Aquí envío un pequeño relato basado en una experiencia que me sucedió hace algún tiempo con mi médico de familia y que me hizo cambiar para siempre mi opinión sobre las visitas al médico. He omitido algunos detalles y cambiado otros, ya que no me gustaría causarle ningún problema y que tuvieran que trasladarlo de centro porque entonces yo ya no tendría a quien acudir...
Relato
Andrea observaba distraída al resto de pacientes que esa mañana se daban cita en la sala de espera del consultorio. Llevaba un buen rato allí y estaba algo nerviosa porque no le gustaban esos sitios.
Era el clásico centro de salud público. Sillas gastadas de plástico y paredes blancas con posters que avisan de lo malo qué es el tabaco para la salud. De fondo, se escuchaba un hilo musical neutro que intentaba crear un ambiente de aparente armonía.
Andrea había cumplido hace poco 18 años y era una joven esbelta de cabello castaño y liso hasta los hombros, con una cintura delgada y senos prominentes. Su rostro angelical hacía pensar que tuviese a lo sumo 15 o 16 años y su piel clara creaba un bonito contraste con el rojo brillante de los labios. Sin embargo, ella no era consciente de su belleza, a su edad era todavía una niña inocente y tímida, preocupada sólo por sus estudios y salir con sus amigas.
Quizás había influido en ese carácter tan retraído su rígida educación en un colegio femenino de monjas, donde estudiaba desde primaria. También la sobreprotección de su familia, especialmente la de su padre, ya que era hija única. El asunto es que Andrea a su edad todavía no tenía experiencia en lo que a muchos temas se refiere, especialmente en cuanto a los chicos, más allá de lo que era dar un simple beso en los labios.
Aquella mañana había acudido al consultorio ante la insistencia de su madre, quien había llamado para concertar la cita. Había pasado unos días con molestias en la garganta y un poco de fiebre. La verdad es que en ese momento ya se encontraba mucho mejor y no había notado que tuviese la temperatura elevada, pero decidió ir igualmente y así no tener que escuchar más las protestas de su madre. Tenía pensado ir después a clase, así que llevaba puesto el uniforme escolar compuesto por una ligera camisa blanca que resaltaba sus pechos, sobre ella la chaqueta azul marino abierta, y una falda a cuadritos azules, que dejaba al descubierto la mayor parte de sus preciosas piernas, a juego con unas medias del mismo color.
Por fin una anciana abandonó la consulta dejando la puerta entreabierta. Andrea esperaba que su doctora le llamase para entrar a continuación, pero se sorprendió cuando vio un hombre asomar por la puerta. Entonces se dio cuenta de que realmente había pasado mucho tiempo desde su anterior visita y seguramente su antigua doctora se habría trasladado a otro centro.
Le inquietó ver la figura del nuevo médico, era alto, de mediana edad, con semblante serio y grave.
- Andrea - El doctor pronunció su nombre con voz firme mientras observaba la sala con curiosidad buscando a su siguiente paciente.
Ella se levantó del asiento con inquietud, no le gustaba la idea de tener que estas a solas con el nuevo doctor en unos instantes. Él le hizo un gesto con la cabeza indicándole que entrase. Andrea pasó a la estancia cerrando tras de sí y tomó asiento. Por un momento, contempló el espacio, limpio y luminoso, a su alrededor y sintió un olor especial, que no recordaba de otras ocasiones, sin duda era el perfume del médico. No tenía claro si le resultaba agradable o no, pero lo cierto es que no le dejaba indiferente.
- Bien, ¿Cómo estás? - El doctor le miraba desde el otro lado de la mesa. Sus ojos eran grandes, de una tonalidad verde claro y tenían un brillo extraño, algo malévolo.
Apenas, consiguió decir un tímido “Bien” mientras bajaba su mirada, intimidada por el doctor. Él, por contra, estaba encantado con la situación. Había pasado la mañana atendiendo ancianos reumáticos y su joven paciente prometía ser más interesante. Además siempre le habían excitado los uniformes escolares y le costaba desviar su mirada del sujetador de la joven, que se dejaba ver a través de la pulcra camisa que vestía. En esto pensaba el doctor, cuando decidió centrarse en el motivo de la consulta.
-Tú me dirás, ¿por qué has venido? El médico le preguntó amablemente sin dejar de observarle. Era un hombre de unos 50 años, con el cabello moreno peinado hacia un lado, de complexión normal, la piel de su rostro era blanca y lisa, con un aspecto atrayente para su edad.
Andrea le relató de manera breve y entrecortada los síntomas que había pasado los últimos días. Él le miraba divertido ahora, no se le había pasado por alto que su joven paciente estaba algo nerviosa. Aún así, no abandonó su apariencia de gravedad, pues no quería asustarla.
- Va mos a ver esa garganta - Se levantó de su asiento con energía y le indicó a Andrea que acercase a la camilla que había junto a la ventana. Ella obedeció y se sentó en la camilla mientras el médico buscaba algo en un cajón de su mesa.
El doctor se acercó a ella con una pequeña espátula de madera en la mano, de las que se utilizan para inspeccionar las amígdalas. Pero antes de comenzar, corrió la cortina que separaba la zona del resto de la estancia dejando a ambos en una situación de mayor intimidad. A Andrea le sorprendió este gesto ya que no pensaba que fuese a ser necesario.
Entonces, él se situó delante de Andrea, que alzó la vista y encontró frente a ella los ojos verdes del doctor que le miraban insistentemente. Sentía cerca su suave aroma y bajo su bata blanca, abotonada y perfectamente limpia, observó su camisa azul, de corte clásico y bien planchada. Él llevaba puesto unos vaqueros oscuros, que se dejaban entrever tras la bata y sus piernas presionaban ligeramente las de ella, sentada frente al doctor.
Él por su parte, podía sentir la turbación de su joven paciente. Sus mejillas sonrosadas y su mirada huidiza le atraían de manera especial. La observaba con una mezcla de dulzura y perversión.
- Bien, ábreme esa boca - El médico rompió por fin su silencio, y Andrea hizo lo que él le pedía. Le mostró su lengua mientras él presionaba con suavidad para observar la zona.
- Dime Ahhhh - Andrea seguía sus instrucciones mientras él le examinaba con toda atención.
- Sólo tienes la garganta algo irritada, pero no hay infección - dijo el doctor, que se alejó de ella y tiró el palito que había utilizado en un cubo para material desechable.
En ese momento, Andrea respiró aliviada pensando que ya habían acabado. Al tiempo, se recriminó interiormente su actitud. Estaba molesta consigo misma, no entendía la extraña sensación que le provocaba ese hombre.
Entonces, él se acercó de nuevo, esta vez aún más próximo a su cuerpo. Andrea fijó sus ojos en los del doctor. Él rompió este momento de intimidad para continuar con la exploración. Estiró su brazo y se dispuso a palpar el cuello de la joven con su mano derecha.
- Parece algo inflamado, ¿te duele aquí? - Preguntó mientras hacía movimientos circulares en el cuello de su paciente.
- No - Lo cierto es que en ese momento no sentía dolor alguno en ese lugar, pero lo que sí notaba era un terrible calor y pensó que sí el doctor seguía presionando las venas de su cuello acabaría por ahogarse.
- ¿Y aquí? – Él seguía explorando la zona, ahora con suavidad. Delante de sí tenía a su paciente. Simulaba ocuparse de manera profesional de la situación, mientras en realidad le acariciaba el cuello. La joven había despertado su deseo desde el momento en que entró por la puerta. Y ahora con ella sólo a unos centímetros de su cuerpo, se consumía por dentro imaginando lo que había debajo de ese erótico uniforme escolar. Notó como su miembro se endurecía al pensar en ello. Al mismo tiempo, hacía rato que se había dado cuenta de que el ritmo cardíaco de su paciente estaba más elevado de lo normal. "¿Estará tan excitada como yo?" El doctor tuvo un instante de duda. Él era consciente de que sólo era una niña a pesar de sus 18 años. "Quizás yo no debería…" Con discreción bajo su mirada un momento, tenía miedo de que su erección fuese evidente, pero gracias a la bata se ocultaba bastante bien.
- He visto tu historial antes, hace tiempo que no venías por aquí, ¿verdad? - Le preguntó con rapidez. Andrea asintió, mientras él continuaba explicándole, - Vamos a hacer un pequeño reconocimiento, para comprobar que todo va bien, ¿de acuerdo? Le dijo esto y le sonrió durante un rato largo. Por primera vez, Andrea observó la sonrisa amable de su médico, como todo en él era ambigua, y le inspiró tranquilidad e inquietud al mismo tiempo.
- Desabróchate la blusa. - Su voz ahora sonaba suave y delicada. Se giró un momento para alcanzar el estetoscopio que tenía en una pequeña estantería.
Andrea vaciló unos segundos pero obedeció su orden mientras su cara se enrojecía producto de la vergüenza y turbación. Se quitó primero la pequeña chaqueta azul marino y la dejó a un lado. A continuación hizo lo que le pedía el doctor, que estaba de nuevo delante de ella y se disponía a auscultarle el pecho. Aún tenía puesto el sujetador, pero éste, casi transparente, apenas escondía nada y sus pezones se marcaban con firmeza a través de la tela.
Con dulzura pero sin concesiones, el doctor le habló de nuevo - Por favor, retírate el sujetador, necesito que lo hagas para poder examinarte bien - No lo necesitaba, pero eso ya le era indiferente, esperó paciente y pronto obtuvo lo que quería. Andrea quedó desnuda completamente de cintura hacia arriba. Él respiró confiado, sabía que a partir de ahora ella le obedecería en todo lo que le pidiese. La contempló, sus pechos eran voluptuosos, dotados de una sensualidad especial y a él le costaba cada vez más mantener esa actitud de formalidad que se esforzaba por no perder.
Por su parte, Andrea se debatía entre distintas sensaciones, él era el primer hombre que veía sus senos desnudos. Una mezcla de vergüenza y excitación le recorría. Sintió el roce de la mano del doctor en un pecho al auscultarle, se erizó su piel y los pezones se tornaron aún más duros. Su cara se enrojeció y bajo levemente la mirada con timidez. El doctor entonces tomó su cabeza delicadamente entre sus manos y le hizo mirarle a la cara. Retiró con una caricia un mechón de pelo que le caía por el rostro y lo pasó tras la oreja. Le susurró al oído - No quiero que te preocupes, es algo normal - y le sonrió de nuevo. Andrea sintió que ardía por dentro al sentir su respiración tan próxima y notó una sensación extraña de gran humedad en su zona más íntima.
- Ahora, túmbate, vamos a explorar el abdomen - Y de nuevo sus grandes manos se posaron sobre la piel de Andrea. Esta vez presionaba y le preguntaba, -¿Te duele aquí? … ¿y aquí? - Andrea negaba con la cabeza y él seguía bajando. Sin pedirle permiso esta vez, desabrochó él mismo el cierre de la falda y la bajó hasta la altura de las rodillas. Andrea no protestó, no estaba segura de que iba a pasar a continuación, pero sabía que tenía que obedecerle, era su doctor.
Él siguió palpando con ambas manos bajo el ombligo, la piel de la joven era suave y tersa y de repente deslizó su mano derecha sobre las braguitas de ella. Se excitó al comprobar que estaban húmedas y no tardó en retirarle la ropa interior también. Andrea no se atrevía a decir nada, cerró los ojos y le dejó hacer.
Tras quitarle toda la ropa, el doctor continuó explorando desde el ombligo, pero ya no había ningún interés "médico" en sus intenciones. Con su mano acarició el vello púbico de la joven, tan suave y rizado, deslizó sus dedos en la vulva, humedecida, esperándole sin duda, y buscó el clítoris con delicadeza. Comenzó un experto masaje sobre el mismo con sus dedos, quería oír a su joven paciente gemir de placer. Andrea se retorcía sutilmente y su respiración se entrecortaba, él seguía masajeando el clítoris con una mano mientras acariciaba los pechos con la otra. Notaba la excitación de ella, su piel ardía y sabía que ella le deseaba. - Vamos mírame- Él le habló en voz baja, con dulzura, ella abrió sus ojos castaños y sus miradas se cruzaron. Entonces él aumentó el ritmo de sus caricias en el clítoris, presionaba cada vez más rápido e hizo sentir a Andrea un placer desconocido hasta el momento, su cuerpo temblaba y creyó morir de goce.
Después, él terminó su masaje, notó como ella se relajaba y le sonrió. Le indicó que se sentara de nuevo frente a él, y sin darle tiempo a reaccionar, la besó en los labios con intensidad. Andrea sintió la presión de la lengua del doctor, buscando paso entre sus dientes y no opuso resistencia. El corazón le latía de nuevo con rapidez, el doctor rodeó su cuerpo entre sus brazos, a la vez que jugaba con la punta de su lengua dentro de la boca de Andrea. Después le mordía el labio inferior con suavidad, sin dejar de acariciar su espalda y sus senos. A continuación abandonó sus labios y comenzó a mordisquear la oreja de la joven con suavidad. Ella podía escuchar el jadeo de su respiración acalorada y percibió el roce de un bulto duro a la altura de su pubis. Él se dio cuenta de que Andrea no podía dejar de mirar a la altura de sus pantalones y dejó sus caricias. Con calma se desabotonó su bata blanca.
- Ahora soy yo quien necesita ayuda para que me desnudes - Dijo esperando su reacción. Andrea no necesitó que le insistiera, comenzó por los botones de su camisa azul y dejó al descubierto su torso, no pudo evitar besarlo y el pelo de su pecho le provocó un cosquilleo. Continuó por la hebilla del cinturón y lo soltó con facilidad, después hizo lo mismo con los vaqueros y estos cayeron hasta las rodillas dejando al descubierto unas piernas fuertes y velludas. Frente a su cintura los slips blancos del doctor, parecían a punto de estallar. Los bajó también despacio con temor y excitación y quedó al descubierto un enorme miembro completamente en erección, él cerró los ojos, emitió un gemido de placer y lo cogió entre su mano, acariciándolo. Era la primera vez que Andrea estaba ante un hombre semi desnudo, el tamaño de su miembro le intimidaba y no sabía que debía hacer. El doctor le cogió suavemente la mano y la dirigió hacia su sexo, le guió con su mano sobre la de ella, arriba y abajo, despacio.
El doctor gozaba con la situación, tenía una erección fabulosa, y el suave masaje que la joven le estaba proporcionando en su zona más intima le hacía jadear y respirar entrecortadamente. Le encantaba guiarle con su mano, imponiendo el ritmo, dominando la situación-¿Te gusta?- Le preguntó. Quizás su paciente no era la amante más experimentada, pero eso no importaba, él le enseñaría. La excitación iba en aumento, y se sentía a punto de explotar, pero no iba a permitirlo, todavía.
En un gesto enérgico el doctor cercó a Andrea con sus brazos y la desplazó al borde de la camilla, él permanecía de pie frente a la joven, la punta de su pene presionaba el pubis de la adolescente, percibió su miedo, notó el temblor de su piel y eso lo excitó aún más, la besó en la boca y en el cuello, y al tiempo que la abrazaba inició su asedio final. Notó como algo oponía resistencia, sonrió para sí, - Te prometo que no te va a doler – le susurró al oído. Y empujó con más fuerza, esta vez la penetró completamente, Andrea sintió como algo se rasgaba en su interior y emitió un pequeño gemido de dolor, él retiró su miembro por un momento y lo contempló, ligeramente teñido de sangre, miró a Andrea con deseo y sin darle tiempo la penetró de nuevo sin esperar su aprobación. Primero encontró cierta resistencia, y bombeaba despacio, no quería que ella sintiese dolor, luego fue aumentando su ritmo al notar que Andrea estaba cada vez más húmeda. Su miembro entraba y salía con facilidad a cada instante más deprisa y jadeaba de placer. Andrea por su parte, se encontraba en un estado de entrega absoluta a su doctor, el goce era inmenso cada vez que él entraba dentro de ella hasta el final y sentía sus genitales presionando con fuerza contra ella. Deseaba besarlo de nuevo en la boca y el correspondió a sus anhelos entrelazando con agitación su lengua. El doctor aumentó sus embestidas sabiendo que ya no podría aguantar por más tiempo, entraba y salía con rapidez, y le susurró al oído, - Ahora eres mía – los cuerpos de ambos se sacudieron al unísono y finalmente descargó todo su semen dentro de ella entre gemidos y gritos ahogados de placer.
Entonces llegó la calma, y sólo se escuchaba la respiración entrecortada de los dos, sus labios aún permanecían rozandose, frente a frente, negándose a separarse, él doctor mantuvo su miembro dentro de Andrea por unos instantes, después se retiró, y ambos contemplaron en silencio como resbalaba el semen entre los muslos de ella.
El doctor fue a buscar unos pañuelos de papel que tenía junto al resto de sus instrumentos. Le limpió a ella primero con delicadeza y a continuación a sí mismo. Se subió los calzoncillos y los vaqueros y se colocó la bata correctamente mientras su joven paciente se vestía con calma frente a él. Ambos intercambiaron una sonrisa cómplice.
Después él separó la cortina, recuperó su rostro frio y serio y se dirigió a su mesa. Andrea se sentó de nuevo en una de las sillas reservadas para los pacientes y esperó mientras él tecleaba algo en el ordenador.
- Toma, esto es una receta para esa pequeña irritación de la garganta. No olvides beber mucha agua y tomar 2 sobres al día - le dijo. Andrea asintió y cogió la hoja para marcharse.
Antes de dejar la consulta, el doctor le pidió que se acercase a su lado. Andrea rodeó el escritorio y se situó junto a él. El doctor le agarró por la cintura y le hizo sentarse sobre sus piernas. Entonces le susurró al oído, -Espero que no tardes mucho a hacerme otra visita, aún tenemos muchas cosas que revisar, ¿de acuerdo?
A mis 12 años, con unas chavas de 12 13 y 14, algo nuevo para mi, mi iniciacion hacia el sexo, practicamente una orgia con ellas y con mis amigos, simplemente algo que recordare por el resto de mis dias.
Relato erótico enviado por Anonymous el 08 de June de 2004 a las 09:55:40 - Relato porno leído 464957 veces
La lleve a su recamara dentro los aposentos de la iglesia, ella repetía que era una locura pero también ya estaba caliente, lo note por su humedad que tenía ya en su vagina, ella me dijo que nunca había estado con un hombre y que no sabía ni como se hacía el sexo más yo le dije, “No te preocupes mamacita yo te guio” le subí totalmente su vestido y le abrí sus sexys piernas.
Relato erótico enviado por reycolegial el 07 de September de 2009 a las 16:44:00 - Relato porno leído 200992 veces
Soy jardinero en una mansión hace muchos años, los chicos crecieron con migo pero llego el día que Lucrecia la mayor se convirtió en mujer..-
Relato erótico enviado por felipepan el 15 de June de 2012 a las 00:27:20 - Relato porno leído 191591 veces
Si te ha gustado Mi dulce doctor vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Mi dulce doctor.
ELMORROCHO
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:08) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF coronelwinston
(15 de July de 2009 a las 00:20) dice:
Buen relato. Las consultas de los médicos dan para mucho. La redacción fue limpia y te felicito. Un saludo. hottiegirl
(10 de August de 2009 a las 06:21) dice:
exitante
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