Noté en Gustavo una petulante ostentación de poder, me separé un poco, dado que con el correr de sus palabras había aprovechado para bajar lentamente la mano hasta dejarla descansar en el nacimiento de mi glúteo derecho, ya no estaba en la cintura.
Relato
MANIPULADOR (PARTE 5 DE 8)
En ese momento, abusé de mi lado femenino, sabía que Gustavo no podía discutir conmigo, no podía exponerse a un escándalo donde las mujeres siempre corremos con ventaja y donde de ser necesario hasta hubiese recurrido al llanto para inclinar la balanza a mi lado, recurso siempre a la mano de toda dama. Gustavo evaluó sus chances, metió la mano en el bolsillo y me devolvió la prenda, en silencio, mi fiereza se aplacó en ese momento, ‘jaque mate’ pensé, gané la partida.
Volví al baño, para poner las cosas en su lugar, salí a su encuentro con la frente en alto, aun se respiraba el aire ‘pesado’ en el lugar, fuimos al coche y esta vez no fue gentil conmigo, tuve que abrir y cerrar mi puerta, estaba muy molesto conmigo, se hizo evidente por el portazo que dio sobre su lado al subir en su lugar.
Salimos desde el bar transitando todo el camino de costanera, bordeando la ciudad, nadie hablaba, el mantenía la mirada fija hacia adelante, concentrado en la conducción, yo lo miraba cada tanto de reojo, y conforme pasaban los minutos, como un pequeño martillito, la conciencia golpeteaba en mi interior, reflexionando y reviviendo todo lo ocurrido.
Las luces que iluminaban la avenida pasaban una tras otra por el parabrisas del coche a medida que el mismo avanzaba, mi jefe conducía con pausa y lo observaba ‘masticar bronca’, no sabía a ciencia cierta si estaba enojado conmigo por el desplante que le había hecho o con el mismo, por no poder torcer mi brazo y obtener lo que deseaba.
Y yo estaba sumamente confundida, por un lado, una mujer de principios religiosos, casada y fiel a su esposo, que dicho sea de paso no estaba en la ciudad, una hija pequeña, una persona respetable, por otro, una mujer que lucía como una puta, regalada por dinero, en el coche de su jefe, un coche importado, a altas horas de la madrugada…
Pero de que podía culparlo a Gustavo? por un pequeño engaño al llevarme a cenar? Me había demostrado que el tema de los franceses se había caído a último momento, por comprarme esta ropa que me hacía ver como a una puta? si yo misma la había elegido entre varias opciones, además tenía que reconocer que siempre había soñado con tener ropa de esos locales ‘fashion’, por llevarme a cenar? vamos mujer, en mi puta vida podría estar en un lugar así y menos pagar esos platos, por parar en ese bar? tampoco me había puesto un revólver en la cabeza, y lo de la tanga? era un juego, yo acepté su dinero…
Al fin de cuentas, solo se había gastado un dineral en unas pocas horas y que había obtenido a cambio? nada, porque no le había dado nada…
Las ideas se agolpaban en mi cabeza, empecé a comprender que el enfado no era con él, el enfado era conmigo misma, porque ese hombre solo sacaba a relucir mi lado más oscuro, como asumir que estaba bien en su compañía, que me sentía una mujer diferente, que me excitaba, como asumir que mi tanga estuviera empapada en flujos, y mis pezones se erizaran una y otra vez. No era propio de una mujer pura y fiel a su esposo, que tenía familia, que tenía una hija…
Como asumir que de alguna manera, mis sucias fantasías, esas que me abordaban cuando me masturbara rozaran peligrosamente con la realidad, porque alguna que otra vez había fantaseado tener sexo con mi jefe, y si estaba ahí por algo estaba, por qué diablos había llegado hasta ese punto y no pude cortarlo antes?
Y para derramar el vaso, me había puesto precio! esos mil pesos por mi tanga me habían torcido el brazo, rompiendo mis conceptos, mostrándome cuan puta podía ser…
Estaba encerrada en mis reflexiones cuando me percaté que Gustavo estacionaba el coche, miré alrededor y enseguida me di cuenta que estábamos frente a las torres Dolfines, lo dejé terminar de estacionar, apagó el motor y dijo
- Sabes… el Lunes seremos nuevamente jefe y empleada, y las cosas no están saliendo como lo había imaginado, la pregunta es, podemos terminar la noche en paz?
- Depende lo que propongas… - dejé la puerta abierta a su pregunta, creo que los quince minutos que nos había llevado el viaje nos había hecho recapacitar a ambos.
- Ven, acompáñame…
Me hizo bajar del auto gentilmente, como tratando de llevar las cosas al punto anterior del desencuentro, cruzamos caminando la amplia avenida para ir sobre el césped hasta la baranda precautoria que marca el fin del terreno transitable y comienza el de la barranca que da al río.
Me apoyé en la misma y él se puso a mi lado, demasiado cerca, su cadera contra la mía, pasó su manó por detrás para tomarme fuertemente por la cintura, tal vez no debí dejar hacerlo pero la relación no merecía nuevos roces en ese preciso momento, entonces dijo
- Mira! – señalando las torres que se levantaban a metros de donde estábamos parados.
- Si… se ven imponentes… - había que mirar casi el cielo para ver los extremos
- Sabías que son los edificios más altos del país? Incluyendo Buenos Aires?
- No… no lo sabía…
- Sabes que tienen más de cuarenta pisos y superan los ciento treinta metros? formidable, no crees? – miraba atónita, entonces siguió
- No tiene gas natural, todo se hace por energía eléctrica y cada piso supera los cuatrocientos metros cuadrados! cuatrocientos metros! puedes imaginarlo?
- Y tu como sabes tanto? – pregunté un tanto ingenua
- Fácil… porque tengo tres pisos…
Noté en Gustavo una petulante ostentación de poder, me separé un poco, dado que con el correr de sus palabras había aprovechado para bajar lentamente la mano hasta dejarla descansar en el nacimiento de mi glúteo derecho, ya no estaba en la cintura.
- Quieres subir? no imaginas la vista panorámica perfecta que tendrás…
- No gracias, ya es tarde… - cualquier mujer en sus justos cabales sabía que por ningún motivo debía subir, a no ser que esté preparada para ir más lejos de lo que se pretende ir.
- Vamos… solo unos minutos, tomamos unas copas y listo, no voy a violarte, además, las reglas no han cambiado, tu pones los límites…
- No Gustavo, no empieces de nuevo… - mi jefe empezaba a presionar nuevamente, cosa que me incomodaba.
- Porfi… - ahora ponía cara de gatito piadoso, había cambiado de estrategia, y yo sabía que tenía que mantenerme en mi postura, tomaba demasiados segundos para responder, entonces buscó una nueva estrategia
- Además, estás en deuda conmigo…
- Yo en deuda contigo? y que te debo? – pregunté encogiendo mis hombros y juntando los dedos de mi mano en un gesto poco femenino
- Cómo que me debes? Si no me falla la memoria, por mil pesos había comprado tu tanga y hasta donde sé, en estos momentos tú tienes la tanga y los mil pesos, y yo no tengo nada…
- Eso ya fue, tuviste lo que merecías… - mi respuesta no fue convincente, en verdad él tenía razón, en mi enojo le había arrebatado la tanga pero no pensaba devolverle el dinero.
- No eres justa, yo quiero que me des mi tanga, me la he ganado, pero si eres mala apostadora, bueno, aún podrías devolverme mi dinero…
Creo que la furia me ganó nuevamente, al diablo con su dinero, no pensaba sacarme nuevamente mi prenda íntima ya había aprendido la lección, así que metí la mano en la cartera para buscar sus sucios billetes, entonces él tomó mi mano para detenerme y me dijo
- Puedes quedarte con tu tanga, y con los billetes, solo quiero que subamos un momento, prometo que no haré nada que no quieras hacer, soy un caballero.
Di el paso que no debía dar, una vez más aflojé a sus pedidos, no me pregunten porqué lo hacía, porque ni yo puedo explicarlo, solo sé que había algo en todo este juego que me seducía demasiado.
Gustavo me guio hasta el ascensor, y emprendimos una audaz ascenso a toda velocidad, los segundos que tardamos en subir me parecieron siglos, mi jefe sacó provecho de ello y se acercó por mi espalda a pesar del amplio lugar, apretó mis hombros entre sus dedos dándome unos sutiles masajes
- Cansada? – preguntó como para justificar su avance
Sentí su dedos acariciarme, en especial el hombro que lucía descubierto por el corte asimétrico de la blusa, cerré los ojos y me dejé llevar, error…
Se acercó un poco más hasta apoyar discretamente su paquete en mi trasero, como quien no quiere la cosa, pero lejos de espantarlo esta vez disfruté el momento bajando la guardia, discretamente saqué culo para sentirlo bien pegado, sentí mis pezones duros bajo el sostén y volver a humedecerme, una vez más, segundo error…
Al ver que yo era permisiva apretó más mi trasero con su miembro, y lo sentí crecer rápidamente bajo su pantalón, como si con un palo estuviera masajeando mi culo, lo dejé hacer, tercer error…
Por suerte el llegar a destino provocó terminar con el jueguito, al fin llegábamos a uno de los pisos más alto de una de las torres, al conocer el sitio sentí estallar mi cabeza, cuanto lujo!
Me quedé con la boca entreabierta sin saber que decir, que hacer, al punto que Gustavo al notarlo dijo
- Impresionante no? lo imaginabas?
- No… la verdad que no… - contesté casi balbuceando
- Te das cuenta? volvemos al principio, dinero, todo lo mueve el dinero… pensar que a no mucha distancia de este lugar hay villas miserias donde los niños no tienen siquiera agua potable, y a quien le importa? a nadie… a nadie le importa…
Eran ciertas sus palabras, tan ciertas como duras, entonces cambiando el ángulo de la temática retomó el diálogo
- Asómate a ver el paisaje, mira la vista por los balcones… te alcanzo algo de beber?
- No… gracias… puede ser un café negro? – ya tenía suficiente resaca de comida y alcohol, prefería algo diferente
- Con dos de azúcar, verdad? como en la oficina…
Sonreí y aprecié el detalle, siempre era yo la que preparaba el café, pero evidentemente él estaba atento a mis pasos, jamás imaginé que supiera que mi dosis era dos de azúcar.
Tomé unos minutos para observar el interior, los finos trazos de la arquitectura moderna se hacían presentes por todos lados, diseños sofisticados, amueblamientos de primerísima línea, todo brillaba, todo relucía, cada cosa estaba en el lugar que debía estar, fui a los balcones para observar uno de los paisajes más bonitos que vieron mis ojos, respiré profundo por el vértigo a las alturas, a un lado la ciudad era una mezcla de cálidos colores, los verdes de las plazas eran cortadas por líneas amarillentas de las luces de las calles, al otro la negrura del río, como lo había observado tiempo atrás en el bar, solo que ahora en toda su dimensión, apenas cortada por la iluminación de algunos barcos que permanecían anclados, inmóviles, al fondo el colorido majestuoso del puente que unía las ciudades de Rosario y Victoria atravesando el ancho manto de agua, ese puente que parecía tan imponente desde abajo y que ahora me parecía casi de juguete desde las alturas, puntos de vistas…
Estar ahí era como estar en las nubes, entre algodones, la brisa era un poco más fuerte, y el calor no se hacía sentir tanto como en la superficie.
Gustavo me sorprendió en esa posición, mirando hacia la nada, se coló a mis espaldas nuevamente, como en el ascensor para extenderme una gran taza de café de embriagante aroma, para mi sorpresa él se había sacado la camisa, estaba desnudo desde la cintura hacia arriba evidenciando que se preparaba para la estocada final, no dije nada, solo tomé la taza con ambas manos para dar un pequeño sorbo dado que estaba demasiado caliente.
Mi jefe fue por todo, sentí su mano apoyarse en mi espalda, tanteando mi reacción para ir bajando directamente a mi cola, pronto disfrutaba acariciándomelo por completo, tan grande y empinado como era
- Que culo hermoso que tenés… - dijo casi susurrando al oído
- Pará… Gustavo, esto está mal… -protesté notando que cada vez tenía menos fuerza para resistirme, odiaba asumir que ‘por algo’ estaba ahí.
Pero el avanzaba demasiado rápido según yo se lo permitía, ya había colado su mano bajo la ajustada minifalda y la había levantado hasta la cintura, mis carnes estaban desnudas y él se llenaba de regocijo acariciándolas, tomó una de mis manos apartándola de la taza y la guio por su pecho hasta llegar a su miembro, estaba duro como una piedra, en un rapto de locura estábamos los dos iniciando el acto sexual en el balcón, como en un sueño de hadas, aun en mi mente tenía atisbos de resistencia, pero mientras más pasaban los segundos, más me perdía, respiraba profundamente, mi cuerpo de puta pedía a gritos lo que mi alma de mujer decente negaba una y otra vez, lo aparté de mi lado con las pocas fuerzas que me quedaban…
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 514139 veces