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Marta en el parque acuático.

Relato enviado por : Anonymous el 13/12/2007. Lecturas: 13891

etiquetas relato Marta en el parque acuático. .
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Resumen
A Marta se le rompe el bikini en el parque acuático.


Relato
En la otra punta del parque, Marta subió sola a la pistas blandas. A ella todo lo que fuera empinado le encantaba.
Se colocó sentada en el borde de la rampa y cuando dieron el banderazo se lanzó hacia abajo.
Pegó un chillido descomunal mientras su cuerpo resbalaba por la pista. Con una mano se tapaba la nariz para que no le entrara agua y con la otra intentaba mantener el tanga en su sitio ¡¡Pllllaaaaaaaaamccxxhhhssssss!!
Al final todo intento fue inútil. Casi se ahoga, su chocho quedó a la vista de los más avispados, y para colmo se rompió la parte de arriba del bikini.
Se recolocó el tanga como pudo y salió del agua con una teta al aire y la otra con el tirante colgando.
Uno de los socorristas levantó el brazo y le indicó que “no” moviendo el dedo índice.
Ella se acercó a ver qué quería.
—Por favor, señorita, vaya a cambiarse el bikini. No puede pasearse con el bikini roto.
—No llevo uno de repuesto, ¿qué quiere que haga?
—Va a tener que ponerse la camiseta, señorita.
—De acuerdo, eso sí.
—Tápese con las manos, por favor.
—¿Con cuál, con esta mano? —dijo haciéndole la señal del pajarito en la cara con el dedo corazón.
Marta terminó de quitarse lo que quedaba de bikini y con él en la mano emprendió el camino a la mochila; que estaba en la otra punta del parque, en las hamacas.
Marta sin bikini era más peligrosa que un ciego con una pistola de clavos. Iba superchula paseando sus encantos desnudos entre la pecaminosa multitud. Caminaba sensualmente meneando bien el culo y dando pequeños saltitos que hacían botar sus delicados senos. No se avergonzó lo más mínimo, es más, en cuanto se sintió el centro de atención, empezó a ponerse húmeda.
Un madurito canoso muy guapo la piropeó:
—Me has alegrado el día, preciosa.
Marta miró y sonrió.
Más adelante unos chicos bien musculosos con tatuajes interrumpieron su sensual paseo.
—¡Vaya par de perolas que tienes, rubia!
—¡Estás para echarte siete sin sacarla!
Ella se contuvo. Quería contestar la grosería, pero se contuvo. Aquellas palabras sucias le pusieron el corazón a bombear.
Pronto le llovieron más proposiciones y más borderíos:
—¡Vaya pibón! ¿Tienes novio?
—¡Te metía de todo menos miedo, guapa!
Sus pezones endurecieron. A cada guarrada que oía se ponía más y más cachonda.
—¡Qué de curvas, niña, qué mareo!
—¡Cómo te mueves, rubia, seguro que eres una fiera!
Respiró hondo, estaba excitada, su tanga comenzó a mojarse. Ahora tenía que elegir entre coger por la zona de las sombrillas, o bordearlas y pasar por el guardarropa y el bar.
El bar estaba lleno de salidorros que miraban lascivamente a las niñas monas que pasaban en bañador.
Ella era la tía más buena del parque y el bañador lo llevaba en la mano.
Lo pensó un par de segundos y al final su libido tomó la decisión. Fue directa al guardarropa. Allí los empleados se llevaron las manos a la cabeza, la silbaron, y le tiraron un par de besos sonoros:
—Muuuuuuuua, rubia, para ti. Póntelo donde tú quieras.
No fue nada comparado con la que se lió en el bar a su paso, allí Marta rozó el orgasmo. Ella iba llegando. Los hombres la vieron y dejaron sus copas sobre la barra. Sonaba de fondo la canción The thong song de Sisqo. Ella, sin dejar de caminar, puso las dos manos en el pelo, hinchó el pecho, y contoneó su culo de lado a lado provocando una tormenta de palabras sucias:
—¡Joooder, menudo pibonazo!
—¡Qué polvazo tienes!
—¡Te follaba hasta reventarte!
—¡Aquí tienes medio kilo de carne pa tu boca, nena!
Marta disfrutó tanto, que se quedó allí de pie parada. Su cara se ponía cada vez más colorada. Las guarradas seguían lloviendo:
—Yo tengo una lengua capaz de depilarte las ingles.
—¡Rubia, me has puesto la polla para partir nueces!
Tragó saliva, cerró los ojos y se imaginó todas esas pollas duras. El flujo empezaba a resbalarle por el muslo. Respiró hondo, se acercó a la barra, y muy finamente dijo:
—Camarero, por favor, ¿sería tan amable de servirme un vaso de agua?
El camarero sonriendo fue de inmediato a satisfacerla.
Los hombres por tenerla tan cerca se cortaron un poco, pero alguno siguió insistiendo por lo bajini:
—Nena, eso es un cuerpo y lo demás son tonterías.
—Te ponía sobre la barra y te la hincaba por donde tú me lo pidieras.
Marta, con el corazón a mil por hora, cogió el vaso de agua helado, levantó el brazo, y allí mismo se lo echó por encima de su rizada melena rubia.
¡¡Plaaaaaaaaaaaaassssshhhhhhh!!
El líquido la bañó entera. Los hielos rebotaban cayendo por su piel.
Los hombres se quedaron traspuestos, enmudecieron. Aquello era demasiado para ser cierto. Tenía toda la pinta de ser una cámara oculta.... Pero no. Era un día cualquiera en la vida de Marta.
Se marchó de allí con el calor apagado pero con el mismo fuego en la entrepierna.
Como en toda sesión exhibicionista, no faltaron las envidiosas:
—¡No vayas tan tiesa que vas a romperte!
—¡Vas empitonada, guapa, tápate un poquito!
Era cierto. Marta lucía su empitonamiento muy orgullosa y no se sentía culpable de ello. Sabía que no era culpa suya haber roto el bikini. No era culpa suya tener ese cuerpazo. Ni tampoco era culpa suya disfrutar tanto exhibiéndolo.
Terminó su vueltecita triunfal llegando a la mochila, donde además estaban los yogures de limón mirándola embobados.
Abrió su bolso y sacó una pequeñita camiseta blanca cortada por debajo del pecho. Se la puso y sus tetas mojadas se pegaron a la camiseta. Los empleados ya no podían decirle nada, pero se le seguían viendo las tetas igual.
—¿Qué miras? —le gritó a una vieja que miraba con indignado descaro.
Por último cogió una toalla y se dirigió al cuarto de baño. Entró en una de las puertas del final, cerró el pestillo, y se sentó en el retrete poniendo la toalla en la tapa. Estiró las piernas, se bajó el tanga y cerró los ojos.
Se llevó la mano a la rajita y recordó uno a uno los borderíos de aquellos hombres. Se puso de nuevo húmeda y se masturbó bien a gusto, imaginando de nuevo la escena pero a su manera:
Imaginó a los musculosos tatuados tocándose el paquete mientras ella caminaba luciéndose.
—Pedazo de guarra, me la has puesto como una piedra.
Ella vio una moneda en el suelo, se paró delante de ellos y se agachó a cogerla ofreciéndoles el culo. Los musculosos se bajaron el bañador y sacaron sus pollones, todos eran enormes. Empezaron a masturbarse. Marta se quedó allí delante mirando todos esas trancos. Se pellizcó los pezones y se relamió los labios. Los musculosos no pudieron aguantar ni veinte segundos; se corrieron brutalmente. Los chorros volaban cruzándose por el aire. Ella los miró con desprecio y se rió vanidosamente. “Jaja, lo sabía”. Se giró y se fue a buscar hombres más resistentes.
—“Mierda de babosos”. No aguantáis ni un minuto mirando lo buena que estoy.
Llegó al bar. El bigotudo de la barra se puso la mano en el pene. El camarero tenía el pene en la mano también, los del guardarropa, los cuatro italianos... Todo el mundo. Ninguno podía resistirse. Marta fue a una ducha imaginaria que había allí enfrente del bar, pulsó el botón y procedió a ducharse delante de ellos.
—Pajearos mirando mi pedazo de cuerpo. Estoy acostumbrada.
Todos estaban empalmados desde hacía ya un rato. Marta se bajó el tanga y empezó a acariciarse. Se agachó dejando el culo a la vista de su publico y metió los dedos lo más hondo que pudo. Comenzó a masturbarse delante de ellos.
Lo hizo suave y jugosamente mientras todos la atacaban a borderíos:
—¡Estás más buena que el arroz con leche que hace mi madre!
—¡Deja de tocarte, guarra! ¡Ven aquí que te la voy a clavar!
—¡Te metía un pollazo y te la sacaba por la boca!
Uno a uno se fueron corriendo todos los mirones. Ella se tumbó en el suelo con el agua de la ducha cayéndole encima y siguió masturbándose. Hasta que por fin:
—Mmmmmmmmmmmmnnnnnnggrgrgrrrrrrrrrrrrrrrr
Tuvo un orgasmo bestial, en la ficción y en la realidad. Lo hizo en silencio, pero fue bestial.
Su chocho se contraía, las piernas le temblaban, todo su cuerpo se convulsionó durante unos segundos.......... Paró, suspiró, se limpió un poquito con la toalla y se subió el tanga. Quedó como nueva.
Salió del baño con el mismo caminar, la misma chulería, y no llamando menos la atención; pero ella ya estaba inmunizada.
—Tienes dos tetas como dos sartenes, que cuando te las miro se me fríen los huevos.
—Antonio, deja de mirar a la chica —sonó por un rincón.

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Si te ha gustado Marta en el parque acuático. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:37) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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