Lo conocí en un bar que ambos frecuentábamos. Su hermosura me cautivó inmediatamente. Calculé su edad en unos dieciséis años y lo que me sedujo de él fue que si bien era muy bello, casi femeninamente bello, no mostraba rastro alguno de mariconería.
La primera vez que se levantó para ir al baño advertí las deliciosas formas de su cuerpo, merced a que llevaba ropa ajustada, una musculosa y un jean. Su culo empinado y redondo no era su único encanto, también me atrajeron su cintura alta y fina, la suave pero notoria curva de sus caderas, sus muslos, llenos y bien torneados y su rostro increíblemente bello.
Relato
Lo conocí en un bar que ambos frecuentábamos. Su hermosura me cautivó inmediatamente. Calculé su edad en unos dieciséis años y lo que me sedujo de él fue que si bien era muy bello, casi femeninamente bello, no mostraba rastro alguno de mariconería.
La primera vez que se levantó para ir al baño advertí las deliciosas formas de su cuerpo, merced a que llevaba ropa ajustada, una musculosa y un jean. Su culo empinado y redondo no era su único encanto, también me atrajeron su cintura alta y fina, la suave pero notoria curva de sus caderas, sus muslos, llenos y bien torneados y su rostro increíblemente bello.
Cuando volvió del baño me miró y bajó la vista al advertir que yo también lo miraba. Pero supe que habíamos establecido un vínculo hecho de esa mirada y de miradas anteriores, furtivas pero elocuentes.
A partir de la aparición de ese chico yo iba al bar todos los días, con mi condición de viejo perverso de setenta y un años y la esperanza de encontrarlo y avanzar en la cacería.
Él no iba a diario, pero sí con frecuencia y siempre bebía una gaseosa sin dejar de mirarme furtivamente. Yo mantenía mi vista fija en él, por táctica de cazador pero también por la atracción cada vez mayor que ese chico ejercía en mí. Debo aclarar que me gustan las mujeres, pero también, como activo, los chicos lindos y recuerdo haberme calentado con algunos compañeros de la secundaria y con algún nene en el gimnasio al que concurrí por algún tiempo cuando tenía dieciocho años.
Pero volvamos a este jovencito. Una noche me decidí a lanzar el ataque decisivo luego de las miradas de costumbre. El chico estaba esa noche con un jean muy ceñido y una remera sin mangas no menos ajustada y cuando fue al baño lo fui observando sintiendo que mi pene comenzaba a endurecerse. Me levanté, fui hasta el baño y entré sin vacilación alguna. Él se estaba subiendo el cierre del jean y amagó salir, pero sin dudar lo detuve tomándolo de un brazo, con el corazón latiéndome aceleradamente. Me miró con una expresión entre asombrada y ansiosa y entonces, mientras aumentaba la presión de mis dedos sobre su brazo le dije: -Ahora nos sentamos a tu mesa.
Él me miró a los ojos durante un segundo y enseguida murmuró agachando la cabeza:
-Está bien…
-Bueno, vamos. –lo conminé y él se dejó llevar. Una vez sentados a la mesa le dije: -Sos muy lindo y seguramente lo sabés…
-Gracias… -contestó en un tono apenas audible.
-Gracias, señor… -lo corregí poniendo en marcha mi condición de dominante. Él alzó la cabeza, me miró fugazmente, tragó saliva y dijo: -Gracias… señor…
-Muy bien. –aprobé cada vez más excitado al sentir que la presa ya era mía. –Veo que además de muy lindo sos obediente y a mí me gustan mucho los chicos lindos y obedientes.
Él no dijo nada pero me di cuenta de que se había puesto colorado.
-¿Y a vos que te gusta? –le pregunté y tardó en responderme. Miraba a uno y otro lado, visiblemente nervioso, hasta que por fin dijo en voz muy baja:
-No me… no me gustan las… las chicas…
-Te gustan los chicos… Qué bien. –le dije.
-No… tampoco… -murmuró con la cabeza gacha.
-¿Y entonces qué te gusta? –inquirí desorientado.
-Me gustan los… los señores… los hombre mayores… muy mayores… -completó siempre en un tono muy bajo y yo creí haber llegado al paraíso, un paraíso pagano pero paraíso al fin, donde me esperaba un jovencito increíblemente bello al que le gustaban los hombre como yo.
Después comenzó a explayarse con una vocesita encantadora: -Es que, no sé… Mi papá se murió cuando yo tenía cuatro años… Me acuerdo mucho de él y lo extraño… ¿Será por eso que… que me gustan los hombres mayores?... –me preguntó.
-Muy probablemente, querido. -le confirmé. –Pero no te compliques preguntándote sobre el motivo. -¿Alguna vez estuviste con un señor mayor?
-¡No! –contestó como alarmado. –Tengo muchas ganas, pero… pero tengo mucho miedo también…
-¿Miedo de qué, lindo? –quise saber mientras mi verga estaba ya considerablemente dura.
-Miedo de… de que me duela y aparte de… de tener que… que aceptar que soy gay…
-Sos gay, lindo, y aceptarlo te va a aliviar, te vas a sentir mucho mejor. En cuanto al miedo de que te duela, te va doler al principio, pero si soy yo quien te desvirga lo voy a hacer con cuidado, para que goces después del dolor inicial. –hice una pausa a la espera de algún comentario, pero al ver que callaba seguí hablándole o mejor dicho, envolviéndolo en una suerte de red que yo iba a tejiendo con mis palabras. Él me escuchaba con la cabeza gacha.
-Seguramente tenés fantasías, ¿cierto? Seguramente te imaginás con un señor mayor… Él señor mayor te hace cosas… ¿Me equivoco, lindo?
-No…
-El señor mayor te mete su pene en la colita, ¿cierto?
-Sí…
-¿Y te duele?
-No… En mis fantasías no me… no me duele, me… me gusta…
-Entonces estás listo para iniciarte, querido. –lo apuré. –Porque tus fantasías expresan tus deseos y si no te duele y te gusta es que deseás probar, iniciarte por fin.
-Sí, puede ser… -admitió.
-Aceptá que llegó el momento de iniciarte, lindo. Y soy yo quien va a ponerte en el camino.
-Ay, señor… -suspiró él.
Llamé al camarero, aboné la cuenta y le ordené: -Levantate que nos vamos.
-¿Adónde?… -preguntó mientras obedecía mi orden.
-A mi casa, claro. –le dije tomándolo de un brazo.
-Decime tu nombre. –le ordené ya en la vereda.
-Alejandro… me dicen Ale… -me contestó para después preguntarme:
-¿Y usted cómo se llama?
Con una presión de mis dedos en su brazo lo conminé a andar más rápido y le dije:
-Mi nombre no importa, lindo. Llamame señor.
Entramos al cuarto y empezó todo, él me tomó por detrás y empezó a tocar mis nalgas y me susurraba cosas al oído: ¡eres una puta q aprenderá de mí!, ¡eres mi perra! Y yo se lo confirmaba le dije q seria su perra, el me volteo y quedamos frente a frente, y acercó su boca a la mía, pero mas q besarme su lengua paseaba por mi boca.
Relato erótico enviado por Putitacachonda el 29 de December de 2009 a las 23:34:17 - Relato porno leído 140731 veces
Aventuras en Paris
Jesús y Pablo marcharon a Paris para poder vender el video. Dejaron a sus tres amigos en una casa que habían alquilado en un pueblo muy pequeño en Huesca. Los dos habían quedado con Pierre, un ejecutivo muy interesado en esta clase de material.
Relato erótico enviado por mena55 el 24 de August de 2008 a las 13:55:00 - Relato porno leído 114317 veces
Si te ha gustado Me hice de un chico encantador (1) ( CON fotos) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
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señoreduardo
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:08) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:36) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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