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Las aventuras porno de Sheila 1

Recaredo Rey Relato enviado por : Recaredo Rey el 22/11/2011. Lecturas: 5865

etiquetas relato Las aventuras porno de Sheila 1   General .
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Resumen

Fui a depilarme el coño a una clínica de estética y me follaron por todos lados.



Relato

El otro día acudí a una clínica de estética que hay cerca de mi casa para depilarme el coño con rayos láser. Me gusta tener todo el pubis bien despejado y limpio y así dejar visibles los labios vaginales y el clítoris.

Cuando llegué a recepción, una chica muy amable me pasó a una salita de espera. Había un chico de unos veintitantos años, una mujer de unos cuarenta y otra chica de mi edad, sobre dieciséis años. No nos dio tiempo a hablar. Enseguida entró una enfermera que se dirigió a nosotros:

- Por favor, las dos chiquitas jóvenes y el chico, venid los tres conmigo.

Nos fuimos con ella y nos hizo pasar a una habitación.

- Me ha pedido el doctor que os comente una cosa. Se nos ha acumulado mucho trabajo y cerramos dentro de una hora. Los tres habéis venido a lo mismo, a una depilación de los genitales. Si no tenéis inconveniente os lo puede hacer a los tres a la vez. Os tendríais que desnudar y echaros en estas tres camillas. El que tenga reparos tendrá que pedir cita para otro día.

- A mí me da igual -dijo rápidamente el chico.

- Por mí tampoco hay inconveniente -dije yo a continuación.

La otra chica parecía tímida, pero después de pensarlo también aceptó:

- Bueno, si vamos a estar los tres en pelotas...

- Pues venga, os desnudáis completamente y os tumbáis en una camilla -nos pidió la enfermera-. Ahora vendrá el anestesista y luego vendrá el doctor.

La enfermera salió y los tres nos quitamos la ropa. Ya desnudos me presenté a ellos:

- Yo soy Sheila.

- Yo me llamo Rubén.

- Y yo soy Ruth.

El chico estaba de toma pan y mójame, fuerte y con una polla descomunal. La chica estaba para comérsela, tiernecita y con un cuerpo de escándalo. Los tres teníamos afeitada nuestra zona genital, requisito imprescindible para la depilación láser. No pude evitar comentarle a Rubén:

- ¡Vaya polla que tienes, parece rica!

- Y lo está -me contestó.

- ¿Puedo probarla? -le pregunté

- ¿No eres muy jovencita? ¿A qué te refieres con probarla?

Sin darle tiempo a reaccionar contesté a su pregunta:

- A esto.

Le agarré la verga con mi mano derecha, se la acaricié para ponerla dura, me arrodillé delante de él y me la metí en la boca. Estaba riquísima, con sabor limpio y fresco. El chico no se lo esperaba, y menos que le metiera un dedo en el orificio anal.

- ¿Te sigo pareciendo jovencita?

- Me pareces una chica muy experta -me contestó mientras gemía de gusto.

Ruth se puso muy cachonda y me pidió:

- ¿Me dejas que la chupe un poco yo también?

La dejé y nos ibamos alternando en las mamadas. Pero Ruth se me adelantó, y ofreciendo sus agujeritos a Rubén, se inclinó hacia adelante y se metió la verga en el coño.

- ¡Uauuuu! ¡Vaya estaca más rica tienes! ¡Creo que me voy a correr ya!

En efecto, la chica parecía demasiado caliente y se corrió enseguida. Yo aproveché para sacarle la polla y meterla por mi culo. Como la tenía mojada del chocho de Ruth fue fácil la penetración. ¡Vaya manguera tenía el tío! Tanto me gustó que me corrí dos veces seguidas. Rubén estaba también a punto de correrse, así que le ofrecí correrse dentro de mi culo. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, entró en la habitación la enfermera con el anestesista.

- ¿Qué estáis haciendo? - preguntó él -. Aquí no habéis venido a follar, así que venga, tío, saca tu polla del culo de la chica y os echáis en las camillas.

Así hicimos. La enfermera se dirigió a Rubén en tono bajo, pero se la escuchó:

- ¡Joder, qué bien dotado estás! Así tiesa te debe medir lo menos 20 cm.

- 22 para ser exactos -le contestó.

- Bueno, pues a ti te voy a poner yo la crema anestesiante.

La enfermera se puso crema en la mano (sin guante) y la aplicó convenientemente en toda la zona para depilar.

- Así, bien extendida para que no te duelan los disparos. Te voy a poner también a lo largo del pene un poco por si acaso.

Y la tía se puso a hacerle una paja en toda regla. Mientras tanto, el anestesista le aplicaba la crema a Ruth por todo el pubis, por las ingles, por el monte de Venus...

- Y también vamos a poner un poco por dentro por si acaso. Y le metió los dedos en el coño, acariciando los labios y el clítoris.

- ¡Uy cómo me gusta! -exclamaba la muy putilla.

Luego le metió los dedos más adentro y la chica se retorcía de gusto en la camilla. Cuando fue a sacar los dedos, Ruth le agarró la mano:

- Dame un poco más, por favor, vaya que luego me moleste.

Y siguió frotando el interior de su excitado chumino mientras gemía y jadeaba. La enfermera masturbaba cada vez más deprisa a Rubén, hasta que éste no pudo contener el chorro de semen, que salió disparado hacia la cara de ella. Se limpió con sus dedos y chupándoselos después. A continuación acercó su boca a la verga y la chupó ávidamente. Rubén se asustó:

- ¡No siento nada!

- ¡Claro! -explicó la enfermera tras liberar la polla de su boca-. La anestesia ya ha hecho su efecto.

En ese instante entró el doctor. La enfermera y el anestesista se pusieron a disimular.

- ¡Venga, empecemos ya, que dentro de media hora me tengo que ir!

- Estos dos ya tienen la anestesia puesta, doctor -dijo el anestesista-. Voy a preparar a la otra chica.

La otra chica era yo. El médico se puso manos a la obra con el láser y los ayudantes se quedaron conmigo en el otro extremo de la habitación.

- ¡Qué coñito más bonito tienes! -me decía el chico-. Me encantan los clítoris asomando afuera como buscando que lo acaricien y lo muerdan.

Y sin preguntar siquiera me cogió el clítoris con sus dedos y se puso a acariciarlo. La enfermera, que era guapísima y tendría como treinta años, le pidió al anestesista:

- Oye, tú ponle la anestesia, y deja que yo le toque el clítoris, que las mujeres somos más delicadas para estas cosas, ¿verdad, bonita?

- A mí me da igual, me gusta que me toque el que sea -contesté.

El chico se puso a extenderme la crema por todo el coño, mientras la chica jugaba con mi clítoris. Me estaba poniendo cachonda y los fluidos vaginales iban en aumento, hasta que tuve un orgasmo y no pude contener un pequeño grito.

- ¿Qué pasa ahí? -preguntó el doctor-. ¿Hay algún problema?

- Nada, nada -contestaron-, es que le hemos dado en un pliegue de la vagina.

El médico seguía en lo suyo, y después de unos minutos más de tocamientos en mi chumino dejé de notarlo por el efecto de la anestesia.

- Ésta ya está preparada, doctor.

- De acuerdo, termino con estos dos y empiezo con ella.

En efecto, enseguida acabó de disparar rayos láser en los genitales de Rubén y de Ruth y les mandó que se vistieran y se marcharan. También les dijo a sus ayudantes que se fueran.

- Venga, es la hora de irse. Yo me quedaré con esta chica para terminar. Podéis cerrar cuando os vayáis.

El médico y yo nos quedamos solos en la habitación... y en la clínica. Se asomó para asegurarse que todos se habían ido, cerró la puerta, se acercó a mí y me dijo:

- No sé si tienes bien puesta la anestesia, niña, así que voy a comprobarlo. Tú mira hacia el techo.

Así hice, pero de soslayo veía cómo se quitaba los pantalones y los bóxers y me metía la polla en el coño. No sentía nada, pero mi cuerpo se movía con el vaivén del coito. Como el médico era mayor y además no disfrutaba nada, se lo dije claramente:

- Doctor, me gustaría que sacara su pene de mi vagina. No le he dado permiso para que me folle.

- De acuerdo, lo que tú digas -. Y la sacó.

- Ahora voy a darte los rayos láser.

El médico agarró algo de la mesita y me lo puso en la cara. Antes de que pudiera decir nada me quedé dormida. El muy cabrón debió ponerme cloroformo. Y el muy cabrón debió de hacerme de todo. Me desperté en un callejón oscuro, por la parte de atrás de la clínica, completamente desnuda, con el chocho, el culo y la cara llenos de semen. Salí del callejón para ver si veía a algún policía o a alguien que me pudiera ayudar. Dos hombres de unos cuarenta años y bien vestidos pasaban por allí. Les conté lo que me había pasado y les pedí que me ayudaran.

- Claro que sí, bonita. ¿Pero tú estás segura que no te han dejado la ropa en el callejón?

- Bueno, yo no he visto nada, es que está oscuro -les contesté.

- Vamos a mirar, ven con nosotros y dinos dónde te has despertado.

Fui una incauta. Me metí con ellos en el callejón y uno de ellos me agarró con fuerza tocándome las tetas y el coño.

- ¡Como grites no sales de aquí, putilla! -me amenazaron.

Los dos tíos sacaron sus pollas y me obligaron a chupárselas un buen rato. Lo cierto es que estaban muy apetitosas y eran bien grandes. Cuando se cansaron, me pusieron a cuatro patas y me la metieron por el culo. Pero notaron algo.

-¡Será guarra la niña! Tiene el culo lleno de semen.

- Ya les dije antes que el médico abusó de mí, lo mismo que ustedes ahora.

- A mí no me importa -dijo el otro-. Una ocasión como ésta no me la voy a encontrar todos los días: una muchachita joven y tierna, con un cuerpazo de escándalo. Yo te la voy a meter en ese coñito tan rico que tienes.

Y me metió la tranca hasta el nudo. El efecto de la anestesia ya había pasado y notaba su descomunal polla en mi interior frotando mis paredes vaginales y mi clítoris y haciéndome gozar de una manera bestial. Nunca pensé que iba a gustarme que me violaran, pero era de lo más excitante. El tío se corrió como un toro semental poniéndome de leche hasta arriba. Luego el otro tío, que estaba a punto de reventarle la polla, pasó de escrúpulos y me la volvió a meter en el culo, sodomizándome un buen rato hasta que descargó una buena cantidad de leche también. Cuando acabaron me dieron un fuerte empujón y se fueron aprisa de allí. Me incorporé y salí de nuevo del callejón. Esta vez tueve más suerte: una patrulla policial pasaba por allí en ese momento. Me puse delante y detuvieron el vehículo. Les conté mi truculenta historia a los dos policías y me metieron dentro del coche para llevarme a mi casa. Mi aventura había terminado. ¿O no?

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:08) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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