Maribel lo miró mientras se corría. Su cara crispada por el placer. Sus dientes apretados. Sus ojos cerrados. En sus entrañas, sentía e calor de una nueva descarga de semen.
Relato
Maribel es mi vecina recién llegada del sur del país, dice que esta ciudad es sin distracciones y pasatiempos descubro que es cuñada de una de las caseras de mi padre llega a comprar con su sobrino y reclama sus derechos por todo.
Bien mi padre tiene una paciencia con ella y me dice que la acompañe con sus compras por que ella debe cargar a su sobrino que se quedó dormido.
La acompaño y al entrar en casa ella me manda para que le ayude con el sobrino, como no me gusta que me ordenen le digo solo traje tus compras el asunto de tu sobrino arréglatelas tú. Al entrar al dormitorio la veo mal agachada dejando al dormido chico en la cama en verdad doblada sobre este se marcaba muy bien su ancho y deseado trasero, era una mujer de unos 30 años bien proporcionada y bonita figura…, mostraba las lindas piernas hasta la punta de su calzón, la vista era exquisita Leo no se atrevía ni siquiera a hablar.
Ella se da cuenta de la mirada de Leo y le dice que me miras ¿mis piernas?... te gustan eh, mas arriba es mas rico le susurra, parece que me encontré un pasatiempo le dice ¿Qué edad tienes?, 17 años apenas le sale el habla a Leo, ella ríe diciéndole parece que te atoraste viéndome mi cuerpo…, acércate y cierra la puerta el niño duerme ni se enterara de lo que aquí suceda…, ¿quieres sentir en tus manos mis apreciadas carne?, pues te autorizo para que me las toques…, Leo manosea esas piernas por sus muslos luego sube sus dedos por debajo de la falda Maribel cierra los ojos y dice eres suave para acariciar, me gusta, ahora cómeme mi vagina que está deseando ser adorada y masturbada por un macho… mientras se le agitaba su respiración. El resto de su horario lo aprovechaban en cada oportunidad que tenían para besarse, para tocarse.
Ambos estaban mas que excitados y calientes, Leo se preparaba para penetrar a Maribel y comienza a desnudarse, pero Maribel se apropia adueñándose de su pene y se prepara recibir en su boca los líquidos del muchacho, chupaba y lamía ese pene y justo con los espasmos del primer comenzó a manar semen, Maribel se asusta de la cantidad de leche que aquel pene arrojaba en su boca, trata de tragárselo todo, por mas esfuerzos que hace le fue imposible era mucho semen y por las comisuras de sus labios empezó a manar semen que bajaba por su barbilla, su cuello sus senos… Leo oía como esta hembra se tragaba su pene eyaculado en su boca, veía como un caminito de leche, su leche corría por el cuerpo de su madura hembra, la mayor parte termina en el estómago de la mujer, Leo había vaciado a lo menos diez chorros de semen en su boca, agotado Leo cae al lado de su hembra viendo como esta recogía con sus dedos esas espermas y se la llevaba a su boca… deliciosa tu leche le dice, te deseo Leo…, y yo a ti Maribel, ella me dice podrás conmigo, si es así ambos tendremos recompensa…, no la dejo tener duda y la desnudo de su falda sacando sus calzones a su vez meto mis manos bajo su blusa atrapando sus senos con mis manos, ella se saca la blusa. Se acomodó en la cama recostándose Me quedó embelesado mirándola. Acostada, sobre la cama. Totalmente desnuda. Su cabello alborotado sobre la almohada. Sus preciosas tetas sobre su pecho. Su barriguita. Su pubis. No veía su vagina. Ella lo tapaba con uno de sus manos.
Desnudos ambos en la cama, nos comenzamos a acariciar ella me pide cómeme mi sexo, la complazco y mis labios besan su vulva y mi lengua la penetra en busca de su clítoris como se revuelca y oscila ardiente al roce de mi lengua. Esta hembra de 30 años desea ser poseída y no se opondrá a ser pareada por este chico de 17 años. Con mi pene danzando entre sus piernas, se abrazaron y empezaron a besarse.
Tus miradas me estaban poniendo loquita. ¿Tanto te gusto?
Me vuelves loco, Maribel. Leo llevó una mano a las tetas. Las agarró y acarició. Besaba los labios, la frente, las mejillas, el cuello de su hembra. Ella ronroneaba como una gatita se sentía a gusto entre los brazos de su nuevo macho. La mano de Leo bajó lentamente por el suave cuerpo de Maribel hasta llegar su vagina. Ella la recibió abriendo las piernas. Y gimió en la boca de Leo cuando éste empezó a acariciarla.
Estás muy mojada. ¿Es por mí?
Ahg, claro que es por ti. Qué placer me das.
Leo la miró a los ojos. Lo que deseo es... copular contigo
Mi niño yo también lo deseo.
Ahg...eso no...Eso no...
Leo metió dos dedos en el sexo y le frotó el clítoris con el pulgar. Maribel se empezó a contorsionar de placer sobre la cama. Aquellos dedos la estaban llevando a la cumbre del placer. Miraba la cara de súplica de su chico. Miraba los preciosos ojos del muchacho. Sus barreras se desmoronaban.
¿Tienes...condones? No... No tengo
Metió los dedos más a fondo. Maribel cerró los ojos.
¡Ah!...está bien...pero...ten cuidado... No te corras dentro. Sal antes.
Los ojos de Leo se iluminaron. Bajó sus labios y la besó. Maribel abrió las piernas, dispuesta a recibirlo. Él se puso en medio de ellas, se cogió su pene y la acercó a la vagina. Lo pasó de arriba hacia abajo, haciendo gemir otra vez a su hembra entregada.
Maribel lo ayudó, cogiendo su polla y dejándola justo en el sitio. Cuando el duro pene resbaló dentro de sus cálidas entrañas, los dos entrecerraron los ojos de placer. Leo se dejó caer hasta que sus pubis chocaron. Toda su miembro estaba dentro del cuerpo de Maribel. La besó con pasión y ella lo abrazó.
-Ahg que rico se siente tu pene dentro de mí...ahora... Poséeme Leo soy tuya. Hazte un hombre dentro de mí.
Empezó a penetrarla, lentamente, con intensidad. El pene resbalaba por las paredes de la vagina arrancándole gemidos de placer a los dos. Poco a poco, aumentó el ritmo. Sus bocas no se separaban ni un instante.
Aquel joven, supuestamente inexperto, la estaba llevando a un intenso orgasmo. Ese pene martilleaba dentro de ella, una y otra vez. Su boca la besaba, a veces con pasión. Otras con ternura.
Leo se iba a vaciar. El placer de estar penetrando a la mujer blanco de todas sus fantasías era lo más grande que le había pasado en su vida. Sus músculos empezaron a tensarse. Su orgasmo empezaba lentamente. Se acordó de lo que le dijo ella. Dejó de luchar
Ahg… Maribel... que... placer...
Maribel también estaba ya al borde del orgasmo. Y ahora él saldría de ella. Sacaría su pene de sus entrañas y se correría fuera. Se rebeló. No quería eso. Quería sentirlo dentro. Con sus piernas rodeó su cintura y apretó.
Leo intentó salirse, pero no pudo.
-Maribel...que...me corro...que corro...
Sí... córrete... córrete dentro de mí... lléname con tu leche....
Leo dejó de luchar. Maribel liberó sus caderas y él le clavó la polla hasta el fondo. Se quedó quieto y estalló. Su miembro empezó a vaciarse en el fondo de las entrañas de Maribel, que al sentir los calientes chorros empezar a llenarla, se corrió con él.
El mundo entero se paró. Sólo existían ellos. Sólo existía el placer. El placer de llenarle su matriz con una abundante corrida. El placer de recibir chorro tras chorro de tibio semen en lo más profundo de la vagina enloquece a Maribel quien lo abraza y besa con pasión.
Compartieron largos segundos de placer. Sus ojos se abrían para mirar los ojos del otro y se cerraban nuevamente.
Primero terminó el orgasmo de Leo. El sexo de Maribel seguía teniendo espasmos. Al poco, los dos se besaron, ahora, con suma ternura. Ella le acariciaba el cabello. Él, los brazos.
Sin sacarle su pene de sus entrañas, la miró.
-Me dijiste que querías que te comiera tu sexo, ¿No?
Ella cayó con un beso en los labios. El siguiente se lo dio en la barbilla. Después, en el cuello. Y siguió bajando. Llegó un momento en que no pudo bajar más, así que le sacó la polla y siguió su camino.
Las tetas, la barriguita, el pubis. Todos fueron besados y lamidos. Antes de enterrar su cara entre las piernas de su nueva amante, la miró. Ella tenía un dedo doblado en la boca, y se lo mordía. Leo le sonrió, sacó su lengua y lamió.
Ah... si estoy.... llena.
No contestó. Siguió lamiéndola, chupándola. Atrapó el clítoris entre sus labios y lo chupó, dándole golpecitos con la lengua. Maribel gimió de placer.
Bajó un poco y sorbió, chupó. Su boca se llenó del sabor del sexo de su hembra. Pero no sabía igual que por la mañana. El sabor era distinto. Comprendió que era el sabor de su semen mezclado con los jugos de ella.
Por supuesto, no le importó. Siguió chupando, besando y lamiendo. Las contracciones de placer de la vagina hacían que los jugos manasen cada vez más. Maribel estaba maravillada.
Llevó sus manos a la cabeza y lo apretó contra él.
Maribel se quedó quieta, con los ojos cerrados. Creyó que todo había terminado. Pero no contaba con el deseo del joven muchacho. Leo repitió el camino de besos, pero ahora en sentido contrario.
Y cuando sus bocas se encontraron, la penetró. Esta vez sin ayuda. Encontró por sí mismo la entrada y su pene desapareció totalmente dentro del sexo de ella. Dios… mío...Leo... ¿Me quieres matar?... Sólo de placer.
Esta segunda vez todo fue más lento. Las penetraciones eran profundas y de suave cadencia. Ahora Leo además de besarla acariciaba sus tetas. Pellizcaba sus pezones. Incluso, apoyándose en las palmas de sus manos, llegó con su boca a las tetas para besarlas y chuparlas. Fueron muchos minutos de placer. Maribel no dejaba de mirar a su Leo. Se dio cuenta de que ningún hombre en su vida la había tratado así. Que ningún hombre le había dado tanto placer. Ella se corrió primero. Durante todo el largo orgasmo Leo no dejó de bombear su pene dentro y fuera, Leo... Jamás había sentido tanto placer... Ahora...quiero sentirte. Quiero sentir como te corres dentro de mí. Lléname con tu leche.... le reclama Maribel
Leo se apoyó en sus manos. Miró a mujer. Vio con las tetas se movían al ritmo de cada embestida. Maribel lo agarró por las caderas y tiró de él hacia ella. Ya…, soy tuya…, lléname con tu leche.
Maribel lo miró mientras se corría. Su cara crispada por el placer. Sus dientes apretados. Sus ojos cerrados. En sus entrañas, sentía e calor de una nueva descarga de semen.
Agotado, Leo se desplomó sobre ella. Después, se salió y se acostó a su lado. Se abrazaron. Leo puso su cabeza sobre el pecho de su conquista. Ella acariciaba con ternura su cabello. Pasaron 10 minutos. 15 Seguían igual. Ella acariciando su pelo. Él acariciando su brazo. Ambos con los ojos cerrados.
Maribel estaba muy a gusto. Feliz. Pero entonces se dio cuenta de algo. Algo con lo que no contaba. Algo que podría destruirlos a los dos. Maribel se dio cuenta de que se estaba enamorando de su muchacho. Y en ese momento, cuando ella fue consciente de eso, él susurró, apenas audible.
Te quiero y te deseo por siempre como mi segundo marido.