En los recientes carnavales de Cadis, a los que yo nunca había asistido. La familia de mi esposa tiene por costumbre todos los años, de participar. Nosotros digo, mi esposa, y yo desde que nos casamos hace par de años, nunca habíamos acompañado a su familia. Hasta ahora, lo que me sorprendió fue el que no tan solo mi suegra, y mis cuñadas, formasen una comparsa, sino que en la comparsa también participaban, sus esposos, mis cuñados con sus esposas, y un par de tíos de mi esposa, con sus mujeres, en fin toda la familia, menos los más pequeños. Lo que realmente me sorprendió fue el saber que todos, incluso los tíos de mi esposa, así como sus hermanos, durante ese carnaval se disfrazaran de enfermeras, ya que en otras ocasiones se han disfrazado, de japonesas, de chinas, y de negritas africanas. Yo de primera intención dije que no pensaba participar, pero bastó que Lucia mi mujer me dijera. Bueno, si quieres dormir solo en la habitación del hotel, no lo hagas. Ya que yo, mientras que estemos aquí, dormiré en la habitación con mi mamá, y una de mis hermanas. Así que no me quedó más remedio, que participar voluntariamente en la comparsa, disfrazada de enfermera.
Relato
Para colmo el disfraz escogió mi mujer para mí era sumamente revelador. Ya que aparte de que me quedaba sumamente ajustado al cuerpo, la falda era extremadamente corta, por lo que sin querer, mostraba gran parte de mis nalgas a todo el mundo. Y eso de andar con tacos de punta, para mí era sumamente incómodo. Sin contar que en lugar de mi ropa interior, debía usar braga, y hasta sostén, de color rojo, ya que como decía mi mujer, combinaban perfectamente, con el uniforme de enfermera de color azul celeste. Pero una de las cosas que más me incomodaron fue que mi mujer buscando la perfección del disfraz, no tan solo insistió en ponerme uñas postizas, sino que también insistió en que me depilase todo mi cuerpo, diciéndome que si no lo hacía, iba parecer una enfermera muy puerca. Finalmente acepté, y fue ella quien me depiló, incluso hasta las axilas, las nalgas, y hasta mi verga. Para luego al finalizar, premiarme, dándome una increíble mamada. Yo la verdad es que en más de una ocasión mientras me ayudaban a disfrazar, pensé en, que si no sería mejor que durmiera solo durante esos días. Pero como mi mujer, me dijo. Que ya había pasado lo peor, decidí complacerla acompañándola a ella, y su familia durante el carnaval. Claro que faltaba el maquillaje, y ponerme una abundante peluca roja, como parte del disfraz. Al finalizar, y verme en un espejo, me he llevado menuda sorpresa, ya que sin falsa modestia, les diré que realmente parecía una verdadera hembra, ya que parecía, hasta que tuviera tetas, por la apretada blusa que me hicieron ponerme, y algo de maquillaje extra. A diferencia de los demás hombres de la comparsa, que a leguas se notaba que se trataba de hombres vestidos de mujer. Por su parte Lucía, mi mujer, se vistió igual que yo, es decir usando un uniforme extremadamente corto, y ajustado, que también mostraba sus paradas nalgas, y casi dejando que se le salieran las tetas. Y aunque a mí no me gustaba, que la fueran a ver así, la verdad es que se veía divina, y como ella misma me decía a cada rato. No te preocupes, que aquí nadie nos conoce. Desde que salimos a la calle, tanto Lucía como yo, creo que fuimos los que más llamaron la atención de toda la comparsa. Sin contar el sin número de piropos que nos decían, y uno que otro toqueteó de nalgas que nos dieron, sobre todo a mí. Cosa de la que hasta mi suegra, me había advertido que seguramente sucedería. Pero a pesar de esos incómodos momentos, en medio de todo la íbamos pasando bien. Ya habíamos terminado, y nos dirigíamos al hotel. Cuando una de mis cuñadas, por andar con unas plataformas extremadamente altas, se torció un pie, al caerse. El resultado inmediato fue, que mientras mi mujer, su madre, y sus hermanas, la acompañaron al hospital. El resto nos dirigimos al hotel, solo que a unas pocas calles del hotel, me separé del grupo, con la intención de tomarme unas cerveza, por lo que aun vestido de enfermera como me encontraba, entré a uno de los tantos bares de la zona, en el que un grupo de chirigotas celebraban su triunfo. Ya dentro del bar, me tranquilizó el ver, que no era el único hombre vestido de mujer. Así que ya me había tomado algunas cervezas cuando un par de tipos, me pidieron permiso para sentarse a mi mesa. Claro que de inmediato, yo por aquello de aclarar alguna equivocación, les dije que yo en realidad era un hombre. A lo que uno de ellos riéndose me dijo en tono de broma. Que se lo había sospechado, sobre todo cuando me vio orinando, de pie en el baño de hombres. Los tres seguimos bebiendo, y charlando de todo un poco, incluso hasta les conté, la razón de que me encontrara disfrazado de enfermera. Así que seguimos bebe que bebe, y habla que te habla, cuando después de un buen rato, dentro del bar se organizó un concurso de belleza, en el que varios de los hombres vestidos de mujer se apuntaron. Yo la verdad es que eso no me llamaba la atención, pero a mis dos acompañantes le pareció gracioso el que yo concursara, por lo que ante su insistencia, y por lo mucho que ya había bebido, también me apunté. En cosa de pocos minutos, varios de los disfrazados de mujer, incluyéndome a mí, nos dirigimos a la improvisada pasarela, para desfilar. Fue cuando el organizador, nos dijo a todos, ya saben traten de lucir lo más femeninas que puedan. Razón por la cual cuando me tocó desfilar, con ese ajustado uniforme que dejaba ver fácilmente mis nalgas. Actué de la manera más femenina que pude, y al momento de saludar al público, y presentarme, procuré que mis ademanes, así como mi voz, fueran bien femeninos. Creo que el primero en sorprenderse fui yo, al ganar. Y como premio me obsequiaron una botella de güisqui, que apenas regresé a la mesa, en medio de los aplausos de todos los presentes, compartí con mis dos nuevos amigos. Yo estaba tan contento, y feliz. Que cuando uno de mis acompañantes, por pasar el rato, me sacó a bailar. Yo acepté, sin preocuparme por lo que fueran a pensar de mí, ya que como estábamos en carnaval, y a cada rato escuchaba, decir. Durante el carnaval se permite todo, me puse de pie, y agarrado del brazo por mi acompañante, orgullosamente nos fuimos al centro del bar a bailar, como lo estaban haciendo otras parejas de hombres, que al igual que también estaban disfrazados de mujer. Cuando a medida que bailábamos le comenté a mi pareja, que se sentía raro bailar con otro hombre, él me respondió. Es más o menos lo mismo, que cuando dos mujeres bailan, o es que acaso nunca has visto alguna parienta tuya bailando con otra mujer. La verdad es que si las he visto, en un sin número de fiestas, y quizás el tomar en eso en cuenta, hizo que no me siguiera sintiendo raro. Ya que cuando regresamos a la mesa, y volvernos a servir otro trago de güisqui, nuestro otro acompañante, también me sacó a bailar. Yo no sé si sería, por lo mucho que ya había bebido, o por la manera en que ellos dos me estaban tratando, pero de momento me di cuenta, de que yo seguía actuando, y hablando como si realmente fuera una mujer. Pero en lugar de dejar de hacerlo, me dio un ataque de risa, y hasta se lo comenté, con voz aflautada, a mis compañeros de mesa, que también se rieron, y mucho. Así seguimos bebiendo, y bailando, pero a medida que yo bailaba ya fuera con uno, o con el otro, en cierto momento mientras bailábamos bien pegados, comencé a sentir las vergas de ellos contra mi cuerpo, y sus manos agarrando descaradamente mis nalgas, cosa a la que no le di importancia, ya que lo vi como parte del carnaval. Al regresar a la mesa, uno de ellos agarrándome la mano, me comentó que tenía las manos suaves, y unas uñas muy bien decoradas. Yo no le dije, que fue mi mujer la que me las pegó, y las decoró. Casi de inmediato, continuó a diciéndome lo linda que me veía con ese disfraz, y cuando menos me lo esperaba, me ha robado un beso, frente a su compañero, sin que yo me opusiera. Luego mientras él me continuaba besando, y metiendo su lengua dentro de mi boca, guío una de mis manos, y la colocó sobre su caliente, y duro miembro. Yo me sorprendí, pero no pude, o quise decir nada, ni hacer nada por detenerlo, solamente lo dejé que me siguiera besando, y metiendo toda su lengua dentro de mi boca, mientras que con su otra mano me acariciaba los muslos, y gran parte de mis nalgas frente a todos. En ese momento el otro tipo, propuso que nos fuéramos a su apartamento, para seguir bailando. Así que con media botella de güisqui, guardada dentro de una bolsa de papel, los tres salimos del bar. Y a medida que los tres íbamos caminando, ellos dos por toda la calle me fueron besando, y agarrando mis nalgas, y muslos, frente a todo el mundo. A esa hora de la madrugada, pasamos frente al hotel, donde me alojaba. Yo no dije nada, y seguimos hasta su apartamento. Al llegar a la puerta de su edificio, había un par de tipos, a los que uno de mis acompañantes se quedó saludando, mientras que ellos se quedaron riendo, el otro agarrándome por las nalgas descaradamente, me ayudaba a subir las escaleras. Apenas entramos, el que me había estado agarrando las nalgas, volvió a servirme otro trago de güisqui, mientras que el otro, apenas nos dio alcance, de inmediato puso algo de música. En ese breve momento, me di cuenta de lo que estaba a punto de pasarme. Pero lo que ahora veo como algo totalmente pervertido, y depravado, que no debí dejar que sucediera. En esos instantes me pareció la cosa más normal, y natural del mundo. Por lo que a medida que yo me tomaba el trago de güisqui, nuevamente me puse a bailar, con ellos, y de inmediato, volvieron acariciar mis nalgas, y ha besarme introduciendo sus lenguas dentro de mi boca. Mientras que yo seguí actuando, como creo que lo hubiera hecho, cualquier mujer, en las mismas condiciones y circunstancias en que me encontraba. Por un rato seguí bailando con ellos, sintiendo sus calientes vergas contra mis paradas y casi desnudas nalgas. Sin oponer la menor resistencia, dejé que mientras uno de ellos, se colocaba a mis espaldas, me fue conduciendo hasta el sofá de la sala, en el que comencé a recostarme, mientras que el levantó la corta falda del disfraz que yo estaba usando, y bajó las pequeñas bragas que cargaba puestas, hasta que me las quitó. El otro poniendo sus manos sobre mis hombros, hizo sin mucho esfuerzo, que yo me fuera inclinando, hasta que de momento me encontré con su erecto miembro, ya fuera de su pantalón, esperando que yo lo cubriera con mi boca. Sin que ninguno de ellos dos me lo dijera, abrí mis piernas, y con mis propias manos separé mis nalgas totalmente depiladas, y casi de inmediato comencé a sentir como el que estaba tras de mí, comenzó por ir introduciendo sus dedos, embadurnados en alguna crema, dentro de mi culo. Mientras que yo silenciosamente, agarré aquel miembro que se encontraba frente a mi cara, y me dediqué a pasar mi lengua por sobre el grueso glande, tal y como si se tratase de un gran barquillo de helado. De momento el que estaba a mis espaldas, sacó sus dedos de mi culo, y sin prisa, pero sin pausa, comencé a sentir como su caliente, y dura verga se iba abriendo paso a través de mi esfínter. Él me fue apretando con sus brazos, contra su cuerpo, hasta que llegó el punto en que ya tenía dentro de mí, enterrado todo su miembro. Y aunque sentí algo de dolor, a medida que él comenzó a ir sacando, y volviendo a meter toda su sabrosa verga dentro de mi culo, yo lo comencé a mover, mis nalgas, de un lado a otro, y de atrás hacia adelante, rítmicamente a medida que él no paraba de seguir sacando, y metiendo, su dura verga dentro de mi culo. Apretándome sabrosamente con fuerza, contra su cuerpo, y mordisqueando mi nuca y mis orejas. Diciéndome que yo tenía un lindo y sabroso culito. Yo en medio de todo, creo que me sentía orgullosa al escuchar sus palabras, y con más fuerza movía mis caderas sin detenerme, restregando mi cuerpo contra el de él. Y de estar lamiendo aquella otra gran verga, me dediqué a mamar gustosamente, tragándome casi todo lo que podía, chupándola hasta más, y no poder. A medida que ellos dos me seguían penetrando por el culo, y boca. No podía creer que yo estuviera disfrutando tanto, todo eso. No tan solo que me dieran salvajemente por el culo, sino que el estar mama que mama, en esos momentos, aunque no lo crean, era algo que me producía un gran placer, el estar haciéndolo. Tan es así que cuando al que le estaba mamando su parada verga, comenzó a venirse dentro de mi boca, yo en esos momentos gustosamente me tragué todo su semen, chupándome, hasta la última gota que salió de su verga. De eso, a que, el que me estaba dando por el culo sabrosamente se viniera, pasó un buen rato. Por lo que ya sin la verga de su compañero dentro de mi boca, yo gemía de placer, a cada empujón que él le daba a su verga dentro de mi culo. Le rogaba para que me diera más duro, y sentirlo más dentro de mí. Hasta que me apretó con fuerza contra su cuerpo, y descargó toda su leche dentro de mí. Yo me quedé tendido sobre un sofá, con mis piernas bien abiertas, mientras que él sacaba su verga de mi culo. Al poco rato me puse de pie, y de manera bien femenina, pregunté por el baño. Donde tras expulsar lo que pude, y lavarme, regresé donde ellos dos. En esos momentos les comenté, que era la primera vez, que hacía algo como eso. Que hasta esa noche, en mi vida ningún hombre me había tocado, y mucho menos penetrado. Fue cuando uno de ellos me dijo, que yo parecía una puta profesional, por lo bien que movía el culo. Fue cuando su compañero me pidió que modelara frente a él, tal como si fuera una puta buscando cliente. Yo que deseaba seguir disfrutando de una de esas dos vergas dentro de mí, de inmediato hice lo que él me pedía, mientras que ellos dos agarrando sus propias vergas, se reían. Por eso sin que me lo pidieran, mostrando mis desnudas nalgas, me puse a gatear frente a ellos, hasta que llegué a estar frente a sus vergas, las que me dediqué a mamárselas. Yo mismo, no podía creer, que estuviera haciendo eso, pero mi deseo de que me volvieran a penetrar era tal, que apenas al que le mamé su verga al principio, se le paró, de inmediato le ofrecí mis nalgas. Pero en lugar de colocarse sobre mí, me indicó que me recostase en el sofá boca arriba, y agarrándome por los tobillos separó mis piernas, dirigiendo su verga directo a mi culo. Por lo que vi claramente como me fue penetrando. Para al poco rato su compañero me pusiera a mamar. En esos momentos mientras seguía mama que mama, y dejando que me dieran otra vez bien duro por el culo, me puse a masturbarme. Así continuamos, hasta que ellos dos, al ya no poder seguir clavándome sus vergas, hicieron que yo mismo, me metiera una botella por el culo. Ya cuando pensaba que todo se había terminado, uno de ellos me dijo. Qué si yo lo deseaba, él podía invitar a un par de sus vecinos, para compartir mi culo con ellos. La verdad es que ni lo pensé, y de inmediato le respondí que si. Lo que no me dijo fue, que esos dos vecinos eran un par de negros, dueños de unas descomunales vergas. Los que al llegar y al verme, sin perder tiempo sacaron sus tremendos miembros, los que al principio me puse a mamar, alternando entre uno y el otro, frente a mis dos primeros acompañantes. Yo me sentía como en la gloria, al sostener cada una de esas vergas entre mis manos, e ir chupándolas con mi boca. Hasta que uno de los negros, el más gordo, se colocó tras de mí y de un solo empellón me ha metido toda su verga dentro de mi culo. Yo hasta pegué un agudo grito, más de sorpresa que de dolor. Pero de inmediato continuó metiendo y sacando toda su verga de entre mis nalgas, mientras que yo no dejaba de mover mi culo restregándolo contra su cuerpo, chillando y gimiendo de placer, hasta que su compañero sin más ni más, colocando su verga dentro de mi boca me la hizo tragar casi toda. Mientras que yo disfrutaba de todo eso, me di cuenta que mis dos primeros amantes, se estaban besando entre ellos. El resto del tiempo seguí dejando que aquel par de negros continuasen dándome salvajemente por el culo, hasta más y no poder. Además perdí la cuenta, del sin número de veces, que los cuatro me pusieron a mamar sus vergas, haciendo que me tragase toda su leche. Al finalizar, como pude me puse las bragas, me medio arreglé la peluca, me pinté los labios, y tras despedirme de ellos salí de su apartamento. Aún estaba bastante oscura la calle, pero si alguno de los tipos, que se atravesaron en mi camino de regreso al hotel, me hubiera pedido que le diera el culo, seguramente lo hubiera complacido. Pero no fue así, al entrar en nuestra habitación, me di cuenta de que mi esposa no había llegado, por lo que pensé que estarían en la sala de emergencias. Me di un buen baño, y expulse todo lo que pude, para finalmente acostarme a dormir. Yo me vine despertando cerca del mediodía, y al bajar a la recepción del hotel, me encontré a mi cuñada sentada, con una venda en el pie. Cuando le pregunté por mi esposa, y el resto de sus hermanas, lo que me respondió, y con mucha rabia, fue. La única que se quedó conmigo fue mi madre, el resto de seguro que debió haber ido a quien sabe dónde, y con quien sabe quién. Yo me hice el tonto, como si no la hubiera escuchado, y decidir salir del hotel para ir a tomarme un café, cuando veo que llega una camioneta de la que se bajan mi mujer, y sus dos hermanas, medio desnudas, bien borrachas, y hediondas a sexo. Dentro de la camioneta aun había cuatro hombres. Yo que fui el único que las vi llegar, en semejante estado, pero por no formar un escándalo, no dije nada. Ya a solas en la habitación le pregunté a mi esposa, que les había pasado a las tres. Ella que estaba bien borracha, me dijo riendo, que entraron a un bar en el que había una fiesta, en la que ni ella, ni sus dos hermanas conocían a nadie. Se pusieron a bailar, con unos chicos que las invitaron, y cuando se dieron cuenta a las tres las estaban follando varios tipos, los que hasta por el culo le dieron a las tres, además de que las pusieron a bailar desnudas, y como premio las pusieron a mamar. Al final las montaron en una camioneta, y las trajeron hasta el hotel. Desde luego que no le he contado nada, de lo que me sucedió a mí, ni tampoco le he recordado nada, de lo que ella me contó. Pero para los próximos carnavales, de seguro que tanto ella como yo nos apuntamos.
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 120861 veces