Quien me conoce, sabe que soy una mujer casada, sumamente seria, circunspecta, e incapaz de hacer ninguna locura. Por lo que no les voy a venir con el viejo cuento, de decir, que no se qué fue lo que me sucedió. Simplemente me cansé, sobre todo cuando una da y da, y no recibe nada a cambio.
Relato
Yo había organizado, que mi familia y yo desde luego, pasáramos unos días, en la playa. Ya que tenemos una pequeña casa, la que la mayor parte del tiempo no la usamos. Pero a última hora, a mi esposo se le ocurrió, que mejor era pasar con sus amigotes, viendo el futbol en casa, y mis dos hijos, se acordaron de momento que los habían invitado a supuesta excursión por la sierra.
Así que sola, triste, y desconsolada, decidí que no iba a dejar que me arruinasen mi plan, por lo que sin más ni más me fui a pasar esos días, sola en la playa. AL principio me sentí sumamente mal, y hasta estuve a punto de regresar a casa, pero al pensar que de hacerlo, tendría que aguantar a mi esposo y a sus amigos, pidiéndome comida, y hasta tendría que abrirles las cervezas. Eso bastó para que decidiera quedarme en la playa, así que bien temprano, me puse el traje de baño, agarré el parasol, y una cama de aire.
Cerca de la casa, hay una solitaria pequeña caleta, cuya orilla es de piedras, por eso le llamó la playa de las piedras, algo incomoda para llegar y hasta para caminar, únicamente tiene una pequeña poza para bañarse, ya que el oleaje peligrosamente rompe muy fuerte, en ese lugar. Razón por la cual, a casi nadie le gusta bañarse. Para mí la posa es más que suficiente, ya que lo que más me gusta es la soledad, y tranquilidad de ese lugar.
En ese rincón me siento tan y tan a gusto, que después de un buen rato tomando el sol, se me ocurrió que bien podía quitarme el traje de baño, y disfrutar de la soledad de ese lugar. Así que no lo pensé mucho, me quité todo lo que tenía encima. Y sin más ni más, hasta me quedé completamente dormida, escuchando el arrullo del mar, y las piedras rodando en la orilla.
Como un par de horas más tarde me desperté, y me di cuenta de que frente a mi había tres tíos, en traje de baño observándome, quien sabe desde hacía cuanto tiempo. Por su apariencia, y su manera de hablar entre ellos, entendí que eran turistas alemanes. Yo actué de la manera más natural, que pude, sin aspavientos, ni tratando de ocultar mi completa desnudez. Uno de ellos se me acercó, y en un pésimo castellano, me preguntó si esa era una playa nudista. Yo le respondí que realmente no, pero como es una playa tan solitaria, nadie se preocupa por eso.
Yo no sé que realmente entendió Hans, pero de inmediato le dijo en alemán algo a sus dos compañeros, y sin más ni más que los tres se han quitado sus trajes de baños, tendiéndose a un lado de mi cama de aire. Yo realmente me sorprendí, al ver a los tres completamente desnudos, pero tratando de no estar fuera de lugar, comencé a tratar de charlas con el tal Hans. Realmente no podía dejar de ver sus respectivos miembros, que para mi sorpresa, hasta lo llevaban completamente depilados, los tres.
Hans por su parte, poco a poco como que fue ganando mayor confianza, y a pesar de su pobre dominio del español, fácilmente me dio a entender, que yo tenía un buen cuerpo. Además sus dos compañeros, no dejaban de decir cosas sobre mí, las que Hans haciéndola de intérprete, traducía entre rizas, y comentarios a sus amigos en su idioma. Además me di cuenta de que los tres no quitaban la vista de mi peludo coño, de la misma manera que yo no dejaba de ver sus respectivas vergas, de momento escuché a Hans preguntarme, si me agradaría tocar su miembro, o e de sus dos amigos.
Quizás estando en otra situación, o en otro lugar, me hubiera sentido ofendida, pero desde el momento en que los tres se quitaron la ropa, no dejé de imaginarme, como sería el llegar a tener sexo con por lo menos uno de ellos. Fue cuando tras pensar en el desconsiderado de mi esposo, que prefirió dejarme venir sola a la playa, por quedarse viendo el futbol con sus amigos. De no ser así, posiblemente él y yo estuviéramos haciendo lo mismo, así que sin darle demasiada cabeza, sonriendo, lentamente, fui estirando una de mis manos, hasta que agarré el miembro de Hans.
Ni él ni sus amigos, parecieron sorprenderse en lo más mínimo, suavemente comencé a deslizar mi mano a lo largo de toda su verga, al tiempo que él tras preguntarme, si me agradaría que él me agarrase mi pussy, de inmediato por la manera en que me veía el coño, supe que se refería a él. Por lo que de lo más tranquila le dije que si, y Hans al tiempo que yo le masturbaba suavemente, comenzó agarrar y tocar suavemente todo mi coño. En ese momento me sentí algo avergonzada, pero al mismo tiempo, de momento como que dejó de importarme, lo que pudiera pensar Hans, y sus dos amigos de mí.
Por lo que recostándome sobre su pecho, continué jugueteando con su miembro, cuando Otto, se colocó frente a mí, y recostándose con sus piernas abiertas, sonriendo, vio su propio miembro, y luego miró mi otra mano, así que yo mientras masturbaba a Hans, y el acariciaba deliciosamente mi coño, comencé a agarrar la verga de Otto, y así estuvimos por un buen rato.
Era como si realmente no me importase lo que estuviera sucediendo, en esos momentos, ya que sin necesidad de que ninguno de los tres me dijera nada, voluntariamente me dediqué a mamar la verga de Hans, mientras que aun continuaba acariciando, y masturbando la verga de Otto. Cuando el tercero y más joven de los tres, Michael se me acercó lo suficiente como para que yo pudiera echar mano de su parada y gruesa verga.
Así pasamos un buen rato, mientras que yo le mamaba la verga a uno de ellos tres, y les jaloneaba suavemente sus miembros, alguno de ellos, acariciaba e introducía sus gruesos dedos, dentro de mi coño, apretando divinamente mi clítoris, y haciéndome sentir algo que hacía muchísimo tiempo no disfrutaba.
De momento el jovencito, Michael. Separó mis piernas, y dirigiendo su rostro sobre mi coño, y tras separar la pelambre con sus dedos, se dedicó deliciosamente a pasar su caliente lengua, por sobre toda mi vulva. Eso fue como el colmo de los colmos, no me pude aguantar más, y casi a grito en cuello, le pedí a los tres que me penetrasen.
Hans fue el primero, separando mis piernas, y levantando mis rodillas, incrustó sabrosamente toda su gruesa verga dentro de mi húmedo, y bien lubricado coño. Así que sin dejar de mamar la verga de Otto, continué follando con Hans. En mi vida ni tan siquiera en mis sueños más locos había pensado en hacer eso realmente, y menos con tres completos desconocidos. Por lo que a medida que Hans continuaba metiéndome y sacando toda su verga de mi coño, no podía dejar de pensar en la cara que pondría mi esposo si se enterase de lo que yo estaba haciendo.
No bien Hans me hizo disfrutar de un tremendo orgasmo, tras hacer que Otto se viniera dentro de mi boca, de inmediato me dirigí a la pequeña poza, para lavarme. Al regresar tras lavarme con agua de mar, Michael me esperaba con su verga bien parada, yo me recosté sobre mi cama de aire, y al terminar de separar mis piernas, sentí como deliciosamente la joven verga del chico, me penetraba, una y otra vez, al tiempo que yo movía mis caderas y restregaba mi coño, contra su joven cuerpo.
El resto de la tarde hasta que cayó el ocaso, yo deje que los tres hicieran con mi cuerpo lo que les diera la gana, en infinidad de ocasiones, disfruté de arrebatadores orgasmos, como hacía muchos años, que no disfruta. Lo último que sucedió fue que Otto, me penetró por el culo, al tiempo que yo le mamaba su verga por quinta o sexta vez a Hans, y nuevamente Michael me volvía hacer sumamente feliz, al sentir su verga dentro de mí.
Tras lavarme por última vez en la poza, ayudada por ellos tres, llegamos a casa, y me acordé que tenía unas cuantas botellas de vino, fue cuando Hans, disculpándose, me dijo que tanto él como sus dos amigos, estaba sumamente agotados, y que regresarían al hotel, yo me sentí algo triste, o mejor dicho frustrada, de golpe como que toda la energía que tenía dentro de mí, quería salir. Fue cuando me preguntó, si no me molestaba, el que él les diera mi dirección, a sus otros amigos que lo debían esperar en el hotel.
Lo cierto es que esa noche, llegaron cuatro alemanes más a mi casa, y aparte de que nos bebimos todo el vino, disfruté como nunca antes lo había hecho…
A mi marido muy bien, gracias. El muy idiota, prefiere ver el futbol, mientras que yo prefiero que me anoten los goles, por todas mis tres canchas.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513552 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 299792 veces
Si te ha gustado Lo que hice en la playa de las piedras… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Lo que hice en la playa de las piedras….
narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:38) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:18) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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