La relación entre Anne y su padre continúa. Tomás se revitaliza, mientras ella trata de ordenarla para evitar que los pesquen. Dan rienda suelta a locuras y fantasías mientras se acerca el ansiado viaje
Relato
Al día siguiente, Tomás fue a casa de Anne y Raúl a pasar gran parte del día como era costumbre casi todos los domingos.
Era la primera vez que convivía con la familia de su hija siendo ya su amante. El domingo previo andaba a punto de explotar. Hoy la situación era otra.
Se sintió algo raro cuando Raúl lo recibió. Jamás su yerno preferido hubiera pensado que su esposa le ponía los cuernos con su suegro.
Anne bajó minutos después, cuando se habían sentado a la mesa, vestida en un pijama rosa de seda o nylon, el caso es que brillaba un poco, sin gota de maquillaje y su pelo suelto: se veía preciosa.
Seguramente se la cogió anoche este cabroncito, pensó Tomás, y se puso de pie y la besó en la mejilla.
Anne saludó a Tomás con el habitual cariño, como si nada hubiese pasado la mañana previa, haciéndole sentir su especial consentimiento y preguntarle sobre sus medicinas y ejercicios, e insistiéndole frente a Raúl que debería de dejarse la barba.
Papi le mostró que no se había rasurado. Anne le reiteró, frente a su marido, que sería ella su estilista de barba, y que con toda seguridad se vería guapísimo.
Lejos de sospechar lo que acababa de ocurrir entre Anne y su padre, Raúl pensaba que Anne era a veces demasiado territorial con papi, pero al saberlo solo y deprimido, era lo menos que podía hacer. Anne tenía la gracia de levantar ánimos con su simple forma de actuar.
Había momentos en que Tomás no podía apartar la vita de Anne, mientras les preparaba el desayuno, cerciorándose que Raúl siguiera ocupado leyendo el periódico.
“Voy a cambiarme”, dijo Raúl. Dio un ultimo sorbo a su primer café y se levantó.
Con el pretexto de ver que había de desayuno, Tomás se dirigió a la cocina, donde Anne preparaba los platillos. Se paró detrás de ella y puso sus manos en los hombros de su bella hija. La besó en la cabeza mientras ella, con una mano, dio una leve palmadita en la de él.
“Cuidado papi”, le dijo murmurando. “¿Y mis nietos?”, preguntó Tomás, ignorándola.
“Súpitos”, contestó Anne.
Tomás comenzó a bajar sus manos por los costados de Anne, quien como si no pasara nada, siguió preparando el desayuno, llegando hasta sus caderas. Anne bajó de una mano y la puso sobre la de él, mientras con la otra, papi comenzó a hurgar entre su suave y ligero atuendo, metiendo su gigantesca mano debajo del pantalón por su espalda, constatando que no traía calzón. Suavemente, comenzó a correr su enorme dedo entre las tersas nalgas de Anne.
“Papi, nos va a cachar Raúl”, murmuró Anne, excitada “Vas a hacer que me moje toda”, dijo al sentir el grueso dedo medio de Tomás rondarle el ano, queriéndolo penetrar. Anne respiraba agitadamente, mientras papi se inclinó para besar su oreja.
“Mmmm...”, suspiró Tomás. “Si nos cachan te divorcias y te casas conmigo”.
Anne volteó su cara sobre su hombro hacia su padre, negando y sonriendo tras su comentario.
Tomás dobló un poco su dedo y se lo introdujo en el ano, como a la mitad. Lo sacó y comenzó a rodearla por enfrente para acariciar su vulva, cuando escucharon la puerta cerrarse, señal de que Raúl regresaba. Tomás se inclinó de nuevo, mientras Anne se estiró más sobre su hombro y se besaron apresuradamente en la boca.
Tomás caminó hacia el fregadero y lavó sus manos, tallando bien el dedo que le había introducido a Anne para que no hubiera rastro de olor. Usó incluso detergente para trastos para hacerlo.
Antes de servirles, Anne dijo que iba al baño rapidito, dándole a entender a papi que su atrevimiento había tenido consecuencias. Rápidamente, se puso una toalla sanitaria para aliviar la resbalosa sensación entre sus muslos y bajó de nuevo.
Después del desayuno comentaron las noticias principales. Como niña mimada, Anne se sentó junto a papi y le dio un beso en la rasposa mejilla: “¡que gusto que no pierdas la costumbre de venir, papi! ¡Nos encanta que convivas con nosotros!”.
Tomás les comentó que habían llegado unas invitaciones de boda a su casa, pero no las había abierto, aunque estaba seguro que se trataba de la hija de un matrimonio muy allegado, de Nueva York. “Las dejó FedEx y firmé acuse de recibo ayer en la tarde”, agregó
“Me gustaría poder acompañar a los Robinson”, dijo Tomás. “Llegando a mi casa veo de que se trata y cuando es”.
“Estaría bien que fueras”, dijo Anne.
“Son dos. De seguro están ustedes también invitados. Creo que también Estelita y Mark”, agregó.
Cerca de medio día, salieron Anne, Raúl y papi a comprar los insumos para la comida.
Pasaron una tarde muy agradable, y como a las 5 Tomás se despidió. La pareja y los niños lo acompañaron a su automóvil. No se dio el momento de despedirse como quisieran.
El lunes por la mañana, Anne fue como de costumbre a casa de su padre. Tenía un desayuno con sus amigas en unos minutos más, lo que les impidió hacer algo.
El martes por la mañana, Tomás esperaba a su hija con ansias. No perdieron tiempo. Fueron a su recámara e hicieron el amor con despreocupada pasión.
El siguiente día, Anne tenía una junta en la escuela a las 8 de la mañana. Imposible,
El jueves llegó a casa de papi como era su diaria rutina.
“Papi”, le dijo, “esto se está saliendo de control y nos estamos exponiendo, creo yo, bastante”, comenzó. “He decidido poner un orden en nuestras vidas”
Tomás se asustó un poco. “¿Vamos a terminar, amorcito? ¿Vas a cortar a tu novio?”, dijo con tono algo consternado.
Anne se rio. “¡No seas burrito, papi, claro que no!”, continuó.
“Solo pretendo establecer un día a la semana para lo nuestro. Sé que nos será algo difícil pero así tiene que ser. No podemos estar cogiendo así nomás. Si fuera por ti, me cogerías todos los días. Serán los jueves de papi, ¿o prefieres visita conyugal, digamos, los lunes u otro dia?”. “La verdad”, continuó, “no se si sea tan saludable para nosotros. Ya no somos jovencitos”.
“¿Comenzamos hoy?”, preguntó Tomás, apenas dos días después de habérsela tirado.
Anne le sonrió. “OK”, simplemente contestó. “Haré la excepción. Es jueves. Me chingaste, novio”.
Tomás se dirigió a su escritorio y tomó un sobre. Se lo pasó.
“Efectivamente. Es la invitación a la boda de Linda, la hija menor de los Robinson. Es en Nueva York, en enero. Me gustaría acompañarlos. Aquí está también la de Raúl y tuya”. Anne la leyó y sonrió.
“Pero… falta mucho”, dijo Anne.
“Ya sabes como Herbert y Leah planean a larguísimo plazo. Así, menos pretextos para que no vayamos”, contestó Tomás.
“¡Claro!” dijo ella. “Ya está grandecita, ¿verdad?
“Si, pero acuérdate que ya tuvo un matrimonio. Pensé que nunca se volvería a casar”, dijo Tomás.
“Le salió maricón el marido, ¿te acuerdas?”
“¡Claro!”, recordó Anne. “Por fortuna no tuvieron hijos”.
“Hablé esta mañana con Estelita y también a ellos les llegó. Dice que también quieren ir”, continuó.
“Encantada. Haré los arreglos para el viaje”, dijo Anne. “Si no te importa, buscaré un hotel elegante frente al parque Central”.
“Si, hija. Adelante. Haz los arreglos necesarios. Reserva también para Mark y Estelita y lo pones todo en mi tarjeta, vuelos…, todo por favor”.
Anne besó a su padre en la mejilla. “Gracias papi. Lo vamos a disfrutar, y veremos a Estela y Mark”.
Anne llamó a Raúl para confirmarle la invitación, pero puso cara de sorpresa tras la respuesta de Raúl unos instantes después.
“Raúl quizá no podrá acompañarnos, papi. Tiene unas reuniones de tres días con unas gentes de Querétaro por esas fechas”, dijo algo emocionada, “lo que significa que…”, continuó, notando la sonrisa reflejada en el rostro de su padre, “si Raúl no va ¿adivina quién hará las veces de mi esposo, querido novio?, ¿tendrías algún problema?”. “Es cierto. Me había comentado sobre el proyecto que era como un sueño.
“¡Pero para nada mi amorcito!”, contestó Tomás.
Dejó caer la invitación al piso y corrió a los labios de Tomás, quien aguardaba ansioso por comenzar ese mismo día el acordado “jueves de papi”.
Comenzaron a desnudarse con febril rapidez. Tomás tomó a Anne en sus brazos, como si fueran recién casados, y la condujo a su recámara, sin separar sus bocas.
En la cama, Anne se montó de inmediato sobre papi. Puso las nalgas en su cara y comenzó a mamarle el palpitante tronco, mientras él besaba su suave trasero.
Anne se volteó y se metió el pene de papi en la vagina, comenzando a moverse rítmicamente. Esta vez, Anne experimentó su orgasmo en el preciso momento en que papi soltó toda su carga en su vagina, por primera vez, uniendo sus bocas una vez consumado el acto.
Anne notó cierta reserva en la mirada de su padre.
“¡Ay papi, no te asustes!”, dijo ella, al notar la preocupación del viejón. “¿Tú crees que te hubiera dejado venirte ahí si hubiera peligro?”. “Ya me pasó una vez cuando era joven y tonta, ¿te acuerdas que te conté?”, agregó sonriendo. Tomás se relajó al oír a Anne decirlo. “Imagínate que me preñaras, novio”.
Tras solo 15 minutos, ya se estaban vistiendo de nuevo. ¡Si que fue un rapidín!
Anne llamó a Estela por teléfono para confirmar su plan sobre la boda. “Papi invita, hasta el vuelo”, le dijo con emoción.
“Si. Está como nunca de bien”, dijo Anne en clara alusión a papi, mientras él le sonreía. “¡Claro! ¡te las mandaré cada vez que tenga nuevas!”.
“Fotos papi. Quiere fotos tuyas”.
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Pasó un mes y medio más. Navidad y Año Nuevo llegaron y se fueron. Las comidas y convivencias en casa de Anne con papi siguieron como de costumbre. Cuidaron mucho su relación, evitando cualquier comentario o situación que sugiriera que eran algo mas que padre e hija, aunque cuando nadie los veía, papi la manoseaba.
Los jueves de papi se llevaron a cabo casi siempre en la casa paterna, un par de veces en su casa, lloviera o tronara.
Para Tomás era a veces difícil aguantar toda una semana sin tener sexo con su hermosa Anne. Cuando le pedía tregua, ella le daba argumentos válidos para apegarse al acuerdo. La rutina de sexo semanal y ejercicio diario la estaba sentando a las mil maravillas.
Tuvieron algunas actividades sociales y viajes al rancho familiar. Las parejas con quienes habitualmente convivían estaban asombradas de la recuperación de Tomás, resaltando también lo bien que se veía con barba.
Anne y Tomás, sabedores de la verdadera razón de su nuevo estado de ánimo y vigor, fingían y explicaban que Tomás había comenzado a llevar un régimen estricto de dieta, ejercicios y complementos vitamínicos.
“Te ves hermoso con esa barba, papi”, le repetía con frecuencia. Era ella quien todos los días la mantenía presentable. “Esas canas te hacen verte guapísimo”.
Faltando 8 días para el ansiado viaje a Nueva York, Anne y don Tomás tenían una junta a las 11 de la mañana en unas oficinas de gobierno de un comité mixto de beneficencia, como parte de su trabajo. Anne le dijo a papi que era a las 9. Ya tenía planes.
Anne y su esposo pasaron a recoger a don Tomás aquella fría y ventosa mañana de enero. En el trayecto, Raúl platicó lo mucho que lamentaba no poder ir al viaje y estar con los Robinson para la boda de Linda. Les platicó sobre la importancia de sus reuniones el fin de semana No trató de cambiar la fecha de la reunión dada su trascendencia. Anne y papi le aseguraron que no habría ningún problema.
“Haré bien el papel de pareja de Anne”, aseguró Tomás a su yerno, quien lejos de sospechar lo que pasaba entre ellos, se limitó a sonreír. “Yo se don Tomás. Es su compañera ideal”, dijo.
“Amorcito, la calle de enfrente está cerrada. Déjanos por detrás”, dijo Anne.
Por detrás me encantaría metértela, preciosa, pensó Tomás, desconociendo lo que Anne tenía planeado.
Cuando llegaron, Raúl los dejó donde Anne le indicó. Se bajaron y despidieron. “Te llamaré al celular cuando pases por nosotros, amor”, dijo Anne a Raúl al darle un beso y bajar del automóvil.
Esa mañana, un jueves de papi, Anne puso en su bolso un negligé, un par de condones, maquillaje extra y el desodorante Tomás. Sabía que podían hacerlo en casa de él más tarde, pero el atrevimiento de ir a un hotel la excitaba más, segura de que a papi también le encantaría. Por ningún motivo arruinaría el día reservado su novio, por el contrario, quería que fuera el mejor.
Al darse cuenta que faltaban dos horas, cuando Anne fingió haberse equivocado, papi sugirió ir a comer unos tacos en un puesto cercano muy famoso.
Don Tomás desayunaba con frecuencia un par de veces. Medía más de 1.90, robusto y fuerte, y con exceso de vello corporal que no había perdido a lo largo de los años. Su ahora buena forma y gran estatura le ayudaban a ocultar los años. Su cabello era entrecano, igual que la barba que Anne le ordenó dejarse crecer.
Como hosco hombre de campo, Tomás no utilizaba cremas ni “cosas de maricones”, según sus propias palabras. Fue Anne la que también lo convenció que usara shampoo en lugar de jabón de pastilla para lavarse el pelo y comenzó a ponerle cremas.
Pasado el reclamo de papi, Anne simplemente le señaló sonriendo con sus ojos el hotel detrás de ella. Se alcanzaba a ver el letrero del mismo.
Don Tomás no captaba, sin sospechar que Anne había hecho los arreglos con anterioridad. “¿Tienes algún inconveniente, papi?”, preguntó con sensual tono en su voz. Ante el desconcierto de Tomás, Anne lo sacó de toda duda cuando le dijo: “el hotel, pendejito. ¿Quieres ensayar el viaje a Nueva York con tu novia?”. Tomás se quedó sin palabras. Sintió una instantánea y dura erección.
“Es el cuarto 164, primer piso, el más apartado de la recepción, el primero a tu derecha. Entras por aquella reja con la misma tarjeta, ten”, dijo, dándosela en la mano, e indicándole con el dedo, “ahí te espero guapo”. Le dio un beso en la mejilla, rozándola discretamente con la lengua, aprovechando que estaba parada sobre un escalón y que nadie los veía. “¿Creíste que se me había olvidado que es jueves de papi, tontín?”, agregó.
Anne bajó y comenzó a caminar hacia el hotel, quedando don Tomás sorprendido por el elaborado plan de novia. Se quedó mirando el movimiento de sus nalgas, a pesar de su abrigo beige de lana, mientras se alejaba, saboreándoselas, viendo como el viento volaba su pelo.
Tuvo que poner su portafolio frente a él para cubrir la notoria erección en su pantalón, aún con la holgura del traje. Esperó unos minutos para que se le bajara y caminó tras ella.
Tomás llegó al cuarto, unos 15 minutos después. Anne lo esperaba ya en negligé, sentada en el sofá.
En cuanto escuchó que papi introdujo la tarjeta en la chapa, Anne saltó y se puso de pie. Lo besó con el habitual ardor. Tomás estaba sorprendido de ver a Anne en negligé por primera vez. Le sentaba a la perfección y lo encendía aún más. Puso su portafolios en la primera silla, y la abrazó de igual manera.
“¿Dónde te metiste, viejo tramposo? ¿eh?”, preguntó Anne al abrazarlo, sintiendo entre sus senos y estómago la tremenda erección de su novio. “¿Estabas coqueteando con otra?, ¿eh?”.
“Me tuve que quedar parado un rato a esperar que se me bajara el pito y poder camina, preciosar”, contestó.