Lentamente Diego comenzó a recuperar la audición: Podía escuchar los jadeos de ambos hombres, el sonido obsceno y constante que se producía al chocar la pelvis de Guillermo con las gloriosas nalgas de Ana, los insultos de Guillermo, que por cierto parecían excitar aún más a la joven mujer. Pero lo que resaltaba por sobre todo, aquello que transformaba esos sonidos inconexos en una sinfonía erótica eran los gemidos de Ana. Apagados por el miembro que llenaba su boca y de naturaleza principalmente gutural, eran evidencias claras del placer que recibía. A Diego le costaba asumir que su novia, de apariencia angelical, fuera capaz de emitir esos sonidos.
El primero en caer fue el desconocido, quien la tomó del pelo y comenzó, literalmente, a joderle la boca. Ana parecía gustosa de recibir semejante trato, aún cuando la única forma de que ese miembro entrara por completo era que bajara por su garganta. El ritmo era cada vez más furioso, hasta que de un momento a otro, el hombre se detuvo, mientras la garganta de Ana se movía convulsivamente y un hilillo de semen se filtró por la comsura de sus labios. Ana continuó su mamada sin piedad, hasta que el desconocido debió apartarla bruscamente de su miembro ya flácido. Ana le sonrió irónicamente, le mostró el dedo mayor y luego usó el mismo para limpiarse el hilillo de semen y luego llevárselo a la boca.
Durante todo ese tiempo, Guillermo continuaba sin parar su trabajo. Ahora que Ana tenía libre su boca, los gritos se habían sumado a los gemidos, transformando la sinfonía en una obra maestra. De solo escucharla, a Diego le venía una calentura tal que la erección le dolía. Guillermo aumentó aún más el ritmo, lo que terminó por rendir a Ana, a quien los brazos le temblaron y terminó con el rostro enterrado en su cama, pero ni esto apagó sus gritos orgásmicos, al tiempo que todos sus músculos parecieron tensarse. Guillermo continuó abusando de aquel coñito hermoso aún después de que los gemidos de Ana comenzaron a suavizarse. No fue mucho después que éste sacó su miembro y vació una buena cantidad de leche en la espalda de Ana...
Diego recogió la cuerda y la pistola y se retiró de la ventana, nuevamente inundado de envidia... era injusto que Ana fuera exactamente la puta que él quería con otros, mientras con él era esa frígida santurrona. Fue entonces cuando se dió cuenta que al menos toda su minuciosa planificación podía servir de algo.
Se encaminó nuevamente hacia la puerta trasera y la abrió sin hacer ruido. Antes de entrar, dejó la cuerda en el suelo; no la necesitaría. Caminó sigilosamente hasta la puerta del dormitorio y la abrió de golpe:
-¡Levanten lah manoh loh culiao!¡Pasen toa lah we...! ¿Estaban haciendo un trío loh weoneh calienteh?
Diego se rió para sus adentros... los tres estaban horrorizados y en realidad creían estar siendo asaltados. La situación no podía ser mejor.
Debía mantener la distancia de ambos hombres en caso de que alguno intentara dárselas de héroe, por lo que los mandó a ambos a un rincón, y comenzó a examinar a Ana, quien estaba tendida de espalda en la cama. Fue directo al grano, pellizcó bruscamente su pezón derecho, mientras usaba el cañón de la pistola para separar los labios vaginales de su novia.
-Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm- logró articular Ana
"Pero qué puta" pensó Diego, quien no podía creer que su angelical novia se excitara cuando un supuesto criminal la manoseaba. Alcanzó a darse vuelta justo a tiempo para apuntar con la pistola falsa a Guillermo, quien se acercaba rápidamente para intentar golperlo por la espalda. Naturalmente, se frenó en seco al ver el arma apuntándolo:
-¿Qué ibai a hacer conchetumare?- le gritó Diego, mientras se acercaba - ¿creí que soy weon?- le dijo, al tiempo que le dio un puñetazo con todas sus fuerzas en el rostro.
El dolor en sus nudillos le provocó ese extraño placer que solo se logra cuando se ejecuta una venganza, se regocijaba ante esos ojos temerosos con los que lo contemplaba Guillermo. Sin embargo, no era suficiente; un rodillazo en el estómago y un culatazo en la cabeza en el momento que se dobló, llevaron finalmente a Guillermo al suelo, atontado. Lo tomó por el pelo y lo arrastró hasta la orilla de la cama. Tomó a Ana del tobillo y la acercó con fuerza, hasta que su entrepierna quedó justo en frente del rostro de Guillermo.
-¡Mira lo que estas defendiendo! ¿ves lo mojada que está?- profirió Diego, mientras forzaba la cabeza de Guillermo en el coño de Ana, quien no ocultó su excitación y gemía de placer mientras se pellizcaba los pezones - ¿Quieres morir defendiendo a esta perra que lo está gozando?
Lo arrastró de vuelta al rincón, en el que aún se mantenía el desconocido, y apuntó a este mismo:
-Tiéndete boca arriba en la cama- le dijo - y tu hazle una buena mamada- le indicó a Ana.
No bien se tendió en la cama, Ana se abalanzó sobre la entrepierna de aquel hombre y comenzó su trabajo. Bastaron sólo dos minutos para que el desconocido recuperara su erección.
-¡Suficiente!- le gritó Diego a Ana, al tiempo que la apartaba tirándola salvajemente del pelo.
-Ahora, móntalo- le indicó.
Diego quedó anonadado, cada vez lo sorprendían más las habilidades de Ana, quien muy obediente apoyó una rodilla a cada lado de las caderas del desconocido, las manos en el abdomen, y comenzó a bajar lentamente pero sin pausa, hasta que tuvo aquel miembro completamente dentro de su húmeda vagina, mientras lanzaba un fuerte grito de placer. No mucho después, comenzó a cabalgar a un ritmo salvaje, sus piernas apenas haciendo contacto con la cama para elevarse nuevamente, su cabeza levemente inclinada hacia atrás y sus pechos, de un tamaño medio, pero bien formados, se balanceaban de arriba a abajo. Para Diego era increíble que su novia que jamás lo había montado, que siempre se quedaba quieta , sin reacción a sus caricias, fuera esa hembra en celos que tenía ante sus ojos.
Tardó varios minutos en volver en sí y retomar su plan.
-¡Detente! - le gritó a Ana, quien se detuvo en el mismo momento, aunque con un evidente gesto de frustración en el rostro. Diego la tomó de la nuca y la forzó a inclinarse hacia adelante, quedando su rostro a la altura del pecho del sujeto
- Tú continúa moviéndote- le dijo al desconocido. Éste comenzó a entrar y salir del coño de Ana a un ritmo muy lento, quizás por lo incómodo de la posición. Los jadeos y gemidos de Ana continuaban, pero a un volumen mucho más bajo.
Ana comenzó a acompañar el movimiento de arriba a abajo; fue entonces cuando Diego le dio una fuerte nalgada:
-¡Quédate quieta!- gritó; por toda respuesta, Ana emitió un "Hmmmf" como protesta, pero obedeció.
Diego comenzó a acariciar las nalgas de Ana, primero suavemente, para luego transformarse en algo brutal, que dejaba marcas rojas en la piel blanca. De vez en cuando le daba una nalgada, que la estremecía y le hacía chillar de placer. El juego duró varios minutos, mientras el desconocido seguía follándola.
Mientras amasaba ese culito, Diego comenzó a apartar y juntar las nalgas de su novia, dejando al descubierto por unos momentos el apretado ano de la joven. Luego, se ensalivó un dedo y lo llevó hasta esa entrada, lo que puso a Ana como loca; se echó hacia atrás y no se conformó hasta que el dedo en cuestión atravesó su esfínter. Diego retiró la mano, se ensalivó un segundo dedo y repitió la operación ahora con ambos.
No pasó mucho tiempo hasta que el ano de su novia estaba lo suficientemente lubricado y dilatado. Retiró sus dedos, lo que evidentemente molestó a Ana, y luego se bajó los pantalones y los boxers. Le habría encantado recibir una de esas espléndidas mamadas de su novia, pero sabía que era peligroso; ella seguía creyendo que él era un delincuente, y podría aprovechar el momento para mutilarlo...
Se acomodó detrás de su novia, y sin ceremonias, llevó su miembro al esfínter de Ana y comenzó a presionar. Requirió mucho esfuerzo, pero finalmente su cabeza entró por completo. Se detuvo un momento para disfrutar de la sensación y la situación. Era lo que siempre había querido, prácticas sexuales extremas con aquella mujer que creía inocente... la presión que ejercía el ano de su novia era tan fuerte que hasta sus propios latidos le producían dolor.
Continuó hasta que su pelvis quedó presionando ese culito hermoso, a pesar del dolor que esto le provocaba... parecía como si se lo fuera a despellejar. Los gemidos de Ana eran una armónica mezcla de aullidos de dolor y gritos de placer... de todos modos, el placer debía ser más fuerte, ya que fue ella misma la que empujó su culo contra su novio para que entraran los últimos centímetros.
Diego estaba en las nubes; jamás había estado en una situación tan placentera. Dejó pasar un momento para retomar el control y luego comenzó un lento mete y saca, mientras el desconocido hacía lo propio por la otra entrada. Así pasaron varios minutos, en los que ambos aumentaron progresivamente el ritmo. En cuanto a la coordinación, era variable. A ratos, uno entraba mientras el otro salía; otras veces ambos entraban y salían al mismo tiempo, y otras estaban totalmente desfasados. Esto parecía ser lo que más le gustaba a Ana, quien aumentaba el caos en el acto moviendo su cadera de adelante hacia atrás a su propio ritmo.
Finalmente, el desconocido aumentó el ritmo a una velocidad frenética, Ana lanzó un grito de sorpresa y luego el hombre dejó de moverse y salió de dentro de Ana, quien lo reemplazó inmediatamente por tres dedos, más el pulgar frotando su clítoris. Minutos después, su novia comenzó un orgasmo que duró minutos, sus gritos probablemente audibles en toda la manzana.
Lo excitante de la situación, el hecho de estar provocándole un orgasmo por primera vez a su novia (de quien, inconscientemente, aún tenía una imagen angelical e inocente) y, naturalmente, su propia fisiología, le indicaron a Diego que su eyaculación estaba cerca. Decidió que quería llenarle el culo de leche a su novia, por lo que comenzó un ritmo frenético, que apenas si provocaba reacción en Ana, absolutamente agotada. Sólo instantes después se corrió abundantemente, sacó su miembro chorreante del culo de su novia y observó unos segundos la grotesca imagen del esfínter de Ana totalmente dilatado, chorreando semen.
Diego se acomodó los pantalones, tomó la pistola, que había olvidado a un costado de la cama (obviamente nadie había estado en condiciones de usarla contra él; el desconocido y Ana ocupados en otros asuntos y Guillermo aún semiinconsciente) y se retiró.
-Si llaman a la policía los mato a los tres -les dijo antes de salir.
Corrió a la salida, saltó el muro y siguió corriendo un par de cuadras. Luego se detuvo, se sacó el pasamontañas y caminó hasta su auto; al interior se cambió de ropa y luego miró su reloj. Faltaba media hora para el momento en el que comúnmente el llegaba a la casa, tiempo suficiente para deshacerse del disfraz y la pistola... había olvidado la cuerda, pero nadie la había visto en posesión del ladrón, por lo que no sospecharían.
Cuando regresó a su casa, Ana estaba preparando un refrigerio para esperarlo, tal como hacía habitualmente. Nada delataba lo que había sucedido, y los dos hombres ya no estaban en casa. Su rostro, tan inocente como siempre
-Hola mi amor - lo saludó Ana, a tiempo que lo besaba tiernamente- ¿Cómo te fue en el trabajo?
-Bien, ninguna novedad
-Vino tu hermano, con un amigo suyo. Dijo que querían conseguirte unas herramientas
-¿Se las prestaste?
-Si. Les mostré donde las guardas, porque yo no las conozco. ¿Hice mal?
-Por supuesto que no. Yo comparto todo con mi hermano- Recalcó Diego
A Diego le excitó en lugar de enojar la desfachatez de su novia, por eso se acercó a ella y comenzó a toquetearla, proponiéndole cosas indecentes al oído.
-Ahora no, mi amor, no tengo ganas. ¿Es que sólo piensas en sexo?
-Discúlpame, no quise incomodarte- le respondió Diego, besándola tiernamente en la frente.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 514210 veces