Categorias

Relatos Eróticos

Ultimas fotos

Photo
Enviada por narrador

Photo
Enviada por ELCASUAL

Photo
Enviada por rodolfosalinas


 

Me sentí tan y tan humillada…

Relato enviado por : narrador el 10/12/2013. Lecturas: 12980

etiquetas relato Me sentí tan y tan humillada…   Amor filial .
Descargar en pdf Descarga el relato en pdf
Resumen

En mi vida, jamás alguien me había hecho sentir, tan humillada, y vejada. Yo me encontraba supervisando la construcción de mi futura casa, cuando vi que uno de los trabajadores, después de ver el reloj, se había detenido a fumar un cigarrillo. Eso me indignó tanto, que de inmediato comencé a llamarle la atención, regañándolo, insultándolo, y diciéndole hasta del mal que iba a morir, por vago, sinvergüenza y ladrón.  Ignorando por completo que esa acción, se revertiría totalmente en contra mía.




Relato

Bueno quizás mi esposo tenía algo de razón al decirme, en innumerables ocasiones, que yo soy, malcriada, altanera, sínica, grosera, orgullosa, y sobre todo muy sarcástica, al momento en que me comunico con las personas, que de alguna forma, u otra me presta algún servicio, por el que estoy pagando. Y eso que es mi esposo, y dice que me ama. Me pregunto, que diría si no me amara.

 

Bueno, regresando al lo sucedido. Ya eran un poquito  más de las doce del día, cuando sucedió ese incidente. Incidente que al poco rato, ya yo había dejado de darle importancia. Me alistaba para salir a almorzar, cuando el capataz a cargo de la obra, se me acercó, y de manera muy respetuosa, dirigiéndose a mí me dijo. Usted perdone Licenciada, a lo que de inmediato le corregí, diciendo. Querrá decir Doctora, el capataz algo avergonzado, continuó diciéndome. Perdone usted, Doctora, le voy a pedir de favor, que cuando regrese de almorzar, tenga la bondad de disculparse con el indio.

 

Yo la verdad es que me quedé, como si no tuviera la menor idea de lo que el capataz me estaba hablando. Por lo que el mismo capataz, como que se dio cuenta de mi despiste, y de manera muy decente, me dijo. Doctora, me refiero al hombre que regaño, por ponerse a fumar, tenga en cuenta que ya eran más de las doce del día, y él es sino el mejor, es uno de los mejores trabajadores que tengo, lo malo es que también es un poquito bruto, y se toma las cosas muy apecho, así que por su propio bien, le ruego que por favor se disculpe con él.  

 

Yo la verdad es que en ese instante, no entendía por qué, el indio ese, se iba a molestar conmigo. Fue cuando se me ocurrió decirle al capataz, que lo despidiera. El pobre hombre me respondió, pero no es para tanto Doctora, además no tengo ahora mismo para pagarle, y si lo despido debo compensarlo según las leyes del trabajo. Yo sin inmutarme le pregunté al capataz, y de cuánto dinero estaríamos hablando. El capataz lo pensó por un instante, y tras calcularlo me dijo una cantidad, y casualmente en mi cartera, yo sabía que tenía un poco más, de lo que él había calculado, y entregándole todo eso le dije. Ya sabe, no quiero volver a ver a ese tipo más por aquí.

 

Despachando al capataz con una sonrisita, le dije, no se preocupe, que cuando yo regrese seguramente, ya a él se debe haber marchado. Aunque el capataz trató de decirme algo más, yo me monté en mi auto, y sin darle la menor importancia, a lo que él me había dicho, arranqué a toda velocidad.

 

Ese día después de irme al cercano Centro Comercial para almorzar, decidí dar una pequeña vuelta por el mismo, y visitar una que otra tienda, de las que salí con varias bolsas repletas de ropa intima, incluso hasta me dejé puesto un lindo conjunto que compre, de pantis, y sostén color rojo, que me encantó para sorprender a mi esposo. Por eso en lugar de regresar a la una, a la obra, vine llegando casi a las tres de la tarde. Justo cuando estaba llegando, los obreros se encontraban recogiendo sus herramientas, incluso hasta el capataz, se me acercó y señalando el cielo, me dijo. Señora, perdón quise decir Doctora, como lo que se avecina, ya mismo, es una fuerte tormenta, y si mañana amanece lloviendo, no vamos a venir a trabajar, porque nada se podrá hacer mañana, si amanece lloviendo. Yo aunque la verdad pensé, que lo que deseaban en realidad, era agarrarse el día libre, le dije al capataz. Desde luego que no pensaran, en que les voy a pagar el día de mañana sino vienen a trabajar. Doctora, eso lo sabemos. Me dijo el capataz. En ese instante se cruzó conmigo, ese al que le decían el indio, aunque se me quedo viendo como si yo le debiera algo, yo la verdad ni le di importancia y seguí caminando.

 

Así que al poco rato, escuché el camión del capataz arrancar, por lo que me supuse que se había llevado a todos los trabajadores, pensé que me encontraba sola en la construcción, y me dediqué a ver que tanto había avanzado, mi futura casa. No bien ya habían pasado ni unos cinco minutos, cuando comenzó a caer la fuerte lluvia, de la que tanto el capataz había hablado. Yo había dejado mi auto, bien retirado de la entrada de la casa, ya que aun no se encontraba terminada, pensé en quedarme dentro de la casa, y esperar a que la lluvia pasara, pero mientras más esperaba, más oscuro se ponía el día, daba la impresión que fueran ya casi las seis o siete de la noche, y más fuertes los rayos, truenos y relámpagos caían.        

 

Aparte de la fuerte lluvia, los relámpagos, truenos, y la fuerte ventisca, sentí un frio tremendo. Y en parte creo que por eso, me dieron unas tremendas  ganas de orinar. Como la visibilidad era tan poca, no pensé que nadie fuera de la casa pudiera llegar a verme orinando, además, mi esposo y yo habíamos decidido construir en ese lugar, para mantenernos bien retirados de los futuros vecinos, así que busqué un rincón de la sala donde me encontraba, confiadamente subí mi falda hasta mi cintura, y bajar hasta un poco más arriba de mis tobillos, mis nuevas pantis rojas, me agaché para orinar.    

 

Yo estaba de lo más distraída, viendo y escuchando cómo caía la lluvia, y sonaban los estruendosos relámpagos, cuando de momento al voltear mi cabeza hacía la derecha, que me encuentro siendo observada por un hombre, de momento no lo reconocí, pero al levantar mi cabeza, vi que se trataba del tal indio. Estaba viéndome orinar, y yo me sentí sumamente incomoda e indignada por tal situación, así que sin terminar aun de haber orinado, le dije. Pero esto es el colmo de su desfachatez, como se atreve a estar parado ahí viéndome orinar. Yo pensaba seguir regañando al tipo ese, cuando de golpe sentí un fuerte manotón en mi cara, que me hizo perder el balance, y caer rodando por el sucio piso, lleno de polvo, tierra, arena, y cemento.

 

Quedé tirada en el suelo, con mi falda completamente recogida, mis pantis en los tobillos. Aunque no perdí el sentido del todo, yo iba a ponerme de pie, y estaba tan indignada, que hasta pensé en levantarme caerle a patadas a ese tipo, cuando apenas comencé a incorporarme, me llevé una de mis manos a mi rostro, y al observar mis dedos los vi cubiertos de sangre, en ese instante me entró un pánico tremendo, tanto que cuando el tipo ese me agarró por el cabello, yo me quedé como paralizada, y sin darme oportunidad de ponerme de pie, comenzó arrastrarme, por lo que en un futuro sería el pasillo principal de la casa.

 

De un solo jalón me introdujo en la habitación principal. Yo como pude me puse de pie en una esquina, pegada a la pared, completamente desorientada, asustada, llorando tanto por el dolor, como por el golpe que recibí, además por el inmenso miedo que sentí, y sin comprender claramente que estaba pasando. Cuando él sacó de uno de sus bolsillos una gran navaja, y mostrándomela me dijo. Ahora pedazo de puta, quítate la ropa, o yo mismo te la arranco.  

 

La verdad es que lo único en lo que me fijé fue en la gran navaja que el tipo ese cargaba en una de sus manos, por lo que a pesar de lo asustada, y nerviosa que me encontraba, comencé lentamente a soltar los botones de mi blusa. Sin levantar mi cabeza, viendo fijamente como algunas gotas de mi sangre chorreaban hasta el sucio suelo, terminé de quitarme la blusa, mientras que afuera de la casa los rayos, truenos y relámpagos continuaban cayendo con fuerza, junto con la fuerte lluvia. 

 

No bien me había quitado la blusa, cuando me detuve por un instante, pero de inmediato, escuché su voz como un trueno gritándome, no te hagas la pendeja, y termina de quitarte la falda, perra. Yo con lo asustada que me encontraba, apenas y pude soltar el broche que sujetaba mi falda, para de inmediato dejarla caer sobre el empolvado y sucio piso de la habitación. Sin dejar de llorar de lo asustada que me encontraba, me quedé tratando inútilmente de cubrir, mi casi desnudo cuerpo, con mis manos y brazos, al tiempo que inútilmente trataba de subirme las pantis. El indio, me señaló los zapatos, por lo que con un ligero movimiento de mis pies me los quité, dejándolos a un lado.

 

De inmediato el tipo ese, sin dejar de mover la navaja en el aire, y señalándome con ella me continuó diciendo, ahora maldita perra, termina de quitarte primero la pantaletas, y luego el sostén, y no me haga esperar. De manera sumisa aunque bien asustada, y sin dejar de estar llorando, le obedecí. Por lo que me iba a inclinar ligeramente, para bajar mi panti roja, cuando me di cuenta de que se encontraban en mis tobillos, mientras que con mis manos trataba de cubrir mi coño, de inmediato moviendo los pies, terminé de quitarme la panti. Luego tratando de ponerme de espaldas a él, comencé a quitarme el sostén. Al terminar lo escuché, decirme. Ahora sucia date la vuelta, que quiero ver de frente, a la puta que ordenó, al pendejo del capataz que me despidiera.

 

Lentamente le obedecí, y al estar frente a él, me dijo retira tus manos de las tetas y de tu coño, los quiero ver, diciendo eso sin dejar de blandir su  navaja, frente a mis ojos, a poco pasos de mi. Yo mientras me daba la vuelta, para estar frente a él, comencé a decirle. Que todo se trataba de una equivocación, pero apenas comencé hablar, me hizo callar, colocando su navaja sobre mi boca, en señal de que me quedase callada.  

 

 

Al hacerle caso, me siguió diciendo, ahora abre las piernas que deseo ver tu coño. Yo obedecí de inmediato, y llena de pánico, separé mis piernas un poco, fue cuando nuevamente lo escuché gritándome. Te dije que abrieras las piernas, puta del carajo. Por un instante me pareció que esa gran navaja la iba a enterrar en uno de mis muslos, por lo que rápidamente, separé lo más que pude mis piernas, dejando ante sus lujuriosos y desorbitados ojos, mis piernas y mi coño completamente abiertos.

 

Él se me acerco tanto, que sin mucho esfuerzo, pude sentir su aliento hediondo a cigarrillo, y el fuerte olor de sudor que emanaba de su cuerpo. Yo a todas estas, cerré mis ojos con fuerza, al mismo tiempo que no paraba de llorar, muriéndome de miedo, pensando que en cualquier momento, el desgraciado ese me podía apuñalar con esa navaja, si no le hacía caso.

 

De golpe sentí, una de sus fuertes manos, agarrando completamente mi vulva. En ese instante sumamente asustada, abrí desmesuradamente mis ojos, y viéndolo directamente a los ojos, sentí que prácticamente me estaba violando. Sin soltarme, y aun con su navaja blandiéndola frente a mi rostro me dijo. Ahora vas hacer todo lo que te ordene, y cuidado con desobedecerme, porque te corto la cara, entendiste. A mí no me quedó más remedio, que sumisamente asentar de manera afirmativa, con mi cabeza, al tiempo que con un pequeño hilo de voz, logré decirle que sí.

 

Fue cuando, soltando mi coño, de inmediato se  llevó su mano a la nariz, y mientras olía profundamente sus dedos, se retiró apenas un poco, me dijo riéndose. Quiero que me mames la verga. A mí no me quedó más remedio, que dejarme caer de rodillas, frente a él, quien en todo momento no dejaba de apuntar su navaja a mi cara, lo que me puso más nerviosa todavía, tanto, que hasta sin querer, comencé a orinarme encima.

 

Lo que al muy desgraciado le produjo mucha gracia, y sin dejar de reírse, continuo insultándome, diciéndome. Bueno, perra a ver si como meas, mamas. Por mi mente pasaron, un sin número de ideas, desde darle un fuerte empujón, y salir corriendo, tal y como me encontraba. Hasta llegar a morder su miembro una vez que lo tuviera dentro de mi boca. Pero el pánico que sentía, de que me fuera apuñalar, o por lo menos a desfigurar mi rostros, a pesar de lo humillada, y vejada que me sentía, no me quedó más remedio que obedecerle, ciega y sumisamente.        

 

Por lo que aun, con mi orine corriendo entre mis muslos, de rodillas, con su semi erecto y apestoso miembro, frente a mi rostro, volví a cerrar mis ojos, y abrí mi boca. Yo esperaba que él colocase su verga dentro, pero lo que hizo fue decirme, mira puta, has el trabajo completo. Agárralo entre tus manos, y llévatelo a tu boca, pero eso sí, antes te pones a lamerlo, y a chuparme la cabeza.

 

A pesar de la fuerte repulsión que sentí, el miedo a que me fuera a cortar la cara, o el cuello era mayor, por lo que a pesar de la gran humillación que sentía, agarré su verga entre mis dedos, y colocándola frente a mi boca, comencé a pasar mi lengua tímidamente por sobre su colorado glande, y aunque el olor, y sabor a orín, era fuerte, mucho más fuerte era el miedo que yo sentía, de que me matase. Por lo que a medida que continué lamiendo la cabeza de su verga, también comencé a dejar que fuese penetrando mi boca.

 

Yo aun a pesar de tener esa cosa dentro de mi boca, contra mi voluntad, no dejaba de pensar en lo que él me pudiera llegar hacerme si lo desobedecía. Por lo que a pesar del pánico que sentía, comencé a mamar su ya erecta y caliente verga, con mi boca.   

 

Yo esperaba que en cualquier momento, él descargase su semen. Pero sin aviso previo, sacó su verga de mi boca, y dándome un empujón con una de sus rodillas, diciéndome. Acuéstate en el suelo, y abre las piernas. Yo caí de espaldas sobre el piso, y aunque asustada, por su manera tan brusca de tratarme, ya sabiendo lo que me esperaba. Abrí mis piernas, a pesar de que por dentro de mi le deseaba la peor de las muertes, al desgraciado ese. Pero mi impotencia para defenderme era tal, que a pesar de todo, el miedo a que me fuera a matar, hacía que le obedeciera ciegamente, sin atreverme a contradecirlo o llevarle la contraria.   

 

Resignada a mi suerte, me quedé recostada sobre el charco de mi propio orine, procurando no ver a mi atacante, directamente a la cara. Por miedo a que se molestase, pero si me di cuenta de que no tan solo se bajó los pantalones, sino que se desnudó completamente, sin soltar ni por un momento aquella maldita navaja. Mientras que afuera de la construcción continuaba lloviendo copiosamente, luego de separar mis piernas con sus pies, comenzó a colocarse sobre mí, mientras que yo terminé de tenderme de espaldas, y volteando mi rostro hacía la pared, sin dejar de llorar, comencé a pedirle que me perdonase, y le rogaba diciéndole que por lo que él más quisiera, que no me hiciera daño.  

 

Pero antes de que sintiera que comenzara a penetrarme, agarrándome por la quijada, y obligándome a verlo a los ojos, me dijo. Cállate maldita, voy a darte una lección que jamás olvidaras, por hija de puta, así que repite lo que yo te diga. Quiero que me lo metas, quiero que me hagas tu mujer, y así continuó diciendo un sin fin de cosas, que yo aunque muerta de vergüenza las repetía automáticamente, una y otra vez.

 

Cuando de momento comencé a sentir, que mi coño era penetrado por su verga. Yo traté de permanecer quieta, sin pensar en nada, pero a medida que él continuó metiendo, y sacando su verga de mi coño, me dijo ahora muévete. Cosa que por el miedo a que no me fuera a puyar con la navaja, de inmediato comencé hacer. Me sentía tan humillada, no tan solo por sus palabras, sino por todo lo que me estaba obligando hacer, en contra de mi voluntad.

 

A pesar de encontrarme completamente desnuda, dejando que me penetrase, manoseara, y besara como a él le daba la gana. Yo seguí moviendo mis caderas, al principio de manera mecánica, pero poco a poco a medida que continuaba sintiendo su verga entrando y saliendo de mi coño, de manera bien salvaje, y sus manos agarrando tanto mis tetas como nalgas, y su boca introducía su lengua dentro de mi boca. Yo me di cuenta de que yo misma, me encontraba, no tan solo moviendo todo mi cuerpo, sino que a pesar de lo sucedido, en parte disfrutaba de todo lo que él me estaba haciendo, en contra de mi voluntad.  

 

Mis profundos gemidos, me delataron, y para colmo en ciertos momentos en que sentía su verga bien adentro de mi coño, le pedía que me diera más, y más duro. Yo no podía entender cómo era posible, que encima de que me estaba violando, yo le pidiera que me diera más duro, sin dejar de mover mis caderas, restregando mi bien penetrado coño, contra su cuerpo. Así estuve moviéndome, gimiendo y pidiendo que continuase, hasta que él lo sentí venirse dentro de mí. Y a los pocos segundos, aparte de sentirme sumamente avergonzada, humillada, ultrajada, vejada, y sometida por él, también disfruté de un tremendo, y profundo clímax, como nunca antes lo había tenido.

 

El indio apenas terminó, se puso de pie, y dirigiendo su mirada a mis nalgas, me dijo. Ahora, quiero que me lo vuelvas a mamar, que tengo muchas ganas de comerte el culo. Yo la verdad es que al escucharlo me asusté, y comencé a decirle que no me fuera a hacer daño, cuando de inmediato, levantó su mano derecha ligeramente, haciendo un ademán como si me fuera a pegar, para que yo al verlo, de inmediato me quedase callada, y en silencio, por el miedo a que me fuera a herir, o golpear nuevamente, por desobedecerle. Así que apenas se volvió a colocar frente a mí, de inmediato, bien consciente de que no debía contrariarlo, me arrodillé frente a él, dirigiendo mi boca a su verga, la que sin demora alguna tomé entre mis dedos, se encontraba aun con algunas gotas de su semen chorreando por su glande, y el resto de su verga, completamente mojada por mis fluidos vaginales. Dedicándome a mamar intensamente, hasta que su verga rápidamente se tonificó.

 

En cosa de segundos, apenas su verga se volvió a poner dura, el muy desgraciado volvió a ordenarme que le pidiera, o mejor dicho que le rogase que me clavara su verga por el culo. Cosa que muy a pesar mío, hice de manera insistente, casi llorando, le solicitaba que me diera por el culo, una y otra vez. Hasta que él colocándose tras de mí y sin compasión alguna, mientras que yo permanecía con mi rostro y mis tetas pegadas al piso, y mis piernas separadas, con mis nalgas al aire, enterró prácticamente de un solo golpe su miembro, entre mis adoloridas nalgas,, sin compasión alguna.

 

En esos instantes, de inmediato por mis mejillas corrían mis lagrimas, más que por el dolor de ser sodomizada de esa tan brutal manera, avergonzada lloraba sin parar, sintiéndome mucho más humillada, de lo que ya me sentía. Reconociendo a lágrima viva, que yo era la responsable de todo lo que me estaba sucediendo en esos momentos, de o haber sido tan grosera, engreída y mal educada, al momento de llamarle la atención a ese tipo, y posteriormente exigirle al capataz que lo despidiera.

 

A pesar del fuerte dolor que sentía, seguía pidiéndole que continuase dándome por el culo, sin parar. En esos momentos me encontraba tan y tan agotada, que perdí completamente el sentido. Pero al despertar, me encontré, rodeada de policías, paramédicos, y hasta periodistas que no dejaban de tomarme fotos. Yo estaba aun completamente desnuda, con mi cuerpo todo sucio, hediondo a sexo, con lamparones de leche por todo mi cuerpo.

 

Además de tener una gran cantidad de sangre seca, que al parecer había chorreado por mis muslos, desde mi culo. En fin estaba hecha toda una porquería, tanto los policías como la prensa, no dejaba de acosarme con preguntas. Hasta que gracias a Dios los paramédicos me colocaron en la camilla, me cubrieron con una sabana, y ya dentro de la ambulancia, me comenzaron a dar los primeros auxilios.

 

AL leer en los periódicos, la noticia, quería morirme. Decían todo tipo de barbaridades sobre mí. Desde que había participado en una orgía, a que me había puesto a trabajar de puta, y un cliente por no pagarme me había caído a golpe. Claro que una vez que recuperé el sentido y di mi declaración a los fiscales, fue fácil identificar a mi agresor, aunque hasta ahora no lo han agarrado. Lo último que supe, fue que posiblemente regresó a su selva. Pero desde esos días, no he vuelto a faltarle el respeto a ninguna otra persona. Por temor a que me vuelva a pasar algo parecido…  

 

 Sexo anal a una sumisa  Sexo anal a una sumisa


Otros relatos eroticos Amor filial

me folle a mi hijo de 17 años

Categoria: Amor filial
Me folle a mi hijo de 17 años
Relato erótico enviado por Anonymous el 09 de April de 2007 a las 18:39:16 - Relato porno leído 1400511 veces

minetras me hacia la dormida

Categoria: Amor filial
Lo que pasa mientras aparento estar dormida... es un secreto de hermanos, ahora tambien lo sabeis vosotros...
Relato erótico enviado por bichitita7 el 07 de December de 2004 a las 17:07:30 - Relato porno leído 1142382 veces
ESTE ES EL RELATO 100% REAL Y 1000% CALIENTE DE COMO MI PEQUEÑA PRIMA Y YO HEMOS PASADO GRANDES MOMENTOS DE AMOR INCESTUOSO CALIENTE Y PROHIBIDO
Relato erótico enviado por elgoloso el 21 de May de 2008 a las 22:00:00 - Relato porno leído 1066964 veces

traumatico incesto

Categoria: Amor filial
Cogí a mi hijo, aún no podemos superarlo.
Relato erótico enviado por martita el 02 de July de 2004 a las 14:39:38 - Relato porno leído 992773 veces

una historia de incesto

Categoria: Amor filial
una historia de incesto
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 786398 veces
Si te ha gustado Me sentí tan y tan humillada… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Me sentí tan y tan humillada…. narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:48) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:24) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


Registrate y se el primero en realizar un comentario sobre el relato Me sentí tan y tan humillada….
Vota el relato el relato "Me sentí tan y tan humillada…" o agrégalo a tus favoritos
Votos del Relato

Puntuación Promedio: 0
votos: 0

No puedes votar porque no estás registrado