La verdad es que nunca pensé, que una mujer con una biblia bajo el brazo, de larga falda, con piernas peludas, y axilas sin depilar, fuera tan caliente, que me llegase a excitar tanto.
Relato
Mi nombre es Horacio, y recientemente me mudé a la que fue durante muchos años, la casa de mi abuelo. Un caserón de arquitectura colonial, con muchas más habitaciones que las que yo pudiera llegar a usar, con amplios y frondosos jardines llenos de frutales por una parte y con su propia hortaliza, por otra, además con piscina, cancha de tenis y su propio invernadero, y lo mejor de todo es que no tiene vecinos cercanos.
Después de la primera semana de haberme mudado, comencé a organizar fiestas, los viernes y sábados por la noche la casa se llena de mis amistades más intimas y en ocasiones, si el ambiente es propicio, se forma una discreta orgía entre las personas invitadas. Nada que valga la pena hablar de ello en especial, salvo que no sea decir que al día siguiente ninguno de los o las invitadas quiere hablar de lo sucedido.
Bueno sería un domingo en la mañana, después de que los últimos invitados se habían marchado, cuando como a eso de las doce del día, sentí que tocaban la puerta. Al asomarme para ver de quien se trataba, me di cuenta de que eran un par de mujeres muy mayores, acompañadas por otra como de unos treinta y tantos. Por su manera de vestir de inmediato supe que eran de alguna congregación o iglesia evangélica o pentecostal, que se dedican los domingos durante el día a predicar.
Así que para no hacerles perder su tiempo ni el mío, vestido únicamente con mi bata de baño, les abrí la puerta, y antes de que alguna de las tres abriese la boca, les dije. Señoras, lamentablemente recién me levanto, y debo salir urgentemente para la ciudad, así que si en otra ocasión gustan pasar, yo con todo gusto las atenderé. Tras decir eso cerré la puerta, y me fui a dar un baño para luego realmente ir a almorzar a la ciudad.
Ya me había olvidado del incidente, cuando el lunes como a eso de las cuatro de la tarde sentí que tocaban la puerta. Al abrir me encontré en la puerta a una mujer de hermoso rostro, aunque con unos cuantos vellos sobre su boca, que su rostro me parecía conocido, y no fue hasta que ella me comentó. Como usted dijo que si en otra ocasión gustaba pasar, que usted con gusto nos atendería, aquí me encuentro para hablarla de la palabra de Dios.
Yo realmente no tenía nada que hacer, pero al verla con esa manera de vestir tan recatada, estuve a punto de inventar algo para salir del compromiso. Pero algo en su sonrisa me hiso invitarla a pasar. Resultó llamarse Inocencia, y disculpó a sus dos compañeras por no haberlas podido acompañar. Como si eso realmente me importase, le pedí que tomase asiento en el sofá que mantengo en la sala, y mientras ella casi de inmediato, comenzó hablar sobre la venida de Jehová, y no sé qué número de fieles se salvarían. Yo no apartaba mi vista de sus piernas, las que tenía bien cubierta por una larga falda, que le llegaba un poco más debajo de sus rodillas, pero a pesar de lo discreta que era su manera de vestir, no pude dejar de ponerle a tención a sus velludas piernas.
La verdad es que ya me tenía bien fastidiado, de tanto hablar. Así que en par de ocasiones la interrumpí, en una para ofrecerle un refresco que aceptó de buena gana, y en la otra para preguntarle, que si no tenía mucho calor con esa chaqueta que llevaba puesta. Inocencia sonriendo me indicó que si, y pidiéndome permiso se la quitó. Realmente esa no era esa mi idea, aunque la blusa que llevaba era bastante encubridora, no podía ocultar que bajo la tela, se encontraban un buen par de senos.
Así que pensé, que si le daba un buen beso, aparte de callarse la boca, se marcharía corriendo de casa. Al primer descuido de ella, uní mis labios a los suyos, al tiempo que la tomaba entre mis brazos. Yo esperaba que de inmediato ella me rechazara, pero no sucedió de esa manera. Todo lo contrario, para mi mayor sorpresa, ella a su vez me apretó con mayor fuerza contra su cuerpo, así que en vista de lo sucedido, continué besándola acaloradamente.
A medida que seguí besando a Inocencia, de manera bien descarada, comencé a desabrochar los botones de su blusa, y ella aun besándome intensamente, no le prestó la menor atención. En pocos momentos tras retirarle la blusa, pude ver y palpar ese hermoso par de senos, mientras continuaba besándola. Así que me di a la tarea de desabrochar su sostén, cosa que hice con suma facilidad, y al retirárselo. Me di cuenta de que sus axilas, al parecer jamás ni nunca habían sido depiladas.
Inocencia, al parecer no le daba la menor importancia a que yo la fuera desnudando, por lo que continué soltando el lazo de su larga falda, la que al retirar junto con el largo fondo que también usaba, me permitió observar sus velludas piernas y muslos. Así como una oscura mancha debajo de las grandes pantaletas que usaba, no era otra cosa más que su peludo coño. A medida que yo seguí besando y acariciando como un loco todo el cuerpo de Inocencia, ella respondía de maravilla. Permitiendo que yo tocase, acariciase o besase todo aquello que se me antojaba, únicamente sus suaves gemidos y nuestra acelerada respiración se escuchaba en el salón.
Sin encomendarme a nadie, comencé a quitar las grandes pantaletas que ella usaba, de esas que llaman paracaídas, y al írselas bajando, fue apareciendo ante mis ojos ese peludo y tupido coño, yo sin prisa una vez que Inocencia sacó sus pies de las pantaletas, coloqué mis manos sobre sus rodillas, y como impulsado por el deseo de saborear ese coño, dirigí mi rostro entre sus piernas. Por unos instantes, Inocencia se quedó como paralizada, pero al yo colocar mi cara sobre su coño y con mi lengua abrirme paso entre sus vellos hasta su vulva, ella dejó escapar un pequeño grito de placer.
A medida que seguía lamiendo y chupando deliciosamente todo su coño, mis manos mantenían aun más separaba sus piernas. El aroma que brotaba de entre sus piernas era para mí embriagador, ese verdadero olor a mujer, que tanto me desquicia, por lo general la mayoría de las mujeres con quien últimamente me e acostado, se depilan todas. Pero Inocencia no todos sus hermosos vellos los tenía sobre su cuerpo, sus axilas por donde no me cansé de pasar mi lengua, no tenían sabor a desodorantes químicos, al tacto para mí era algo grandioso, el sentir todos y cada uno de sus vellos.
A medida que seguí lamiendo y mamando su coño, Inocencia se dejó llevar por el placer así que comenzó a mover sus caderas contra mi rostro. Restregándome continuamente su coño contra mi cara, mientras yo no dejaba de mamar. En cierto instante ella me agarró por el cabello, y tratando de cerrar sus piernas, al tiempo que la hice disfrutar de un inusitado orgasmo, comenzó a gritar, después me enteré que lo hacía en lo que llaman lenguas, no me pregunten qué significa eso.
Apenas Inocencia comenzó a recuperarse, como invadida por una salvaje demonia, comenzó prácticamente a arrancarme la ropa, hasta que yo quedé tan desnudo como lo estaba ella. Sin pérdida de tiempo se recostó sobre el sofá, y abriendo sus hermosas piernas peludas, mientras que se agarraba intensa e insinuantemente su coño, sin palabras, nada más con su mirada me invitó a continuar.
No es por echármelas lo que voy a decir, pero en mi vida me he acostado con un sin número de mujeres, pero ninguna tan caliente y excitante como lo es Inocencia. Apenas comencé a penetrar su coño, me di cuenta de que es lo que llaman en mi pueblo cangrejera, es decir que su coño sabrosamente se traga toda mi verga y la presiona de forma y manera tal que da la impresión de que la quisiera arrancar, es un placer casi indescriptible, sus caderas se movían divinamente de un lado a otro, al tiempo que yo me dediqué a mamar sus parados y velludos pezones, en mi vida me había acostado con una mujer de pelo en pecho, no es que ella tuviera una selva, no que va, uno que otro vello aislado sobre sus pezones, los que yo al jalarlos con mi boca la hacían gritar de placer.
Sobre el sofá de la sala estuvimos quien sabe por cuánto tiempo, cambiamos de posiciones unas cuantas veces, colocándose ella sobre mí, sin que para ello disminuyera en nada el placer que su cuerpo me hacía sentir. Nuevamente en cierto momento Inocencia comenzó a decir cosas ininteligibles por mí, así como salmos del antiguo testamento, pero sin dejar de mover sabrosamente todo su cuerpo. Así estuvimos hasta que los dos disfrutamos de un éxtasis grandioso. Sentí como de su coño, brotaba una gran humedad, llegando a empaparme completamente.
Por un buen y largo rato nos quedamos tendidos, uno al lado del otro, hasta que ambos nos levantamos. Y así desnudos como nos encontrábamos la invité a recorrer la casona. Pero antes de subir a las habitaciones, la llevé a la piscina donde sin hacerse rogar mucho entró junto conmigo al agua. Ya dentro, nos volvimos a besar, y sin que se lo pidiera o insinuase, Inocencia se hundió en el agua y ya debajo tomó me miembro y sabrosamente se dedicó a mamarlo, por cortos espacios de tiempo, sacando su cabeza para respirar nuevamente. A pedido mío salimos del agua y en el mismo borde de la piscina continuamos besándonos nuevamente, hasta que ella abriendo nuevamente sus peludas piernas, dejó que la volviera a penetrar.
Cuando lleve a inocencia hasta su casa, me invitó a un culto. Cosa que aunque le dije que asistiría únicamente por tratarse de ella, al llegar a su casa me pidió que bajase a conocer a su familia. Yo lo hice, y al primero que le estreché la mano fue a un hombre que pensé que por su edad sería su padre. Pero me equivoqué, era su marido, quien con una sonrisa a flor de labios me dijo, que estaba encantado de que su mujer me estuviera enseñando sobre la biblia. Inocencia y yo hemos seguido teniendo nuestros febriles encuentro en la casona, y ocasionalmente asisto una que otra vez al culto, para que nadie diga nada.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 514139 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 300266 veces
Si te ha gustado La testigo de Jehová… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar La testigo de Jehová….
Narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
lobocalientee
(31 de January de 2011 a las 23:08) dice:
YO TAMBIEN QUIZIERA ENCONTRA A UNA TESTIGO DE JEHOVA A SI NO TAN BELLUDITA PERO SI ASI DE CALIENTE JE JE KANSAKY
(26 de February de 2012 a las 23:18) dice:
MMMM... CREO QUE CON EL NOMBRE DE DIOS NO SE JUEGA.. PODIAS HABER COLOCADO HASTA QUE ERA UNA VENDEDORA DE SEGUROS,, MMM NO LO SE. PERO NO ME AGRADO.... ADEMAS CUANDO ENSEÑAN LA BIBLIA LE ENSEÑAN A SU MISMO SEXO... NUNCA UNA MUJER LE ENSEÑARA A UN HOMBRE.. coronelwinston
(10 de November de 2009 a las 00:54) dice:
Inocencia.......¿No sería el marido el inocente?, entretenido relato.....Palabra de Dios, te adoramos Narrador. Un saludo y perdón por la broma.
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