Desde pequeño, y durante muchos años, yo pensaba que mi madre era una especie de Santa en la tierra, ya que desde que tuve uso de razón, no había día en que ella no fuera a la iglesia, que en ocasiones se confesara, participase de la misa, y desde luego que tomase la comunión. Por lo que yo fui aprendiendo y haciendo lo mismo, con la diferencia que llegué a ser monaguillo, y estuve a punto de entrar al seminario. De no ser porque descubrí que mi madre, tiene también su lado carnal.
Relato
Yo a medida que fui creciendo, como hijo único me acostumbre a bañarme junto a mi madre, verla desnuda, sin que eso para mí fuera ningún problema, hasta que un día mientras ella me enjabonaba mi pajarito, así es como le decía a mi pequeño miembro en esos momentos, se me puso duro, y parado cosa que a mí, y a ella nos causo mucha gracia.
Pero después de eso, me tuve que acostumbrar a bañarme solo, sin tener la menor idea del por qué de ese cambio, aunque en ocasionalmente, mientras ella se vestía, la podía ver completamente desnuda, sin que nada raro pasara. Pero a medida que fui creciendo, ella me fue sacando de su cuarto.
Ya a los dieciocho, yo tenía una clara idea del porque mi madre había actuado de esa manera, por pudor, porque una mujer debe ser recatada, en fin por todas esas cosas que dicen. Pero hasta esos momentos, no me había fijado en algunas raras particularidades de mi madre. Como la de bañarse, con agua fría, en ocasiones de madrugada. O los extraños sonidos que salían de su habitación, cuando ella se encontraba a solas. Y la extraña manera en que cuando yo salía del baño, ella se me quedaba viendo.
Cierto día llegué a casa, más temprano que de lo de costumbre, y al pasar frente a la habitación de mi madre, menuda sorpresa me he llevado. Como cosa extraña la puerta de su cuarto se encontraba entreabierta, y de su habitación salían esos raros y extraños sonidos, en ocasiones me sonaban como fuertes resoplidos, en otros como profundos suspiros, y en ocasiones me daba la impresión de que hasta lloraba. Lo cierto es que más pudo mi curiosidad que cualquier otra cosa, y de la manera más discreta que pude, comencé asomarme por la entreabierta puerta.
Con asombro vi que mi madre se encontraba completamente desnuda con las piernas bien abiertas, sus ojos cerrados, y como una loca introduciendo y sacando, una y otra vez, una enorme cosa negra de goma parecida a una bate, dentro de su coño. El aroma que emanaba de su cuerpo, nunca antes lo había percibido, pero me dejó impactado. Yo me quedé boquiabierto, pero lo que más me asustó fue el ver que mi miembro se puso duro como una roca, y aunque ya había comenzado un proceso de abstinencia sexual, no me quedo más remedio, que salir corriendo a mi propia habitación a masturbarme como un loco, sin poder borrar de mi mente la imagen de mi madre, tendida sobre su cama introduciéndose una y otra vez aquella cosa negra dentro de su peludo y negro coño.
Yo desde luego, después de que terminé en mi habitación, acabando entre mis dedos, traté de racionalizar todo lo sucedido diciéndome a mí mismo. Tú madre es una mujer joven aun, sin marido, con mucha energía, y algo debe hacer la pobre para calmar, ese fuego que debe sentir y la debe estar quemando por dentro. Desde ese día, por más que intentaba no seguir pensando, en mi madre desnuda enterrándose esa cosa negra, entre sus piernas, y como el aroma que emanaba de su coño me había puesto, paradójicamente, más pensaba en lo que había visto.
A partir de ese momento, yo también tuve que recurrir inútilmente, en innumerables ocasiones a darme una ducha fría. No dejaba de ver el hermoso cuerpo de mi madre, con sus piernas bien abiertas, sus tetas moviéndose para arriba y para abajo, mientras se metía esa cosa dentro de su peludo coño. Yo estaba a punto de volverme loco, y otro día en que volví a llegar muy temprano, volví a escuchar en su habitación, esos fuertes gemidos de mi madre.
No pude aguantar más, y ya en el mismo medio del pasillo, yo me quité toda mi ropa, y completamente desnudo entré de golpe a su dormitorio. Mi mamá se encontraba de la misma manera que yo la había visto hacía unos cuantos meses, completamente desnuda, tirada en su cama con sus piernas bien abiertas, enterrándose esa negra cosa de goma dentro de su coño. Jadeando, y sudando como un animal, con sus ojos casi en blanco.
Al escucharme cerrar la puerta de su cuarto, se paralizó, se me quedó viendo de pies a cabeza, fijando su mirada en mi parada verga. Y sin decirme ni una sola palabra, se sacó esa cosa de su coño, dejándola caer al piso de la habitación. Luego estiró una de sus manos hacía mí, y yo como hipnotizado me dirigí a ella. Acurrucándome entre sus brazos, chupando y lamiendo sus parados senos, hasta que sentí que una de sus manos, agarró mi verga, y sin mucho esfuerzo la dirigió a su caliente coño.
Esa fue la primera, de muchas ocasiones en que mi madre, y yo mantuvimos relaciones. Solo que al principio cuando terminábamos, ni yo no ella decíamos nada, nos quedábamos en completo silencio. Luego poco a poco, a pedido de ella, comencé acariciar su cuerpo, a ir besándola por todas partes, hasta que en una ocasión mientras le besaba su vientre, ella con sus manos dirigió mi rostro directamente sobre su peludo coño, al que de inmediato yo comencé a lamer, besar, y chupar de manera insistente, hasta que a ella, restregando mi cara contra su coño, y después de un sinfín de espasmos, le hice disfrutar de un tremendo y mojado orgasmo, que me chorreó todo mi rostro. Posteriormente, cuando no mantenemos sexo de manera regular, en más de una ocasión mientras yo le mamo su coño, ella a su vez también me mama la verga. Cuando no es que entre nuestros íntimos juegos, me la cojo sabrosamente por el culo.
Como comprenderán no entré al seminario, en lugar de eso incursione en la política, y con los sabios consejos de mi madre, rápidamente he alcanzado un buen puesto dentro de la juventud del partido.