Lo hice, para levantarles la moral… (Gamban)

En esos momentos mi tío, que es el entrenador del equipo se me acercó, y me pidió que pasara por el vestidor de los chicos, y les dijera algunas palabras de ánimo. Ya que él, aunque trató de consolarlos, pero que sentía que los seis o siete que aun estaban en el vestuario, se encontraban tan deprimidos, que temía que varios de ellos, no quisieran volver a jugar en la próxima temporada. Así que sin pensarlo mucho me dirigí al vestuario, aunque en el reglamento de las porristas, está claramente estipulado que, ninguna porrista puede, ni debe entrar al vestidor de los jugadores, bajo ningún concepto, ni tan siquiera estando vacío, mucho menos si alguno de los miembros del equipo de baloncesto está presente. Claro que esas normas las escribieron para proteger tanto a las chicas del equipo de porrista, como a los chicos del equipo de baloncesto. Por situaciones que se dieron durante hace algunos años, mucho antes de que yo entrase a la universidad, y formara parte del equipo de porrista. Pero como la competencia había terminado, y mi propio tío me lo pidió, no pensé que fuera a pasar nada malo. En cosa de pocos segundos la cancha, así como las gradas quedaron completamente vacías, camino al vestuario vi y escuché al conserje decirles a sus ayudantes que se retiraran que, limpiarían todo al siguiente día. Por lo que me apuré en pasar por el vestuario de los chicos, no fuera a ser que ya también se hubieran marchado. Apenas entré me los encontré a varios de ellos, que aun quedaban, todos cabizbajos, molestos con ellos mismos, deprimidos, en fin, derrotados. La verdad es que no se me ocurría nada que decirles, para levantarles el ánimo. Justo en ese momento, uno de los chicos salía de las duchas completamente desnudo, y pude ver su enorme miembro, él pasó a mi lado, y me pareció que ni tan siquiera dio cuenta de mi presencia, en los vestidores. No es que yo sea una ninfómana, ni tampoco soy la más puta de la universidad, pero lo único que realmente se me ocurrió para levantarle el ánimo a todos ellos, lo primero fue quitarme tanto el pequeño short, como los pantis, que uso bajo la corta mini falda del traje de porrista, dejando mi depilado coño al aire, y ante la vista de todos ellos prácticamente. Lo siguiente que hice fue ponerme a realizar algunos de los pasos de fantasía levantando las piernas lo más que pude, al tiempo que yo sola me puse a repetir algunas de las frases alusivas al equipo. Al principio los siete chicos, me vieron como si yo estuviera loca, pero apenas se dieron cuenta de que no cargaba nada bajo la falda, atraje la atención de todos ellos. Que de inmediato se pusieron de pie, y se me acercaron con sus ojos clavados en mi desnudo coño. A partir de ese instante no hizo falta que yo dijera nada más, casi de inmediato comencé a sentir sus manos sobre mi cuerpo, y en un abrir y cerrar de ojos, me ayudaron a despojarme de mi uniforme de porrista, quedando del todo desnuda entre ellos. No se si se lo podrán imaginar que siete chicos, mucho más altos que yo, musculosos, y bien dotados por la naturaleza, te conduzcan a uno de los bancos del vestuario. No les voy a venir con el cuento, de que jamás había tenido sexo con más de un chico a la vez, pero mi mayor experiencia hasta ese momento había sido participar en un trio, con dos de mis compañeros de clases, en una ocasión que me emborraché con ellos. Pero en ese momento, ni tan siquiera me había tomado una cerveza, ya que el reglamento de las porristas me lo impide, mientras que esté en la cancha. Pero nada más de ver como todos ellos me miraban y acariciaban de manera morbosa todo mi desnudo cuerpo, creo que me embriagué de sexo, nada más de pensar que, estaba a punto de disfrutar todos aquellos miembros yo solita. El primero en tomarme por las caderas y colocar su oscura verga frente a mi depilado coño, fue Jakin el capitán del equipo. Yo me sentía como si fuera una muñequita de papel entre sus manos, a medida que su largo y grueso miembro me fue penetrando, casi de inmediato Otto se hizo cargo de mi culo, enterrándome toda su sabrosa verga negra de un solo golpe. Yo comencé a mover mis caderas como una loca, cuando otro de los chicos colocó su inmensa verga frente a mi boca. Cosa que, aunque les parezca raro, disfruto placenteramente poniéndome a mamar como si se fuera a acabar el mundo. Durante el resto del tiempo que estuve en el vestuario, los siete jugadores anotaron todos los puntos que pudieron, en varias ocasiones me dirigí a las duchas, para lavarme, y luego seguir recibiendo aquellas deliciosas vergas, por todos y cada uno de los orificios de mi cuerpo. En mi vida había disfrutado tanto del sexo, como lo hice esa noche después del juego. Después de que ya fuera que me dieran por el coño, por el culo, o por mi boca, más de una vez todos ellos, se fueron retirando quedándome yo sola con mis piernas bien abiertas, y llena de semen por todas partes. Así que después de que recuperé las fuerzas, me duché, y justo cuando me iba a volver a poner mi uniforme de porrista, apareció el viejo conserje, acompañado de sus dos jóvenes ayudantes. Al verlos nada más bastó que tomara asiento en el banco, separase mis piernas, mostrándoles de manera descarada mi depilado coño, para que ellos gustosos se me fueran encima. A la semana me encontré a mi tío, y sin dejar de darme las gracias, me preguntó que les había dicho a los chicos, que están deseosos de que llegué la próxima temporada para volver a jugar. Yo me sonreí y le dije lo mismo que tú les debiste decir, solo que con un poquito de más ánimo.