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M i amiga Paula

Relato enviado por : Anonymous el 08/01/2007. Lecturas: 6478

etiquetas relato M i amiga Paula .
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Resumen
MI AMIGA PAULA.

Me llamo Lucía, tengo 22 años y soy Diplomada en Enfermería. Soy alta 169 cms., delgada, 61 Kg., castaña oscura, media melena y ojos negros, labios carnosos, bonitas caderas y un pecho algo grande, ya que uso una talla 95C, con pezones poco abultados y sonrosados y areola igualmente tambien pequeña.



Relato
MI AMIGA PAULA.

Me llamo Lucía, tengo 22 años y soy Diplomada en Enfermería. Soy alta 169 cms., delgada, 61 Kg., castaña oscura, media melena y ojos negros, labios carnosos, bonitas caderas y un pecho algo grande, ya que uso una talla 95C, con pezones poco abultados y sonrosados y areola igualmente tambien pequeña.

Me encaminaba a Toledo donde, en uno de sus hospitales de la red privada, me habían ofrecido un contrato de trabajo que, muy ilusionadamente, había aceptado ya que se trataba de mi primera experiencia profesional después de haber acabado el año anterior los estudios de mi diplomatura. En el tren en el que viajaba me encontré con Paula, una compañera de curso con la que apenas había mantenido relación durante los tres años de estudios y que gozaba de no muy buena reputación por sus continuos devaneos con estudiantes de Medicina y compañeros de promoción. Comenzamos a charlar y me enteré de que a ella también la habían contratado en el mismo Hospital. Llegamos hacia el mediodía y nos presentamos ante la Dirección de Enfermería que nos atendió muy amablemente y nos acompañó a la contigua Residencia de Enfermeras, asignándonos una habitación para compartir entre ambas; nos advirtió de que tendríamos la tarde libre pero que al día siguiente, a las ocho de la mañana, deberíamos incorporarnos, yo a Rayos X y Paula al Quirófano de Traumatología. También y esto nos gustó algo menos, que durante los primeros quince días y a modo de prueba trabajaríamos como Auxiliares de Enfermería. La habitación era grande, diáfana, con dos buenas camas y un gran ropero empotrado, un pequeño escritorio con ordenador y un baño completísimo. Había sido anteriormente ocupada por dos compañeras que habían marchado a Barcelona a hacer un master la semana anterior. Mientras yo deshacía mi equipaje y colocaba mis cosas en el ropero, Paula llamaba por teléfono a un amigo de su época de estudiante en Sevilla y que se encontraba en aquél hospital como MIR de cardiología, quedando citados para algo más tarde en la Urgencia del Hospital porque él, según me comentó más tarde, estaba de guardia. Me rogó que la dejara darse una ducha y entró al baño, mientras yo terminaba de colocar mis cosas en el gran ropero de la habitación.

Después entré en el cuarto de baño para colocar mis toallas en un armario que allí había y vi a Paula secándose completamente desnuda, con su espectacular cuerpo y su lisa melena rubia completamente suelta. En verdad era preciosa, con unos pechos algo más pequeños que los míos pero –quizás por ello- mucho más firmes y un culito precioso, ligeramente respingón; entonces me di cuenta de que tenía casi totalmente afeitado el pubis con lo que su monte de Venus se exponía totalmente en su esplendor. En realidad, me llamó mucho la atención su perfecto cuerpo aunque ya la había visto junto a otras compañeras en ropa interior en muchas ocasiones mientras estudiábamos y nos desnudábamos para ponernos los uniformes de prácticas, pero desnuda completamente era realmente preciosa. Nunca me había fijado tanto en una mujer, aunque -he de confesarlo- en alguna ocasión había tenido fantasías con chicas e incluso, en alguna rara ocasión, me había masturbado pensando en mantener alguna relación lésbica. Sumida en mis pensamientos me interrumpió ella diciéndome:

- Ya puedes tú bañarte y muchas gracias por dejarme pasar antes, pero Rafael me espera y tiene muy poco tiempo porque está hoy de guardia.

Yo me desnudé con algo de pudor delante de ella y me metí en la ducha, mientras ella comenzaba a deshacer su equipaje. Al momento, entró en el baño para guardar en el cajón que le correspondía sus toallas y ropa interior y, al abrirlo, encontró en él una cajita con un consolador de arnés en perfecto estado. Riendo estruendosamente descorrió la mampara y me lo enseñó, diciéndome:

- Mira lo que nuestras colegas catalanas tenían para sus ratos libres.

Reímos las dos durante un buen rato y, saliendo del baño y a medio secar aún, exploramos el paquete. El consolador tenía además del pene correspondiente, fabricado en látex, otra prolongación, del mismo material pero más pequeña, que se dirigía hacia dentro de la braguita-tanga que servía de arnés y que podía ser utilizada por la portadora de dicho arnés para metérselo en su propia vagina con objeto de proporcionarse placer a sí misma, de tal manera que cuando el pene grande se movía, la pequeña prolongación hacia adentro también lo hacía, pudiendo darse gusto ambas usuarias del artefacto. Yo nunca había visto nada de eso pero ella si los conocía e incluso me pareció entender que los había usado, aunque no lo dijo explícitamente.

Terminó de arreglarse, poniéndose una minifalda azul y un suéter celeste sin sujetador, con el que se le resaltaba la figura sin que se notara que no llevaba nada debajo, de lo firmes que tenía sus tetas. Cuando ella salió, observé el dildo que había dejado sobre el armario y se me ocurrió colocármelo para ver que tal me quedaba tener un pene. No había tenido demasiadas experiencias sexuales; sólo algunos furtivos besos en la oscuridad de la calle o de alguna discoteca con un par de amigos con los que salí una temporada y, con mi amigo Luis, en varias ocasiones, nos masturbamos mutuamente. También en dos oportunidades me penetró aunque entre el miedo a un embarazo, el pequeño dolor y que realmente Luis no era el hombre de mi vida, casi ni me enteré. Me puse el tanguita-arnés y metí la parte que debía tener dentro de mi vagina, colocando el pene bien erecto hacia fuera; al verme aquella polla puesta, empecé a calentarme y a tocarme los pechos que enseguida se me pusieron duros como piedras. Me puse unos pantalones para ver si se me notaba el paquete como a los chicos en los que solía fijarme y, efectivamente, hacía un auténtico bulto capaz de calentar a cualquiera. Me puse también una camisa aunque no me la abroché porque seguía tocándome los pechos que los tenía ardiendo. Con aquella calentura saqué el pene por la cremallera del pantalón como si fuera un chico y me situé delante del espejo del ropero, imitando los movimientos de masturbación que un chico haría mientras seguía excitándome cada vez mas intensamente, pues la parte que me había metido en mi vagina se movía y me causaba un extraordinario placer. Recordaba a un chico exhibicionista, como de unos treinta años, que me sorprendió cuando yo sólo tenía catorce; él se encontraba dentro del parque y yo, separada por la valla, esperaba el autobús lo que él aprovecho para masturbarse ante mis atónitos ojos. Así estuvo los más de tres o cuatro minutos que tardó en llegar el coche dándome tiempo a ver, antes de subir, un enorme pene al que después recordé mucho tiempo. Ni que decir tiene que, pasado el primer susto, cuando llegué a casa me masturbé pensando en aquella polla y en aquel chico que se masturbaba y me enseñaba su pene mirándome.

Así estaba cuando de repente se abrió la habitación y entró Paula como un torbellino; casi no me dio tiempo a meterme la polla dentro del pantalón, pero teniendo que dejar la cremallera abierta. Paula venía algo enfadada porque, según me comentó, Rafael y ella habían podido verse en el cuarto del médico de guardia y sólo habían podido darse algún beso y tocarse algo; cuando ella se disponía a sacarle la polla para hacerle sexo oral -según me comentó era de las cosas que mas le gustaba hacer con los chicos- le llamaron a él por el busca para que atendiera a un paciente y se había quedado enormemente caliente y sin poder hacer nada. En aquel momento se dio cuenta de que yo tenía la cremallera del pantalón bajada y del enorme bulto que me hacía el consolador que me había colocado; se acercó a mí y me dijo:

- ¿Y tú qué hacías, guarrilla? ¿Te has colocado el pollón que hemos encontrado?

Diciendo esto me lo sacó y empezó a moverlo metiendo y sacando la otra parte dentro de mi vagina, con lo que mi excitación aumentaba por momentos. Después, agachándose empezó a chuparlo con gran delectación y, mientras lo hacía, seguía moviéndose la parte que tenía metida dentro de mi vagina. En esa situación seguía estimulándome mientras ella subía una de sus manos y me acariciaba con enorme suavidad los pechos, primero, y después los pezones, que los tenía cada vez más duros; mientras, con la otra mano, ella se masturbaba introduciendo sus dedos por entre sus bragas. Yo la miraba cómo chupaba mi polla y sólo aquella visión me hacía mojarme cada vez más. ¡Qué manera de mamarla! Con razón tenía mala fama, pues seguro que no era la primera vez que lo hacía, muchas pollas se habría comido antes de aquella. Se la metía y sacaba dentro de su boca, mojándola cada vez más y, de vez en cuando, su lengua lamía mi pubis y mis labios mayores buscando mi clítoris por entre los tirantes del tanga-consolador. Casi a punto de correrme, se levantó y con sus bragas bajadas a media pierna y el suéter subido, se metió entre los muslos la polla y comenzó a moverse como si estuviera follando mientras que movía la parte de consolador que yo tenía metido, con lo que me proporcionaba un extraordinario placer que nunca antes había sentido. Yo la agarraba por sus nalgas casi exigiéndole que no parara de moverse y ella refregaba sus pechos con los míos. En esta situación me dio un profundo, largo y húmedo beso hundiendo su lengua en mi boca y entrelazándola con la mía, que me llevó casi al éxtasis y yo le cogía unos de sus pechos con mi mano izquierda. Era la primera vez que tocaba unos pechos femeninos que no fueran los míos. Yo creía que iba a enloquecer; de pronto me cogió la polla y llevándome agarrada hasta la cama, me dijo:

- Fóllame, Lucía, por favor, lo necesito.

Y me llevó hasta la cama donde ella se colocó con las rodillas sobre el borde y el culo en pompa, pidiéndome que se la metiera hasta el fondo y la follara. Al principio apenas sabía moverme, pero al momento cogí el ritmo y comencé a follarla mientras gemía de placer y se le ponía el coño cada vez más grande y más mojado, con lo que aquél pollón entraba cada vez mejor en su abierta vagina. Ella se tocaba con sus dedos el culo mientras yo le cogía las tetas y le clavaba la polla hasta el fondo de su coño. Poco a poco fuimos llegando al clímax hasta que un orgasmo genial, intenso, monumental nos inundó gozando del placer que nos habíamos procurado ambas. Nunca lo hubiera imaginado. Yo follándome a Paula y gozando de forma espectacular con una chica.

Exhaustas, nos echamos cada una en su cama y estuvimos un buen rato sin hablar, sólo respirando entrecortadamente, tratando de relajarnos tras el magnífico combate sexual que habíamos mantenido

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