Llegando el calorrcito del verano.

Faltaban siete noches para el sábado veinte y tres de junio. Estábamos en un karaoke mi novia, sus amigas, mis colegas más yo; de vez en cuando el alcohol nos empujaba hacia el escenario encendiendo las risas de los allí presentes. Estando todos sentados y envolviendo de calor las copas se nos ocurrió organizar una cena más botellón para la víspera de San Juan. Propuse a todos que pasásemos la velada en la casa que mis padres tienen en la montaña; la idea gustó. Acordamos de asar carne sobre las llamas; y de buen rollito se añadió que quien quisiera trajera whisky, vino, tortilla, dulces...la voluntad.

Llegada la tarde esperada, quedé con mis coleguillas delante del ayuntamiento, para ir al supermercado. Compramos dos botellas de ron, tres de whisky, vino albariño, costilla para asar, hielo, limones más carbón; si algo quedaba de más, se guardaría para la siguiente fiesta. Decidimos vernos en el mismo punto una hora después, para partir hacia el lugar del crimen. Cada uno se fue a buscar a su compañera, para encontrarnos pasados veinte minutos más tarde de lo acordado. Tres coches íbamos uno pegado al otro. Compitiendo con el volante, mostrando cada uno las cualidades de sus frenos, y los motores que rugian enfurecidos...
Al llegar a la choza, pusimos la carne en dos fuentes, las bebidas en la nevera menos una botella de albariño que se encargó de iluminar nuestro camino con la copa de cada uno y un cigarro en mano, hasta que nos absorbió la energía del fuego. Con el calor que desprendía la llamarada, lucíamos todos un cuerpo atlético. Juan fue a la nevera, a por la segunda botella de vino, mientras ellas arreglaban la mesa; llenamos las dos bandejas de costilla para dirigirnos hacia la cocina. Me apropie de una tercera botella de vino; ya en la mesa nuestros secretos estaban al alcance de todos los presentes; y al acabar la cena salió del frigorífico una botella de licor café casero, pero hubo quien ni lo probó. Los chicos quedamos recordando batallitas de años anteriores; ellas subieron al primer piso a hablar…de sus cosas.
Siempre nos gustó apostar a las cartas, el póker era nuestro favorito... un full, una escalera o póker conseguían avivar nuestras palabras, llegando a oírse algún adjetivo mal sonante.
Como a la una de la madrugada bajaron ellas, para decirnos que se iban a tomar unas copas al pueblo de al lado; nos preguntaron si las acompañábamos, a lo que contestamos que preferíamos quedarnos allí. A las dos y media de la mañana sentimos como un motor se aproximaba; no llegó a apagarse para poco a poco irse enmudeciendo. Entró Sonia; le preguntamos por qué se volvía sin las demás; nos respondió que nuestras novias, lo único que hacían aparte de beber era reírse de nuestras intimidades... Como si así lo acordásemos los tres de la mesa, la rabia hizo que dejáramos nuestras copas llenas de aire y hielo. Ella se adueñó de un vaso largo, y la botella de whiskey para… limpiar nuestras gargantas. Nos cuestionó si podía jugar con nosotros; Juan le especificó que estábamos apostando dinero, si conocía las reglas del juego; obviamente tendría que saber…convencida de si misma propuso que si ganaba ella la siguiente mano cada uno de nosotros tres penetrase con la lengua detrás de su pubis, provocándole… un acentuado orgasmo. Juan, Ángel y yo nos reímos; pero su rostro sólo reflejaba seguridad más una potente humillación. Acrecentó con voz insultante que si era ella quien perdía sería una felación a cada uno quien borraría el menoscabo. Sin añadir nada más cogió el naipe con rostro muy serio, decidido… repartiendo tres cartas a cada uno de los que allí estábamos. Me tocaron dos ases y un rey, todo pintaba bastante bien; tras mirarnos un segundo en el que colisionaron nuestras miradas; llegó lo que me faltaba entre manos: Se escuchó como alguien dejaba veinte euros en la mesa, a los que los demás seguimos con una acción semejante. Seguí sumando dos decenas más al tapete. Era ya el turno de desnudar el juego con nuestras manos. Juan tenía una escalera, Ángel dos nueves, Sonia un full de reinas más dieces… Todos me miraban esperando a ver mis cartas; destapé mi juego por partes. Mostré una pareja de ases junto a dos sietes; quedaba una carta erguida entre mis dedos que me encargué de que el aire que se respiraba la dejara posarse en el tapete, pero con mala fortuna que se había dado tres vueltas antes de colisionar con su destino. La mano de mi compañero descubrió el as de tréboles... Dio tiempo a desplegar unas risas contemplando como nuestra oponente se hundía entre las cuatro patas, por culpa de tener una boca tan atrevida. De repente y de forma muy brusca a uno de mis compañeros se le aplastaron los ojos, tornando su piel a un tono pálido que hacía juego con su cara. Pasados unos minutos el turno llegaba a encima de mis caderas; sentí como mi pantalón desabrochó sus botones, y el resto salió casi sin ayuda. Estábamos siendo presas del enérgico fuego de las hogueras de la noche más larga del verano. Por la cara que se me puso se dieron cuenta que llegaba el tiempo para Juan; un golpe desplazó a la mesa dejando ver a Sonia de rodillas, con sus pantalones vaqueros, sujetador rojo y la blusa blanca en el suelo al lado de sus caderas. El cierre de la pasión se presenció cuando se dirigió al baño; al volver dejaba ver como sus pechos se mantenían bien erguidos. Los ojos de mis amigos se cruzaban con mi mirada para desembocar en el mismo valle. De su boquita se escuchó decir que había cumplido su palabra.
Sonia dijo que quería la revancha. Mis compañeros y yo nos miramos, nos reímos para volver hacía la mesa.
Como si fuese diseñado de ese modo, se sintieron apagar dos motores fuera de la cabaña, acompañados de voces, baladros, aullidos, chillidos... a los que la puerta se le abrió y aparecieron ellas
Mi novia, sorprendió a todos añadiendo que Sonia les había contado que se iba a casar con Jaime en de dos meses.

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