Aquella tarde me senté frente a mi portátil hastiado de la vida. Buscaba evadirme al menos por un par de horas de la agotadora jornada de trabajo que había sufrido. Mi último guión encargado por una productora, me tenía bloqueado.
Relato
LOS GEMELOS DE IRMA
Aquella tarde me senté frente a mi portátil hastiado de la vida. Buscaba evadirme al menos por un par de horas de la agotadora jornada de trabajo que había sufrido. Mi último guión encargado por una productora, me tenía bloqueado. Era de suspense y no atinaba a hilvanar ni una sóla frase con cierto sentido. Pensé que estaba acabado como escritor. Nadie me contrataría. Nadie me encargaría un nuevo guión, una nueva novela, una triste historia. Cerré el Word y abrí el Messenger. Recordaba a Irma. Mis pensamientos no se apartaban de ella. La necesita más que nunca. Yo la había bautizado con el nombre de “Irma la caliente” rememorando aquella película protagonizada por Jack Lemmon y Shirley MacLaine, magistralmente dirigida por Billy Wilder, y cuyo título es “Irma la dulce”. Irma tenía y tiene un cuerpo tan escultural que lo menos que yo puedo hacer al cabo del día es dedicar un par de horas a reverenciar su imagen. Pero como casi todo en la vida, nada es perfecto. Su nombre de origen germano siempre me hizo presagiar sólo una relación virtual exclusivamente. Irma vive en Alemania. Yo vivo en España. En fín, esta en nuestra historia.
Husmeando en la página de Todorelatos tropecé con un relato firmado por “Universitaria”. Me interesó enseguida. Su título era explícito y claro, “Descubriéndome a mí misma”, interesante descripción para un relato de sexo virtual. A medida que avanzaba en la lectura del relato, sentía curiosidad por conocer la personalidad de la autora. El tema se me antojó original: Sara, una chica confundida después de una ruptura amorosa, huye de todo y de todos para encontrarse a sí misma en el plano sexual. La chica no sabía de qué sería capaz y tras evaporarse las cadenas que la retenían, decide ir en busca de aquel hombre que la hacía vibrar.
Aquel relato fue un descubrimiento para mí, pues hasta entonces, nunca había sentido la necesidad de conversar con ningún autor de Todorelatos. La autora, cuyo nick es“Universitaria”, me intrigaba y me resolví agregarla al msn. En realidad, sólo pensaba mandarle un correo felicitándola. Nunca me han interesado las relaciones virtuales, prefiero las verdaderas. Sin embargo, a los pocos minutos la ventana de mi Chat se desplegó. Era ella, desde su Alemania natal. Su perfecto español hacía fácil el entendimiento entre ambos. Aunque exhibía vocablos típicos de Chat difíciles de entender para mí, la conversación fue amena.
-Wenas, ¿kien eres?.Inquirió Irma pasados unos segundos desde que se desplegó su ventana.
-Hola. Soy Jesús, ¿y tú?
-Irma, encantada. Acabo de ver que me has agregado, ¿de qué nos conocemos?
-Soy lector de Todorelatos.com y acabo de leer tu relato.
-¡Oh! Bien, ¿te gustó?
-Sí, me parece un tema estupendo. Has logrado que el corazón me golpee con fuerza reglón a reglón. Hubiese deseado en muchos momentos ser Enric.
-¡Oh, vaya! Me alegro mucho que te haya gustado. ¿Por qué te hubiera gustado ser Enric?
Ahí comenzó todo. El relato me había excitado a pesar de que algunos comentarios vertidos sobre el texto, me hacían presagiar que a algunos lectores no les había conmovido tanto como a mí. También era verdad que nunca había conocido aquello a lo que llamaban Cibersexo. Irma no me creía, con razón. Nuestras edades no eran demasiado dispares. Éramos jóvenes y resultaba extraño que no hubiera hecho Cibersexo. No obstante, ella era una fuente inagotable de bondad y amabilidad.
-¿En serio? ¿Nunca lo has hecho?
-No, ya te digo.
-Pero… dicen que los españoles son muy ardientes…
Aquella conversación estaba tomando otro rumbo. Una dirección que marcaba ella, a pesar de jactarse de decir que se consideraba sumisa. Llevábamos más de una hora chateando y aquella mujer me atraía. Habíamos conversado sobre su relato, aficiones, problemas, esperanzas y anhelos. Parecíamos conectar bastante bien. Sin embargo, yo tenía que continuar con mi trabajo y habría de finalizar con aquella brisa fresca que me había aportado su conversación. Así comenzó mi calvario y mi salvación.
Como había tenido que abandonar la conversación precipitadamente, decidí enviarle un correo para felicitarla por tan bello escrito. Por tan agradable y excitante historia. Seis o siete correos intercambiados fueron suficientes para que ambos iniciáramos una relación virtual. Había buen rollo. Cada día esperaba con ansias el momento de tener esas dos horas de ensueño que me proporcionaba Irma. Acudía presto a la cita con el Messenger y la esperaba….
Aquella tarde la ventana de mi Chat se desplegó como todos los días. Era ella de nuevo, desde su Alemania natal. Su perfecto español se reflejaba en cada una de las palabras que escribía en el Chat. Me traía malas noticias. Se había enamorado de un español hacía tiempo. Pero no era de mí. Nunca me lo ocultó. Me sentí traicionado cuando me lo reveló. No es que albergara ilusiones respecto a nuestra relación, pero era sólo mía y me pertenecía a mí. La sóla idea de que la tenía que compartir con un novio español me amargaba la existencia. Quise ser positivo desde un principio, y pensé que yo llenaría su mente y que ese otro español residente en Alemania la colmaría sexualmente. Todo me pasó por ser honesto con ella, como dijo el camarero de la referenciada película “Ser honesto es como desplumar una gallina al viento, te llenas la boca de plumas”, y yo me había llenado el alma de ilusiones. Mantenía una relación con ese novio desde hacía cuatro años. Irma me contaba cosas. Yo me mostraba sincero con ella y ella lo agradecía. Eran muchas las cuestiones que nos unían. Nuestro gusto por el sexo, nuestra forma de ver la vida, nuestra juventud ardiente. Iniciamos una nueva sesión de Chat, pero esta iba a ser larga…o corta…
-¡Hola!
-¡Hola Irma!
-¿Qué hacías?
-Te espero. Escribí con prontitud.
-Esto… Tengo que darte una noticia…
-¿Buena o mala?
-Me temo que no te va a gustar.
-Dime. Contesté algo nervioso.
-Me caso.
-¡No jodas! No me vaciles Irma.
-No lo hago. No sabía cómo decírtelo y… he pensado que es mejor hacerlo sin rodeos…
-¿Con Pablo?
-¡Claro!, ¿Con quién iba a ser?
-Es lógico. Dije tristemente.
-Ya sabías que me iba a casar…
-Tenía fe en que tu relación con mi compatriota se rompiera. Ya lo sabes.
-Pues me caso Jesús. Sabes tan bien como yo que lo nuestro es imposible.
-¡Puta suerte la de Pablo! Todos los Pablos que conozco tienen suerte.
Irma atacó el fondo de la conversación. Se casaba. En Alemania. Con un español. Con Pablo. Un tipo de veintiocho años. Un tipo que tenía mi misma edad. Y que curiosamente se llamaba como mi hermano gemelo. No pude evitar recordar vagamente a mi hermano Pablo. Hacía ocho años que nos habíamos separado. Una beca para estudiar alemán y Derecho lo había llevado a la Ludwig-Maximilians-Universität Manchen. Mi querido hermano es una eminencia. Si yo tuviera la mitad de inteligencia que usa él, hubiera pasado de ser un simple escritor.
-Bueno… esto… ¿estás bien?
-¡Cómo coño voy a estar bien! – exclamé ofuscado e indignado por no poder compartir su felicidad. La quería única y exclusivamente para mí. Pero un tal Pablo me la arrebataba…
-Yo… Lo siento…
-No te disculpes, cabrona… ¿Debería de alegrarme, no? ¿Tú lo amas, no?
-Sí, claro.
-Entonces… Ésta será nuestra despedida…
-Pues… En principio… sí… una vez casada…
-No digas más… Supongo que entonces te tendré que felicitar… ¡Felicidades! Espero que seas feliz…
Ella me conocía. Sabría cómo me sentía porque parecíamos dos almas gemelas separadas por una pantalla. Creí que el corazón se me rompería, pero en vez de eso, todo se transformó en odio hacia mi compatriota.
-De verdad, lo siento…
A modo de disculpa, Irma me deleitó una vez más conectando su cam sin decirle nada. Estaba sentada frente al ordenador y estaba agitada. Lo pude comprobar al ver cómo se movía su pecho bajo aquella fina bata roja de seda. Estaba preciosa. Tan solo podía verle de cintura para arriba hasta llegar a su cuello, pues la cara de aquella hermosa mujer nunca se mostraba.
-Tal vez, te pueda ayudar a que te sientas mejor…. Me sugirió mientras enfocaba la cámara hacia su busto y comenzaba a introducirse la mano bajo el batín.
-Puede…
Yo comenzaba a darme unos toques en mi polla que yacía entre mis piernas sin vida hasta que aquella dama proyectó su imagen en la pantalla.
-Me encantaría sentir tus manos recorriendo mi cuerpo, ansiosa por provocarme placer, Jesús…. ahhhh – me confesaba mientras retiraba su silla giratoria de la mesa y se acariciaba por encima de la bata todo su cuerpo.
La tenía allí, frente a mi pantalla. Muriéndose de placer por estar en mis manos y sin embargo…
-¡Que buena estás, cabrona…! ¿Sabes? Me ayudaría mucho si viera esos pezones duros que tienes bajo la bata……
Entonces, me percaté. Abrió el escote de aquella horrible bata y me mostró lo que quería ver. No llevaba sujetador, como muchas veces le había comentado que me gustaba que fuera… Ella, su cuerpo… Todo me iba a ser arrebatado…
Comenzó a tocarse los pezones por encima de la bata hasta que pasados unos breves instantes, me ofreció una panorámica de ella verdaderamente excitante. La bata ampliamente abierta mostraba parcialmente sus grandes y redondas tetas con sus pezones tan duros que se reclamaban el espacio robado por aquella prenda inútil que sólo me provocaba una calentura exorbitante. A ello, había que añadir que seguía con sus hermosas y esculturales piernas separadas, entre las cuales se ocultaba el fruto de mi deseo, aquella raja que día tras días hubiese lamido de haber estado a mi lado.
-¿Te gusto, Jesús?
-Sí, cabrona! Me tienes caliente…
-Mmmm… Quiero verla…
-¿La deseas?
-Sí, quiero ver tu polla…
Normalmente no deseaba observar mi polla. Simplemente le encantaba exponerse ante su cam y saber que yo era preso de mis instintos más primarios. No obstante, aquello parecía ser una despedida y ella quería volver a ver la polla que la hacía gritar de placer. No pude negarme.
-Aquí la tienes…
Me acerqué la cam a la polla y le mostré una polla dura y prepotente que estaba a merced de sus deseos. ¡Cuánto deseaba a aquella mujer de rostro desconocido!
-Jesús, me encanta tu polla… tan dura… tan flamante.
Se la notaba sedienta de mi polla. La quería para ella. Se lo notaba. Ya nos conocíamos. Supe cuáles iban a ser sus próximos movimientos. Por ello, me adelante.
-Sé que la deseas… Quítate esa horrible bata y muéstrame tu cuerpo en su esplendor…
-Okiii…
-Bien, imagina que estoy ahí contigo. Que te tengo para mí. Que mis manos son las que suavemente te desprenden de esa prenda que aleja tu cuerpo del mío. Que mis manos recorren cada centímetro de tu piel buscando tu placer.
-¡Cómo me gustaría que fuera cierto…!
La ignoré. Estaba demasiado excitado como para reclamarle que si ello era así, ¿por qué se casaba con otro y no conmigo?
-Imagina que mis labios recorren desde tu cuello hasta tu coño todo tu cuerpo. Primero te lamería y mordisquearía tu cuello, después bajaría a tus pechos… Tócatelos, amásalos… pensando que mis manos son las tuyas… Mientras que en uno te lamo, en otro pezón mis dedos harán tus delicias… Gime para mí, Irma… ¡muéstrate como una puta!.....!Muéstrate como una ramera sedienta de polla!
La veía convulsionada, excitada, y aún no le había guiado su mano al clítoris. Le pedí que conectara el micrófono. Esta vez, por única vez, quería hacerla mía y oírla gemir para mí. Aceptó esta vez. Me figuré que por considerar que era la última.
-Deja tu mano izquierda en tu pezón derecho. Magréatelo para mí mientras con la derecha te masturbas ese coño que me apetece comerme… Acerca la cam a tu chorreante coño.
-Oki.
Ella tomó la cam y la puso frente a su coño depilado. La dejó encima de la mesa y separó más las piernas para ofrecerme una visión completa de aquella grieta babeante. Allí estaba. Ese coño que deseaba lamer, comer y penetrar. La habría poseído de no ser porque nos separaba una pantalla.
-Mastúrbate. Tócate ese botoncito con suavidad e intenta meterte un dedo para mí.
-Mmmm… Sí…
-Muy bien, así me gusta. Date más fuerte ahora en el clítoris y métete otro dedo más… Cabrona, ¡cómo me estás poniendo!
-Mmmm… Sí…
La veía mover las caderas. Tenía ganas de que una polla la atravesara, pero no cualquiera. Quería que fuera la mía. La conocía. Era una mujer ardiente que una vez que estuviera sedienta de sexo, estaría a mi merced. Me consentiría todos mis caprichos.
Poco a poco me deleitaba con sus suspiros, con sus gemidos. La tenía allí abierta y con sus piernas separadas, preparada para recibirme. Ella apenas tecleaba ya. Le había dicho que no era necesario. Quería que disfrutara en esta última ocasión. Deseaba que gritara mi nombre y me suplicara que la poseyera. Yo estaba enamorado de Irma.
Otra vez recordaba esa película. Recordaba al camarero y hacía mía su frase “En este mundo en que vivimos el amor es ilegal, pero el odio no”. Y yo odiaba a Pablo, el novio español de Irma. Y amaba a Irma ilegalmente. Aún sabiendo que tenía novio. Pero ello no me amedrentaba para que yo siguiera lamiendo su sexo a través de la pantalla día tras día. Sus letras calenturientas iban apareciendo una tras otra cada vez que la tecla “enter” era pulsada por su dedo. Ese dedo visitador de su coño……
-Irma, cariño –se me escapó – mastúrbate para mí, lentamente. Muy lentamente. Aún no quiero que nos corramos. Disfrutemos de este último polvo.
-Sí, Jesús. Eso quiero, pero estoy ardiendo… Ufff –discutía con la voz entrecortada por sus gemidos.
-Aguanta. Dame un poco más… Mmmm… Siii…
-Pero… - protestaba aquella mujer.
Irma ya no utilizaba el teclado. Sorprendentemente, tan sólo utilizaba el micro. Nunca lo había usado en nuestros encuentros, pero en ese último encuentro quería regalarme su voz, sus gemidos.
-¿Tienes mi regalo por ahí? –dije cambiando radicalmente de tema.
Quería sorprenderla, intrigarla. Quería que nuestro último Chat fuera especial. En cierto modo, marcarla para que no se olvidara de mí. Quería retenerla a mi lado porque yo jamás me saciaría de ella.
-Mmmm… -dijo pensativa mientras veía como su cuerpo abandonaba su asiento y mi pantalla en busca de aquel regalo.
Abandonó la pantalla durante unos instantes, en los que supongo buscaría el regalo que había viajado de España a Alemania. No se trataba de algo espectacular ni mucho menos, ni siquiera novedoso. Era un consolador que vi en una visita furtiva a un sex-shop cercano a mi domicilio. Sin embargo, me acordé de ella. Me imaginé su aroma y me extasié pensando en la posibilidad de que ella tocara algo que yo lo hubiese tomado con anterioridad.
Estaba abrumado, excitado y al límite de mis fuerzas. Su imagen, la noticia, sus gemidos… Y ahora aparecía en la pantalla de nuevo, portando aquel objeto que algunas semanas antes había portado en mis manos. Con tan sólo verlo en sus manos, me creí derretir. No podía esperar el momento en que aquel artilugio cruzara aquella cueva que tanto deseaba, que tanto me obsesionaba poseer.
Irma me lo mostró por la pantalla. Me enseñó aquel pene artificial que simulaba mi polla erecta y preparada para invadirla.
-Irma, pásate el consolador por encima de tu raja… Así… hummm… -Tecleé como pude visionando cómo aquella mujer de largos cabellos negros acercaba su cam a su coño.
No se hacía mucho de rogar. Era una mujer apasionada y caliente. Paseaba de abajo a arriba el consolador con parsimonia mientras con la cam podía observar cómo sus flujos aumentaban y se adherían a aquel aparato que sustituiría a mi polla. ¡Cómo deseaba que aquel artilugio fuera en realidad mi polla!
-Mmm.. Sí… Irma… Me encanta cómo lo haces… Métete la puntita de esa polla… Imagínate que es la mía jugando con la entrada de ese coño jugoso –le insté.
-Mmmm… siii… Déjame que me la meta ya… Quiero correrme – me rogó arqueando su espalda.
Allí estaba. Insaciable. Deseaba prolongar nuestra excitación porque tenía la certeza de que sería nuestro último encuentro. Sin embargo, ambos estábamos demasiado ansiosos por conseguir nuestros orgasmos. Yo anhelaba verla empalada por aquel consolador que semanas antes tuve en mis manos y acaricié. Codiciaba que pensara en mí penetrándola con fuerza y pasión. Ambicionaba hacerla mía una y otra y otra vez.
-Sí, introdúcelo de una estocada. Estoy muy caliente, Irma. Te embestiría sin compasión –tecleé rápidamente y sin apartar mi vista de la ventana que me llevaba a ese mundo virtual.
En el momento en que mis palabras aparecieron en su ventana del msn se me antojó atisbar como se retorcía de placer. Conocía bien las posiciones de su cuerpo. La veía sentada al borde de aquel sillón negro giratorio, con la espalda arqueada y estremeciéndose de placer mientras se penetraba velozmente con el consolador. Ella gemía, jadeaba de placer.
-Sí, Irma! Córrete! Grita mi nombre! Piensa que soy yo quien te folla duro –Escribía con la intención de transmitirle mi ansias de poseerla.
-Siiii!! Jesús!! Así!! Fóllame!! Jesús!!
Lo estaba haciendo. En la pantalla de mi ordenador observaba como ella se tocaba el clítoris con movimientos circulares cada vez más veloces y se introducía el consolador rápidamente mientras gemía y gritaba con deseo mi nombre.
-Jesús! Jesús! –decía entrecortada por sus propios gemidos- me corro, me corro…
-Sí, Irma… Córrete… Yo también estoy a punto…
Cada vez la notaba más convulsionada y gritaba más alto mi nombre. Cuanto más repetía mi nombre, más excitado me encontraba. Oír mi nombre por primera vez en su voz y no leerlo en aquella pantalla. No podía contenerme más. Ella tampoco.
-Jesús me corrooooo…
-Irma… Ufffffff… Dime que me limpiarás después la polla con tu lengua caliente…
-Sí, Jesús! Córrete en mi boca o dentro de mí… Yo después te la limpio… Mmmm… síiii
-Mmmmm… Irma… Me corro… Me corro…
Oír como vociferaba reclamando mi polla en su interior, apoyado con las imágenes de su cuerpo estremeciéndose por el placer que aquel consolador ofrecía, y ofreciéndome su boca para limpiar el fruto de mi excitación, hizo que en pocos minutos me corriera junto a ella.
La sesión de Cibersexo finalizó con mi mano pringosa. Permanecí atento a la pantalla mientras Irma aún me ofrecía aquellas imágenes con el consolador en su boca simulando la limpieza de mi pene.
Mi hermano es demasiado formal. Un pequeño engreído, aunque con motivos. El salió a este mundo primero. Tal vez por eso yo sea más torpe. Tardé más en aparecer. Pero el caso es que sómos como dos gotas de agua. Dos gotas de agua separadas por dos mil kilómetros y, al menos, veintiocho años luz de inteligencia. Una extraña forma de avisarme de su próxima boda se acercó a mi buzón en forma de carta. Leí anonadado la noticia. Se casaba con una chica alemana. Ni sabía que tuviera novia. Una compañera de universidad y oriunda de Dresde. Apenas veinticuatro años la contemplaban. Ni se molestaba en decirme su nombre. Sólo que era alemana, nacida en Dresde y que estudiaba en su misma universidad. Apenas un par de años de noviazgo y se casaban.
Es cierto que me alegré por el. Pensé que iba a tener una cuñada alemana y eso me gustaba. Ni siquiera una foto acompañaba la carta. Una foto a través de la cual yo hubiera montado mi película. Dos noticias llegaban a mi vida. Una buena y una mala. Mi hermano se casaba y eso me satisfacía y me provocaba un viaje a Alemania para asistir a su boda, y mi querida Irma virtual, se casaba con un español y me privaba, o me privaría del sexo virtual que manteníamos y de las ilusiones que yo me hacía de que tal vez algún día tuviésemos un encuentro real dejándo atrás la pantalla del ordenador.
Y surgió la coincidencia. Esto no lo dijo el camarero de la película “Irma la dulce”. Esto lo digo yo. “El mundo es un pañuelo…..y a veces lleno de mocos”. Y es cierto.
El día de la boda salí del hotel Europäischer Hof para asistir al enlace. El encuentro con la pareja fue sorprendente para todos. La novia y familiares de ella se sorprendieron al verme. Sómos gemelos. Pablo y Jesús. Jesús y Pablo. Tanto monta, monta tanto. Casi…Jesús Pablo.
La ceremonia pasó muy lentamente. Ya en la recepción tuve ocasión de hablar con mi nueva y única cuñada.
-¿Te gusta Alemania?. Me preguntó.
-Si. Lo poco que he visto me ha gustado mucho. ¡Los arios! Jajajaja.
-Eso quedó atrás. Dijo ella.
-Lo sé. Afortunadamente. ¿Sabes?, yo tengo una amiga alemana. Se llama como tú, Irma.
-Pues confidencia por confidencia cuñado, yo también tengo un amigo español que se llama como tú, Jesús.
-¡No puede ser! Exclamé a la vez que dejaba paso a una breve pero clara exposición de los hechos que ambos conocíamos bien. Me convenció. Era ella. Yo me mareaba mientras ella dejó su frase caer…
-Si. Y para serte sincera creo que lo tengo delante de mí.
Las coincidencias son extrañas a veces. Aquello me dejó de piedra. Poco a poco fuimos desvelando nuestros chateos y resolvimos callar nuestro secreto.
Aquello fue tremendo. Mi Irma la cachonda estaba allí de pies delante de mí. Era mi cuñada. Se había convertido hacía un par de horas en un nuevo familiar. Mi hermano, ignorante de todo, no daba crédito a las buenas “migas” que ambos habíamos hecho. En cierto modo se alegraba, aunque conociendo a mi hermano, no estaría yo tan seguro de ello. Quien sí se alegraba de todo lo que pasaba era Irma. Tendría un marido doble. Ambos españoles, ambos iguales. Y ella se descubría enamorada de los dos.
En contra de los deseos de mi hermano, Irma decidió que para celebrar la boda teníamos que ir a una discoteca cercana al lugar donde se celebró la comida. Todos juntos, como un escuadrón de las SS nos dispusimos en los coches hacia la discoteca. Allí, embriagado por su belleza, por la inoperancia y frialdad de mi hermano y mi osadía, di rienda suelta a mis instintos más bajos.
-¿Bailas conmigo cuñada?
-Creí que nunca me lo ibas a pedir. Ya me estaba preguntando si tendría que pedírtelo yo a ti.
Me ofreció sus manos y con suavidad la ayudé a incorporarse. La pista giraba a nuestro alrededor. Aunque ella y yo nos movíamos al ritmo lento y cansino de aquella balada, parecíamos estáticos con nuestros cuerpos juntos. Fundidos en algo más que un brazo osé besarla. La oscuridad de la sala era mi aliada. Y ella también. Y sus deseos.
-En el fondo eres una puta, cuñada. La espeté con descaro.
-Y tú un cabrón. Soy tu cuñada y me has besado.
-Lo deseabas cabrona.
-Si. Y desearía poder follarte. Poder lamer tu verga dura. Esa polla que he tenido a través de la pantalla del ordenador en multitud de ocasiones. Ahora, descansa bajo ese pantalón. Dijo llevando su mano a mi paquete.
-¡Si….joder! Exclamé fuera de sí.
-La tienes dura. Como piedra. La quiero Jesús. Fóllame por dios.
-No podemos. No es momento. No es lugar. No es de recibo. Soy tu cuñado. Dije por escapar de ella.
-Si podemos. Eres mi marido. Eres igual que él. ¿Quién iba a notar la diferencia?. Excepto por la ropa, sois iguales.
-Lo sé. Pero no puede ser Irma.
-Lo será Jesús. Lo será.
Y vaya que lo fue. Irma era fría y calculadora. Todo estudiado. Todo contemplado. Todo decidido.
Me alojaba en un hotel. Ellos, recién casados, en contra de lo habitual en España, también iban a pasar la primera noche de su recién estrenado matrimonio en otro hotel. Su hotel ya estaba contratado. La suite. Esa suite con ático. Pagaba el padre de la novia. Su situación económica permitía eso y más. Irma no podía quejarse. Mi hermano y su sapiencia tampoco. Había echado el anzuelo a una alemana de pasta. Forrada de pasta. El Platzl Hotel era su alojamiento. El mío estaba cerca del de ellos.
Irma había decidido sobre la marcha que después del baile en la discoteca, todos, jóvenes alemanes y alemanas, amigos de ellos, de su universidad, habrían de acompañarlos a su ático en el hotel Platzl. El motivo era banal, tomar la última copa….o la última cerveza acompañada de salchichas. Aquello me incluía a mí también. Su cuñado. Su único cuñado. Y a mi salchicha.
Llegamos al hotel y una vez instalados en la suite…..las risas, el bullicio y el alcohol, dieron rienda suelta a sus encantos, entre aquellos alemanes de los cojones. Pero había un problema, mi hermano. El era español. El no estaba acostumbrado a beber en esas cantidades y menos a mezclar bebidas. Yo tampoco y conociéndome como me conocía…..opté por lo fácil. Alguna cerveza, algún vino y refrescos….Necesitaba estar entero, dominar la situación.
Fui objeto de las bromas versadas en alemán de aquellos compañeros de ambos en su universidad. Me miraban y reían. Me confundían con mi hermano pese a que íbamos vestidos de distinta forma.
Mi hermano bebió más de la cuenta y se cogió un pedal de los que marcan. De los que te marcan la noche y el día siguiente. Se puso un poco borde y mi querida y nueva cuñada dijo de llevarlo a la cama. Sus amigos lo llevaron a la habitación y allí, ella mísma, ayudada por mí, le quitamos la ropa. Mi hermano quedó sólo con su slip puesto, tumbado en la cama, roncando. Entonces fue cuando mi cuñada se centró en mí. Me agasajó, bailó conmigo y dio rienda suelta a su fantasía…porque para mí lo era, pero era algo más que una fantasía, era una temeridad.
-Jesús…..quiero follar contigo. Quiero que me folles y me digas las cosas que me decías a través del chat.
-No puede ser. Mi hermano está durmiendo en esa habitación Irma. Tus amigos están aquí. Me tengo que ir a mi hotel. No puede ser aunque yo también lo deseo.
-¿Y si te haces el borracho y vámos a la habitación y ocupas el lugar de Pablo y Pablo el tuyo?
-No te entiendo. Dije estupefacto.
-Tu serás mi marido y mi marido serás tú….y él…..él se irá a tu hotel a seguir durmiendo la borrachera.
La película estaba montada. Sólo faltaba llevarla a la práctica. Para ello, Irma se comportó resueltamente. Mientras me lo contaba, mientras me contaba sus planes, yo escuchaba atentamente y recordaba la película de “Irma la dulce” donde Jack Lemmon hacía dos papeles, el del joven policía, creo que se llamaba agente Pitú, enamorado de Irma la dulce (Shirley MacLaine) y el del viejo aristócrata con quien follaba. Yo iba a ser el joven Pitú…..y el viejo aristócrata….¿Y mi hermano quien coño iba a ser?....No podía ser. Eso era muy arriesgado hasta para un tipo como yo, un tipo sin escrúpulos. Y se lo hice saber a pesar de su desencanto.
Acompañado de Irma, me introduje en la habitación donde mi hermano purgaba su coma etílico. Lo miré con envidia. Con recelo. A mi espalda, Irma despedía a sus amigos. Los últimos abandonaban el ático del hotel. Pude notar su presencia tras de mí. No me giré. Olí su perfume y me embriagué de el mientras recordaba nuestros chateos.
-Está borracho perdido. Dijo ella.
-Si. Contesté esbozando un gesto de fastidio.
-Ya no despertará hasta mañana por la mañana. Y eso con suerte. Dijo Irma.
-Si, me imagino que si. Así será. El nunca bebe….pero hoy es un día especial.
-Debería haber cumplido con la tradición.
-Lo hará mañana. Eso son cosas antigüas.
-Tienes razón Jesús. Además, nosotros….
-Claro. Dije para evitar que Irma me recordara que mi hermano ya la había poseído muchas veces.
-¿Quieres la última…o la penúltima copa?. Me ofreció Irma.
-No gracias. Me voy a mi hotel. Os dejo. Estarás cansada. Hoy dormirás con un fardo de alcohol.
-No te marches aún. No tengo sueño. Quédate conmigo un rato más. Me pidió ella.
-Es tarde Irma. Yo también estoy cansado. Dije a la vez que me dirigía hacia un sillón y me derrumbaba en el.
Mi cuñada se situó tras de mí y sus manos se posaron en mis hombros a la vez que iniciaba un lento y cálido masaje. La dejé hacer. Sus manos. Su proximidad. Su olor a perra alemana en celo. Opté por levantarme. Acabar con aquello. Aunque no era mi deseo, me tenía que marchar.
-Me marcho Irma. Cuida de mi hermano. Dije a la vez que me dirigía hacia la puerta de la suite.
Irma me siguió extrañada. Uno, dos, tres….un sin fin de pasos me llevaron a la puerta de aquella suite. A medio metro del tirador de la cerradura, me detuve y me giré en redondo para despedirme de Irma.
-Me marcho Irma. Mañana os veo…..si estáis visibles.
Irma se acercó a mí. Escasos centímetros separaban nuestros cuerpos. Sus ojos se clavaron en los míos, escrutándome, absorbiéndome los pensamientos más íntimos de mi cerebro. Sentí un ligero temblor en mi interior. Un vahído me llegó a la cabeza cuando la mano de Irma se acercó a la bragueta de mi pantalón. Su mano abierta se cerró con delicadeza a la vez que apretaba con ternura al tercer gemelo. La dejé hacer. La miré a los ojos. Apoyé mi espalda en la puerta y las fuerzas me fueron abandonando poco a poco. Sin darme cuenta, su mano penetró en el interior de mi pantalón una vez bajada la cremallera.
-Quiero que me folles Jesús. Me dijo soltándo su aliento caliente en mi cara.
Me quedé pensativo. Mi polla despertaba al notar la mano de Irma hurgando entre mi slip y mi pantalón.
-¿No te gustaría sentir el calor de mi coño?, ¿No deseas penetrar con esto en mi grieta húmeda? Me preguntó a la vez que apretaba más el cerco que había formado con su mano a través de mi tronco.
-Irma…..sólo atiné a decir su nombre. Ella me interrumpió.
-Ahora no hay pantallas de por medio. No hay internet. No hay nada. Ni siquiera una cámara. Sólo estámos tu y yo….y nuestro deseo. Dime que me deseas cabrón.
-Irma….mi hermano…te acabas de casar….el está en la cama…..me tengo que ir a mi hotel….
-¿Y no me follarás?.... ¿Dejarás escapar esta ocasión?..... ¿Que hay de nuestros deseos a través de internet?
-Pero Irma, las cosas han cambiado. Yo no sabía quien eras tú….y ahora eres mi cuñada.
-Borra de tu cabeza esa familiaridad. Haz como si no nos conociéramos. Susurró a la vez que posaba sus labios sobre los míos.
Mi hermano en la cama, semidesnudo, borracho y roncando. Si al menos él se hubiera callado, yo me hubiera centrado más en mi cuñada. Pero sus ronquidos manifestaban su presencia como el guardián de la fidelidad de su esposa y por que no, de la mía también.
Los labios de mi cuñada baboseaban sobre los míos. Pugnaba por que abriera mi boca para hundir su lengua en busca de la mía. La tentación era fuerte. El deseo impetuoso e irreprochable. Me dejé guiar. Mis labios se separaron y las dos lenguas se encontraron felizmente. Noté como una gota de semen abandonaba el conducto y rápidamente mojaba la tela de algodón de mi slip. La abracé. Sentí sus pechos firmes y grandes aplastarse contra mi pecho. Me empujó contra la puerta y pegó su boca a la mía mientras se deshacía del cinturón de mi pantalón y desabotonaba la pequeña pieza liberándola del ojal. Los pantalones resbalaron piernas abajo y su mano se introdujo por el borde derecho de mi slip. Su mano aferró mis huevos y mi pene duro. Tiró del slip y se agachó delante de mí. Su boca, esa boca caliente me invadió media polla. Alcé la cabeza a la vez que cerraba los ojos. En ese instante sentía sus lamidas lentas mientras los ronquidos de mi hermano acompañaban como una rapsodia de placer sus idas y venidas. ¿Quería parar aquello?, ¿Deseaba interrumpir algo por lo que había suspirado muchísimos días a través de la pantalla de mi portátil? ¿Era necesario hacer eso a mi hermano, a mi sangre?, ¿Era tan puta como me estaba manifestando o estaba tan enamorada de mí como yo pensaba a dos mil kilómetros de aquella suite?....demasiadas preguntas entre lametones y ronquidos. Y abrí mis ojos. Y la miré. Y la ví espléndida, entregada a esa felación con la humildad y la arrogancia aria. Cesó en sus lametones y alzó la cabeza y me miró.
-Fóllame. Fóllame Jesús.
-No puedo Irma. Mi hermano…..
No dije nada más. Su mano se aproximó a la mía y la guió bajo su vestido. Allí me solacé con su humedad. Me había derrotado. Fui fácil y estaba predispuesto. Todo el día deseando lo que para mí ya era imposible debido a su boda y ella, mi dulce Irma, me entregaba en aquella suite. Demasiadas emociones. Demasiadas sorpresas y demasiado tiempo a través de la pantalla para vetarme a tan lujoso manjar. Me sentí un hijo de puta por lo que estaba a punto de hacer. Por lo que ya estaba haciendo. Por sentir deseo por la mujer de mi hermano. Si, era un hijo de puta. Y ella una cabrona deseosa de mi. Y mi hermano un puto mimado y un favorito para mis padres. No puse nada en la balanza, el despecho, el arrojo y el deseo se instaló en mí y mi polla me recordó que aún tenía sangre en el cuerpo.
Con mis manos sujeté fuertemente sus hombros y la zarandeé a la vez que la susurraba con cara de loco.
-¿Estás cachonda eh?, ¿Estás deseosa de polla cabrona? ¿Quieres poner los cuernos a mi hermano el mísmo día de su boda eh?, ¿Eres una puta alemana deseosa?, ¿Quieres sentirme dentro y abrazarte a mí a la vez que te perforo como a una perra judía? ¿Quieres sentir lo que sentían ellas cuando tus antepasados las violaban eh?....Yo desvariaba. Me sentía como un SS manejando su cuerpo. La tiré contra el sillón y la arranqué el vestido. Sus pechos quedaron descubiertos antes mis ojos. Esos pechos que ya había visto a través la pantalla de mi portátil. Esos pechos que había lamido en la distancia. Eran míos. Los chuparía y los mordería con rabia, con furia, con desprecio.
Vencido sobre ella, liberado de mis pantalones, cesado los sonidos emitidos por mi hermano, mi pene se acercó a aquél infierno que demandaba mi presencia. Un empujón a la vez que ella abrazaba con sus muslos mis costados bastó. Nuestros pubis pegados y nuestras bocas juntas dejaron que una salva de semen se escapara como avanzadilla para reconocer el lugar dónde habría de alojarse el ejército de espermatozoides dispuestos a la lucha.
Los movimientos que imprimí eran constantes, duros, inexorables, arrogantes, violentos, llenos de rabia. Sus manos tiraban de mi pelo y las mías del suyo. Nos miramos con rabia, con deseo, con lujuria, con pasión desmedida.
-¿Te gusta?, ¿Te gusta como te follo cabrona?, ¿Te gusta que mi polla te colme eh?
-Ohhh…si…..cabronazo…empuja con furia…dame todo….méteme los huevos dentro….
-Siiiii, los huevos….toma, toma, toma…..toma puta…sáciate de mí…..
-Agggg….Jesús…..hummmm….córrete dentro de mí....no me la saques hijo puta….no seas cabrón….tomo la píldora.
-No, no te la sacaré…..te reventaré y me moriré dentro de ti.
Las salvas acudieron prestas a la excitación física y moral a la que estábamos sometiéndonos. Como perros aullamos a la vez que nuestras fuerzas fueron flaqueando y mi cuerpo se venció sobre el suyo. Sus pechos calientes, sus pezones abrasantes me quemaban la piel. Sus piernas aflojaron su fuerza en mis caderas y sus pies cayeron sobre la moqueta del suelo de aquella suite.
Mi hermano volvió a sus ronquidos. Con mi boca apoyada en su cuello lo escuché. Aún tuve tiempo de pensar y darle las gracias en mi interior por cesar en aquellos ronquidos mientras me follaba a su mujer.
Mi regreso a España fue triste. Dejaba a mi amada en Munich. En aquella universidad junto a mi hermano Pablo. Mi cuerpo aún venía envuelto en sus caricias. El verano siguiente me habían prometido que vendrían a visitarme a Madrid. Mientras tanto yo seguiría virtualmente unido a ella. En espera de la época estival. La visita de ellos se acercaba. Yo esperaba con ansias su llegada. Mi cuñada. Irma. Irma la dulce. Y llegaron. Y llegaron a Madrid, a mi casa, a mi vida de nuevo, pero como decía el camarero de la película referenciada, eso es otra historia.