Cuando mi hijo Eduardito apenas y tenía como unos seis o siete años, un día en que yo estaba de lo más excitada, acostada en mi cama follando con Don Anselmo, nuestro vecino de al lado. Quizás debido a mis fuertes gemidos, jadeos, y gritos. Entró Eduardito a la habitación. Yo la verdad es que pensaba que él estaría viendo la tele, y no que al escucharme, asustado corriera al dormitorio. Lo cierto es que Don Anselmo tenía metida su verga bien adentro de mi coño. Al tiempo que me besaba apasionadamente. Apenas Anselmo retiró su boca de la mía, lo único que se me ocurrió decirle a mi hijo fue…
Relato
Espero que no te hayas asustado, pero me dio uno de esos ataques de asma que tú sabes que me dan, y apenas tuve tiempo de llamar a Don Anselmo. Que gracias a Dios me ha socorrido, dándome respiración artificial. A todas estas, mi hijo continuaba con cara de asustado, y confundido. Por lo que yo le volví a repetir lo mismo, al tiempo que yo misma asentaba con la cabeza. Pero ya me pasó, si quieres agarra el monedero de mi cartera, y sal a comprarte un helado, pero acuérdate de cerrar la puerta con llave, que cuando don Anselmo termine de curarme, voy y te abro la puerta.
Bueno Eduardito, hizo todo según se lo dije. No le dije nada de no decírselo a su padre, porque eso hubiera sido igual que decirle que se lo dijera. Al fin y al cabo para esos momentos mi esposo era un adicto al trabajo, y en condiciones normales, casi no hablaba con Eduardito.
Don Anselmo y yo seguimos siendo amantes, y a medida que Eduardito fue creciendo, supongo que se habrá dado cuenta de la situación. Pero jamás me dijo, ni insinuó nada. Además Anselmo siempre le daba algún regalo, o dinero. Hasta que después de un tiempo Anselmo me pidió que nos viéramos en su casa. Una tarde, en lugar de encontrarnos en mi casa, me pidió que fuera a la del. Todo iba de maravilla, apenas estuvimos juntos, nos comenzamos a besar, Anselmo le gustaba agarrarme las nalgas, y acariciar todo mi desnudo cuerpo, para luego al mismo tiempo mamarnos mutuamente por un buen rato, para luego ponernos a follar sin compasión, como de costumbre. Pero cuando terminamos, de momento que me doy cuenta de que Anselmo estaba muerto, encima de mí.
Yo apenas me recuperé de aquel tremendo susto, como pude agarré mi bata, y salí de su casa por la puerta trasera, dejándolo completamente desnudo en su cama. Al siguiente día, su hijo mayor pasó a visitarlo, y lo encontró muerto y completamente desnudo. A todas estas, ya Eduardito había cumplido los dieciocho años. Como al mes de la muerte de Anselmo, yo estaba desconsolada llorando, cuando entró Eduardito al dormitorio de su padre y el mío. Al verme, me preguntó por qué lloraba. Y yo en medio de mi dolor, lo único que atine a decirle, fue. Es que me hace una falta tan grande Anselmo, no pensé que lo extrañaría tanto.
En ese instante Eduardito me dijo, si comprendo, ya no tendrás quien te ayude con tus ataques de asma. Yo la verdad es que al principio no comprendí, lo que mi hijo me había dicho. Por lo que tontamente le pregunté ¿de qué ataques de asma, tú me hablas? Eduardito con cara de travieso, me respondió. Los que don Anselmo ayudaba a curarte, metido en la cama contigo. Fue cuando me acordé de aquella vez que Eduardito entró muy asustado a la habitación de su padre y mía, y me encontró completamente desnuda acostada con el vecino.
En ese momento lo único que se me ocurrió decirle, fue. Por lo que más quieras, no se lo cuentes a tu padre, que es capaz de matarme. Y continué diciéndole. Yo hago lo que tú quieras, pero por lo que más quieras, no se lo digas a tú padre. La mirada de Eduardo cambió por completo, era como si me hubiera dicho con los ojos, te tengo en mi poder. Yo me asusté, aunque procuré no demostrárselo. Pero cuando me preguntó. Pero cuando en lugar de decirme mamá me dijo. Bueno Estela, ¿qué tú crees que podrías hacer tú, por mí? Lo cierto es que no sabía ni que responderle, hasta que me di cuenta, de la manera en que miraba fijamente mis tetas. Al principio como que no lo quise aceptar, pero por su manera de hablarme, y de mirarme, no me quedaba la menor duda de que yo le interesaba, a mi propio hijo, más como mujer, que como su madre.
Por lo que, de momento, decidí cambiar por completo, mi manera de actuar, frente a mi hijo Eduardo. Así que en lugar de ponerme más nerviosa de lo que ya estaba, me puse de pie a un lado de mi cama, y moviendo mis caderas de la manera más sensual que pude me dirigí al cuarto de baño, con la excusa de lavarme la boca. Ignorando su presencia ante mí, pasé a su lado. Sentí el calor de su cuerpo, pero en lugar de saltarle encima, decidí seguir con el juego que ya había armado en mi mente.
No bien había entrado al baño, y tomado mi cepillo dental para lavarme la boca, vi su reflejo tras de mí en el espejo. La manera en que sus ojos estaban clavados en mis nalgas, delataba su fuerte deseo de clavarme su verga, por donde fuera. Así que yo intencionalmente seguí ignorándolo, hasta que me colocó sus manos sobre mis hombros, y bajándolas hasta mis tetas apretó su cuerpo contra el mío, yo por mi parte traté de seguir sin prestarle atención, pero francamente me resultó imposible, ya que estando entre sus brazos, hizo que me voltease, para quedar frente a frente. Yo en un último falso intento de rechazarlo, traté de evitar sus labios, los que de manera tosca buscaron los míos, plantándome un tremendo beso, y casi de inmediato sentí su lengua jugando dentro de mi propia boca. Al mismo tiempo que de manera descarada y abusiva me agarró mi recién depilado coño.
Yo pensé que me desmayaría, en cualquier momento, jamás había pensado, ni tan siquiera soñado en llegar a tener sexo con mi propio hijo. Eduardo se agachó frente a mí, y tras levantar la bata de dormir que cargaba puesta sin más nada abajo, colocó su boca sobre mi vulva, la que comenzó a lamer y chupar de manera increíble, mientras que yo recostada contra la pared, únicamente me limité a separar mis piernas, para sentir su boca y lengua, más dentro de mí coño.
Es cierto que con el difunto Anselmo, hacíamos cosas similares, pero el que mi propio hijo me las estuviera haciendo, era algo tan brutal, que en mucho menos tiempo de lo que esperaba, disfruté de un sabroso y salvaje orgasmo, sintiendo como sus labios chupaban intensamente los labios de mi vagina, así como todo mi clítoris. Yo no podía contenerme, clavé mis uñas en su espalda, cosa que él de seguro ni sintió en esos momentos.
Después de que disfruté de aquella tremenda mamada, fui yo la que sin decir nada, me agaché frente a él, al momento de quitarle los pantalones. Y sin más ni más, dirigí mi boca sobre su parada verga, la que estuve mamando y chupando intensamente, hasta que mi propio hijo me dijo que me detuviera, diciéndome, que lo que él deseaba era clavármela.
Al ponerme de pie frente a mi hijo nuevamente, él me tomó entre sus brazos, y al tiempo que nuevamente me volvió a plantar un tremendo beso sobre mis labios, sentí como su erecto miembro se deslizaba divinamente dentro de mí. El sentir como la verga de mi hijo me penetraba, hizo que yo en cosa de pocos segundos, volviera a disfrutar de otro morboso orgasmo como nunca antes lo había disfrutado. Por lo que seguimos disfrutando mutuamente el uno del otro, en mi vida había sentido tanto placer al momento de tener sexo. No les niego que en ciertos momentos sentí algo de remordimiento, por estar manteniendo un salvaje sexo con mi hijo, pero la verdad es que casi de inmediato lo disfrutaba más, y más. Al punto que hoy en día, el que mi esposo, me ignore en la cama, realmente no me importa. Ya que el placer que me produce el acostarme con mi propio hijo lo supera en creces.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 786351 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:54) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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