La señora entro a mi oficina a punto de cerrar, empezó a relatarme su vida familiar y en cinco minutos estábamos solos en la empresa, le dije que tenía trabajo que terminar preguntándole en que podía ayudarla, se me acercó decidida y se me sentó en las piernas dándome tremendo beso en a boca. Quería que me conectara a internet indicando que me mostraría algo, para mi sorpresa busco un artista y me dijo que yo me parecía a el, en realidad no veía el artista sino sus hermosos ondulantes senos sin brassiere muy cerca de mi cara. Se incorporó y por un momento pensé que se marcharía, pero solo salió a verificar que ya no había nadie en la oficina y a cerrar la puerta de mi despacho con llave.
Relato
Le pregunté por su esposo y me dijo muy resuelta que estaba de viaje, que ella iba para el gimnasio pero que se le ocurrió una idea mejor y de nuevo se sentó en mis piernas. Quizá lo prohibido o su determinación me encendió y decidí divertirme con ella, separé mi silla del escritorio y ella se sentó en el escritorio enfrente mío, le deslice sus pants, y le quité sus zapatillas deportivas, tenía un calzoncito minúsculo color negro, en el triángulo frontal se veía un bulto con un poco de humedad que transpiraba el tejido, olía exquisita, definitivamente sabía a lo que había llegado al lugar.
En mi silla me baje el pantalón con el calzoncillo a media pierna y ella se deslizó sobre mi, quedando completamente ensartada, fue un momento maravilloso, introducir la verga en una chucha húmeda desconocida es un placer extremo, nos quedamos un momento inmóviles hasta que ella recuperó el aliento, no cabe duda que cada poro de su cuerpo estaba disfrutando de mi pene, no es que sea exagerado pero 18 cm netos hacen pujar a muchas. Ese abrazo infinito de deseo reprimido, de lujuria comprimida, de desenfreno prisionero de la ropa y la posición que no permitía mucho movimiento se alargó por un período indeterminado de tiempo, yo sentado, ella con vaivenes que exigían mas cumbia, pero sin la decisión de abandonar su estaca, abandonada al placer no cambiábamos de posición, parecíamos atrapados en un túnel de sueño.
El sonido seco de la puerta exterior que se abría y un grito que decía ¡Sandraaaa! ¿estas aquí? me trajo a éste mundo de un golpe, ella se incorporo primero y sin mas tiempo le dije que se metiera bajo mi escritorio, yo me subí el pantalón y me en un movimiento torpe corrí a la puerta de mi despacho y la abrí, era justo su marido entró a mi despacho enardecido y me preguntó por su esposa, yo le respondí que al cerrar había una señora pero que la vi salir por la puerta de atrás, al salir de nuevo al corredor se observaba la puerta trasera aún abierta, el se disculpó, me agradeció y se fié por la puerta trasera yo lo seguí para cerrar con llave, y lo mismo hice con la puerta frontal, regresé a mi despacho y la sinvergüenza estaba sin ropa sobre mi escritorio, mas caliente que nunca, me decía sacrifícame en tu plancha azteca y así lo hice le apuñale todos los orificios por unos veinte minutos, mis cuentas estaban por el piso, mis papeles los utensilios de oficina todos regados, yo dándole su merecido a la infiel me subí sobre el escritorio en un sesenta y nueve que lastimaba mis rodillas, no me había percatado del tamaño del clítoris de Sandra, eran dos colgajos largos y carnosos, realmente deliciosos, pero cuando me los metía en la boca se me iban a la garganta, en unos pocos segundos le estaba dando una chupada deliciosa a esa panocha, mientras le introducía el pene mas allá de sus amígdalas, después de unos minutos empece a tener las contracciones propias de la eyaculación, ella hábilmente retiró el pene de su boca y lo puso sobre su cara, yo buscaba introducirlo en su boca y solo lograba jugarlo en las comisuras de sus labios, de pronto sentí el diluvio le llene la cara, sus pechos y su vientre con mi semen, mis papeles quedaron salpicados, a veces las secreciones son mayores y esta vez, el sacrificio de la plancha azteca estaba completo, la sangre blanca corrió por toda la superficie.
Sandra es una pícara, me pidió otro encuentro, pero realmente es muy peligroso y no deseo tener problemas, me he ocultado un par de ocasiones, pero en el fondo me gustaría darle su merecido, esta vez batirle fuerte las nalgas en castigo de su mal comportamiento.
Saludos.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 517328 veces