Mi nombre es…, actualmente tengo 44 años, soy de Buenos Aires y los que le voy a contar tal vez no sea muy excitante pero fue real. Es la primera vez que me animo a escribir en esta página por lo que les pido que si mi relato no satisface a quien lo lea no me critique, si no que me enseñe a relatar mejor.
Corría el año 1984 y todos en el barrio sabían que el tintorero era gay. Las mujeres, obvio, no se preocupaban por eso pero siempre era el tintorero el hazmerreír de la chusma barrial.
Lo conocí una mañana en la que, trabajando en un comercio del barrio, la mujer del dueño me pidió que llevara la ropa a la tintorería. Imagínense las cargadas que tuve que soportar en el trabajo por eso…
Mientras iba en camino cargando la bolsa con la ropa sucia, la tintorería quedaba a cinco cuadras de mi trabajo, iba pensando que tenía de malo que el tintorero fuera gay y no entendía porque el barrio lo castigaba tanto, y dándome cuenta de repente que, siendo yo todo un hetero, me estaba calentando mientras pensaba en el tintorero. Quiero aclarar que para ese entonces yo tenía 16 años y vivía caliente, pero nunca había pensado en un hombre y mucho menos para el sexo.
Cuando llegué a la tintorería, aprovechando que había dos mujeres delante de mí, me dedique a mirar al tintorero diciéndome a mi mismo que no me gustaban los hombres y que nunca iba a encontrar nada atractivo en él.
Efectivamente, no había ningún atractivo en ese hombre. Sesentón, calvo, barriga pronunciada… En fin, como antes dije, nada de atractivo.
Cuando las dos mujeres se hubieron marchado y me tocaba el turno, noté como clavó su mirada en mí y le gusté de inmediato. Me atendió muy lentamente, como para disfrutar el tener un pendejo como yo al alcance de su mano, y terminada la tarea de recibir la ropa, me dejó marchar no sin antes decirme que había sido lindo conocerme y que esperaba que regresara cuando tuviera más ropa que traer.
Me fui con su mirada clavada en mi espalda y una extraña sensación mezcla de seguir repitiéndome a mi mismo que no me gustaban los hombres y la verga dura como una piedra.
Durante las semanas subsiguientes, en la que una o dos veces día por medio tenía que ir, siempre seguía esa mezcla de rechazo y calentura e iba repitiéndome a mi mismo durante el corto camino a la tintorería, que nunca pasaría nada que yo no quisiera que pase porque a mi no me gustaban los hombres… Cuán equivocado estaba.
Una mañana me sorprendí yendo al trabajo con ganas de que me mandaran ese día a la tintorería. No entendía porqué y muy dentro de mí seguía negándome a pensar tal cosa pero el deseo de ver al tintorero era más fuerte que mi negación.
Como si el destino estuviese de lado de mi oscuro deseo, a media mañana apareció la señora con una gran bolsa y me pidió que vaya a la tintorería y que no me preocupara si demoraba, que su marido no me iba a regañar, porque la ropa era mucha y sabía que el tintorero la clasificaba muy lentamente. Demás está mencionar las bromas que tuve que soportar de parte de mi patrón, a las que simulé reír divertido para que nada sospechara.
Al llegar y luego del saludo obligado, procedo a darle el bolsón cargado de ropa que llevaba. El tintorero aprovechando la oportunidad y sabiendo que yo me tenía que demorar bastante hasta que el separara toda la ropa por tipo de tela y colores, me dio dos revistas porno que, según me dijo, se las prestaba en secreto el vecino. Yo con toda naturalidad y como no dándole importancia al material me las puse a hojear con el consabido resultado de que iba a terminar con una erección de caballo después de mirar aquellas fotos.
El criticaba a las mujeres de las imágenes diciendo que sólo hacían poses y que sus caras de satisfacción eran totalmente fingidas mientras me comentaba que para el, los hombres mantenían una erección durante las fotos por medios de pastillas o cremas, porque no podía ser natural que aguantaran toda la sesión de fotos totalmente erectos.
No sé si fue esa calentura que hacía mucho sentía o mi oculta bisexualidad que asomaba traicionándome, pero me sorprendí a mi mismo diciéndole que yo aguantaba muy bien un par de horas erecto y sin acabar. Me quedé mudo de asombro después de oírme decir eso ya que le había dado pie para que el tomara las riendas de la conversación y sin posibilidad de marcha atrás de mi parte.
Me preguntó a quemarropa si yo la tenía muy grande a lo que le contesté que no, que mi tamaño era normal. El me comentó que también la tenía tamaño normal y pegándose la vuelta al mostrador se puso frente a mí diciéndome si podía tocármela por arriba del pantalón sólo para ver si tenía buen tamaño, a lo que no pude negarme, un poco como para disimular que podía dominar la situación dejándole llegar hasta donde yo quisiera, pero realmente accedí a su pedido porque ya me tenía entre sus garras.
Me dejé sobar el paquete, que a esa altura estaba a reventar, y cuando él notó la erección de 21 cm que yo cargaba se le hizo agua la boca.
Epa! No es tan normal, me dijo. Si, le dije yo tratando de minimizar el tema al ver su repentino entusiasmo. No es gran cosa.
Por favor, sácala un ratito, déjame verla toda, te lo pido. Me suplico.
Accediendo a su pedido y ya totalmente entregado por la calentura del momento y sin importarme que frente a mi hubiese alguien de mi mismo sexo, se la mostré en toda su plenitud y el casi se desmaya de la alegría de ver una verga así.
Me la empezó a menear lentamente disfrutando con el tacto de ese tronco duro y joven y haciéndome disfrutar a mi con la caricia. Acto seguido me preguntó si estaba apurado a lo que contesté que no, que ya había terminado mi horario en el trabajo y que no importaba si llegaba más tarde a casa.
Me soltó por un momento la verga y cerró las persianas del negocio. Volvió hacia mí y tomando otra vez mi verga con su mano me besó en la boca. Sentí un rechazo al sentir su lengua forzándome a abrir mi boca pero me dejé hacer, y vaya mi sorpresa al notar que en pocos segundos ese asco que me había producido el beso se transformó en placer y tomándolo por la nuca lo obligué a que siguiera con su lengua en la mía.
Se separó un poco de mí y me empezó a comer las tetillas con pasión. Me encantaba y más me excitaba sentir la succión de sus labios en mis pezones. Empecé a gemir suavemente lo que lo animó a seguir bajando con su lengua mientras se arrodillaba para quedar con su cara a la altura de mi verga.
Acto seguido empezó a lamerme el capullo y a subir y bajar por todo mi tronco con su lengua. Cuando abrió la boca y se trago la mitad de mi miembro una corriente eléctrica me traspasó todo el cuerpo arrancándome gemidos de placer incontrolables. Me estaban haciendo la mejor mamada que ninguna mujer me había hecho nunca.
Antes de hacerme acabar, se incorporó y si bien me aclaró su condición de pasivo, me dijo que a el también le gustaba que lo mamaran y que era el momento que le devolviera todo el placer que me había echo sentir. No lo pensé dos veces y me arrodillé tomando su pija con mi mano y metiéndomela en la boca mientras que lo chupaba torpemente debido a mi inexperiencia. No lo debería hacer tan mal porque su cara denotaba un placer inmenso y moviendo su pelvis hacia mí me incitaba a seguir mamándolo de esa forma.
Al sentir que su descarga era inminente, me la sacó de la boca y me apuntó al pecho. Dos o tres chorros impactaron en mi dejándolo totalmente satisfecho.
Comenzó a chuparme nuevamente y ante mi aviso de que no aguantaba más y me corría la sacó de golpe de su boca e hizo que me venga sobre su miembro ya fláccido, que quedó cubierto de mi leche abundante y espesa.
Mientras recuperábamos el aliento y nos terminábamos de vestir, me dio un beso suave en los labios haciéndome comprender que cuando dos personas quieren, no importa el sexo que sea, hay que disfrutar el momento sin complejos ni tabúes.
Solo nos gozamos dos veces más pues por circunstancias de trabajo yo me mudé a Capital y nunca más lo vi.
Esté donde esté le doy las gracias por su enseñanza, por lo que despertó en mi y si bien alguna que otra vez he vuelto a estar con un hombre nunca lo voy a olvidar.
Entramos al cuarto y empezó todo, él me tomó por detrás y empezó a tocar mis nalgas y me susurraba cosas al oído: ¡eres una puta q aprenderá de mí!, ¡eres mi perra! Y yo se lo confirmaba le dije q seria su perra, el me volteo y quedamos frente a frente, y acercó su boca a la mía, pero mas q besarme su lengua paseaba por mi boca.
Relato erótico enviado por Putitacachonda el 29 de December de 2009 a las 23:34:17 - Relato porno leído 140391 veces
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Jesús y Pablo marcharon a Paris para poder vender el video. Dejaron a sus tres amigos en una casa que habían alquilado en un pueblo muy pequeño en Huesca. Los dos habían quedado con Pierre, un ejecutivo muy interesado en esta clase de material.
Relato erótico enviado por mena55 el 24 de August de 2008 a las 13:55:00 - Relato porno leído 114054 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:30) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:05) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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