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Los antojos de mi mujer…

Relato enviado por : narrador el 24/06/2010. Lecturas: 9818

etiquetas relato Los antojos de mi mujer…   Confesiones .
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Resumen
Su mujer esta antojada, yo inocentemente le dije que ella podía contar conmigo para lo que fuera, que como ella bien lo sabía por mucho que costase su antojo, procuraría satisfacerla. Eso lo dije, hasta que la Doctora, tratando de aclarar su voz me dijo, lo que su esposa quiere es una verga y que sea de verdad, verdad.


Relato
Cuando finalmente pude dejar embarazada a mi mujer, fui el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, aunque haya tenido que pagar una buena cantidad por el tratamiento médico necesario para que yo la pudiera dejar embarazada, ya que lamentablemente, mi contaje de esperma, no es que salga algo bajo, sino que prácticamente no sale nada. Y tras muchos esfuerzos, tanto de mi parte como de la doctora que nos trató, finalmente Diana quedó embarazada.


Bueno todo el proceso del embarazo, se fue dando de manera normal, hasta que ya como entre los cuatro y cinco meses de embarazo de mi mujer, la noté bien molesta conmigo, como si me odiara, tanto que casi ni me hablaba. Algo preocupado en la siguiente visita que hicimos a la doctora, le plantee el problema y tras ella entrevistar a mi esposa, regresó a mi lado pero para preguntarme desde cuando no manteníamos relaciones sexuales.


Bueno lo cierto es que desde hacía ya bastante tiempo, por una parte por miedo a que eso afectase el proceso de embarazo, y por otra parte porque realmente yo no tenía ni ganas, y en raras ocasiones apenas y medio se me levantaba, le dije muerto de vergüenza.


La doctora regresó donde mi esposa, y al poco rato conmigo nuevamente, y con su rostro bien rojo, me imagino por la vergüenza de lo que me iba a decir, me pidió tomar asiento, y de la manera más simple y sencilla me dijo. Su mujer esta antojada, yo inocentemente le dije que ella podía contar conmigo para lo que fuera, que como ella bien lo sabía por mucho que costase su antojo, procuraría satisfacerla. Eso lo dije, hasta que la Doctora, tratando de aclarar su voz me dijo, lo que su esposa quiere es una verga y que sea de verdad, verdad.


Yo no podía creer lo que la doctora me decía, hasta estuve a punto de mandarla a buen sitio, pero cuando tras la doctora aprecio mi esposa, y aun bastante sorprendido le pregunté si eso era cierto, Diana bien avergonzada me respondió que sí, que aunque ella me amaba mucho, y sabía de sobra todo el esfuerzo y los gastos que yo había hecho porque ella saliera embarazada, no podía dejar de pensar en sentir una buena verga dentro de su coño, el ser manoseada por un verdadero hombre, el que le agarrasen su barriga, sus tetas, y se las mamasen, y hasta en ponerse a mamar una buena verga. Tras lo cual me pidió perdón con lágrimas en los ojos.


La doctora en medio de todo, trató de minimizarlo todo, diciéndome véalo como un simple antojo, lo que podemos hacer es que su esposa sea hospitalizada hasta que dé a luz, que seguramente todo eso se le pasará una vez lo haya parido.


Ni Diana ni yo estábamos de acuerdo con que fuera hospitalizada, así que de regreso a la casa, le dije a mi mujer que en la medida que yo pudiera trataría de hacerla feliz. Lo cierto es que a pesar del Viagra, y otros productos similares, yo no podía hacer nada. Realmente eso me tenía bien preocupado y frustrado, aunque la doctora nos dijo que hasta cierto punto el que una mujer mantenga sexo en estado de embarazo, es una de las cosas más naturales del mundo, y que no encerraba ningún tipo de riesgo para ella, ni para la criatura en su vientre.


Además otro de los problemas era con quien lo podría hacer, ya que yo consciente de mi condición, sabía que el único remedio era que realmente mi esposa embarazada tuviera sexo con un hombre lo suficientemente sano, y cuando se lo plantee a ella, no nos quedó más remedio a los dos que aceptar esa realidad.


Esa noche en lugar de irme a mi negocio para atender la barra yo solo, le pedí a Diana que me acompañase, cosa que yo nunca le había pedido, así que al llegar al bar, ella tomó asiento a un lado de la barra, en la que le serví un vaso de agua, y nuestra mayor sorpresa fue que a los pocos minutos de haber abierto al público, se le acercó un tipo, y sin importarle que ella estuviera embarazada, le propuso que se fuera a la cama con él. Diana algo asustada se me acercó y me contó lo que el tipo ese le había propuesto. Cuando le pregunté si ella se atrevería, por aquello de calmar ese raro antojo que tenía, sin pensarlo demasiado de inmediato me respondió que sí, cosa que a pesar de todo no me sorprendió.


Así que disimuladamente, dejé que ella y ese tipo pasaran a la parte trasera de mi negocio, al principio me sentí sumamente incomodo con la situación, pero como no había mucha clientela realmente, decidí asomarme, para ver que estaba pasando. Diana en ese momento se encontraba completamente desnuda, su hermosa barriga redonda y firme, era acariciada por las manos de ese tipo, quien a los pocos minutos le pidió a mi mujer que le agarrase su verga, cosa que sin ningún problema Diana realizó.


Por un rato ella se limitó a manosearla, pero en su rostro yo notaba lo feliz que era, así que dejé de sentirme tan mal, y como quien no quiere la cosa continué viéndolos, sin que ninguno de los dos se diera cuenta de mi presencia. De momento Diana se inclinó sobre él y con su lengua comenzó a lamer lentamente todo el miembro de ese hombre, como si se tratase de un helado, mientras que él a su vez disfrutaba tremendamente de lo que mi mujer le hacía.


En el momento en que ya Diana comenzaba a realmente ponerse a mamar la verga que estaba lamiendo, llegó un cliente y me pidió una cerveza, por lo que cuando regresé ya Diana mamaba con todas sus ganas la verga de ese tipo, mientras que él jugueteaba con sus parados pezones y ocasionalmente le acariciaba la abultada barriga de ella.


El ver todo eso me comenzó a excitar tremendamente, y sentí como mi verga como nunca lo había hecho en mucho tiempo se puso tan dura, como si fuera un trozo de acero. A los pocos minutos, a pedido de su acompañante, Diana dejó de mamar, y acostándose con sus piernas bien abiertas, mientras que él se terminaba de quitar los pantalones, para luego acostarse tras ella, y vi como él lentamente comenzó a penetrar el coño de mi mujer, al tiempo que la cara de alegría y placer que ella tenía, valía un millón.


A medida que él continuó penetrándola, Diana comenzó a mover sus caderas, era como si la barriga no le estorbase para nada, las manos del tipo acariciaban el coño de ella, subiendo por todo su vientre, lo que por lo visto la excitaba muchísimo más. Sus gemidos y expresiones de placer fueron tan fuertes que me vi obligado a poner la tocadora de discos en automático y a todo volumen, para que el ya numeroso grupo de mis clientes no se diera cuenta de lo que sucedía en la tras tienda.


Al regresar me quedé pasmado, ya que durante mi corta ausencia del lugar en que los observaba, mientras le daba volumen a la máquina de los discos, me encontré con que a Diana el tipo la tenía en cuatro patas y con bastante energía la estaba clavando por el culo. Mientras que ella sin dejar de gemir, le decía prácticamente a toda voz en cuello que le diera más y más duro por el culo, hasta que finalmente el tío ese debió haberse venido dentro de ella.


A los pocos minutos él salió, de lo más contento y alegré, mientras que yo prácticamente le arranqué el dinero, cuando ofreció para pagar los servicios de mi mujer. Después de que él se marchó, entré en la habitación, y vi como con cara de completa felicidad, Diana descansaba con sus piernas bien abiertas y completamente desnuda, sobre la cama, acariciando su coño con sus dedos.


La excitación que yo tenía era tal, que sin detenerme a pensar ni en los clientes, ni en más nada, prácticamente me arrodillé a un lado de mi mujer, y frenéticamente me puse a mamar su coño, sin importarme que momentos antes hubiera estado siendo clavada por aquel tipo. Diana al sentir como mi boca, mis labios y mi lengua entraban en contacto con su vulva y en particular como le chupaba su húmedo e hinchado clítoris, ella comenzó a disfrutar nuevamente, pidiéndome que continuase mamándosela.


Hasta que ya no pudiendo más saqué mi caliente y dura verga de su escondite, y sin demora se la clavé dentro de su coño, Diana ya no gemía sino que gritaba de placer. Mientras que yo bastante sorprendido por la respuesta de mi propia verga, continuaba metiendo y sacándola del coño de mi mujer, una y otra vez. Sin llegar a venirme, y mientras acariciaba su redondo vientre, decidí que cambiásemos de posición, mi mujer no salía de su asombro, mientras que yo continuaba apretándola contra mi cuerpo, manoseando sus grandes tetas, y con mis dedos apretando su clítoris, mientras que ella, llorando de alegría me pedía que le diera más y más duro.


Finalmente me vine dentro de su coño, no creo que haya sido mucho, pero la felicidad que los dos sentimos, no tenía igual. Después regresé a seguir atendiendo la barra, y como a la hora salió Diana de la tras tienda, completamente alegre, durante el resto de su embarazo, en más de una ocasión, volvimos a tratar nosotros solos, pero resultaba bastante frustrante sin importar lo que yo o ella hiciéramos, casi ni se me paraba.


Pero cuando a ella le volvió a dar el antojo, fue como si me hubiera tomado un frasco de viagra completo. Al ver a mi mujer en brazos de otro hombre, la erección mía se hizo presente, y después de que el tipo que se acostaba con ella se marchó, yo ocupé su lugar y prácticamente por el resto de la noche me continué clavando a mi esposa.


Prácticamente el resto del embarazo de Diana sus antojos se hicieron presentes, por lo que prácticamente el mismo día del parto, antes de llevarla al hospital ella disfrutó de la verga de un tremendo negro, y posteriormente de la mía también.


Pensamos que después del parto los antojos desaparecerían, como en efecto sucedió, lo que no desapareció fue el placer de ver a mi mujer acostándose con otros tipos, y luego de la cuarentena, prácticamente volvimos a la misma rutina en la que yo sino era que me venía de manera extra rápida, era que mi verga no me respondía, y por más que Diana me la mamase o jugase con ella entre sus dedos, no se me paraba.


Hasta que ella me comentó que le agradaría regresar a mi bar, por lo menos una noche, si yo estaba de acuerdo, y como no iba a estarlo, si fueron las mejores noches que ambos tuvimos como pareja. Así que después de que conseguimos que una niñera se quedase con nuestra hija esa noche, Diana me volvió acompañar a nuestro bar, su manera de vestir era el de la típica puta, su exagerado maquillaje y forma de hablar y de comportarse, no dejaban lugar a duda de que se trataba de toda una puta. Ni tan siquiera se había sentado en uno de los taburetes de la barra, cuando se le acercó un tipo y le preguntó discretamente, cuánto cobraba. Eso y sentir como revivía mi verga fue casi lo mismo. Hoy en día mi mujer se puede decir que tiene su propio negocio dentro de mi bar, el que atiende dos veces por semana, y yo el beneficio marginal que me produce, el verla mientras se acuesta con otros hombres.

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Comentarios enviados para este relato
verengeno (2 de July de 2010 a las 09:36) dice: Muy buen relato. Cuando mi mujer se embaraza tambien le da por que se la cojan otros hombres ya despues de 3 hijos me he acostumbrado a verla enzartada por alguien mas, lo curioso es que le pasa otra cosa cuando esta amamantando se exita y se destapa todas las tetas entonces se pone mas caliente y se deja coger por el primero que se la quiera dar.

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:33) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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