Cómo no sucumbir ante su belleza si desde que tuve uso de razón ha sido todo en mi vida, me refiero a mi hermosa madre....
Relato
Sé que muchos de los relatos que se hacen aquí en éstas páginas obedecen a la fantasía de sus autores, y tal vez a un deseo reprimido por todo aquello que hubiéramos querido vivir en un momento de nuestras vidas. Mi caso fue real y tuvo mucho que ver, el haberme criado entre mujeres; mi madre, y una hermana mayor que yo. Mi padre debido a su trabajo permanecía gran parte del año en medio de sus correrías, las cuales se hicieron cada vez mas frecuentes y prolongadas. No tuve una relación mayor con él, y no guardo mayores recuerdos gratos de su papel como padre y ejemplo de formación. De ahí que mi madre debió ocupar ese espacio, en temas como mi educación sexual, y aun cuando en el colegio recibía alguna instrucción al respecto, la verdad que mi curiosidad por el sexo opuesto, tuvo como referentes las dos mujeres con las cuales convivía. Desde los 10 años comencé a experimentar una desazón extraña cuando por alguna circunstancia, observaba involuntariamente a mi madre o a mi hermana en prendas menores, y aun cuando ellas no prestaban mayor atención a mi presencia, sentía que mi corazón latía apresuradamente al tener el espectáculo de sus cuerpos semidesnudos. Mi madre es una mujer de mediana estatura, pues mide 1.65, caderas anchas de talla 14, trasero pronunciado y senos grandes. Sus piernas son gruesas y torneadas, y en esa época para sus 35 años se veía muy bien, aunque ella fuera algo recatada en su vestimenta diaria. Trabajaba como docente en la ciudad donde vivíamos. Mi hermana 5 años mayor que yo, terminaba su secundaria y se alistaba para entrar a la universidad. No teniendo el cuerpo de mi madre, pues era un poco mas delgada, si hacía presagiar que con el desarrollo posterior heredaría sus voluptuosas formas, aunque era un poco mas alta, con 1.70 cmts de estatura.
De un momento para otro y cuando estaba próximo a cumplir 13 años, descubrí la masturbación sin que nadie me hubiera hablado de ella. Y justamente ocurrió porque el diario trasegar en casa, era una tentación insufrible, mas cuando ahora yo, dándome mis mañas comencé a espiarlas mientras se vestían en las mañanas luego de tomar su baño diario. Me encantaba observar en particular a mi madre, cuando después de ducharse entraba al cuarto y despojándose de su toalla procedía a embadurnarse de crema humectante por todo el cuerpo, masajeando sus pechos, sus nalgas redondas y grandes, su vientre, sus piernas y sus pies, permaneciendo unos minutos completamente en cueros, mientras alistaba sus ropas. Me detenía el mayor tiempo posible en el tamaño de sus caderas y sus piernas, y sobre todo en su pubis fantástico, sembrado de unos vellos lisos y caprichosamente alienados en un incitante triángulo, del cual se desprendía un caminito de otros vellos mas delicados aun, que le llegaban hasta su ombligo y los cuales no depilaba nunca… el color amarfilado de su piel, algunas pecas que adornaban sus hombros y espalda, sus cabellos mojados cayendo ensortijados sobre su rostro, y la lentitud con la cual efectuaba ese ritual diario, en ese estado de indiferencia, contemplándose en el espejo del tocador todo su cuerpo tan seductor y de formas tan voluptuosas que rayaban en lo vulgar, era para mi escaza edad un reto demasiado grande, y no sé cómo no sufrí un ataque al corazón teniendo frente a mi esa Diosa de la concupiscencia, que ajena a todo, continuaba frotando su crema olorosa a vainilla, mientras sus dedos sin penetrar dentro de su sexo adorable, untaban de crema toda esa mata de pelos brillantes y azabaches.
Entonces, intoxicado de toda su desnudez entraba al baño a masturbarme para aliviar tamaña tensión que amenazaba con dejarme completamente loco. Salía con un remordimiento terrible pero al día siguiente la tentación hablaba mas fuerte y continuaba con esa práctica solitaria, que después me sumía durante el día en una depresión bastante incómoda. Espiaba a mi hermana también y me causaba curiosidad que a diferencia de mi madre depilara completamente su pubis, no entendiendo porqué razón lo hacía, o si ya había iniciado su vida sexual. Sus pechos eran firmes, de talla 36, con unos pezones grandes, que tal vez por el frío de la ducha permanecían erectos al salir del baño a vestirse. Tenía la ventaja que mi madre salía mas temprano de casa, y podía entonces con toda la libertad del mundo espiar a mi hermosa hermana. Ella un poco mas apurada tenía la costumbre de pasarse la cuchilla de afeitar por su sexo, estirando sus labios y permitiendo que la afeitadora le dejara esa zona completamente lisa. A veces se acariciaba su vagina con crema como comprobando que estuviera perfecta, y sin mucha prisa procedía a buscar sus ropas, probándose muchas veces hasta cinco prendas hasta escoger la indicada para su gusto. De todas maneras así fue transcurriendo esa etapa de mi adolescencia, hasta que cumplí los 17 años y mi desarrollo como hombre ya era bastante notorio, con un miembro de buen tamaño, y una musculatura que por la adicción al baloncesto, me había dado una apariencia un poco mayor para mi edad. Mi madre y mi hermana bromeando conmigo, me hacían comentarios acerca de mi presencia, y decían que quién sabe cuántas nenas en el colegio no estarían ya haciendo cola para convertirse en mis enamoradas. Estos cumplidos en lugar de agradarme, despertaban en mi una morbosa fantasía, pensando que no era indiferente como hombre a mis dos mujeres en casa. Me imaginaba que en cualquier momento podría tener la oportunidad de acceder a ellas, aunque mis preferencias eran mas marcadas por mi madre.
Las rutinas de los fines de semana en casa estaban dedicadas a las tareas domésticas las cuales nos repartíamos equitativamente. Sin embargo mi estrés aumentaba debido a que mi madre y mi hermana permanecían los sábados en casa, vistiendo sus pijamas de dormir, cuya tela de seda me permitía observar claramente sus pequeños interiores y como éstos entraban en medio de sus voluminosas nalgas, cuyo movimiento armónico al caminar me dejaba perplejo, así como sus pechos que se mecían deliciosamente, libres de la incomodidad del brasiere. Yo trataba de observarlas discretamente y acorde con la situación solamente me colocaba un short, con el cual lógicamente se me notaba el tamaño de mi miembro y mis testículos bastante grandes por cierto. Alguna vez mi hermana se quedó mirándome burlona y me dijo que estaba muy bien armado, y esas palabras me hicieron sonrojar, por lo cual guardé silencio. Ella percibiendo mi turbación hizo el comentario con mi madre, que para rematar me dijo que lástima que fuera su hijo, pues era muy apuesto, y que ella estaba necesitando un noviecito que la consintiera pues mi padre hacía mas de tres meses permanecía fuera de casa. No dije nada, pero sus palabras aumentaron mi confusión y mis deseos incestuosos. No era indiferente a sus miradas, y eso me agradaba mas de la cuenta. No sabía hasta qué punto esos piropos estaban abriendo una puerta que yo deseaba abrir cuanto antes. Para colmo de males, ellas en la tarde aprovechaban para hacerse el pedicure mutuamente, despreocupadas de que sus piernas quedaran expuestas, mientras procedían a arreglar sus hermosos pies. Decidí una tarde cualquiera quedarme junto a ellas, para observar como lo hacían, hasta que mi madre me dijo que también debía arreglarme los míos y me pidió que me sentara mientras ella procedía a acicalarme. Me senté en una silla y ella en una butaca pequeña frente a mi… trajo un platón de agua tibia, me pidió que sumergiera mis pies dentro y acomodándose sin el menor cuidado, comenzó a cortar mis uñas y a hacer su trabajo. Mientras me frotaba los pies con la piedra pómez, sentí una sensación placentera con esos masajes deliciosos, y sobre todo cuando ella dándose cuenta o no, abría sus piernas permitiéndome mirarle su pequeña tanga que aprisionaba los grandes labios de esa vagina inconmensurable, dejando de lado algunos vellos.
El espectáculo era tormentoso, teniendo ante mis ojos todo el contorno de sus piernas gruesas, con una incipiente celulitis que le daba un toque de belleza inusitada, y era inevitable que también observara sus pechos y sus pezones, cuando se agachaba a tomar las limas y los demás aparatos de su labor. No sabía qué hacer debido a todo lo que ocurría en ese momento, mientras mi hermana sentada a mi lado hacía comentarios banales acerca de su universidad y de los chicos que comenzaban a asediarla. Mi madre le dijo que debía cuidarse y que era preciso que si iba a acostarse tuviera todas precauciones, para evitar una enfermedad o un embarazo indeseado. Ella nos confesó que era virgen y que por el momento tenía mucho temor de eso, dado que no quería meterse en problemas que arruinaran su carrera. Mi madre me dijo que estaba segura de que yo ya debería andar haciendo locuras con toda esa cantidad de niñas, a las que se les notaba el desparpajo de sus vidas y sus ganas de sexo, y que ella no estaba dispuesta convertirse en abuela tan temprano. Le dije que no se preocupara, pero tampoco afirmé nada, dejando la duda latente en ellas, cuando en realidad yo era virgen hasta ese momento, dado que en el fondo era demasiado tímido y mis incursiones al sexo con algunas de mis compañeras se habían limitado a besos y caricias intrascendentes. Para acabar de molestarme me dijeron que con ese tamaño de mi herramienta, debería ser muy apetecido por todas esas loquitas que estudiaban el último grado conmigo. Y como un par de amigas comenzaron a hacer apreciaciones morbosas, acerca de lo que era el tamaño de los penes en los hombres, buscando tal vez que mi timidez se viera confrontada, para ver que argumentaba yo. No sé de donde saqué arrestos y les dije que en realidad ellas también estaban muy hermosas y que lamentaba que fueran mi madre y mi hermana o de lo contrario ya habría procedido a cortejarlas. Además fui incisivo en mis comentarios acerca de sus cuerpos, y les dije que no estaba seguro de la virginidad de mi hermanita. Ella respondió, diciéndome que era una pena que no pudiera mostrarme, para que comprobara que estaba cero kilómetros. Mi madre reía con las estupideces que discurríamos, no dándole importancia a esa conversación que para mi ya se constituía en toda una afrenta.
Ese sábado marcó demasiadas cosas en nuestro posterior convivio, y sin darnos cuenta a partir de entonces las conversaciones acerca del sexo, eran cada vez mas frecuentes. Mi madre en alguna ocasión nos confesó que su vida sexual con mi padre dejaba mucho que desear, pero que el hecho de estar con nosotros había impedido que ella cometiera cualquier locura con alguno de los muchos tipos que la perseguían a diario. De hecho le dijimos que entendíamos cómo se sentiría de frustrada, y que a lo mejor con la ausencia cada vez mayor de mi padre, en cualquier momento todo se terminaba de una buena vez entre ellos, y que la verdad eso no nos afectaba para nada. Yo trataba con tales argumentos que ella fuera desprendiéndose de sus prejuicios, y quizás contemplara la idea, en un futuro, de tomarse algunas libertades, pero mi intención no era que lo hiciera con otro hombre distinto a mi. Estoy seguro que el clima de tensión y la tentación entre nosotros en casa, era una realidad que no podía ocultarse, y que debido a la confianza que nos teníamos, esto daba pie para avanzar cada vez mas en esas peligrosas pláticas. Fuera de eso, comencé a sentir un deseo tenaz por oler la ropa íntima de las dos, cuando dejaban sus prendas en la lavadora, y sin que se dieran cuenta, las olfateaba como un sabueso, sintiendo el aroma de sus sexos, y chupando frenéticamente la entrepierna de sus prendas, procedía a masturbarme con ese pecaminoso olor en mi boca y mi bozo.
Alguna tarde en que quedamos a solas en casa, mi hermana me dijo que necesitaba hacerme algunas preguntas acerca de los hombres… yo asentí complacido, y ella luego de hablar acerca de un poco de tonterías que no recuerdo y de dar rodeos innecesarios, me comentó que la única referencia que tenía de un pene era el que se imaginaba en medio de mis piernas… se rió con maldad mirándome de forma extraña, al tiempo que me decía que debería ser muy doloroso que una cosa así le entrara, pues su vagina era demasiado estrecha para dar paso a semejante instrumento. Le pregunté que si de verdad era virgen pues seguía dudando, y sin mas ni mas se levantó la levantadora y corriendo su tanguita, me dijo que podía comprobarlo con mis propios ojos, mostrándome sus grandes labios totalmente cerrados y depilados. Le pedí que si no se molestaba los abriera un poco lo cual hizo despacio, dejándome alucinado, al ver la telita de su virginidad completamente ilesa, pero con un flujo claro que no podía ocultar o impedir. Mi corazón latía a mil por hora, pero temeroso de quebrar ese momento con alguna imprudencia le dije que estaba muy bien que se hubiera cuidado hasta ese momento. Mi hermana sin mostrarse molesta me dijo que era mi turno para dejarla ver lo mío… le pedí que deseaba que esa conversación quedara entre los dos y ella respondió que por supuesto. Tiré mi short y mis calzoncillos y quedé desnudo frente a ella, mientras mi miembro comenzaba a levantarse palpitando de emoción. Lo miró fijamente, suspirando inquieta, mientras me decía que era hermoso, y que ahora si entendía como todas sus amigas comentaban todo lo que disfrutaban con sus casuales amantes o novios.
En un momento en que la cercanía de los dos era menor a un metro, pues nos sentamos en la cama, comenté que si quería tocarlo podía hacerlo pero ella me dijo que le daba vergüenza, mas siendo hermanos. Tomé una de sus manos y la coloqué encima de ese trozo de carne brillante y erecto, y le dije que ya que había planteado conocerlo, pues podía tocarlo sin problemas, que yo sabría conservar mi lugar con ella. Con su respiración agitada, y sin ofrecer resistencia lo tomó en sus manos y comenzó a acariciarlo con suaves movimientos, tomando al tiempo mis huevos y palpándolos con una curiosidad que me tenía desesperado, hasta que no pudiendo controlarme, eyaculé, empapándola toda con el chorro de semen que salió disparado hacia ella. Mas curiosa aún acerco una de sus manos untadas de mi leche y la olió detenidamente, hasta que sacando su lengua probó uno de sus dedos… “sabe a blanqueador” , me dijo y se echó a reír. Nos miramos avergonzados pero inquietos, y tratando de tranquilizarla le dije que era normal que eso ocurriera, debido a nuestra juventud y nuestros ímpetus, y que ella no se quedaba atrás pues su tanga se encontraba totalmente empapada por sus fluidos. Además le argumenté que era inevitable que mi erección fuera la consecuencia de la intimidad del acto que estábamos haciendo, y que la lubricación de su vagina era la respuesta lógica a la excitación de haberme masturbado, así fuera de manera involuntaria. Le pregunté si se masturbaba, pues yo lo hacía con frecuencia, y me confesó que últimamente después de que conversábamos de sexo en casa, quedaba demasiado inquieta y entonces en la noche, procedía a tocarse su vulva hasta alcanzar una emoción deliciosa que no era otra cosa que un orgasmo. Le pedí que me dejara contemplar sus pechos y bajó las tirantas de su pijama hasta dejarlos libres, con sus pezones duros y desafiantes. Los tomé delicadamente en mis manos, acariciando el contorno de su aureola, hasta que ella comenzó a excitarse demasiado, buscando la forma de aprisionar de nuevo mi miembro. “Eres preciosa hermanita”, fue todo lo que alcancé a decirle, y estaba seguro que de haber intentado poseerla, ella no hubiera opuesto resistencia. Mi corazón estaba disparado, y sentado en la cama le pedí que me dejara acariciar sus pies, con sus uñas pintadas de un suave tono nacarado. Los froté suavemente en tanto ella se retorcía suavemente, y entonces le dije que había leído recientemente que una mujer puede llegar al orgasmo con una muy profesional caricia en sus pies. No resistí y los metí a mi boca succionando todos sus dedos y pasando mi lengua por en medio de éstos, hasta que ella en una mezcla de risa y lubricidad me pidió que parara pues no resistía mas. Tuve mil intenciones frente a ella, pero me contuve de avanzar hasta el final porque cualquier otra actitud, habría podido despertarle un resquemor, desconfianza, o el arrepentimiento de haber llegado tan lejos con su hermano menor. Queriendo dar un espacio a lo que estaba ocurriendo me preguntó porque yo la espiaba cuando ella salía del baño a vestirse y sin darme tiempo a responder me dijo que ella también lo había hecho, y que alguna vez estuvo mirándome en la ducha mientras yo me masturbaba. Nos reímos los dos aliviando un poco la tensión… le pedí entonces que me permitiera seguirla contemplando y yo haría lo mismo siempre y cuando nuestra madre no estuviera en casa, y aceptó sin darle importancia. Vestí mi short de nuevo y le pregunté que si sentía mal por lo que acabábamos de hacer, y me dijo que en efecto estaba algo mal, pero que en el fondo había salido de esa incertidumbre. La abracé suavemente, dándole un beso en la mejilla, y salí del cuarto. Pienso que actuar de esa manera dejaba el campo libre para un nuevo encuentro íntimo, lo cual ocurrió algún tiempo después.
A la semana siguiente mi hermana debió ir a la casa de una tía que se encontraba recién operada y no tenía quien la cuidara ese fin de semana. No habíamos vuelto a hablar del tema, haciendo de cuenta que nada había pasado entre los dos. Ese viernes la lleve en el carro al barrio donde vivía mi tía, y la dejé allí acordando que la recogería el lunes en la mañana. Nos despedimos con un beso en la mejilla y queriendo saber que pasaba por su mente, le toqué una de sus piernas… sonrió, murmurando que yo era un morboso, pero no dio muestras de estar enojada. Para mi, todo estaba marchando de acuerdo a mis planes. Al llegar a casa mi madre estaba tomando una ducha, lo cual aproveché para correr un poco la cortina de su cuarto, pues así, al salir a vestirse podría verla desnuda de nuevo. Ya era de noche, y apagué la luz que daba a la cocina para que ella no se diera cuenta de que la espiaba. Salió con su toalla de baño alrededor de su cuerpo, y con otra toalla envolviendo sus cabellos húmedos, y no se vistió inmediatamente sino que permaneció así en la cocina, ordenando algunas cosas y preparando algo de comer. Verla en ese estado, con la toalla tapando solamente sus senos y sus bellas nalgas me ponía demasiado excitado. Me acerqué, la abracé por la espalda cuidando de no arrimar mi miembro a su culo, y le di un beso en la mejilla diciéndole que se veía muy hermosa, y que menos mal nadie mas la vería así, pues era un pecado para cualquiera que no fuera yo… se rió mucho con mi comentario, y me dijo que si en serio se veía bien, a lo que respondí que era la mujer mas linda que había visto en toda mi vida. Dio la vuelta y me abrazó tiernamente, juntando su cuerpo al mío, mientras me daba un beso cerca de mis labios, murmurando que era la mujer mas feliz del mundo con su bebé ya hecho todo un hombre y que se sentía protegida por mi. No sabía que decir… Por Dios ¡ … algo estaba gestándose entre nosotros, pues no era usual que ella actuara de esa manera. Le propuse entonces que ya que era viernes, porqué no aprovechábamos para salir un poco al centro comercial , y que la convidaba a unas cervezas… me preguntó si tenía dinero y le dije que ella muy bien sabía de mis ahorros, por el dinero que mi padre me enviaba mensualmente. Me miró asombrada y respondió que estaba bien, y que esperara entonces que se vistiera para que saliéramos. Yo entre tanto me duché rápidamente y me coloqué la mejor ropa que tenía para que ella se sintiera bien a mi lado. No quise fisgonearla para no poner en riesgo mi invitación. Cuando salió del cuarto estaba preciosa. Vestía una falda corta de color negro, una blusa escotada de color blanco y unas zapatillas oscuras, bastante altas. Silbé emocionado y me dio otro beso sonrojada. Subimos al auto y nos dirigimos al centro comercial. En el trayecto al lugar que era no tan cercano cruzó sus hermosas piernas, brillantes por una crema especial que había comprado y que le imprimía visos, debido a las partículas de escarcha. Era todo un pedazo de mal camino por el que indefectiblemente quería perderme para siempre. Sus pies, enmarcados por esas sandalias de tiras negras y doradas, eran hermosos, coquetos, retadores, con unos dedos largos y delicados y un arco pronunciado que acentuaba su escultural tamaño, acorde con su estatura. Quise olvidar para siempre que ella me había parido, y como nunca la deseé con todas las fuerzas de mi alma. La observé de reojo, dejando de lado mis temores y prejuicios hijo, y me decidí a convertirme en su hombre, su marido, su amante, y su mas grande amor.
Al llegar, el lugar estaba atestado de gente, por lo que le propuse que buscáramos un sitio mas tranquilo donde pudiéramos conversar. Encontramos un pequeño bar cerca de la zona rosa, que menos mal tenía bastantes lugares desocupados. Al preguntar al mesero por el precio de las cervezas, le propuse que mejor tomáramos algo mas fuerte, a lo que ella accedió. Pedí una botella de aguardiente, y comencé a servirle pequeñas copas, mientras yo me abstenía de beber sin que se diera cuenta, debido a que no quería que en medio de la embriaguez pudiera cometer cualquier acto imprudente, y además queriendo que mi madre al calor de los tragos se relajara, y conversara con toda la tranquilidad posible acerca de los dos… en efecto así fue. Comenzó por decirme que se sentía muy sola y ansiosa, y que percibía que algo le faltaba, pues era una mujer joven y con muchos deseos reprimidos, pero que evitaba relacionarse con alguien hasta tanto la situación con mi padre no se hubiera definido. Estuve de acuerdo con todo lo que me decía, mientras continuaba sirviéndole licor… conversamos de muchas cosas mas, hasta que notando que ya estaba a punto de embriagarse decidí ir para casa. Quedaba menos de media botella y la llevé conmigo para que se tomara otro par de copas. Al entrar en la sala le pedí que se sentara un ratico mas, pues esa noche era demasiado linda para darla por terminada tan rápido. Se sentó en el sofá, tiró sus zapatillas y cruzó sus piernas con la falda bastante arriada, permitiéndome deleitarme de nuevo con sus bellas piernas. Me acomodé a su lado, acercándome poco a poco, hasta estar prácticamente pegado a ella. Comencé a acariciar sus cabellos, en tanto ella ya bastante alicorada se recostaba en mi pecho… me corrí un poco y le pedí que se acostara sobre mis piernas para charlar mas cómodos… el peso de sus hombros en mis rodillas me excitó mas de la cuenta, y sé que pudo haberse dado cuenta pero no se movió para nada, mientras yo seguía acariciándole su cabeza y su rostro. Tomé sus manos suaves en las mías, transmitiéndole todo el volcán de deseo que rugía dentro de mi. Ella me apretaba suavemente mis dedos, murmurando que me adoraba, y que no sabría qué habría sido de su vida sin sus dos hijos. Doblándome hasta donde pude comencé a besar su frente, y el nacimiento de sus cabellos hasta que se estremeció… continué posando mis labios en sus ojos cerrados, y besé sus mejillas surcando el rededor de su boca de fuego.
En un momento vi que fue adormilándose, y entonces con todo el cuidado la recosté en el sofá, esperé que se durmiera y me dediqué a contemplarla alelado, en toda la extensión de su abandono, mientras dormía plácidamente. Tenía sus piernas ligeramente abiertas lo cual aproveché para mirar el triángulo que enmarcaba su tanga…. La llamé suavemente pero no me respondió, lo que me indicó que estaba ajena a todo lo que ocurría.... pasando mis manos por su espalda y sus piernas la cargué hasta llevarla a su cama. La dejé así unos minutos mientras tomaba un refresco en la cocina y buscando que se profundizara en su sopor. Al regresar al cuarto estaba con su falta levantada casi hasta su sexo y su blusa abierta. Estiré sus piernas sintiendo la suavidad de su piel, de sus pies, de sus rodillas y de sus muslos… Muy levemente pasé mis manos por su vientre, hasta desbotonar del todo su blusa, mientras sus bellas tetas amenazaban con salirse del sostén. Indefensa, no sé si totalmente dormida, me demostraba que era indiferente a todo lo que estaba ocurriendo… Despacio fui subiendo su falda hasta llegar a su hermoso sexo, aprisionado por esa tanga negra, húmeda de sudor y por todo lo que bajaba de sus entrañas. Posé mis labios suavemente sobre esa delicada seda, lamiendo todo ese néctar que me iba poniendo al borde la de la locura. Ansioso pero con cuidado, la fui volteando de lado, hasta tenerla de costado. Desabroché su sostén, y tiré de la cremallera de su falda bajándola poco a poco hasta quitársela. Su culo era alucinante, grande, blanco, con unas pequeñas estrías, y unos lunares que marcaban todo el camino al pecado que estaba dispuesto a cometer con ella… tiré de su pequeña tanga hasta dejarla en sus tobillos, y la volteé de nuevo boca arriba. Era divina; sus tetas grandes, firmes a pesar de haber tenido hijos y su ombligo era profundo. Su vientre adornado de ese caminito de vellos y unas diminutas estrías provocaba demasiado, y su monte de venus era el espectáculo mas indescriptible; pronunciado, cubierto de esa selva negra de fibras como cabellos de bebé, que poblaba los labios de su vagina grande y retadora hasta su entrepierna, invadiendo la entrada de su ano apretado, con esos pliegues que mas tarde tendría el placer de abrir totalmente. Decidido a recrearme como nunca lo había hecho tiré mi ropa y comencé a besar sus bellos pies, chupando sus dedos, sus plantas y subiendo por sus tobillos hasta las rodillas… noté un ligero estremecimiento, gimiendo suavemente pero no despertó. Creo que a lo mejor soñaba con lo que en realidad estaba ocurriendo. Abrí sus tentadoras piernas lo que mas pude y me adentré en el calor de su sexo, mamando todo lo que continuaba emanando de dentro de su vulva. Hubiera querido entrar de nuevo por ella para que me pariera de nuevo si con ello la conservaba para el resto de mis días. Recorrí cada centímetro de su piel y chupe sus tetas con locura, hasta su boca ligeramente abierta. Previendo que acostarme encima para penetrarla podría despertarla, la volví a colocar de costado… mi verga no resistía mas, y poco a poco fui situándola en medio de sus nalgas… sentía la humedad que continuaba bajando de su sexo, y sin contenerme, me retiré para relamer todo su apretado culo, metiéndole mi lengua hasta donde fuera posible. Todo lo que brotaba de ella era delicioso, y el aroma de su ano me enloquecía como hasta ahora me sigue alucinando, sobre todo cuando llegaba del trabajo sudorosa por el calor de la ciudad, y yo tirando sus interiores me dedicaba a chuparla paseando mi lengua desde su clítoris hasta su orificio anal, del que era inevitable que emanara el olor de sus entrañas, mezclado con ese perfume a orín y sudor…. satisfecho de haber probado todo lo suyo, me puse de lado mientras mi pene buscaba ansioso la entrada de su vagina. Cada paso que di esa noche hacía parte de algo que había elucubrado millones de veces, máxime cuando queriendo aprender de sexo, me dediqué a explorar en la internet lo mas sucio de este tipo de relaciones, para poner todo en práctica cuando llegara el momento de hacerla mía.
No fue fácil penetrarla, y no quise forzarla por temor a lastimarla, causarle dolor y recibir una respuesta contraria a lo que quería… a pesar de estar lubricada, su útero era bastante apretado por lo que decidí no metérsela toda sino juguetear poco a poco en un ritmo casi imperceptible, abriendo el camino hasta llegar al final. Cuando ya una parte de mi miembro estaba dentro de sí, se movió angustiada; despertó asustada tratando de zafarse de mis brazos pero ya era tarde. Me dijo que qué hacía por Dios, que me suplicaba que no la poseyera, pero el tono de su voz suplicante era mas de aprobación que de rechazo… la abracé con mas fuerza diciéndole que la amaba con toda mi alma, y que poseerla era lo mas grande que podrá pasarme en mi vida. Ella quiso resistirse pero tapando su boca con mis labios le imploré porque me dejara continuar a su lado… Con mi mano izquierda tomé su carita y mientras musitaba frases de amor continuaba metiendo mi lengua en su boca, en tanto ella se iba relajando hasta que su angustia fue desapareciendo, abandonándose a su suerte. Gimió y se estremeció al sentir que mi verga entraba totalmente en ella, pero comenzó a moverse suavemente dando ligeros quejidos que aumentaban, al ritmo de nuestros movimientos, mientras apretaba mis manos sollozando. Sabiendo que podría continuar retiré mi miembro de su cuquita recostándola boca arriba… comencé a besar su boca con locura, su cuello, sus senos, hasta volver a su sexo, a continuar embriagándome con todos sus líquidos… abrí sus piernas de par en par, tomé sus pies en mis manos chupándolos de nuevo, mientras encogiendo sus muslos coloqué mi verga en la entrada de sus velludos labios. Arrodillado empecé a empujar toda mi hombría dentro de su vagina, hasta que no quedó nada por fuera, y con un movimiento imperceptible la fui llevando a mi terreno, besándola y mordiendo delicadamente su cuello… nuestros movimientos aumentaban así como sus quejidos y en un momento no resistió mas y comenzó a sollozar pidiéndome que no parara y que se la metiera mas duro, porque sentía que la estaba desgarrando pero que la tenía loca de placer. Tuvo por lo menos tres orgasmos, hasta que no pudiendo aguantar mas , descargué todo mi semen dentro de ella, sintiendo las convulsiones de su sexo apretando mi glande. Me quedé unos minutos encima de su cuerpo, pero apoyando mi peso en los codos para no asfixiarla. No podía parar de besar sus labios carnosos que ahora se me entregaban totalmente… jugué con su lengua, viendo sus bellos ojos con unas pocas lágrimas, ahora de excitación. La abracé con fuerza, pidiéndole que fuera mía para siempre, y en ese momento me dijo que estaba loco, pero que desafortunadamente hacía algún tiempo mi sexo la tenía inquieta, y que lógico no iba a intentar nada conmigo por ser su hijo, pero que si se excitaba imaginándose como sería ese miembro tan rico dentro de ella. Agarré con fuerza sus nalgas, queriendo fundirla a mi cuerpo, con sus senos desnudos en mi pecho… y sin dejar que la emoción entrara en declive la volteé de espaldas, para continuar besando su nuca y toda la extensión de su bella geografía.
Definitivamente el perímetro de su culo era impresionante… la suavidad de esa piel blanca, la tersura de la cara interna de sus piernas y las dos arrugas que demarcaban la circunferencia de cada nalga, de donde nacían sus muslos gruesos, fueron lo que me marcó por el resto de mis días, añorando años después en cada mujer que observaba, un trasero como el de mi madre. Por eso separé esas nalgas con toda la libertad del mundo y seguí lamiendo su orificio con furia hasta que ella me dijo que no la martirizara mas, y que le daba miedo, que le hiciera lo que estaba pensando. Ese comentario fue el salvoconducto perfecto….fui hasta su tocador, tomé un frasco de aceite y lo esparcí por toda esa área, metiéndole el dedo índice y lubricándolo…. Me pidió que no; que era virgen por ahí y eso me estimuló a seguir… me recosté encima de ella, acariciándola y murmurando las palabras mas dulces hasta que mi verga encontró dilatado su pequeño culito sin estrenar … se revolvió dolorida mientras le iba entrando, pero me permitió continuar hasta que dio un grito mordiendo su almohada. Estando dentro de su recto desvirgado, empezó a menearse queriendo quizás un poco mas… los gemidos aumentaban hasta que un nuevo orgasmo estalló con toda la fuerza de su alma. Un nuevo chorro de semen se depositó esta vez dentro de sí. Sollozó de nuevo, cuando se lo saqué, y abrazándonos con fuerza, seguimos besándonos hasta quedarnos dormidos.
Al despertarme, continuaba dormidita, y al reparar en las sábanas, vi que había unas ligeras manchas de sangre, lo cual me comprobaba que en realidad si había desvirgado ese ano divino. Fui al baño, me duche, me cepillé los dientes y regresé desnudo a su lado, acariciándola con todo el amor de hombre mezclado a la ternura que me inspiraba ese ser hermoso que además de ser mi madre, era ya mi mujer. Se despertó desperezándose, y me aplicó un mordisco en el brazo, pero sin llegar a lastimarme… sus hermosos ojos estaban hinchados, pero se notaba en ellos la satisfacción por todo lo ocurrido. La besé metiendo mi lengua en su boca, la cual cerraba, pues ripostó que no se había lavado su boca, pero el aliento de su resaca me excitó de nuevo… Todo lo que proviniera de ella me enloquecía; todos sus aromas eran el perfume mas grande que hubiera podido oler hasta entonces. Sin darle tiempo a nada volví a penetrarla hasta que terminamos en un nuevo gozo… quería comérmela sin parar y ella estaba dispuesta a que siguiera haciéndolo… ese sábado hicimos el amor hasta que nuestros cuerpos no resistieron… lo único que me pidió en un momento en que fue a la ducha, era que por favor ese día no me le comiera mas su culito pues estaba sangrando… y lo dijo como una niña mimada que implora por no ser castigada y ante la ternura de su pedido accedí… continuamos hasta entrada la noche que salimos en el carro a buscar algo de comida… no sentíamos mas hambre que la de nuestros cuerpos ansiosos por entregarse mutuamente… Le dije que no era preciso que habláramos de algo que nuestras almas deseaban tanto… y preferimos comentar otras cosas… regresamos a casa a desnudarnos de nuevo… a seguir acariciándonos, a satisfacer ese deseo incontenible que nos embargaba hasta el cielo… continué chupando su vagina mientras ella engullía toda mi verga dentro de su boca hasta que volvimos a excitarnos tanto, que decidimos acabar en nuestras bocas. Entrelazadas nuestras piernas, refregando nuestros pies por todo lo que pudieran abarcar, comprobamos que nuestros cuerpos encajaban perfectamente y que no sobraba un milímetro de nuestras humanidades donde no experimentáramos el contacto de la piel y el latir de nuestras venas al unísono. Nos amamos embelesados por haber descubierto en ese pecado eterno e inagotable, la grandeza de una pasión irrefrenable y un deseo incontenible.
Me extasié para siempre en toda su belleza indescriptible y no hubo un solo detalle de su cuerpo que no me despertara la lujuria mas asombrosa. Sus manos supieron estimular en mí las mas recónditas sensaciones y emociones… y nada pudo impedir que nos amáramos; aun, cuando su período menstrual aparecía convirtiéndose en otra fuente de regocijo, bebiendo todo ese extraño brebaje que descendía de sus ovarios, mientras ella sedienta de sexo, se chupaba todo el semen que lograba arrancarme con sus pervertidas mamadas. Sé que la convertí en la depravada mas grande del mundo; en mi puta, mi geisha, mi esclava y yo fui y soy, lo mismo para ella. Y la adoré como mi Diosa cuando su coquetería diaria en las mañanas, me hacía presagiar todo lo que ocurriría en las noches o tardes que pudiéramos estar a solas. Abrazados, mirando al cielo raso en silencio, dejando que hablaran nuestras manos, nos dormimos hasta el medio día del domingo… preparé el desayuno y lo lleve a su cama… le di un beso en la frente y otro en los labios… desnuda, sin el menor pudor se sentó a comer, mientras elogiaba mis dotes de cocinero… Llenándome de coraje le pedí que me aceptara como su hombre pues desde muy niño sentía todos los tipos de amor posibles por ella… le conté que era virgen hasta ese día, pues no deseaba otra mujer mas que ella, y que siempre en mis incursiones solitarias al pecado estaba su imagen impura en mi mente… No dijo nada, pero me abrazó de nuevo, acariciándome con esa dulzura que ya conocía…. continuamos lamiendo nuestros cuerpos, dándole paso a esa nueva y extraña emoción… nos miramos profundamente a los ojos, en un pacto de silencio que solo ella y yo compartiríamos como hasta ahora, que hemos decidido comentarlo, luego de haber vivido juntos tantos años. Ese fin de semana quedará en mi mente como el mas grato recuerdo, en tanto que ella juguetona como una nena, me hacía todo tipo de caricias, mientras yo buceaba por todos los contornos de su excitante piel, deseando marcar mi territorio en ese cuerpo que en adelante sería mío, como ocurrió durante un tiempo tan exultante, que difícilmente algo podrá llegar a superarlo.
Mi hermana con el tiempo comenzó a sospechar que algo no filial pasaba entre nosotros, y una tarde me preguntó que ocurría con nuestra madre… guardé silencio pero ella incisiva continuó preguntándome el porque de nuestra mutua cercanía, y de las miradas coquetas de nuestra madre, en la que parecíamos marido y mujer , mas que madre e hijo. Tratando de ganar algún terreno en el interrogatorio mencioné lo que pasó entre ella y yo hacía algunos meses, y cómo mi hermana continuaba tranquila aún cuando era usual que me continuara mirando desnudo, aunque yo ahora evitaba espiarla dado el grado de enamoramiento que sentía por mi madre. Le pedí que no le mencionara nada a ella, pero que en efecto sentía demasiadas cosas por ella y que esperaba su comprensión, máxime cuando nuestra pequeña familia era todo lo que teníamos los dos, y no era conveniente resquebrajar esa relación que era todo para los tres. Ella guardó silencio al comienzo, pero en una actitud demasiado madura, me dijo que ella sabía que mi madre y yo nos habíamos acostado, pues en alguna oportunidad que llegó a la casa, entró despacio sin hacer ruido y nos vio haciendo el amor. Que al comienzo fue algo muy traumático pero que decidió guardar silencio, porque en el fondo esa escena la excitó demasiado, y debió masturbarse pensando en lo extraño de ese incesto que también la había contagiado a ella. Quedé mudo cuando con toda la desfachatez del mundo, me dijo que yo no pasaba de un maldito egoísta y que si quería que nada se alterara, era mejor que hiciera algo al respecto, pues ella también quería tener su parte. No supe que decir, pero el desafío era inminente y no podía colocar en riesgo mi relación con el amor de mi vida. Sacando arrestos de donde no los tenía avancé hasta ella abrazándola con fuerza, refregando mi cuerpo al suyo, para que sintiera mi sexo pegado del suyo…. No dijo nada y abrazándome buscó mi boca para darme un prolongado beso, en el que se conjugaba un deseo y una incontinencia imposible de resistir. Me mordió los labios, mientras bajaba su mano buscando sacar mi pene de su encierro. Como vestía solo su pijama, la fui subiendo mientras acariciaba sus nalgas redondas y duras, y en eso se diferenciaba de las de mi madre, ya un poco blandas pero para mi mas deliciosas. Tiré su pijama, y la conduje hasta su cuarto en mis brazos, sin dejar de besarnos. Empecé a lamer sus tetas duras y puntiagudas hasta adentrarme en la lisura de su sexo empapado… la chupé hasta hacerle gritar; tiré mi ropa totalmente y ante la excitación que ella sentía apunté mi miembro hasta la entrada de su vagina, refregándola de arriba hacia abajo, arrancando suspiros y gemidos entrecortados de mi lúbrica hermana… era extraño pero no sentía lo mismo que con mi madre, pero sabía que tenía que hacerla mía por las circunstancias que vivíamos. Poco a poco comencé a penetrarla, lo cual era doloroso incluso para mi…. Ella abría sus ojos desmesuradamente en una mueca de dolor y placer. Por fin sentí como su himen dio paso a mi verga y esforzándome se la metí mientras ella gritaba y me pedía que la sacara un minuto. Al retirar mi pene vi cómo sangraba, y decidido a satisfacerla comencé a lamer el producto de su desvirgada hasta que ella abriendo totalmente sus piernas me indicó tácitamente que podía continuar… Sé que el dolor fue mas grande que sus orgasmos, pero que el sentirse mujer compensaba cualquier molestia. Nos besamos tiernamente recostados y temerosos de que de pronto apareciera nuestra madre decidimos ir a bañarnos pero juntos. Se quejó de un gran dolor en sus caderas, y en su sexo, pero sonrió maliciosamente, diciéndome que en adelante ella participaría de muchas cosas en esa relación, y que era inevitable que sintiera por mi un gran amor, aparte del deseo… continuamos besándonos en la ducha prometiéndonos permanecer guardando el mayor de los secretos como hasta hoy ha ocurrido. Mi hermana se casó tres años después, luego de haber aprendido mil desviaciones en el mas degenerado de los sexos conmigo, y quizás eso me liberó de tener que ser infiel a la mujer que he decidido amar, a mi bella madre a quien los años han acentuado una belleza indescriptible y un deseo que en lugar de disminuir aumenta cada vez mas… así pienso seguir amándola con devoción y locura hasta que sea posible…
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 783541 veces
Si te ha gustado Mi bella madre, mi eterno amor vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Mi bella madre, mi eterno amor.
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
kurtmiguel
(7 de April de 2012 a las 17:49) dice:
buen relsto ferchi1975
(26 de January de 2012 a las 14:29) dice:
Muy buen relato! Hay que seguir ayudando al cuñado. Ya que su culito quedo pendiente de relatar. katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:43) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF rohambole47
(11 de May de 2012 a las 14:32) dice:
Excelente relato me recuerda a mi madre con quien tambien hice el amor
Registrate
y se el primero en realizar un comentario sobre el relato Mi bella madre, mi eterno amor.
Vota el relato el relato "Mi bella madre, mi eterno amor" o agrégalo a tus favoritos